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La Lupa

Balance del Gobierno 2024: gris, pero competente en lo político

¿Cuál puede ser el balance para el gobierno durante 2024? Hay dos niveles: su desconocimiento a los resultados del 28 de julio, que es lo nuevo y, el segundo, lo que es el balance desde hace años: la gestión y la competencia del ejecutivo. Pienso que al gobierno no le interesa mucho si la administración es competente o no. Como aspira a quedarse décadas en el poder, asume que la gestión mejorará en el tiempo. El balance de 2024 no es, entonces, sobre la gestión en términos de calidad de vida sino la gestión social y política, vitales para un proyecto que aspirar ser duradero en el tiempo. Durante 2024, el ejecutivo avanzó en lo comunal, un importante paso para afianzar lo que llamo la construcción del “mundo oficial” que gira alrededor del Estado y que se busca predomine en Venezuela. El gobierno se mantiene en el poder con una concepción gris de la vida. “Rumbo y rumba” afirmó el presidente Maduro, pero el rumbo tiene sentido en democracia, y las rumbas en libertad

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Caracas/Foto: Archivo.- Siempre que termina un año, escribo para El Cooperante el balance político. Uno para el gobierno, otro para la oposición ¿Cómo cada grupo cierra el año en cuestión? Este artículo es el balance para el ejecutivo. El del lunes que viene, será dedicado a las fuerzas de la alternativa al chavismo.

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A veces siento que el balance es el mismo año tras año. Que nada cambia. Que la política en Venezuela es una inercia permanente. Lo inelástico es estructural. Sigue sus mismos patrones, narrativas, estrategias, tácticas, y los resultados de siempre. Año tras año. Pudiera tomar el artículo del año pasado y, con pequeños cambios, seguramente será el de este año.

Lo inelástico es por dos motivos. El primero, porque en los sistemas autoritarios la vida es gris y monótona. Tiene que domar la espontaneidad para controlar todo. Por definición, son sistemas obsesionados con la conspiración y, los que tienen vocación cultural, “con la perfección de la raza humana” de manera que, por ejemplo, un “revolucionario” es un “ser superior en la escala de la perfección humana”. Chávez decía algo así al hablar de “los revolucionarios”.

No es casualidad que en Venezuela se quiere legitimar una suerte de “personas superiores” tanto por el gobierno como por la oposición. Por supuesto, son los “leales a las causas” o los que pierden o callan un pensamiento crítico con la excusa que “estamos en guerra” (si es así, Venezuela “está en guerra” desde 1830 sin solución de continuidad). Los conflictos buscan la unanimidad en los puntos de vista y en las emociones. Lo había dicho “Pepe” Mujica en febrero de este año, “en una plaza sitiada, cualquier discrepante es un traidor”. Y Venezuela es una “plaza sitiada” desde hace décadas. Quienes no asumen las “narrativas de las causas” son “traidores”.

El segundo motivo es porque el conflicto venezolano es uno intratable y el desconocimiento del gobienro del 28 de julio lo convierte en más intratable. Es uno trancado donde “estás con la causa” o eres un “tout” para usar una expresión irlandesa durante el IRA. Nadie quiere ser “tout”, entonces, el conflicto queda bajo el control de los grupos que pelean, normalmente dos. La imagen de las personas atrapadas entre dos grupos ejemplifica un conflicto intratable.

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Quienes tratan de romper con lo intratable son estigmatizados. Como nadie quiere serlo, ocurre el silencio. Lo mejor, en consecuencia, es ir con la corriente para quedar bien o “say nothing”.

La sociedad es un “bystander” del conflicto y lleva su vida al margen aunque afectada por la lucha. El conflicto define una dinámica de no solución porque genera incentivos para los grupos que pugnan por el poder. El conflicto cesa cuando sus promotores ven que no hay nada qué hacer -y, a veces, ni siquiera- cuando se agota, o cuando una tercera fuerza interviene. Para la literatura contemporánea, esa tercera fuerza es la sociedad, la que debe ser doliente del conflicto para participar y ver si es posible que la lucha cese. Esa “tercera fuerza” busca ser deslegitimada cuando aparece –“tibios”, “dialogantes”, etc- porque busca cambiar un status quo que produce favores para los grupos en lucha aunque en el discurso se diga que se “quiere la paz”, y porque las percepciones espejo lo hacen intratable. A lo mejor realmente quieren la paz, pero no pueden lograrla. Como está estructurado un conflicto determinado, lo hace imposible. Es la situación de Venezuela hoy.

Para el gobierno, el balance 2024 es lo mismo en lo estructural ¿Cómo ser un gobierno competente?

Sin embargo, la pregunta anterior obvia el 28 de julio y no es correcto hacerlo. De manera que para el ejecutivo es lo mismo pero hay algo nuevo: esa elección cambió la realidad política del país.

Mi segundo artículo para El Cooperante luego del 28 de julio abordó lo que hoy es un hecho: cómo se vive con la mentira oficial que el chavismo ganó el 28 de julio pero no fue así. Y no porque el Comando Venezuela haya presentado actas de sus testigos sino porque la promesa que el CNE mostraría los resultados desagregados, no se cumplió. Ni siquiera la sentencia del TSJ del 22 de agosto se hizo realidad en esa parte.

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Voceros del ejecutivo aseguran que los “resultados se publicaron”, pero no indican en dónde y cómo, porque tienen que ser desagregados, no solo un resultado global. La página web del CNE sigue sin operar. Casi 6 meses que no tiene actividad. La consulta para los jueces de paz no la hará este organismo sino otra instancia: una comisión electoral nacional que no fue elegida por el parlamento sino por el ejecutivo y por el PSUV para una votación que tendrá influencia en todos los niveles de vida nacional.

El balance del gobierno, en consecuencia, tiene dos caras: lo que pasó el 28 de julio y el presente.

Me centro más en el presente porque el ejecutivo se mantiene en el poder. No creo que esté “más aislado que nunca” porque ese momento fue entre 2018 y 2021. Además, fue su primera vez para lidiar con las sanciones. Hoy ya tiene experiencia en hacerlo por lo que el “aislamiento” no lo veo en esa magnitud. En todo caso, no habrá reconocimiento sino se asumirá que es un gobierno de facto, en los hechos, y cada país u organización evaluará si lo trata o no, pero no será o menos la experiencia de ruptura y aislamiento que significó el interinato para el gobierno de Maduro en ese entonces. La posición que Colombia expresó el 5-12-24 será la postura en general de los países. Borrell asomó una idea parecida al hablar de un “presidente de facto”. Se reconocerá un hecho, no a un presidente en derecho.

No me voy a centrar en este punto, entonces, porque la pregunta es; sí, el chavismo desconoció los resultados del 28 de julio ¿pero se va del poder? Si sucederá porque es el destino, porque es imposible que pueda mantenerse con una mentira por 6 años, o porque Trump vendrá más decidido contra Maduro a partir del 20 de enero, o la nueva esperanza que es Siria, “si Al Assad cae, maduro cae”; se verá cuando pase.

En todo caso, si se quiere abordar cómo hacer para que el gobierno reconozca el 28 de julio, el tema no es tanto la presión, “los costes”, o los incentivos hacia “el régimen” sino una pregunta más sencilla pero más compleja ¿Qué es lo que Maduro está dispuesto a aceptar en este momento para ese reconocimiento? Que no es la presión la que, como las sanciones -por eso no favorezco esa política, ni las sanciones individuales ni las sectoriales- cohesiona más al chavismo. Lo vería desde otro punto de vista ¿Qué está dispuesto Maduro a aceptar o a hacer ahora para reconocer que perdió la presidencial del 28 de julio?

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La respuesta escapa a este artículo pero me parece una mejor forma para plantear una eventual transición que seguir pegado en la receta “de los costos” y que “luego del 10 de enero será peor para él” por lo que “largarse es más barato que quedarse”, que es el nuevo mantra de cierta oposición. Y ahí se quedará pegada durante un largo tiempo como es el caso ahora.

Noto que el chavismo asume que ya pasó por lo peor, por lo que considera que puede resistir nuevamente. Por supuesto, hay incertidumbre. Cierta opinión en tuiter celebra lo que sucede en Siria, aunque es contradictorio con lo que proclaman. Pero en el apoyo a los insurgentes va la sinceridad: cualquiera que prometa sacar al gobierno, será aplaudido por cierta oposición en redes sociales, sea quien sea. Por eso los aplausos para los insurgentes, aunque uno de los grupos de la toma es uno terrorista designado así por los EUA y uno de sus líderes tiene un “ransom” de 10 millones de dólares. Pero para cierta opinión, es la receta, “el enemigo de mi enemigo es….”. Con recetas no se conquista el poder.

¿Qué está dispuesto a aceptar Maduro hoy? Porque el chavismo es un proyecto nacional, no simplemente “una mafia” -no lo es en mi criterio- como encanta decir en tuiter cierta opinión para los grandes aplausos y reconocimientos.

¿Que de repente puede pasar un hecho que ponga en jaque al ejecutivo? Claro, puede ocurrir, pero este artículo sería para especular sobre lo que pueda suceder. Describir las “balas de plata” -para usar la expresión del fiscal de la CPI; todos esperan que esta instancia funja de “bala de plata” y una “warrant” cambie una situación política en 180 grados en un país determinado- para ver cuál puede dar con el blanco. Ese análisis no es para este artículo.

El gobierno vive de una mentira -que ganó el 28 de julio- pero se mantiene en el poder, con la represión del Estado. Es mi punto de partida.

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De aquí la otra cara en la que me centro para este texto ¿Cómo el ejecutivo puede ser uno que sea competente, distinto? Y es aquí donde el balance de este año es similar al de otros: el ejecutivo es una inercia. Es gris. Ese es el balance de 2024. Se mantiene en el poder “sin pena ni gloria” o con “más pena que gloria”, pero está en el poder. Es lo que cuenta.

Su balance es que pasa la prueba del 28 de julio -a un costo muy alto por la represión que ejerce, que es eficaz, véase el caso de la suspensión del Cúsica Fest, el gobierno no lo suspendió, pero el miedo en el ambiente sí lo hizo, y cuando eso pasa, el miedo es eficaz, la persona o grupo es su propio policía; o con la ley para registrar a las ONG: silencio o tuits plañideros de quienes hablan fuerte, pero en ese caso están bajitos- por lo que la pregunta es ¿Hacia dónde ahora para el ejecutivo?

Desde esta perspectiva el balance del gobierno es el mismo de otros años: una gestión gris, mediocre, sin brillo. La diferencia que noto en 2024 es que asume será así. Ya lo hace sin pena. El chavismo se sinceró en este punto. También porque se ve en el poder ya no durante años, sino décadas, y estima que en el largo plazo alcanzará la eficiencia en la gestión dentro de un sistema autoritario y hegemónico en el sentido que no tendrá rivales de consideración que le disputen el poder político.

Mientras, confía en que la “sociedad resolverá” y su apuesta es al “emprendimiento” que igualmente lo ve como factor de estabilidad política. Cada persona o grupo produce y se concentrará en hacerlo en la escala de Venezuela, que no es la del “cuentapropista” de Cuba sino algo de mayor envergadura. Por ejemplo, el gobierno aseguró que la persona que acusa de conspirar en Zulia posee camaroneras que emplean a 6.000 personas. De esta escala hablamos o más pequeñas pero que mueven dinero. Todo el mundo emprende en su escala y nivel, y eso genera paz política. Se va a concentrar en promover el emprendimiento.

La competencia de la gestión en términos de servicios públicos será en el tiempo. No luce una prioridad. En todo caso, puedo equivocarme y lo sabré cuando lea el presupuesto nacional para 2025. Por lo pronto, la VP lo presentó a la AN el 3-12-24 e informó que el monto es poco más de 22 mil millones de dólares.

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Lentamente, el Estado refuerza su posición de recursos. El presupuesto para 2023 fue de 9 millardos de dólares, el de 2024 de 18 millardos, y el previsto para 2025 subió a 22 millardos (sin incluir la devaluación). Cuando estudie el presupuesto, veré lo relativo a la inversión en servicios públicos. Pero me luce que el Estado asume que los irá mejorando poco a poco. Parte que el país acepta ese lento ritmo de mejora de los servicios como lo ha aceptado hasta ahora. Salvo alguna situación sobrevenida, los servicios públicos ya no son factor de inestabilidad política.

No obstante, el diputado del PSUV Ramón Lobo señaló que 2025 será un año de inversiones en el sistema eléctrico. Habría que precisar esto porque Tal Cual, en su edición del 5-12-24, halló que los proyectos de inversiones para 2025 son “cut and paste” de los proyectos de 2024. En mi caso, encontré que los de 2024 son “cut and paste” de los de 2023. Hasta ahora, el gobierno no presenta un balance de esos proyectos que no sea el nombre. De aquí mi “duda razonable” que los servicios públicos serán “la” prioridad para 2025. Serán “una” prioridad pero no “la” prioridad. Lo comunal sí será “la” prioridad para el año que viene.

Como su meta no es una gran gestión en términos de gerencia o administración, se concentra en la gestión social y política que es importante para consolidar el poder político y la vocación hegemónica que el chavismo tiene.

De aquí que en 2024 avanzó mucho en lo que llamo el “sistema alterno” que es el modelo comunal. No tanto en lo “comunista” -la obsesión de cierta oposición en un mundo que está en otra frecuencia, pero esa cierta oposición se quedó en la Guerra Fría- sino en construir una sociedad con mundos diferentes que sea estable desde el punto de vista político.

Uno, el mundo oficial, el más grande, y otro, el mundo no oficial, que es pequeño, y no es una amenaza para el sistema autoritario. En el segundo habitan las élites de la oposición. Se puede vivir, llevar una vida, si se siente oprimido o no es su percepción, pero puede existir y muy bien como de hecho pasa. No es un apartheid, quizás termine en eso por las leyes contra la oposición que aprueba el parlamento -la de las ONG, la Bolívar, por ejemplo- pero hoy no lo es. Tiene su “red line” que es no conspirar o no ser una amenaza al sistema autoritario. O no serlo de manera subversiva, que es una ventana pequeña de oportunidad frente al chavismo, pero que requiere de muchísima habilidad para desarrollarla, que es imposible para la oposición dado su discurso de buscar la capitulación del chavismo y de “no normalizar”, aunque el mundo no oficial normaliza bastante porque el chavismo no toca ese mundo, salvo que se sienta amenazado o en su paranoia (caso Rawayana).

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Debe ser frustrante para cierta oposición criticar a los “normalizadores” desde la normalidad de su mundo que normaliza al sistema autoritario y hay un “acuerdo tácito” entre los dos para aceptar que así sea pese al ruidoso discurso sobre “el régimen” o “la dictadura”, expresión ya calichosa y que no dice nada.

El mundo oficial es el más grande. Por mundo oficial, entiendo las relaciones sociales que se derivan de la presencia del Estado como actor central de esas relaciones, que pueden ir desde lo esencial para una familia o persona como el sistema Patria, el “Estado de bienestar chavista”, o de lo que se avanzó en 2024, el “Estado comunal”. Es decir, de lo micro a lo macro. Es el mundo que gira alrededor del Estado aunque pueda haber un ingreso privado por trabajo, emprendimiento o remesas.

El nivel meso pudiera ser el mundo no oficial que es pequeño, porque hay puentes entre los dos mundos (el oficial y el no oficial).

El balance para 2024 más importante para el chavismo es que el mundo oficial se consolida y se expande en su estructura. De acuerdo con Reuters, el presupuesto para 2025 contempla 400 millones de dólares para proyectos en lo comunal. El 15 de diciembre, se votará por 30 mil jueces de paz “comunales”.

Es algo que no se ve porque es cotidiano. Si ese mundo votó el 28 de julio por la oposición, no se discute, pero su cotidianidad se da dentro del chavismo. El gobierno seguramente tomó nota de ese voto y por eso aceleró lo comunal que es reforzar la visión ideológica de la base chavista que puede estar en un 30% si nos atenemos a los bloques políticos en los estudios de Delphos (para julio de 2024).

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El mundo oficial igualmente avanza hacia lo cultural para promover algo como un “esencialismo venezolano” que pertenece al chavismo en donde mezcla la identidad política y una visión conservadora de la sociedad, muy propia del chavismo desde 1999 a pesar de su discurso igualitario.

La crítica de Maduro al grupo Rawayana revela la “ofensiva cultural”. Insólito los videos del Ejército en tuiter en los que mujeres militares critican la canción y afirman que “no somos venekas sino venezolanas”. Hacer de una canción que no tiene nada que ver con lo político, un elemento más para la paranoia política, y uno de división entre el sector oficial y el sector no oficial. Profundizar la polarización. Realmente es triste el papel del Ejército en ese tema.

La música urbana -changa tuky- y sus códigos son amenaza para el chavismo porque son de fácil asimilación por el público. Son pegajosas. Basta ver los muchos TikToks de cajeras de Farmatodo -reales o ficticias- que se empoderaron con la canción “Veneka” que no es política pero sí es urbana y compite con los códigos urbanos que el chavismo quiere imponer como los legitimados (la “changa nacionalista” que el chavismo tiene y difunde en los medios oficiales).

Tampoco es casual el ataque hacia los influencers de la oposición que es más político porque se metieron en política, pero igualmente se les ve como factor de ruido para construir el “esencialismo venezolano” que es básicamente algo como, “no tendré la vida que quiero o sí la tengo, pero soy nacionalista y los héroes de la Patria están de primero”, o “el orgullo y el amor por la Patria son las cosas más importantes en la vida junto a la familia”. Vivir para la gloria de la Patria, de sus héroes, e historia.

De manera que la vida cotidiana se subsume y se resignifica dentro de un discurso nacionalista y conservador en términos de la “moral y las buenas costumbres” a conveniencia para mantener el poder. De aquí que la escasez de agua, por ejemplo, sea parte de una narrativa de la “lucha por la independencia y por la soberanía” y no un reclamo para un Estado más competente.

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La relación con la sociedad se sale de una lógica de “inputs” y “outputs” (desde un enfoque sistémico) para entrar en una relación ideológica aunque en una elección -como la de julio- todavía pesa en el votante la calidad de vida y querer un estado competente. Justamente el “esencialismo venezolano” busca quitarle fuerza a ese reclamo que corta todo porque la aspiración de una mejor vida y no una gris se mantiene.

Los “inputs” también se resignifican dentro de un discurso ideológico. Por ejemplo, el “1 x 10 del buen gobierno”. El término “buen gobierno” -de una rica tradición en ciencia política- entra en el discurso socialista de luchar “contra la burocratización” con lo que pierde su fuerza emancipadora y pasa a ser parte del “socialismo científico” que son solo números, pero grandes números para convencer que los “socialismos científicos son eficientes”.

En su programa semanal del 2-12-24, el presidente Maduro mostró el balance oficial. Por supuesto, muy optimista. El mandatario aseguró que “el chavismo está en ofensiva en todas las áreas”.

No lo veo así, pero así se siente el chavismo. En un sentido Maduro tiene razón porque avanza en construir el mundo oficial con tres fechas importantes: 2030, 2050, y 2054. Si el chavismo llega a esos años o el pueblo vota en su contra, es lo que trabaja en 2024 para que no ocurra que es también parte del balance. Las “elecciones alternas” para resignificar lo que significa una elección -la posibilidad de cambio, de alternancia, de una vida no monótona- para que signifique otra cosa -una “democracia popular” que no cambia nada y es gris, de lo pequeño, al modo de Rousseau, “un pequeño pedazo de tierra y tener virtudes es suficiente como ideal de vida”- para que sea contrapeso a las elecciones competitivas cuyos resultados siempre serán sorpresa porque, como afirmó Picón Salas, el pueblo venezolano siempre sorprende.

En definitiva, el balance del gobierno para 2024 es que se mantiene en el poder y construye su mundo para opacar al mundo de la vida, que es el del país.

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Es un balance gris pero políticamente competente. Sin embargo ¿De qué sirve un crecimiento de 8,5% o la inflación más baja en 25 años si no hay libertad sino solo “rumbear para llevar la vida” (que se quiere o no se quiere)? “Rumbo y rumba” afirmó el presidente Maduro en una actividad sobre los jueces de paz el 4-12-24, pero el rumbo tiene sentido en democracia, y las rumbas tienen sentido en libertad.



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