La Lupa
De la "V República" de Chávez a la "VI República" con Maduro
Por lo menos desde el mes de julio, Maduro y Cabello lanzan indirectas a lo que creo son personas que están dentro del chavismo. Es decir, no es el llamado “chavismo disidente” sino chavistas que no saltan la talanquera pero que están en desacuerdo con el ajuste económico porque desdibuja la identidad chavista. En su programa, Cabello habló que tiene un “sobre con dos o tres nombres” de personas que están en esa crítica. Maduro avisó que hay “un candidato al que están bañando, peinando, y perfumando”. El ejecutivo y el PSUV asumen que es cuestión de tiempo antes que estas personas “hagan su debut en sociedad”. No parece preocuparles y esperan a que se manifiesten para responder. Estas diferencias pueden ser por apetencias de poder a medida que las presidenciales se aproximan, pero creo pesa más el clivaje que el ajuste ortodoxo que adelanta el gobierno abrió dentro del chavismo: entre corregir los entuertos que los gobiernos chavistas crearon o seguir el modelo originario al pie de la letra. En otras palabras, la “transición” comenzó: de la “V” con Chávez a la “VI república” con Maduro. Es el fondo de la tensión dentro del chavismo
Caracas. Las tensiones dentro del mundo chavista toman forma. No en la favorita de los “duros de la oposición” que si el “ala civil” contra el “ala militar” y viceversa, o la famosa “pelea entre Nicolás y Diosdado” –la “última esperanza” de este sector de la oposición- la que se asegura traerá la “fractura” dentro del gobierno. Solo hay que esperar. Y muchos en la oposición esperan tranquilos.
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Más acertados me parecen los que dicen que la tensión está entre los “pragmáticos” y los “ideológicos” dentro del chavismo. El clivaje para esta diferencia es el programa de ajustes que adelanta el gobierno del presidente Maduro.
Esta tensión no es muy visible. Tampoco es que la “procesión va por dentro”. Es una tirantez que está allí, de contenido más programático y político, y es pública en un sentido. En modos directos e indirectos como es en el chavismo.
El día 16-5-22 escribí un artículo para El Cooperante titulado “¿Todo anda bien en el PSUV?” en el que analicé un planteamiento que Elías Jaua hizo en su libro publicado en 2020: que el gobierno de Maduro adelanta un ajuste neoliberal.
No sé si sea casualidad, pero desde hace semanas tanto Maduro como Cabello dejan ver que hay personas críticas dentro del chavismo. No está claro si será una crítica ideológica o un desafío electoral, de cara a 2024. Por lo dicho por los dos dirigentes, los críticos están dentro del chavismo, no son salta talanqueras que es el caso del famoso “chavismo disidente”.
En su programa del día 27-7-22 Cabello expresó que tiene un “sobre con dos o tres nombres” de personas que pueden ir en contra de Maduro o buscar romper con la “unidad chavista”. No especificó quiénes son esas personas, pero dejó ver que no son disidentes sino que están dentro del chavismo. Lo reiteró otra vez en la rueda de prensa del PSUV del día 1-8-22. Cabello habló “de los que hacen ruido contra la unidad revolucionaria”. Volvió con el asunto en su programa del día 10-8-22. Algo hay.
El chavismo no es penoso con sus cosas. Las expresa de manera directa o indirecta. En el programa de Cabello, lo directo es su “editorial” inicial. Lo indirecto, va a cuenta de los videos de Chávez que muestra.
Los del programa del día 10 fueron curiosos. En varios videos –en especial uno de una actividad del comandante realizada el día 17-12-10- Chávez relató cómo la “burguesía” buscó conquistarlo y cooptarlo. Esfuerzos que incluyeron –de acuerdo al expresidente- a personas como Henry Kissinger.
Con estos videos, Cabello envió sus indirectas a-todavía-no-sé-quién y rescató un tema central para el chavismo: el “maleficio de la traición”. Para el chavismo, la “revolución” es nuestro “destino manifiesto”, pero ha sido traicionada a lo largo de nuestra historia. Páez traicionó a Bolívar, Guzmán al legado de Zamora con el Tratado de Coche, Gómez a Castro, las petroleras de los EUA a Gallegos y a Delgado Chalbaud, y Puntofijo traicionó al “espíritu del 23 de enero”. Llegó el chavismo y el “maleficio de la traición” –que no es otro que la “burguesía” coopta a los “pata en el suelo” que llegan a Miraflores, que fue el relato de Chávez en sus videos que el programa de Cabello mostró- no se ha repetido. El chavismo se mantiene cohesionado, pero hay intentos para fracturarlo. Es el alerta tanto de Maduro como de Cabello.
Sin embargo, Cabello dejó ver que la disidencia no le preocupa al PSUV. Solo esperan que se manifieste para responder. En un sentido, el gobierno los desafía para que se pronuncien y muestren su fuerza. Por lo afirmado por Cabello, el gobierno se siente seguro de su cohesión. Solo espera que los críticos se muestren de manera abierta.
La guinda de la torta la ofreció Maduro el día 8-8-22 cuando en una actividad para los congresos de la “nueva era” habló de una especie de alianza entre la “izquierda fracasada” –a la que le tiene el ojo por lo menos desde 2020- y la “derecha”.
El tema de la “izquierda fracasada” es muy de Maduro. Chávez y Cabello vienen del mundo militar. Maduro no. Viene de una izquierda insurreccional y marginal –al margen- “la Liga”, la que se enfrascó en interminables luchas con otras izquierdas de ese tipo –algunas “a cuchillo”- pero todas fracasaron en términos de llegar al poder.
Maduro es un sobreviviente de esas luchas y hoy está en el poder, pero llegó de la mano de Chávez no por “la Liga”. Atribuye el fracaso de esa izquierda a su dogmatismo. Por eso la inquina hacia esos grupos: los ve como unos fracasados políticos. El no. Sobrevivió y está en Miraflores contra todos los pronósticos. Hasta Duque admitió que “fue un error” ponerle fecha de vencimiento a Maduro en el poder.
Puede parecer traído por los cabellos –y no los de “Diosdado”- pero para Maduro, su giro económico simboliza para él que no fracasará como la izquierda insurreccional. No solo lo hace por razones de poder y estabilidad política, sino para probarse a sí mismo que no es un fracaso.
El fracaso es un tema que gira en la psicología del presidente. A Maduro, detrás de su estilo que le gusta “entrompá”, “tirá coñazo”, y que es “jodedorcito” –especialmente con sus funcionarios- está una persona que constantemente quiere verificar que no es un fracasado. Lo motiva porque ha sido subestimado. Por eso la falta de empatía que transmite y esa dureza que se le sale. Va a tono con la psicología popular venezolana –que no es la misma de las elites- que “la vida sigue” –el “Dios proveerá” que afirma mucho- y solo los más fuertes o los que se adaptan sobreviven en un ambiente agresivo como es la pobreza o vivir limitado en Venezuela, estilo cognitivo y actitudinal para mantener una relativa salud mental cuando se tiene poco o nada, y la atribución es disposicional (“es tu culpa”) y no situacional (“es culpa del sistema”). De aquí que nuestra pobreza no sea subversiva. Por eso la lucha armada caló más en la clase media -salvo excepciones, nuestras élites son muy cultas pero algo atolondradas- pero no en el sector popular. Nuestra pobreza es a lo Celia Cruz, “No hay que sufrir/No hay que llorar/La vida es un Carnaval”. En la psicología social, por ejemplo, la cognición en la cultura Occidental es más disposicional. En la cultura Confuciana, es más situacional.
También sonará extraño, pero este terror al fracaso político que caracteriza a Maduro es lo que lo conecta con el “ajuste liberal” que hoy adelanta. Manuel Caballero habló de “Gómez, el tirano liberal” (con petróleo). Parafraseando a Caballero, “Maduro, el autoritario liberal sin petróleo”. Otro parafraseo, ahora con la frase de Diego Urbaneja, “la renta y el reclamo” que fue y es la economía política de Venezuela. Con Maduro, es algo como, “la productividad y el reclamo”.
¿A quiénes se referirán Maduro y Cabello? No tengo la menor idea porque son “indirectas” que se hacen dentro del chavismo. Pero de que algo se mueve ahí adentro, se mueve.
Pienso que el gobierno sabe quiénes son, pero no los percibe realmente como amenazas a la unidad del chavismo. En sus programas, Cabello lo tomó como un proceso de decantación dentro del mundo oficial que puede ser causado por las presidenciales de 2024 –Cabello indicó que estas personas se van a manifestar antes de las presidenciales de 2024- o por diferencias por el giro económico que el gobierno toma y que genera resistencias internas, que es mi hipótesis. Tal vez la crítica al “ajuste a lo Maduro” genere un candidato distinto al presidente, que no será de la primera disidencia, tipo Navarro, Giordani, Ramírez, por mencionar a algunos, sino una disidencia que hace vida dentro del chavismo.
El tema del ajuste económico gravita dentro del mundo chavista. Más reciente, otra voz dentro del chavismo lo abordó. El exministro de Maduro en dos ocasiones entre 2013 y 2016, Reinaldo Iturriza, también escribió un libro como Jaua, y habló sobre los efectos del ajuste ortodoxo que adelanta el gobierno. El libro se llama “Con gente como esta es posible comenzar de nuevo” (abril 2022, 148 PP).
Cuando Saab criticó a los grupos sociales que buscaban a Carlos Lanz, al ofrecer los detalles del crimen el día 6-7-22, Iturriza cuestionó esta posición del fiscal. Ahora, el exministro regresó con otra crítica, de mayor calado, centrada en el ajuste ortodoxo que adelanta el gobierno.
En una entrevista publicada el día 28-7-22 por el portal PH9, Iturriza, de manera elegante, cuestionó al gobierno, pero y ubicó su crítica en un contexto de análisis mucho mayor, que puede mostrar qué siente y piensa sobre el gobierno un chavismo crítico pero que no es salta talanquera. Por cierto, el exministro señaló que hay voces que afirman que “al oficialismo” –distingue al gobierno al que llama “oficialismo” del chavismo, que son los movimientos sociales de esta corriente- le preocupa una candidatura de un chavismo crítico para 2024, lo que puede confirmar que el gobierno percibe esa posibilidad.
En una actividad el día 5-8-22 Maduro habló que a un “candidato lo están bañando, perfumando, y peinando”. Se puso a cantar las canciones de la campaña de CAP en 1973 y cayó en el lugar común –de esos que encantan a la “gente pensante” la que, por ejemplo, dice “la MUD fue una organización solo para las elecciones”, propio de los brillantes analistas que son la fascinación de tuiter- al opinar que la campaña de 1973 transformó a CAP del “ministro policía” a “ese hombre sí camina”, con el que ganó en diciembre de 1973 en unas elecciones con una participación todavía no superada, tampoco en lo que va del chavismo. Lo que el presidente quiso comunicar es que CAP fue un “producto”, un “engaño”. Al referirse a este candidato que no mencionó, lo que quiso comunicar es que es un “engaño” ¿Será alguien dentro del chavismo y Maduro se adelanta y lo llama un “engaño”?
Vuelvo a la entrevista con Iturriza. Es larga pero lo central de su planteamiento es que lo que llamó “un neoliberalismo de facto” se impuso como programa en el gobierno, y esto desdibuja la memoria y la identidad del chavismo, las que hay que preservar y recuperar porque “nadie te quita lo bailao”.
A diferencia de otros críticos, Iturriza no ve un “plan macabro” del gobierno para acabar con la identidad chavista, sino que el desdibujarse es producto de las circunstancias políticas.
La más importante para él, la muerte de Chávez en marzo de 2013, que dejó “al chavismo en shock” y el nuevo gobierno de Maduro no tuvo la cohesión suficiente para encarar el vacío. De acuerdo a Iturriza –lo que abona a mi visión como analista de esos primeros meses de Maduro, en sus comienzos como presidente, que fue retado por sectores dentro del chavismo que no le veían fuelle; por ejemplo, Rafael Ramírez, para quedarse con el poder y, entre otros motivos, el cambio que noté de un Maduro menos cerrado a uno más autoritario entre abril y septiembre de 2013- esto produjo que se impusieran en el ejecutivo quienes eran partidarios de burocratizar al Estado y quitarle poder al sector popular.
Atizó ese giro burocrático del gobierno causado por la muerte de Chávez, la lucha con la oposición a partir de 2014 con “la salida” y lo que trajo: las sanciones de los EUA y los intentos para derrocar a Maduro. Todo coadyuvó a que el gobierno, al final, adoptara un ajuste ortodoxo como el que adelanta.
Para Iturriza, la lucha acarreó una consecuencia negativa: el gobierno priorizó mantenerse en el poder y menos el proyecto originario de Chávez. El resultado es que la cúpula chavista también está desconectada de la base del chavismo, la que experimenta una “lealtad resignada” aunque tiene su convicción intacta –por eso llama a recuperar “los futuros perdidos” que es el proyecto de Chávez, perdidos porque se extraviaron pero es un futuro que sigue allí para ser rescatado “con esta gente”- por lo que en el país hay una suerte de “polarización negativa” porque es el pueblo el que polariza con dos elites –las del gobierno y las de la oposición, las que están muy, pero muy bien- pero no hay un proyecto político que le de voz a ese pueblo. Entonces, es una polarización inerte o en inercia porque el ajuste se hace hacia abajo mientras el disfrute queda arriba, en las élites del gobierno y de la oposición. Iturriza criticó, por ejemplo, la elegancia y buena vida de funcionarios que contrasta con el ajuste ortodoxo que vive el sector popular.
Con su entrevista, Iturriza rompe y no rompe con Maduro. No rompe porque no llamó a ir en su contra o lo desconoce. Más bien, recordó momentos en los que mostró lealtad hacia Maduro. Pero rompe porque deja ver que el gobierno tomó un camino “neoliberal” que parece no tiene vuelta atrás y lo interesante es que es excluyente del modelo originario de Chávez. No por casualidad recordó que el comandante nunca se ubicó en el centro político o que fue una persona que “arbitraba diferencias”. Lo hacía, pero siempre hacia la izquierda o “a favor de las mayorías populares”. Es decir, podía arbitrar diferencias a lo interno del chavismo o con aliados, pero siempre hacia la izquierda que es lo que Iturriza deja ver no pasa con el gobierno de Maduro. Por eso es una élite que polariza con el pueblo. Repolarizar, entonces, es recuperar el proyecto originario y es a lo que Iturriza llama. No tanto para enfrentar al ejecutivo –sí criticó como “antidemocrático” que maltrate al chavismo disidente o a la izquierda no oficial como el PCV- pero sí a no dejar morir la identidad chavista, que es más importante. Sin ésta, no hay “recuperación de los futuros perdidos”.
La entrevista cerró con una indirecta. Expresó el exministro de Maduro que, “Ahora bien, más allá de lo electoral, el chavismo en el que yo milito, esa izquierda de la que me siento parte, creo que tiene la obligación de reafirmar su lugar en la política venezolana. Nosotros y nosotras no nos situamos en un no-lugar, sino en un lugar que nos hemos ganado a pulso, y no precisamente redactando manifiestos y escribiendo declaraciones, sino en la calle, de manera cotidiana, organizando y participando en manifestaciones democráticas en la calle, acompañando las luchas del pueblo en la calle, juntando esfuerzos para reconstruir el espacio público, intentando aportar elementos para el debate público. Y lo hacemos, y lo seguiremos haciendo, precisamente porque sentimos que nos debemos a una tradición de luchas.
“No seremos nosotros y nosotras el chavismo que claudicó, la izquierda que decidió guardar silencio, la que se desmovilizó, la que cedió al chantaje, la que se distrajo en discusiones interminables. La izquierda revolucionaria de la que venimos nunca se trató de eso, más bien eso fue lo que Chávez le criticó a la izquierda más tradicional en la década de los 90. Quienes nos reconocimos en esa crítica de Chávez, y más tarde en la potencia revolucionaria del pueblo chavista, mal podríamos ahora renegar de lo que fuimos y somos, cuando de lo que se trata es de recuperar nuestros futuros perdidos” ¿A quién se referirá Iturriza cuando habla del “chavismo que claudicó” o cuando expresa “reafirmar su lugar en la política venezolana”? ¿Reafirmar frente a qué o a quiénes?
Esta es la verdadera tensión dentro del chavismo. La entrevista a Iturriza es otra manifestación. Graneada, pero otra. Jaua escribió su libro con un tema similar –el ajuste neoliberal que adelanta el gobierno de Maduro, que fue comentado en el artículo que escribí en mayo- ahora Iturriza ofrece una entrevista, y publicó su libro en esta línea.
Hasta ahora, la crítica está en libros y entrevistas. Lo importante será cómo se de la discusión interna –que ya existe- y cómo el gobierno la tramite. Hasta ahora, hay indirectas como las de Maduro y Cabello, que son bastante duras. No sé si es porque el gobierno espera su momento para responder o porque hay un debate interno con gente que el ejecutivo reconoce como Jaua o Iturriza, figuras que fueron ministros de Chávez y Maduro, y que no son “unos pendejos”. Pueden poner a pensar a la base chavista, la que también cambió con la crisis.
El problema de fondo que deja Iturriza es el siguiente: el chavismo oficial muta a un gobierno con una elite en el poder que hace un ajuste ortodoxo. Metafóricamente, algo como pasar de Cuba a ¿China, Vietnam, Rusia, Turquía, etc? Un modelo no liberal, pero de economía con reglas de mercado o en buena parte. Para decirlo en el lenguaje del chavismo, ya la “transición” comenzó en 2018: se pasa de la “V república” de Chávez a la “VI república” con Maduro. La tensión interna es porque la “transición chavista” define sus contornos. Coadyuva a este cambio el paso del tiempo. Ya pasó una generación. Hay otros chavistas y los chavistas son otros. Junto a ellos, personas que hace una generación eran desconocidos, hoy son “alguien”. Para los chavistas, su debate es ideológico, político, y doctrinario. Para los no chavistas, es que pasamos de un modelo a otro aunque se piensa que es lo mismo. A veces parece, a ratos no, pero la “transición” sucede.
La pregunta es ¿puede un gobierno de este tipo mantener al mismo tiempo el proyecto originario de Chávez? Si la respuesta es no ¿con cuáles actores construirá su hegemonía? (aquí hay algunas respuestas).
Para usar un ejemplo puesto por Iturriza en la entrevista ¿se puede cuidar la macroeconomía –lo que el “ajuste a lo Maduro” busca en su estilo- y tener un gobierno popular al mismo tiempo, cuando no hay los 5.000 millones de dólares al mes de los que dispuso el gobierno de Chávez en sus mejores tiempos y que alteró la macroeconomía, aunque fue un subsidio a la sociedad (solo los viajes subsidiados por Cadivi fueron un dineral, pensar una familia de 4 x 6.000$, el Estado le subsidió 24 mil $ a esa familia para que “conociera al mundo”, sin meter los extras de Cadivi para viajar? (lo segundo es mi cometario, no el ejemplo de Iturriza).
Para los que se oponen al giro ortodoxo del ejecutivo ¿podrán organizarse desde el punto de vista político y hacer contrapeso al gobierno?
Los veo dispersos. “Cada quien en lo suyo” por múltiples razones que van desde la cultura ñángara de lucha clandestina que dispersa y no une, la cultura de “vanguardias y cuadros” que es petulante y por eso tampoco une, hasta la discreción para evitar confrontar al chavismo oficial desde las posiciones críticas como las de Iturriza o Jaua, quienes cuestionan, pero no en términos de un ir contra Maduro.
Iturriza expresó una verdad que caracteriza a la izquierda insurreccional o pacificada que no está en el poder, que Chávez verbalizó: discusiones interminables que no concretan. Maduro retomó en su estilo esta crítica de Chávez al hablar de una izquierda que es “pura teoría”, “fracasada”, y “dogmática”. Expresó que el “dogmatismo convierte a la gente en estúpida”. Coincido en lo primero, no en lo segundo, pero esa izquierda me comunica que se asume como superior y eso dificulta que se una entre sí. Uno los lee en tuiter. Cada quien en su parcela. Cuando formé parte de la secretaría ejecutiva de la MUD entre 2009 y 2014, había personas de esa izquierda. La verdad, unas discusiones interminables, que se ve les gusta. No me parecieron estúpidos, pero sí fastidiosos en eso de discutir sobre lo discutido, una y otra vez, sin parar. Una suerte de gula por discutir. No sé si la Venezuela de hoy resista un método así para abordar sus desafíos. Ya yo no lo soporto.
Entonces, tal vez, dentro del mundo oficial se configura una tensión y pugnacidad entre sectores que quieren mantener el chavismo originario y el ejecutivo, el que por convicción, circunstancias, pragmatismo, o interés, adelanta una reformulación de ese proyecto chavista y lo lleva a otra identidad la que, para Iturriza, desdibuja el legado de Chávez y de la izquierda insurreccional que llegó al poder en 1998 de la mano del comandante porque por sus discusiones interminables -entre otros motivos- nunca iba a llegar al poder como no llegó por sus medios.
A los chavistas les toca escoger –y a los no chavistas también nos toca, porque no estamos en una burbuja, salvo los de la “resistencia” que no coexisten con nada pero están muy bien dentro “del régimen”- entre el proyecto de Chávez que llenó “significantes vacíos” importantes pero irresponsable desde el punto de vista económico, y un ajuste ortodoxo sin plan -al menos público- sin rendir cuentas, con niveles de desigualdad, y su aplicación es desordenada, pero que logró bajar la inflación la que, para Janós Kornai, es la “enfermedad” más grave de la economía. Preferiría un ajuste –que es necesario- hecho por un gobierno no chavista. Pero el hecho es que lo hace el gobierno de Maduro. De la “V” a la “VI” es lo que vivimos y los chavistas lo discuten.
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