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La Lupa

¿Cómo salir de la inercia? Politizar la calidad de vida

La encuesta Datanálisis de febrero reveló que se acentúa la autonomización de la sociedad de la política, pero viene con una demanda: mejorar la calidad de vida. La sociedad exige más apertura para lograrla. Una es la dolarización financiera. El gobierno está entre si la acepta o no. Hoy la retrasa con la digitalización del bolívar. Lo anterior es lo que inquieta al gobierno: la estabilidad política trae desafíos. Uno es en un área en donde el gobierno de Maduro sale aplazado: la gestión. Detrás de la demanda por una mejor calidad de vida, está un “malestar inconsciente” que no se politiza porque la oposición abandonó los espacios de la política

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Caracas.- El gobierno tiene ciclos de “apertura”-control que responden a lo que percibe en un momento determinado. Perece que regresamos a uno de control por los recientes anuncios de “fiscalizaciones” a comercios, investigaciones a las cableras, y prohibir mecanismos de vuelto distintos al sencillo, como los vales de Beco. Para muchos en redes sociales, significa que la desordenada y desigual “apertura a lo Maduro” llegó a su límite. No descarto este motivo, pero quiero hacer una interpretación a partir del estudio de Datanálisis de febrero de 2021.

Mi explicación es que la estabilidad política y la despolitización del público, tiene un “efecto no deseado”: las demandas de la sociedad no son ideológicas, de “modelos de país”, sino de cosas más mundanas: mejorar su existencia. Para el gobierno, son demandas por una mejor gestión. Significa que debe continuar con la “apertura”. La estabilidad política también trae desafíos. Uno no esperado por el gobierno: la sociedad pide abrir más para mejorar su mundo particular. Pero esto plantea cambios en la distribución del poder del Estado a la sociedad. Aparece la disyuntiva política del momento: entre gobernar un “país liliputiense” pero limitado o arriesgarse a ir a un país de mayor tamaño, pero que demandará más libertades liberales. El estudio de Datanálisis ofrece algunas claves.

La encuesta tiene 161 láminas. Fue hecha en hogares de la clase C, D, y E a una muestra de 500 personas con un margen de error de +-4,8 por ciento y con un nivel de confianza del 95%. Las entrevistas se realizaron entre los días 8 al 12 de febrero de 2021.

Un hallazgo que se repite de otros estudios es lo que llamo la “autonomización de la sociedad”. Mientras un 91% evaluó como mala la situación del país, el 43,6% expresó que su situación personal es positiva. En otras palabras, 9 de cada 10 perciben que la situación de Venezuela es negativa, pero cerca de 5 de cada 10 evalúan su situación personal como favorable. Por bloques políticos, un 53% de los chavistas, 44% de los no identificados, y 35% de los opositores se ubican en esta opinión.

Lo interesante es que este sentir subió en el tiempo. En julio de 2020 era 29% y ahora es 44%. Mientras que quienes afirman que su situación personal es mala, bajó de un 71% a un 56% durante el mismo lapso. En sencillo, más gente siente que su vida personal es mejor.

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Puede ser un mecanismo de defensa psicosocial en el sentido que para manejar una realidad dura que no puede asimilarse, las personas construyen su “burbuja personal” en la que hallan la seguridad y certezas que el país no puede brindarles. Su mundo personal es uno donde pueden tener algo más de control sobre sus vidas, y el espacio para “ser felices”.

Pero también puede ser una “realidad real”. Lo que llamamos la “Pax de la dolarización”. Se quiera reconocer o no, la dolarización trajo estabilidad política. La encuesta no lo permite con los datos que incluye, pero pudieran cruzarse las variables dolarización y percepción de la situación personal. Como hipótesis, los dolarizados deberían estar entre quienes perciben mejor su situación personal. Al tener una relativa estabilidad cambiaria, llevar una vida con menos sobresaltos -y menos ceros que es el mundo de los “soberanos”, que angustia más porque es incontrolable- es posible, lo que debería traducirse en una mejor opinión sobre la propia vivencia.

Esta percepción cruzada entre “el país está mal pero yo estoy bien” ocurre en una realidad en donde las personas no se identifican con alguna polaridad o partido político, que llega a niveles altos. Para Datanálisis, el 67% de las personas no se identifica ni como del gobierno ni como de la oposición. El valor más alto desde marzo de 2013. Con los partidos pasa igual: el 77% no se identificó con algún partido político. También el porcentaje más alto desde marzo de 2013. La identificación con los partidos políticos está en su nivel más bajo. Apenas 4,6% manifestó identificarse con alguno de los partidos de la oposición. La evaluación del trabajo partidista igualmente es abrumadoramente negativa: un 84% evaluó de forma negativa lo que el PSUV hace, y la cifra para los partidos de la oposición fue de 86 por ciento.

Si esta es la percepción de la opinión pública; una sociedad despolitizada en donde casi la mitad de sus habitantes sienten que su situación personal es buena aunque la de Venezuela no, es probable que las demandas se orienten a la gestión para que mi mundo, mi burbuja, sea mejor o, puede ser, para que el país donde está mi burbuja sea vivible. Esto pudiera explicar los esfuerzos que por su cuenta hacen comunidades para mejorar servicios públicos.

Esto es lo que puede inquietarle al gobierno: que se le pide gestión, eficacia, administración y no sabe o no quiere ofrecerla por las implicaciones políticas que esto puede tener: reducción del poder político porque la gente tendrá más libertad o menos angustia y peso de vivir la ruda existencia venezolana.

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La conjetura anterior porque los temas económicos tomaron fuerza para este estudio. No es que antes no interesaran, pero ahora tienen mayor peso que en otros tiempos. Al preguntar acerca de los principales problemas del país, un 43,6% afirmó que es el “alto costo de la vida”. Este valor es el más alto desde julio de 2013, solo superado por décimas en diciembre de 2019 (43,9%). La respuesta “crisis económica” crece de forma sostenida desde febrero de 2019: de 6,6% a 21% en febrero de 2021. Igual el desempleo: de 15,9% a 26,4% durante el mismo lapso.

Los dos primeros temas cortan de forma similar a los bloques políticos. “Alto costo de la vida” es el problema para el 40,4% de los chavistas, 43,5% de los no alineados, y 45,9% de los opositores. “Crisis económica” es 17,5% 22% y 19,4% respectivamente. Otra inferencia importante: los temas vinculados a los “problemas de la gente” unen a los bloques políticos. No son temas que polarizan sino unen.

Son respuestas que ponen a pensar en cuanto a las preferencias del público. Si nos atenemos al discurso de las redes sociales, el gran problema sería el político, la “transición”, la “dictadura”, la “opresión”, el “Estado fallido”, y asuntos de ese calibre que encantan en tuiter. Pero no en la opinión pública. Es el “alto costo de la vida” (en una dolarización). Puede ser la cara de la despolitización -las personas evitan los temas políticos aunque los sienten y re-sienten- pero también puede ser una percepción plausible para vivir: se asume que la solución política o no será o si es, tomará tiempo, y tampoco se confía en quienes ofrecen alguna salida. Luego, hay que vivir -la “autonomización de la sociedad”- y las prioridades se reordenan: los “problemas de la gente” adquieren fuerza por encima de los temas estructurales tipo, “sin cambio político, no bajará la inflación”. Es decir, la lógica “todo o nada”, pierde fuerza. Otro dato interesante.

En esto hay un valor contraintuitivo. Si bien la responsabilidad de estos problemas se atribuyen a Maduro y al gobierno en casi un 60%, la responsabilidad de Maduro en solitario bajó del 55,2% en febrero de 2020 a 43,9% en febrero de 2021. Este porcentaje es similar al que Maduro obtuvo durante 2015.

Lo anterior no significa que Maduro salga ileso. Lo que puede significar es que hay un malestar, silvestre, no politizado, y esto es lo que puede inquietar al gobierno, que lo ve -el gobierno le lleva el pulso a la opinión- pero los ciudadanos a lo mejor no lo ven: que ese malestar silvestre se politice. Por ejemplo, es interesante la evaluación que se hace sobre las AN de 2015 y la de 2020. Un 25% dijo que la AN de 2020 es legítima, un 32% que la legítima es la de 2015, un 21% que ninguna de las dos es legítima, y un 22% No sabe/no contesta. Casi la mitad del país es “No sabe” y “está en rebeldía”. El gobierno intuye este clima que tiene como manifestación la demanda por una mejor gestión. Por ejemplo, el día 16-3-21, chavistas subieron en tuiter una etiqueta que se llamó “Sabemos cómo hacerlo”…que lo sepan hacer, es otra cosa…

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Un proxy interesante que puede apoyar esta tesis de la “autonomización de la sociedad” y el “malestar inconsciente” es que la encuestadora preguntó sobre los criterios para votar por alguien en las regionales. Un 25% afirmó que lo haría por un candidato independiente, que es una respuesta proforma en Venezuela antes de una elección cualquiera. Pero aquí está el proxy: un 5,5% “votaría por el candidato de oposición si la candidatura es unitaria”, mientras que un 14,8% afirmó que “votaría por un candidato de oposición de mi agrado, si hay varios opositores inscritos”. Es decir, la gente privilegia más la selección personal que la “línea política”.

Por bloque político, este criterio pesó más en la oposición. Los chavistas son disciplinados en el sentido que el 77% votará por el candidato que postule el GPP. En cambio, el 15% del bloque opositor lo hará por el candidato unitario contra el 39% que votará por el que le guste entre varios. Lo que queremos decir es que la gente está en la búsqueda de algo que todavía no identifica o consigue, y por eso quiere “variedad” no una línea. Algo se mueve más en el mundo opositor, pero también hay su efecto en el mundo chavista.

En general, el chavismo tiende a evaluar bien a Maduro. Los valores más bajos oscilan en un 70% mientras los números altos se ubican en un 90 por ciento. Hoy, Maduro está en sus bajos. Un 32% de los chavistas evaluó mal su gestión y un 68% la aprobó. Por nivel social, las clases populares lo evaluaron mal: un 82% y 80% de la clase D y E respectivamente.

Aquí puede estar la incomodidad de Maduro y por eso sus llamados a mejorar la gestión en los diferentes actos que hace. Se siente seguro en el poder, pero al mismo tiempo olfatea que la estabilidad política trae nuevas demandas. Que casi la mitad de los venezolanos diga que está bien en un país que está mal, puede ser motivo de tensión política más adelante. El bienestar de grupos en una nación que se evalúa mal, puede ser subversivo si los “oprimidos toman conciencia” de esa dualidad. Quizás esto es lo que Maduro ve y sabe que la tranquilidad de la que hoy disfruta no va a durar toda la vida. Que en el algún momento se politizará el “malestar inconsciente”.

Le inquieta porque sabe que abordar este malestar supone liberalizar y eso trae problemas en su base. La base chavista rechaza la apertura de Maduro. Verbigracias, el día 12-3-21 grupos críticos cercanos al chavismo subieron una etiqueta en tuiter que decía “Gobierno neoliberal”.

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Es evidente que esta crítica le hace ruido a Maduro, no le gusta; y vive la tensión entre saber que debe liberalizar -a lo Maduro, de manera no planificada- y regular. Quizás esto explique las idas y venidas cada cierto tiempo en el gobierno, y ahora parece se está en una etapa en que hay que decidir entre regular más o abrir un tantito.

Hasta ahora, a pesar del discurso, ha sido la última. Hay que recordar que en mayo de 2020 hubo una tensión Polar-Sundee. Se volvió al esquema de los precios acordados, pero luego se olvidó. Es decir, que el ajuste a lo Maduro tiene una entropía propia por la que liberaliza, hay efectos, viene la crítica, anuncios de regulación, llega la calma, se olvida la regulación, y se avanza en la liberalización, hasta la próxima crisis.

Lo que puede suceder es que esta entropía ya es disfuncional y para atenderla se requiere una liberalización más estructural de la que el gobierno quiere otorgar. Aquí puede estar lo que le inquieta: la opinión pública quiere superar la crisis y para eso, en un sentido, cedió en sus preferencias políticas. Como se ha autonomizado en lo político -no es una opinión subversiva, sino “ni-ni”- quiere soluciones económicas, estructurales, gerenciales y de gestión. Tal vez esto explique el cambio en la opinión hacia las negociaciones.

El acuerdo hacia una negociación política “para superar la crisis” subió en casi 20 puntos entre julio de 2020 y febrero de 2021: de 47% a 66% respectivamente en 7 meses. También hay un agotamiento hacia los efectos de las sanciones. El porcentaje que está dispuesto a asumir los costos de los castigos con la expectativa de un cambio de gobierno, pasó de 38% en diciembre de 2020 a 28% en febrero de 2021. En dos meses, bajó 10 puntos. Solo en el bloque opositor esta opinión tiene mayoría: el 52% afirmó estar de acuerdo con asumir los costos de las sanciones si eso trae la salida de Maduro. Tal vez hoy las negociaciones se vean de manera más utilitaria. Como la vía para mejorar mi calidad de vida, mi burbuja, y menos para cambiar al gobierno, aunque se quiere hacerlo pero se asume que no es posible en estos momentos.

Este cambio en la opinión pública acerca de las negociaciones puede explicar la alegría -por demás justificada- por el anuncio del acuerdo para comprar vacunas vía mecanismo Covax hecho por la oposición Guaidó. Pero no siempre la alegría estuvo presente. Hay que recordar que en abril de 2020 -apenas había comenzado la cuarentena- grupos y personas de la sociedad civil emitieron un comunicado para demandar del gobierno y de la oposición unir esfuerzos para abordar la novel pandemia. Ese llamado no tuvo mucha acogida y fue criticado con la lógica del “eso le da oxígeno a…”.

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Luego, en junio de 2020, el gobierno y la oposición G4 firmaron un convenio para recibir suministros contra el COVID vía OPS. Ese acuerdo habló del financiamiento para las vacunas. Hubo algo más de alegría cuando se anunció ese acuerdo. Y llegamos al día viernes 18 de marzo de 2021 cuando se informó el acuerdo Covax. La alegría estalló en redes sociales. Esta cronología para decir que no siempre las soluciones negociadas fueron bien vistas. Ni siquiera en un tema de “vida o muerte” como el coronavirus. Hoy hay un cambio: de una visión política a una visión utilitaria. Del “eso le da oxígeno a…” al “vacunas para todos”, simbolizan ese cambio en la manera en que perciben las negociaciones gobierno-oposición.

Entre “cambiar al mundo” y “mejorar mi vida” hoy pesa más la segunda que la primera ¿Quizás por eso el planteamiento del “Estado comunal” para canalizar el “malestar inconsciente” dentro de una estructura del gobierno que no desafíe al poder político? Es una conjetura, pero ya será para otro artículo. Este ya está muy extenso.



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