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Debate de candidatos opositores en la UCAB: un buen comienzo
Mi valoración del debate entre 8 precandidatos para las primarias que organiza la plataforma unitaria realizado en la UCAB el 12-7-23, es positivo tanto en la forma como en el fondo. Aunque fue una conversación si no organizada, sí promovida por el grupo de la “presión y el quiebre” para promocionar la “marca” y a sus “caras más representativas”, la tertulia salió bien. Sí eché de menos que no se hablara de “los problemas de la gente” ni de cómo se vive en los estados de Venezuela, pero son tópicos que no interesan al “quiebre” porque el “mantra” es “primero hay que salir del régimen” ¿Para qué hablar sobre el agua, la luz, transporte, descentralización, etc? El debate no trajo sorpresas. Los candidatos jugaron seguro. Cada uno habló a su público con su cartilla, lo que es lógico para ser la primera presentación. Un resultado positivo fue el encuentro que tuvieron el 17-7-23. Ayudará a la comunicación y coordinación entre ellos. La comisión de primarias informó sobre nuevos debates a partir de agosto. Bienvenidos y que aborden no solo los temas que interesan a la “presión y el quiebre” sino a otros públicos
Caracas / Foto Portada: Anaisa Rodríguez.- Mi balance del debate que tuvieron 8 precandidatos que compiten en las primarias promovidas por la plataforma unitaria y que se hizo en la UCAB el 12-7-23 es positivo, tanto en la forma como en el fondo. Estoy consciente que este encuentro si no lo organizó, lo promovió el sector de la “presión y el quiebre”. Aún con ese sesgo para el debate, el balance que hago es favorable. Consciente, igualmente, que eso introdujo particularidades a la conversación. Por ejemplo, no se habló de los “problemas de la gente”, expresión que molesta a los del “quiebre”. Es como una ofensa.
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Sin justificación la ausencia en el debate del tema de los servicios públicos o de la vida en los estados ¿pero qué interesa hablar sobre eso si no “hay libertad” o “para que los estados tengan una vida, primero hay que salir del régimen” ¿para qué hablar de la vida en las regiones, entonces? Injustificable si se toma en cuenta la miserable calidad de vida que el chavismo ofrece a los venezolanos.
Empero, la llamada “justicia poética” está allí. En tuiter, no pocas caras de la “presión y el quiebre” con tuits plañideros –ni siquiera en el tono combativo que reclaman a los demás para “desafiar” o para “el conflicto”, como es la nueva receta- al reclamar la falta de agua que ahora se siente más en Caracas y que ese sector descubrió. No parece ocioso, entonces, hablar sobre “los problemas de la gente”. El agua, también, es “libertad” y “no opresión”.
El debate conversó acerca de sus temas: “tiranía”, “no es una fiesta electoral”, la “caracterización del régimen” –una fija para ver qué tan opositores son los opositores- de los jóvenes y presos políticos pero instrumentalizados. Incluso la pregunta sobre la economía tuvo su piquete en los términos de la “presión y el quiebre”. No fue una interrogante inocente. El ritornelo de este sector: no hay posibilidades de mejora si no se sale del gobierno como le reclama al presidente de Fedecámaras por mostrar su desacuerdo con las sanciones o descargarse en tuiter a Jorge Roig, expresidente del gremio por tuitear sobre el rol de un empresario.
Los del “quiebre” no son nada originales, aunque sí muy ruidosos (Obama afirma que en política el ruido es para tapar no estar cuando se debe estar). Por supuesto, se busca la alternancia, pero ¿qué le queda a un productor en el intermedio? ¿cerrar su negocio y esperar a las condiciones óptimas que los del “quiebre” prometen lograr y han fracasado en hacerlo? ¿la opción es inmolarse (menos los famosos, influencers, y avispados del quiebre, que sí están muy bien dentro “del régimen”)?
Quizás por lo anterior fue toda una sensación la respuesta de Caleca a los jóvenes: que no puede prometerles nada. Creo que ni el candidato esperó la inmensamente entusiasta ovación en redes sociales a su respuesta, pero que revela -del público que la aplaudió- una total desconexión de un sector cómodo pero alejado de las necesidades de los jóvenes. Siguen atados al “paradigma José Félix Ribas” -como el chavismo, curiosamente, los dos felices en sus repúblicas aéreas de aplausos y aduladores- pese a que los tiempos son otros: persisten en que juventud es inmolarse, no un proyecto de vida o una carrera moral para la que hay que prometer cosas si alguien aspira al gobierno del Estado. Sí, prometer, aunque moleste.
Nuestras felices élites siguen en su juego de la Independencia, pero con hijos y nietos con proyectos y carreras en marcha o hechos, en Venezuela o fuera. No son los hijos de Andrés Eloy y menos los de Petra o Ramona. Mucho más cuando los jóvenes son un sector realmente impactado por la crisis y los cambios. No solo en Venezuela. Latinobarómetro de 2023 reveló que los jóvenes tienden más que los menos jóvenes a respaldar formas de gobierno autoritarias ¿Cómo que no hay que prometerles nada? Encovi mostró que, en Venezuela, muchos jóvenes dejan los estudios para trabajar. En sus mejores tiempos, la UCV llegó a tener a 60 mil estudiantes, pero hoy apenas frisan los 20 mil alumnos ¿Cómo que no hay que prometerles nada? Psicodata de la UCAB encontró que 1 de cada 4 jóvenes manifestó ver limitadas sus capacidades y poca autoeficacia por no sentirse bien desde el punto de vista psicosocial ¿Cómo que no hay prometerles nada?
Ni siquiera ese sector –la “Venezuela civil”- que enarbola como héroes a los “chamos de las protestas” de 2017 pero instrumentalizados -algunos famosos ya viven de eso- promete algo como un VAH similares a los que hay en los EUA para los “chamos” que experimentaron la represión del Estado. Al menos eso se puede prometer.
Pero -¡caray!- no le gustan las promesas, pero estallaron en aplausos con la propuesta de Superlano de convertir al Helicoide “en un museo”. Entonces, no es que las promesas no gusten, sino al parafrasear la conocida expresión de Orwell, “hay promesas más promesas que otras”. Es más razonable una promesa a un joven que una promesa que no parece factible en este momento como la de Superlano. Pero nuestra “Venezuela civil” en su burbuja, feliz, dentro del sistema autoritario. Vive oronda su “1985” y su “Nunca más”. Seguirá así. No hay remedio. Al menos, Andrés Eloy esperó a 1936 para “lanzar los grillos al mar”.
El debate, entonces, no fue para hablar de temas cotidianos del público sino para posicionar “la marca” del “quiebre” junto a sus rostros más representativos ya que sus mensajes comunicaron que fueron no a un debate, sino a una gala entre amigos en terreno amigo; la “red carpet de la resistencia”.
He leído críticas al debate que van desde si realmente fue un debate hasta los “entretelones” de la conversa, pero considero que no le restaron a la actividad del día 12. Principalmente, porque es el primer debate que se hace desde 2012. Es decir, hace casi tres lustros. Es bastante tiempo para una sociedad como la nuestra donde este tipo de intercambio no son comunes sino, más bien, los monólogos o los “debates entre conocidos” en la “Venezuela de hay que ser amigo de todos” (porque uno nunca sabe).
Por ejemplo, leí una nota de Víctor Amaya en Tal Cual con fecha 13-7-23, en la que recogió el comentario de un integrante del equipo de Andrés Velásquez quien reprochó el minuto para responder, que fue norma durante el debate.
La nota agregó que, “deja que veas a Andrés en una tarima”. Justamente un debate es lo opuesto a una tarima: no es simplemente decir cosas (un monólogo, sin límite de tiempo), sino prepararse para decir cosas en un corto tiempo. Un debate requiere preparación. Al menos en los EUA es así, lo que incluye hacer simulacros del debate real. La afirmación del integrante del equipo de Velásquez me hace pensar que todavía no estamos preparados para un formato de este tipo. Seguimos en la época en que un dirigente habla “sabroso” sin parar y sin decir mayor cosa, pero es lo que se entiende como “debate” (sería algo como “monólogo del candidato”). Ponerlos a sintetizar o precisar es una ofensa dentro de nuestra cursi “cultura del honor”.
Con todo, mi evaluación del debate es favorable.
No fue un debate empalagoso en el tiempo. Comenzó tarde por los “saludos y agradecimientos” que forman parte de nuestra cultura. Todos saludan para que nadie sienta que el otro “se roba el show”. Eso hizo que arrancara cerca de 45 minutos después de la hora anunciada (11am). No le restó mérito al debate. Si hubiera sido una mala conversa, seguro sí, pero al final, no le quitó porque la plática fue buena. La conversación terminó bien, en su tiempo, y no se volvió fastidiosa que es cuando se alarga. Finalizó cuando tenía que terminar y por eso no fue un debate aburrido o cansón.
La moderación también la valoro de forma positiva. Leí varias críticas, pero no las comparto. Los dos moderadores llevaron el debate durante casi dos horas y tal vez hubo algo de rudeza en el comentario a Pérez Vivas, “nosotros fijamos las reglas, candidato” le respondieron desde la moderación cuando el socialcristiano interpeló a sus compañeros de tarima con su programa.
Lo percibí rudo porque el moderador es el anfitrión y el candidato el invitado. En sus zapatos (del moderador), no lo hubiera hecho. Hubiera sido “polite” en la respuesta a Pérez Vivas. Pero no lo tomo como algo calculado o de mala fe del moderador. Lo tomo como una reacción ante la incertidumbre si uno de los que debate se excede, más cuando todos quieren figurar. En sencillo, un exceso del moderador ante la eventualidad que el debate se “embochinchara”. En el lugar del moderador, hubiera pensado igual, pero actuado diferente. Reitero, eso no le quitó a la moderación.
En Venezuela tenemos que reentrenarnos en cosas que tuvimos porque perdimos la práctica, sea por el sistema autoritario, sea por la política insurreccional que adoptó la oposición y la consecuencia es que perdió el roce con la política. Entonces, hay que volver a aprender a caminar.
Entro al análisis del debate que tiene dos niveles. La estructura del debate y el debate en sí mismo. No me voy a centrar en lo que cada candidato dijo. Pienso que ya se ha comentado demasiado y, más bien, mi análisis es global.
Mi examen tiene una limitación. No observé el debate; lo escuché, aunque pude verlo. Pero por la hora -11am- es una de trabajo. Mientras laboraba, oía. Mi tiempo es limitado y no permite parar para ver una cosa, y luego seguir en la brega. Como muchos en sus trabajos, tengo que hacer varias actividades al mismo tiempo. No es lo mismo ni produce el mismo análisis ver y escuchar un debate -observar a los candidatos, sus posturas, tonos, rostros, vestimenta, etc- y sus ideas, que oírlo solamente. Lo último fue mi caso. Percibí tonos, pero no la pintura completa. Mi percepción está marcada por esto y así irá mi análisis. Es un “análisis auditivo”. Desde el oído.
Acerca de la estructura del debate, me pareció un buen diseño. Estuvo dividido en 4 bloques: una presentación inicial sobre “¿qué le dirían a Venezuela?”; luego, una parte para temas como la famosa “caracterización del régimen” asunto que hipnotiza a la oposición, el tópico de los jóvenes y estudiantes, y la economía, todo de modo muy general. Una tercera parte fue una suerte de preguntas y respuestas a candidatos seleccionados al azar, aunque quien quisiera, pudo dar su opinión si lo quería. Finalmente, el cierre, que los moderadores llamaron el “minuto de oro” porque sería la despedida para cada candidato.
Ahora entro en el debate en sí mismo. Aunque escribí que es una evaluación global del debate y no sobre lo que cada candidato dijo, si se me pide una evaluación de lo candidatos mi orden de mejor a menos mejor sería Prosperi, Tamara-Caleca; Machado-Superlano; Velásquez; y Delsa-Pérez Vivas.
Por supuesto, lo anterior son clasificaciones subjetivas. El mejor desempeño para Prosperi lo justifico porque su línea de intervención se ajustó al tiempo, respondió las preguntas, su contenido no fue la gran cosa, pero no fue malo, y se vio centrado. Es decir, se ajustó a lo que es un debate en la forma y en el fondo y lo hizo bien.
El desempeño menos bueno fue para Delsa-Pérez Vivas principalmente porque, aunque con contenidos, la primera reforzó mucho su perfil de “dura” –le fascina- que le restó fuerza a sus planteamientos, que algunos son interesantes. Pérez Vivas con un contenido centrado en un solo punto: su programa, y buscó llevar “la sardina a su brasa” de manera brusca. Pero mi evaluación es subjetiva. Por ejemplo, la respuesta de Caleca a los jóvenes -ya comentada- que no puede ofrecerles nada sino algo como “sangre, sudor, y lágrimas”, fue toda una sensación en tuiter. En mi análisis, no fue una buena respuesta sino otro indicador de la desesperanza de la oposición venezolana que siente que no puede hacer algo, por lo que sus expectativas son casi cero que se esconden en un lenguaje altisonante y de épica, pero vacío. No estamos en los años 60 ni en la UCV de Piar Sosa de los años 70.
Como evaluación global, los candidatos hablaron a sus públicos y reforzaron sus contenidos por los que son conocidos por las personas. Al ser el primer debate, es lógico esperar una situación así. Por ejemplo, María Corina manejó su contenido tradicional y, como hecho curioso, no intervino en las preguntas y respuestas que no eran para ella, que pudo hacerlo, a diferencia de otros candidatos que no son favoritos y que buscaron todas las oportunidades para destacar y dar a conocer su mensaje. Machado siguió un “ABC” de los que se sienten ganadores: “maneja tus contenidos y no hagas nada extraño que altere los buenos números que ya tienes”. Jugó seguro con su estilo de épica, y repitió la cartilla para su público que la apoya y para sus difusores (bastante activos en redes sociales). La tesis del “soft landing” porque “ya gané”. Núñez Feijóo del PP aplicó algo parecido al final de su campaña para las elecciones en España del 23-7-23, y no le fue bien.
Todos manejaron sus contenidos que expresan en la campaña para reforzar a sus públicos. En este sentido el debate no fue novedad, pero tampoco es para criticar. Al ser un primer encuentro, era lógico que los candidatos buscaran reforzar a los públicos que los apoyan. Era la primera puesta en escena. Había que ser como se presentan, no otra cosa. Ninguno arriesgó sus apoyos. Sobre quienes hay menos expectativas -Prosperi, por ejemplo, de hecho, su campaña muestra más al partido que al candidato- se lucieron, pero tampoco salieron de sus contenidos. Todos jugaron a ganador (algunos a place).
Lo más importante del debate fue lo que no se vio en cámara. Medios informaron que los candidatos se vieron antes para preparar la entrada al auditorio, y hablaron sobre un encuentro para el 17-7-23, el que efectivamente se realizó -Capriles asistió, aunque no fue al debate- y las informaciones sobre la reunión son muy escuetas. Que se haya dado la encerrona es un buen paso.
Es un resultado importante si se toma en cuenta que los candidatos no se han visto en persona, y el debate hizo posible que se reunieran y acordaran una tertulia. Al menos, quedará la comunicación entre los candidatos y corresponderá a cada uno tener la confianza para comunicarse. Leí que la comisión de primarias coordinó el encuentro lo que es positivo porque es una instancia externa pero que hará seguimiento y que -supongo- velará porque esa comunicación y primera reunión no se quede en una sola y ya.
Uno de los temas del debate fue “cómo construir el acuerdo político”. Se notó que no hay consenso. María Corina confía en su estrategia de presión para que el gobierno la habilite -es su estrategia en esta etapa, por eso no cree en planes alternos para las inhabilitaciones- y Delsa reiteró la tesis de una sucesión en la eventualidad de candidatos que puedan ser inhabilitados (lo que es un hecho para Machado, Capriles, y Superlano).
Tampoco hubo acuerdo en si se escoge un candidato presidencial o un líder de la oposición. El grupo Vente se decanta más por lo primero y UNT, aunque anunció que no tendrá candidato propio para las primarias, se decantó por la segunda.
En el segundo eje –candidato o líder- es donde la oposición gira desde 1999 en las dos estrategias –la “presión y el quiebre”, y participar con las reglas del sistema autoritario para ganarle- que he analizado en otros artículos para El Cooperante, por lo que no agotaré al lector con repetirlas (y también expresado en cuál de las dos estrategias me ubico).
La novedad, ahora, es que el grupo Machado aspira a que, con su eventual victoria en las primarias, construir “la narrativa” que no solo se votó por una candidata sino también por una estrategia, que es la de la “presión y quiebre suavizada”. Básicamente, que los presidentes de izquierda hablen con Maduro al haber una “presión interna” que es el mantra de la nueva receta -“la expectativa de cambio y la sociedad movilizada”- a diferencia de 2019 cuando esa estrategia se impuso a los partidos, y éstos callaron por beneficios clientelares como Monómeros. Hoy Machado aspira a decir “tengo los votos, es mi estrategia, y quien no la siga, es colaboracionista y juega con el régimen”, todo de manera muy simpática, pero -de ganar Machado- la simpatía ya no será tal sino lo mismo de 2019: amenazar con ataques a la reputación de los críticos, como fue durante el interinato (aunque ahora se afirma que nada de eso sucedió durante el “GI” en la onda de “nada es personal, solo business”).
Como se escribió al inicio del artículo, el balance que hago del debate es favorable, primordialmente porque los candidatos se reunieron el 17, lo puede allanar el camino para algún tipo de coordinación o comunicación entre ellos o, al menos, que su campaña sea más respetuosa con las diferencias que tienen y con el hecho de una María Corina que vive su momento y es difícil que lo vaya a ceder por un acuerdo en donde perciba que su fuerza se quiere limitar o entubar dentro de una alianza en la será una integrante más, y la que percibe como un obstáculo para desplazar a Maduro.
Jesús María Casal informó que, a partir de agosto, se planificarán nuevos debates. Es una buena noticia. Mi sugerencia es que no solo se hable de los temas de la “presión y el quiebre” sino también de los “problemas de la gente” y, en la medida de lo posible dado que vivimos en un sistema autoritario, el debate pueda ser más en términos de las posiciones y precisiones de los candidatos sobre futuras políticas públicas y acerca de la política de poder. Pienso que la sociedad venezolana lo agradecería. Acercarnos más a la política y salir un poco de la “Venezuela de los amigos”, aunque nos cueste un mundo y no haya tantos aplausos.
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