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La Lupa

Descifrando a Trump: ¿Cuál será su política con Maduro?

El 20 de enero Donald Trump asumió su segundo mandato que llegará hasta enero de 2029. No tiene un mes en el poder, y ya hay polémica por decisiones de gobierno. Este artículo trata de descifrar a Trump y cómo pudiera ser su relación con el gobierno de Maduro. Presento una matriz 2 x 2 para acercarme a los escenarios de la posible relación gobierno de los EUA con el gobierno de Venezuela. Aunque hay hechos en marcha que matan cualquier análisis como la visita de Richard Grenell el 31 de enero, mi explicación es que los dos gobiernos se escrutan mutuamente mientras definen cómo se van a relacionar. Por eso cada uno evita comentar sobre el otro. El ejecutivo de Trump no quiere repetir un interinato que fracasó durante Trump I -aunque las figuras del interinato tratan de revivir al presumir que tienen el favor del mandatario del Norte- y el ejecutivo de Maduro no quiere provocar a los EUA. Entre estos dos extremos del continuo se construirá la relación entre ambos gobiernos

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El 20 de enero Donald Trump se juramentó como el 47 presidente de los EUA para un mandato que culmina en enero de 2029.

El presidente llegó con mucha energía para comunicar que es un hombre de acción y que su vuelta a la Casa Blanca es para restaurar la grandeza de los EUA. Así comenzó su discurso de juramentación. La “edad de oro” de los EUA arrancó. La Casa Blanca comunicó que en sus primeras 100 horas de gobierno, el mandatario aprobó diversas órdenes ejecutivas y que el “efecto Trump” se siente en el mundo.

En redes sociales hay una especie de “Trumpmanía”. Un destape y algarabía porque la victoria de Trump se asume como una respuesta a los excesos del “wokismo” y del reinado de “los tibios”. Luego, hay alegría por las decisiones del presidente de los EUA principalmente las relativas a los migrantes. El público de tuiter aplaude la “mano dura” de Trump alejada de la “tibieza” que se asoció a los “woke” y a Biden. María Elvira Salazar habló de Trump “como el nuevo sheriff”. Tuiter celebró esta afirmación, para variar.

Este artículo es sobre Trump. Me meto con un personaje complejo para tratar de descifrar cómo puede ser la relación del gobierno de los EUA con el gobierno de Venezuela. Sin embargo, este artículo no es para analizar el encuentro Maduro-Grenell efectuado en Caracas el 31-1-25. Esta reunión será un artículo porque tiene mucho para el análisis: lo que se vio y dijo, y lo que no se observó y no se dijo. Lo manifiesto y lo latente. Este texto es para otra cosa. Para presentar un modelo de relaciones Venezuela-EUA. En todo caso, la visita del norteamericano no refuta lo planteado en el modelo sino lo refuerza.

Por supuesto, analizo a Trump, no lo interpreto o trato de hablar por él como hace cierta parejería venezolana -tipo “mis fuentes en la casa blanca” (¿)- que de “preocupados por el estado de la democracia en los EUA” antes de las elecciones de noviembre de 2024, hoy son loas o silencio hacia el presidente de los EUA por esa máxima de la política de tuiter que si “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, y las esperanzas ahora puestas en el nuevo gobierno del Norte. Empero, con la visita de Grenell a Miraflores esas esperanzas comienzan a ser cuestionadas por sus mismos promotores. En fin, así son cierta oposición y sus tuiteros estrellas.

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No tengo un pronóstico sobre cómo puede ser esa relación porque Trump apenas comienza. Sus acciones son un revulsivo político, y el sistema político mundial se jamaquea. Hay que esperar que se estabilice para hacer inferencias, pero haría un pronóstico de entrada.

Desde su elección y en sus primeros nombramientos, el hoy mandatario destacó y destaca una frase, ‘The pursuit of peace through strength’ y ‘America First foreign policy’. En sencillo, Trump se moverá con la diplomacia para proteger los intereses de los EUA, ‘Primero América’.

Hacia Venezuela, no parece que será el Trump de 2017 a 2021. Pienso que será un Trump más estratégico. No descarto el uso de sanciones u otras medidas de fuerza, pero estimo que buscará que el gobierno de Maduro no sea una amenaza a los intereses de los EUA -que no lo es- y lo hará a través de la diplomacia y no de ‘todas las opciones están sobre la mesa’ como cuando Trump I.

Lo que tengo claro es que la política hacia Venezuela será diferente a la de su primer gobierno, que fracasó. Posiblemente no derrocar a Maduro pero sí contener lo que puede ser la influencia del chavismo en la región, que ya está bastante debilitada de por sí. En sencillo, contener y no derrocar, a través de la diplomacia. Más que la democracia, a Trump le interesa que el gobierno venezolano no amenace a los intereses de los EUA. Maduro lo complacerá.

¿Qué esperar de Trump? Hay muchas especulaciones. Unos aseguran que Maduro y Trump se acercarán como en 2018. Otros, que Trump viene más decidido a sacar al gobierno de Maduro porque en su gabinete tiene a “duros” como Marco Rubio, figura que fascina en cierta oposición.

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Hasta ahora Trump mantiene su visión sobre Venezuela que, palabras más, palabras menos, es algo como “un país muy bonito, con riquezas, pero venido a menos por el socialismo, y en Doral hay muchos venezolanos que me adoran”. A esta “visión matriz” se agregó una reciente, “Venezuela es un país seguro, pero al precio de enviar pandilleros a los EUA”. Esta visión la reiteró al firmar la ley Laken Riley el 29-1-25, la joven vilmente asesinada por un venezolano en los EUA, que avergüenza a nuestro gentilicio.

Para Trump, las “pandillas” son un problema de seguridad nacional dentro de los EUA, no afuera. Es decir, no es un problema que hay que resolver en Venezuela. El mandatario parece envidiar la seguridad que hay en nuestro país y, en todo caso, el problema para el gobierno de Maduro será la demanda del Norte que acepte la devolución de los “pandilleros” que, de acuerdo con la casa blanca en información dada el 31 de enero, suman cerca de 400 personas.

El gobierno puede no querer porque será un problema interno, ahora que el ejecutivo siente que logró la seguridad ciudadana. Por ejemplo, el CICPC informó que la tasa de homicidios de 2024 es la más baja desde 2016. El gobierno no va a arriesgar esto. Aquí puede venir el choque con el gobierno de los EUA, no tanto el tema de los migrantes, que Maduro tendrá como carta para conversar con el Norte y aceptará porque desde 2020 el gobierno promueve el regreso de venezolanos con el programa “Vuelta a la patria”, pero el punto de la disputa será “los pandilleros”.

No quiero caer en el juego de las especulaciones y, en su lugar, aventuro un modelo para acercarnos a lo que Trump puede considerar hacia el gobierno de Maduro. Es una tabla 2 x 2 con dos variables fundamentales.

La primera, la tomé de una entrevista a la excanciller de Alemania, Angela Merkel, quien trató a Trump durante su primera presidencia. Para Merkel, la mente de Trump es la de una persona del “real estate” quien siempre quiere ganar y no perder.

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Agrego la opinión de Putin en una reciente entrevista. Este afirmó que el estilo de Trump es el de un “hombre de negocios que es pragmático”. Merkel y Putin trataron a Trump y lo supieron medir.

La segunda variable, los anuncios de cargos hechos por el presidente son para personas que vienen del mundo empresarial y comunican ser leales a Trump. Al ser personas con una carrera, pueden tener autonomía dentro del gobierno para tomar sus decisiones o no tenerla, al dejar que Trump las haga porque son leales al presidente de los EUA.

Como sugiere Peter Thiel -un importante inversor que apoya a Trump en una entrevista en YouTube- pienso que para la segunda presidencia, veremos a un Trump más enfocado en su visión y será quien “calling the shots”.

Con respecto a la personalidad de Trump, destacan dos atributos.

El primero, Trump deja que sus funcionarios hablen, pero la última palabra la tiene él. Es el factor de equilibrio en lo que parece ser un mundo de colaboradores con intereses diversos. A Trump le gusta así pero al final decide en la lógica del, “the buck stops here”.

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La segunda, es que Trump mide el terreno con sus amenazas y locuacidad. Habla fuerte pero como mecanismo para medir el terreno. Luego ajusta su respuesta a lo que observa. No es un “hablador de pendejadas” sino que realmente cree en lo que afirma, pero tiene una lógica que es medir el terreno con la mente puesta en lograr la meta. Posiblemente si las amenazas no resultan, Trump adopte un enfoque más pragmático y menos vocal para “resolver”, que es lo central de su “estilo de hombre de negocios”.

En consecuencia, tenemos cuatro situaciones en el modelo “Posibles estilos de relaciones gobierno de los EUA-gobierno de Venezuela”. Veamos la figura 1:

Las 4 situaciones son: Autonomía en una relación de ganar (1); autonomía en una relación de perder (2); no autonomía en una relación de ganar (3); y no autonomía en una relación de perder (4) ¿Cuál es la situación más conveniente para Trump de las 4 con respecto a Venezuela?

Dependerá de lo que Trump esté dispuesto a arriesgar. Si considera que Venezuela y su gobierno son fáciles para derrocar sin costo o poco (ganar), puede endurecer sus anuncios. Si estima que hay riesgos y habrá un costo (perder), puede optar por conversar con el gobierno de Maduro. Si fuera Trump, me movería en la segunda situación (riesgos).

Exploro las 4 situaciones para aproximar mi pronóstico sobre el modelo de relaciones Venezuela-EUA.

El primer cuadrante (1) es una situación parecida a la de la primera presidencia de Trump, solo que ahora será con más intensidad. Aquél cree que ganar significa tumbar a Maduro, y deja que su equipo actúe, por lo que éste decide a su conveniencia y se imponen los duros que consideran que más sanciones debilitarán al gobierno de Venezuela o, incluso, plantear otra vez la tesis de una acción militar en contra del ejecutivo.

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En el segundo cuadrante (2), el equipo de Trump tiene autonomía pero parte de la experiencia de Trump I con Maduro: no lo pudo sacar del poder. Entonces, puede considerar sanciones o una acción militar, pero no hay un pronóstico de éxito. En criollo, sería algo como “tirar una parada” para ver si Maduro cae. Es la incertidumbre en el resultado.  

La diferencia de los cuadrantes 3 y 4 es que Trump está en control de la decisión final no su equipo. Está “focused” como sugiere Peter Thiel y su equipo no podrá hacer lo que quiera bajo la idea que Trump lo aceptará. Hoy pienso que éste calibrará más las consecuencias de sus políticas y la influencia de su equipo será menos que durante Trump I.

En el cuadrante (3), Trump quiere evitar perder con Maduro como pasó durante su primer gobierno. Quiere “ganar”. Si es así, puede considerar hablar con el gobierno venezolano y su equipo tendrá que aceptarlo. Hablar no significa reconocer, solo conversar, como pasó con la visita de Richard Grenell.

El cuarto cuadrante es regresar al primer Trump tal cual. El presidente otra vez cree que Maduro es “pan comido”, vuelve con sus amenazas, pero Maduro se sostiene en el poder. Tendrá otra derrota como cuando su primer mandato.

Es complicado hacer un pronóstico. Sí tengo una impresión inicial: Trump vendrá con más aprendizaje de los fracasos de su primer gobierno. Entonces, no veo que llegará con amenazas al gobierno de Maduro. Todavía no hay. De hecho, no las hizo durante su campaña. Más bien, en varias intervenciones, aseguró que Caracas es una ciudad segura y que los republicanos deberían considerar hacer su convención en la capital. Si fuera Trump, me movería en el cuadrante 3 que creo es lo que hizo. Es lo viable hoy desde el punto de vista político. Lo interesante a despejar es si el presidente de los EUA se quiere quedar en este cuadrante o moverse a otro.

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Trump llega con la idea de hacer seguro a los EUA. Pienso que esto será su criterio para inferir sus respuestas a Venezuela o a cualquier otro hecho.

Esto lo percibe el gobierno de Maduro. El ejecutivo venezolano no quiere mostrarse como una amenaza a los EUA. Sí como un adversario pero que tiene palabra y con el cual se puede conversar. Si el gobierno de Maduro logra construir una “ventana de oportunidad” para Trump que sea “ganar”, pienso que el próximo presidente de los EUA buscará un canal de comunicación con el gobierno de Maduro. En un tuit del 20-1-25 el recién designado “enviado especial” para los “sitios calientes” del mundo, Richard Grenell, informó que conversó con funcionarios del gobierno de Maduro sin dar mayores detalles sino que “las conversaciones se iniciarán mañana mismo” (el 21 de enero).

Una “ventana de oportunidad” puede ser la que planteó el Financial Times en un artículo en diciembre de 2024, al señalar que petroleros sugieren a Trump una fórmula tipo, “más petróleo, menos inmigración”, que Maduro reiteró en un programa en lo relativo a la inmigración. O el tema de la seguridad -el “tren de Aragua”- del que Maduro habló en su programa del 2-12-24, que Trump reiteró el 29 de enero, y su secretaria de seguridad nacional dejó ver en la entrevista en Fox del 29-1-25 al implicar que los beneficiarios del TPS venezolano son delincuentes. Percepción que justificó la decisión de revocar la extensión por 18 meses de este mecanismo que hizo el gobierno de Biden en sus días finales.

Considero que la construcción de ese “ganar” es lo que hace ahora. El gobierno de Venezuela está dispuesto a bajar el verbo hacia los EUA, y ofrecer que no habrá migración ni “trenes” hacia el Norte. Esto le puede interesar a Trump como parece que la visita de Grenell mostró.

Si se da esa “ventana de oportunidades” -como la llamó el presidente Maduro (RP) en la entrevista Opera Mundi de Brasil el 27-1-25- ¿bajo qué esquema desde el lado norteamericano? Aquí está la nuez de la estrategia de Trump para su segundo gobierno a diferencia de su primer mandato (2016-2021).

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El choque Trump-Petro el domingo 26-1-25 mata cualquier análisis pero haré el intento como si ese choque no hubiera ocurrido. Igual la rueda de prensa de Trump el 30-1-25 para hablar del accidente de aviación ocurrido en Washington el día anterior. Finalmente, con la visita de Grenell a Venezuela, ya comentada. Voy a prescindir de los tres eventos en la medida de lo posible.

La rueda de prensa de Trump del 30 de enero puede cuestionar mis argumentos para describir sus atributos. Por ejemplo, que el presidente viene con un aprendizaje de su primer gobierno. Puede ser así, puede no ser así. Aunque mantiene su estilo despectivo, noto que sus ruedas de prensa son distintas a las de Trump I. Este interactúa con la prensa de manera menos pugnaz aunque se mantiene el choque, como fue con la periodista de CNN Kaitlan Collins, a quien descalificó en su estilo. Sin embargo, en cuanto a ruedas de prensa, Trump II es distinto a Trump I.

Lo segundo que se puede contraargumentar a mi modelo es lo relativo a “the Buck stops here” porque el presidente de los EUA siempre busca a quien responsabilizar. En el accidente aéreo, responsabilizó a los gobiernos de Biden y Obama por no contratar a “los mejores” controladores aéreos. En el caso de la revocatoria de la extensión del TPS, responsabilizó al gobierno de Biden por solapar los tiempos del TPS.

Pero mi argumento no es que Trump eche la culpa a otros sino que, en su gobierno, adentro, en su dinámica, “the Buck stops here”. Es decir, ningún funcionario va a hablar por su cuenta o a salirse del guion del mandatario. Al contrario, sorprenden las alusiones a Trump tipo, “por instrucciones de nuestro presidente” que me hacen recordar al gobierno de Chávez y Maduro que tienen ese estilo. Es decir, ningún funcionario va a ir más allá o a declarar algo que Trump no haya dicho. Ni siquiera para explorar. El mensaje que envía Trump es que salirse de la línea tiene un alto precio. La versión norteamericana de “leales siempre, traidores nunca” que se soporta en las informaciones en las que el gobierno de Trump pide la renuncia de funcionarios públicos que pueden ser o percibe que vayan a ser críticos con su gestión. También “pasa factura” como lo hace contra el general Miley, por ejemplo, y el mensaje es claro: discrepar tendrá un alto precio. Ni un general se salva. Luego, nadie lo hará. Solo los leales y avispaos tendrán vida en ese gobierno.

Volvamos al análisis. En su tuit del 20 de enero, Grenell señaló que la “diplomacia está de vuelta”. El nuevo secretario de defensa, Peter Hegseth, en su memo de lineamientos de fecha 25-1-25 habló de la deterrence. El nuevo secretario de Estado, Marco Rubio, en sus lineamientos de política exterior con fecha 21-1-25, hizo las preguntas para evaluar una política:

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Una palabra o una derivada que sale mucho en los “altos officials” de Trump es contener, evitar, disuadir:


Lo que quiero que plantear como hipótesis -y el caso Colombia lo apoya- es que cuando el gobierno de los EUA habla del “regreso de la diplomacia” o “achieve Peace through Strength” es lo que Trump hizo con Petro: disuadir con un paquete de medidas tan fuerte que el oponente acceda a la diplomacia de los EUA. Trump fija el baremo y los receptores de ese baremo se ajustan o resisten en función de sus capacidades o interés para los EUA. Por ejemplo, el baremo no ha sido fuerte para China o la India (hasta los momentos). Será una prueba para Trump porque estos dos países tienen capacidades para responder y retaliar si es el caso, no así Colombia a la que Trump ve menos porque se refirió a Petro como un “presidente socialista impopular”. Igual hizo Marco Rubio en una entrevista el 31-1-25.

Parece que Petro fue el “caso ejemplarizante” no tanto porque haya cuestionado la política de los EUA para los migrantes sino que el presidente de Colombia es “impopular”, “socialista”, con su peculiar estilo. Lo que Trump y Rubio dejaron ver -tal vez sin querer- es que si Petro fuera popular no hubieran actuado o, en su defecto, respetan a quien puede retaliar. De nuevo, no es un principio lo que los mueve sino una coyuntura o un atributo del momento.

En sencillo, Trump eleva el listón, mide las reacciones, hay ajustes, y se recalibra una relación con algún “caso ejemplarizante” como fue Colombia, que sirva de señal a países que “los EUA se respetan”.

¿Cómo podrá ser esto con respecto al gobierno de Maduro?

El gobierno de Maduro parece que sabe o intuye este estilo de Trump. Durante la campaña en los EUA, evitó polemizar en la competencia. Con el incidente en Colombia, no avivó mucho la convocatoria a la Celac y, más bien, envió a mensaje a Petro para “poner a su orden la experiencia de Venezuela” que es un mensaje a los EUA para recordarle a Trump que “ustedes no nos pudieron joder”. Trump respeta esos gestos de fuerza porque van con su personalidad. La liberación de 6 detenidos norteamericanos que se fueron con Grenell, va en esta dirección. Es un mensaje de “buena fe” del gobierno de Maduro a Trump, que éste va a reconocer.

Posiblemente Trump tenga una curiosidad de poder hacia Maduro ¿Cómo dura tanto? Seguramente se pregunta. Se recuerda que cuando se esperaba otro “quiebre militar” en 2019 promovido por los mismos que aseguraron el “quiebre militar” para el 10 de enero de 2025, el alto mando habló a favor de Maduro en un mensaje el 24-1-19. En su libro, Bolton recordó el impacto de ese mensaje en Trump y cómo los “Good looking generals” apoyaron a Maduro. Eso le impresionó. Tal vez por eso Trump es esquivo con Maduro: sabe que resistió y eso lo respeta. Además, Maduro responde. Verbalmente, pero lo hace, si es preciso aunque también evita hacerlo.  

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Finalmente, en su programa del miércoles 24 de enero, Cabello fue muy “polite” con Grenell. El gobierno de Maduro no va a tuitear como Petro salvo que sea estrictamente necesario, pero lo evitará. Busca mostrarse fuerte ante los EUA pero, al mismo tiempo, apelar al lado pragmático de Trump para ver si logra un entendimiento que habrá que ver de cuál naturaleza. Es lo que hace ahora.

Con respecto a Venezuela, el presidente de los EUA tampoco ha sido específico. Solo ha afirmado que “no le compraremos petróleo” lo que puede significar muchas cosas. Esta tesis Trump la reiteró al comentar la visita de Grenell a Caracas, “(…)esta estupidez no puede continuar” (comprar petróleo a Venezuela).

Para Trump, Maduro se sostiene por el petróleo que los EUA compra a Venezuela. Si su gobierno toma alguna medida de fuerza, posiblemente sea en el este campo. No es casual el cabildeo de cierta oposición para que las licencias de Chevron no se renueven en la creencia que el gobierno perderá ingresos, luego habrá una crisis y, por supuesto, sucederá el famoso “quiebre de la coalición dominante”, que es el paradigma que domina a la oposición aunque inveterado en el fracaso.

Parece que en Trump hay un análisis acerca de cómo entrarle al gobierno de Venezuela sin repetir la receta fracasada de 2019. Hay un dato interesante que puede apoyar lo anterior.

Blinken -exsecretario de Estado de Biden- se refirió a Edmundo González Urrutia (EGU) como “President-Elect”. Se esperaría que con Trump fuera igual. No. Algo “pasó por debajo de la mesa”.

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El comunicado de Rubio luego de hablar con EGU y María Corina el 22 de enero, se refirió al primero como “rightful president Edmundo González Urrutia”. Es decir, presidente legítimo pero no porque ejerza la presidencia sino porque tiene el “rightful” para ejercerla, pero no lo declara “presidente electo” sino como el “presidente con derecho a serlo” que es otra cosa. Tampoco lo llama “legitimate president”. Tiene la razón moral y legal para ejercerla pero no la ejerce. Este es el punto. Ni siquiera de manera simbólica. No es el “legitimate” pero tiene el “rightful” para ser el “legitimate”. Un cambio sutil pero políticamente importante.

Mi hipótesis es que el gobierno de Trump no quiere repetir la experiencia del interinato pero, al mismo tiempo, analiza cómo abordar la situación de Venezuela. Igualmente es un mensaje al gobierno de Maduro: todavía no hay una declaración formal de EGU como “presidente electo” que ofrece un margen para que los dos gobiernos conversen, pero más adelante puede suceder.

Dado lo complejo que es Trump, la dinámica de los grupos dentro de su ejecutivo, y el aprendizaje del gobierno de Maduro con respecto a Trump I, no tengo un pronóstico claro. Lo que observo es que los dos gobiernos se evalúan mutuamente para ver cómo actúan frente al otro. Los EUA no quieren repetir un interinato y Venezuela no provocar innecesariamente al Norte.

Por ejemplo, en sus palabras para comentar la visita de Grenell a Venezuela, Trump no fue muy específico. Dijo “queremos hacer algo con Venezuela. Yo me he opuesto abiertamente a Maduro(…)queremos lo mejor para el pueblo de Venezuela(…)Vamos a ver qué podemos hacer con la situación de Venezuela(…)los venezolanos están resistiendo a un dictador(…)no nos gusta cómo el gobierno de Maduro ha tratado a la gente de Venezuela”. Contrasta con sus declaraciones fuertes de 2019 y la de 2025 es una declaración que da para cualquier cosa. Es una prudente.

Entre estos puntos del continuo se construirá la relación. A lo mejor se vuelve a 2019 -la aspiración de cierta oposición, más pendiente de la licencia a Chevron que del TPS- a lo mejor es otra cosa, una relación pugnaz que se actualiza cada día para evaluar si se mantiene o se rompe. Una especie de “status quo temporal” mientras cada parte decide qué hacer con la otra, pero evitando provocaciones o mientras dan tiempo a las conversaciones que adelanta Grenell seguramente con Jorge Rodríguez como la contraparte del ejecutivo de Maduro. Como las series de televisión e internet, “esta historia continuará”.

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