Connect with us

La Lupa

Dos sugerencias a la oposición: el capital político y las "manos venezolanas"

Salvo que el CNE publique los resultados desagregados de las elecciones del 28 de julio y puedan ser contrastados, lo que hoy sucede en Venezuela es que el gobierno quiere imponer un resultado y lo justifica con una “razón de Estado” que es evitar un “golpe fascista” que llevaría a Venezuela a la inestabilidad. Así visto por el ejecutivo, la estabilidad política antecede a la expresión de los electores. Si esta es la realidad, en el artículo me paseo por la pregunta sobre ¿cómo se vive con esto? “Esto” es imponer un resultado que no es, todo el mundo lo sabe pero no se puede hacer otra cosa porque el Estado controla y reprime. Al partir de la reflexión de Havel sobre “el poder de los que no tienen poder”, respondo a la pregunta con dos líneas personales y dos líneas para la oposición. Las dos primeras son la sobriedad y los espacios para “vivir en la verdad”. Las dos últimas son no perder el capital político logrado el 28 y mantener el conflicto político en manos venezolanas

Foto del avatar

Publicado

/

Caracas / Foto: Archivo.- Salvo mejor información por parte del CNE -que publique en su web los resultados desagregados de las presidenciales para corroborarlos- lo que hoy hay es el desconocimiento de los resultados del 28 de julio por parte del gobierno. Era un escenario, pero no el primero. Al menos en mi caso. Lo tenía allí pero no pensé que se daría. Le di vueltas para ver si era viable y aunque en los hechos lo es como vemos, pensé que el gobierno aceptaría su derrota, en caso de perder como todo parece indicar.

Lea también: MCM: "Gritemos juntos para que el mundo apoye nuestra victoria"

Por supuesto, no sería una aceptación automática. Mi análisis fue que el CNE diría que EGU ganó y allí el ejecutivo dilataría, impugnaría, no reconocería, pero se darían conversaciones -mediadas por México, Brasil, y Colombia- y al final el gobierno reconocería. No se dio este escenario ¿Si estaba allí por qué no lo vi? Por ser racional en el análisis.

Lo “racional” era reconocer el resultado mientras el chavismo retenía cuotas de poder y, además, Maduro estaría en la presidencia hasta el 10 de enero de 2025. Pero olvidé que la política no es solo racional. Lo irracional también pesa. Lo afectivo, emocional, los deseos, todo eso cuenta, mucho más en una situación polarizada como la de Venezuela. Polarizada en el sentido de la intensidad de las opiniones no de “dos mitades” que es el uso en redes sociales.

Si a lo mejor hubiera leído “Calígula” de Camus antes del 28 de julio lo hubiera visto. El gobierno está como Calígula: tiene todo pero no le basta y ahora desea la luna. Es decir, me faltó haber visto la política “a lo Shakespeare y menos a lo Maquiavelo”.

Más adelante habrá que analizar las causas del 28 de julio en toda su extensión. Pero ahora no es el momento.

Advertisement

Hay muchas sensibilidades y un análisis seguramente caerá mal. Así como con el golpe de 1973 en Chile la responsabilidad cayó en los militares, también hubo responsabilidad en el gobierno de Allende para el violento desenlace. Lo último es antipático decirlo. Todavía hoy, luego de medio siglo. Igual para Venezuela. El ejecutivo nacional es responsable al no reconocer el 28 de julio si perdió, pero el pasado de la oposición de buscar derrocar a Maduro hoy le pesa para llegar al poder, aunque diga que ese pasado no existió con los famosos “batallones” que tiene en tuiter, hoy venidos a menos.

Este análisis no será objeto del artículo, pero en algún momento habrá que examinarlo se moleste medio tuiter o tuiter y medio con el chantaje de los “ambosladistas” que se usa para callar cualquier opinión que no sea del agrado del “mainstream digital” que no es muy acertado que digamos.

Al regresar a los escenarios, el desconocer los resultados lo tenía presente pero no fue el primero. En un artículo que hice para El Cooperante y publicado el 10 de junio -hace dos meses- hablé de lo que llamé “Escenario Irán 2009”.

En junio escribí que, “El que menos deseo es el ‘Escenario Irán 2009’. Es el escenario del fraude o, mejor dicho, del golpe seco una vez que la oposición gane como sucedió en Irán en ese entonces, cuando la oposición que encabezó Mousavi fue descabezada cuando éste denunció fraude en las presidenciales del 12 de junio de 2009(…)

“En términos de Venezuela, una situación similar al plebiscito de noviembre de 1952. La oposición gana, pero el gobierno no acepta los resultados. Logra el apoyo militar para torcer la voluntad popular como sucedió en ese noviembre.

Advertisement

“Así, por ejemplo, se puede interpretar la rueda de prensa de Jorge Rodríguez el 4-6-24 al afirmar que ‘quien atente contra la paz, irá a la cárcel’. En redes sociales no pocos lo interpretaron como el preludio del ‘Escenario Irán 2009’. El gobierno advierte para disuadir, y crea el ambiente para ‘el palo a la lámpara” que se concretó el 28 de julio, salvo mejor información por parte del CNE.

A pesar que lo escrito hace dos meses parece presente, mi escenario sería que tanto el gobierno como la oposición lucharían voto a voto en una larga noche del 28 de julio para definir un ganador. Lo que llamé los escenarios “regionales 1995 o 1998”. Pero no fue así.

Donde mis escenarios sí no dieron la talla fue en el pronóstico de los resultados. Salvo la publicación y verificación de los resultados por parte del CNE, Edmundo González Urrutia (EGU) le sacó más del doble a Maduro de acuerdo a los registros del Comando Venezuela.

Antes del 28, todos los análisis coincidieron en que EGU tenía la primera opción. Las diferencias estaban en el cuánto. La mayoría opinó que sería una distancia grande (lo que hoy parece ser). La minoría -me ubiqué aquí- que sería una distancia como mucho de 20 puntos. En mi caso, me moví entre 8 a 12 puntos, lo que no parece fue.

Si los resultados son los publicados por el comando de EGU, mi pronóstico fue bastante malo. Una disculpa no es suficiente para mí. Tendré que revisar qué sucedió, pero no lo veo tan importante como el yerro con la abstención. Mi pronóstico fue 20 por ciento. La abstención del CNE fue 40% y la del comando fue 38 por ciento.

Advertisement

Un error así es inadmisible de mi parte. Eso sí me preocupa. Acertar o no en una “carrera de caballos” no es el fin del mundo -había coincidencia en el probable ganador- pero no en la abstención porque la ausencia dice muchas cosas que no vi para el análisis.

No es la migración porque tanto el CNE como el comando restaron la cifra y el REP informal se movió alrededor de los 17 millones de votantes. La abstención dice algo importante que hoy no se aborda por el tema de los resultados. Algún habrá que analizar la abstención.

Mi premisa para el 20% no solo fue el promedio en las presidenciales -2006-2018- sino que la de 2024 era una “elección crítica” como se conoce en la ciencia política. Si esto no mueve ¿qué moverá entonces? me pregunté antes del 28 de julio.

Quizás me faltó más perspicacia porque la abstención en 1998 fue cerca del 37 por ciento. Habrá que ver por qué en elecciones críticas se produce una abstención importante. El promedio de la abstención de las presidenciales 1958-2013 es 19,4 por ciento. No es un comportamiento electoral extraño en Venezuela -la abstención de un dígito quedó en las presidenciales de 1973- pero es algo a examinar. Al menos en mi caso, dada mi equivocación en el tema de cuántos votarían el 28 de julio ¿El voto perdió su magia o en elecciones críticas las personas se abstienen por algún motivo, como las de 1998, 2000, 2018, o 2024?

Pero este artículo no es para evaluar los resultados del 28 de julio -si los datos del CNE aparecen desagregados y se pueden verificar, haré un análisis con esos datos- sino para abordar un asunto grueso: si el gobierno impone un resultado y se mantiene en el poder pero en la conciencia nacional se sabe que el presidente Maduro no fue reelegido ¿Cómo se vive con esa conciencia? porque lo sabes ¿Cómo se vive con una mentira, que no sea con la viveza venezolana de las “dos taquillas y quedar como héroes”?

Advertisement

A diferencia del pasado -no me incluyo en ese pasado- que muchos lo suponían -la tesis del “fraude en las máquinas” o la “sala situacional en la Bolivariana” que cambiaba resultados- ahora es público, si pasó. Mientras el CNE no presente resultados que puedan verificarse, la sombra de duda está allí y el contencioso en el TSJ no lo podrá tapar. La tesis “del fraude” será más creíble para quienes ya lo suponían y quienes no, la tendremos allí como una realidad pero ex post no ex ante. Es decir, si pasó, los resultados son los resultados pero se alteraron luego como sucedió o cercano a Bolívar en 2017. Es decir, el sistema es seguro. El punto es una vez que ese sistema produce los resultados.

La pregunta es ¿cómo se vive con eso? más cuando el ejecutivo y el PSUV despliegan un feroz discurso en contra de la oposición y las denuncias de represión de personas que manifiestan su descontento -sí me deslindo y rechazo la acción de los grupos violentos que se vieron los días 29 y 30 de julio que atacaron edificios públicos, a personal militar y policial, y a integrantes del chavismo, no es la primera vez que me toca hacerlo y casos emblemáticos para el chavismo como el de Orlando Figuera los abordé en mis columnas para El Cooperante- al construir su “razón de Estado”.

El ejecutivo construye su reconocimiento y legitimidad -aunque vulnerables las dos- a través del TSJ con el expediente de securitizar la elección del 28 de julio. Hacerla una “razón de Estado” en la que la paz y la estabilidad valen más que la voluntad de los electores porque se impone proteger al país del “fascismo”, de un “golpe cibernético” y de la “guerra cognitiva”.

De aquí que mantener la paz y la estabilidad -atributos del discurso chavista desde que es gobierno- hoy son “razón de Estado”. Esto puede explicar la rápida proclamación de Maduro por el CNE. No solo cerrar la posibilidad de críticas si la proclamación se dilataba, sino cohesionar al chavismo en torno a la figura del presidente. Maduro se atrinchera y el chavismo -y las FAN- se atrincheran con y junto a Maduro.

El Estado comenzó una operación represiva para atemorizar a la sociedad y ésta se quede tranquila. Hay miedo. El ejecutivo persigue que la sociedad se atomice. De aquí su ataque a las redes sociales y a la capacidad para organizarse de la oposición. El virulento ataque a los “comanditos”, que rechazo de manera terminante. Se quiere estigmatizar una forma de organización política. El ejecutivo tampoco quiere que la oposición se organice. La quiere desmovilizada y desorganizada.

Advertisement

El Estado lo hizo con tal fuerza para mostrar los “casos ejemplarizantes”. De aquí su contundencia. El Estado razonó que, si permitía protestas, éstas pudieran contagiarse y, entonces, serían los escenarios enero 1958 o tipo Yugoslavia 2000 (o Bangladesh, ahora). Es decir, el gobierno no hubiera podido reprimir muchas protestas o de haberlo hecho, a un costo muy alto que en los 80 era inaceptable y ahora, es más. Optó por actuar de inmediato para callar las eventuales protestas pacíficas antes que se concretaran y solaparlas con las acciones de grupos violentos que existieron, y de los que la oposición no se deslindó (hasta donde sé).

En una actividad del día 6 de agosto, el presidente señaló que van cerca de 2.300 detenidos y que “no habrá perdón”. Agregó que tendrán el “máximo castigo”. Esta vez “no habrá perdón sino Tocorón”. Anunció la construcción de dos nuevas cárceles en lo que llamo “Maduro a lo Bukele”.

Sencillamente, una acción represiva relámpago y preventiva para que la sociedad se intimide al construir la protesta como terrorista al aprovechar efectivamente personas violentas que salieron a la calle, pero no es la totalidad y el ejecutivo usa estos casos de violencia puntuales para justificar su represión contra la plataforma unitaria y su organización, y sus dos figuras estelares en este momento: Edmundo González Urrutia (EGU) -contra quien se ha desatado, desde la presidencia, una destrucción moral de su figura sin precedentes, la que me parece baja, abyecta, y que rechazo de manera clara- y María Corina Machado a la que se quiere responsabilizar de hechos en los que no tiene responsabilidad.

Lo anterior incluye efectos demostración y cosas cuestionables desde el punto de vista de los DD.HH, pero el ejecutivo quiere que las personas sientan vergüenza y se abstengan de protestar en general. Va, también, con la cultura autoritaria venezolana del castigo y de la “letra con sangre, entra”, dicho venezolano.

Personas detenidas grabaron videos -muy probablemente obligadas- para pedir disculpas al presidente, al gobierno, a las FAN, y -lo más cuestionable- a dar saludos al modo chavista. Algo como someterlos a la vergüenza para producir disonancia y si no se meten en el chavismo, que no sean de la oposición ni protesten, por la vergüenza causada al tener que grabar videos que salieron en TV. Lo llamativo es que estos videos son publicados por personas del alto mando militar, lo que es muy cuestionable ¿Qué ejemplo dan a la cadena de mando?

Advertisement

El Estado reprime para que la gente se asuste, no proteste, todo esté tranquilo, se desorganice y no quiera organizarse otra vez, y acepte que Maduro se queda en el poder así el CNE no haya dado resultados que puedan verificarse.

Parte de mi racionalidad para los escenarios pre 28 de julio es que, si bien me paseé en el desconocimiento, no fue el primer escenario porque, entre otras cosas, no vi -ni veo- sostenible por 6 años un gobierno que nace de una mentira. Pero me equivoqué en que no pasaría, y pasó. A lo mejor me vuelvo a equivocar y la mentira sí es sostenible. De aquí la reflexión de este artículo ¿Cómo se vive con eso, en la cotidianidad, en el día a día, no desde “las trincheras de tuiter” donde se libra la “gran batalla por la libertad”?

No es consuelo para mí que, al final, “la república surgirá” o mensajes de ese tipo que si “mi gente” o “gente linda”. El optimismo de la pomposa pero ineficaz “Venezuela civil”. Tampoco lo que halló Delphos antes del 28 de julio, al preguntar qué hacer si el presidente ganaba o se quedaba en el poder. Cerca del 50% opinó “adaptarse” -en junio de 2023 fue 25%- y se agrega a esta cifra que el 30% expresó “luchar sin correr muchos riesgos” que imagino es tuitear para “mostrar que soy de la causa” y formar parte del concierto democrático digital. No quiero pasar todo el día con citas de Churchill y proclamas desde la comodidad de tuiter, y más nada. A la espera “del quiebre” que será “despacito” y ahora “desde las bases”. No, gracias. No me siento cómodo con respuestas así.

Al pensar qué hacer que no sea tuitear y llevar una vida digital y una real -para relacionarme con el Estado, lo que llamo la tesis de “las dos taquillas”- recordé la reciente biografía de Zantovsky sobre Havel. Me gustó mucho cómo explicó la idea “del poder de lo que no tienen poder” del expresidente checo. La cita es larga, pero vale la pena:

“En ‘El poder de los que no tienen poder’, Havel se propuso definir el fenómeno de la ‘disidencia’, su ‘ideología’ o su ausencia, pero primero sintió que tenía que definir y analizar el sistema ‘post-totalitario’, que fue el trasfondo, la razón de ser de las actividades de los disidentes y al mismo tiempo su principal desafío. A través del ejemplo de un verdulero que exhibe en su negocio el lema comunista ¡Trabajadores del mundo, uníos! sin creer en él –y más llamativo, sin que las autoridades esperen que él crea en esa consigna– demuestra que el sistema totalitario opera al presionar a la gente. El ‘despojarse de su identidad más íntima’ a través de tales rituales (de creer en lo que no se cree, de creer en una mentira, N. R).

Advertisement

“La distinción que hace Havel entre el sistema totalitario, tal como lo practicaron Stalin o Hitler en el apogeo de su poder, y el sistema post-totalitario, tal como lo practicaron los ‘normalizadores’ de Husák a mediados de los años setenta, no reside simplemente en la menor proporción de violencia y fuerza bruta ejercidas por los últimos.

“Al solicitar expresiones vacías de apoyo popular, el sistema evita la marcada distinción entre ‘tiranos’ y ‘víctimas’, que es característica de las dictaduras puras. ‘Los individuos(…)no necesitan aceptar la mentira. Les basta haber aceptado su vida con ella y en ella. Porque por este mismo hecho los individuos confirman el sistema, cumplen con el sistema, hacen al sistema, son el sistema’

“Una vez que Havel consideró el mecanismo a través del cual el sistema ejerce su poder, no le resultó difícil darse cuenta de que depende únicamente de la voluntad del verdulero negar su aprobación al ritual. ‘Los individuos pueden alienarse de sí mismos sólo porque hay algo en ellos para alienarse. El terreno de esta violación es su auténtica existencia. Así, vivir la verdad está directamente entretejida en la textura de vivir una mentira. Es la alternativa reprimida.

“La capacidad humana de ‘vivir en la verdad’, de reafirmar la ‘identidad auténtica’ del hombre, es el arma nuclear que da poder a los que no tienen poder. Tan pronto como el sistema ya no es capaz de obtener el respaldo ritual de sus súbditos, sus pretensiones ideológicas se derrumban como las mentiras que son.

“En la segunda mitad de su manifiesto, Havel examina en detalle varios aspectos del poder de los que no tienen poder, y propone una metodología para ejercer ese poder. De acuerdo con el concepto de la Carta 77, se abstiene de defender su uso para lograr objetivos políticos específicos; más bien, subraya su carácter defensivo para salvaguardar un espacio para vivir en la verdad y para la vida independiente de la sociedad. Específicamente, esto significa defender los derechos humanos fundamentales que hacen posible esa vida.

Advertisement

“El programa político de Havel está orientado a temas. En lugar de perder tiempo en ver cómo derrocar al sistema comunista (y arriesgarse a una represalia masiva), intenta encontrar formas de asegurar algún espacio dentro del sistema para que el individuo siga siendo independiente. Lo que sus enemigos e incluso algunos de sus amigos tal vez no se dieron cuenta es que los dos eran, de hecho, lo mismo. Dado que el sistema derivó su legitimidad de la voluntad de las personas de pagarle tributos simbólicos, no podía sobrevivir por mucho tiempo al resurgimiento de individuos independientes.

“Havel presta especial atención al concepto de legalidad, más que a la desobediencia civil o a la confrontación abierta, como método para alcanzar los objetivos de su estrategia. En el contexto de persecuciones, encarcelamientos y graves violaciones de los derechos humanos con el pretexto de administrar la ‘justicia socialista’, muchos de sus amigos y enemigos deben haber visto su insistencia en la legalidad como poco más que un dispositivo táctico(…)La insistencia en la legalidad no sólo era menos riesgosa y abierta a menos medidas de represalia, sino que también era el talón de Aquiles del sistema, ya que al tratar de evitar el uso de la fuerza mientras extraía la aprobación ritual de sus súbditos, no tuvo más remedio que enmascararse bajo ‘un velo de sutilezas legales y garantías vacías’. Al más puro estilo jiu-jitsu, Havel propone explotar estos puntos débiles y convertirlos en ventaja para los defensores de los derechos humanos, al tiempo que revela la quiebra ideológica del sistema. Durante todo este tiempo sigue siendo consciente que el ejercicio adecuado de las normas jurídicas no es más que un medio para alcanzar un fin, siendo el fin la liberación interna del individuo para ‘vivir dentro de la verdad’.

“De la mano del concepto de legalidad va el concepto de no violencia. Nuevamente entra en juego su perspectiva antropológica. La violencia puede liberar al sistema, pero aprisiona al individuo, haciéndole tan imposible vivir en la verdad como en el sistema anterior. Esta línea de pensamiento llevó a muchas personas a pensar que, al igual que Gandhi antes que él, había renunciado absolutamente al uso de la violencia, y se sentirían decepcionados más tarde cuando Havel, entonces presidente, resultó no ser el pacifista que pensaban. Eso sólo demuestra que no leyeron a fondo ‘El poder de los sin poder’.

“Havel continúa escribiendo: ‘En general, la actitud ‘disidente’ sólo puede aceptar la violencia como un mal necesario en situaciones extremas, cuando la violencia directa sólo puede ser enfrentada con violencia y donde permanecer pasivo significaría, de hecho, apoyar la violencia: recordemos, por ejemplo, que la ceguera del pacifismo europeo fue uno de los factores que prepararon el terreno para la Segunda Guerra Mundial. A veces uno solo puede vivir dentro de la verdad al tomar las armas”.

Por supuesto, estamos en una época distinta a la de Havel, pero la idea de concienciar una mentira y sobre eso construir espacios para vivir en la verdad -que es la conciencia de vivir en un sistema autoritario, aunque se sigan sus rituales en los que no se cree- se mantiene vigente.

Advertisement

Este planteamiento del dramaturgo será mi “teoría” para responder a ¿cómo se vive con esto? si al final el CNE no publica los resultados desagregados por mesa que puedan ser revisados, o el TSJ asuma una suerte de “instancia de alzada” y las elecciones sean algo como de segundo grado: el pueblo vota y el TSJ certifica y elige, que parece la realidad de hoy.

Hay dos niveles en los que se vive la verdad a mi modo de ver. El personal y el político. Tampoco quiero hacer una receta porque sería trivial y descortés en este momento de preocupación por la vida nacional. Lo menos que quiere la gente en una emergencia son consejos o recetas. Las emergencias no esperan.

Que vivas una mentira no significa cinismo o conformarse, que son los dos riesgos. Quiero ofrecer mi respuesta ¿cómo lo viviré? pero yo, no para pontificar o las proclamas que fascinan desde y para la comodidad de tuiter de los buenos para nada “habla golpiao” o “sabrosones” que tuiter sigue ciegamente engaño tras engaño.

El problema político venezolano se mantiene y ahora es más complicado resolverlo. Se mantiene en la necesidad que dos fuerzas antagónicas se reconozcan, que no es el caso. Hoy, más bien, es lo existencial en su mayor intensidad. No hay confianza entre el gobierno y la oposición. Las famosas “garantías mutuas” no valen nada. No valen porque ninguno de los dos puede garantizar algo al adversario. Ni el gobierno ni la oposición. Las “garantías mutuas” necesitan, previamente, un contexto que las haga posible. Solo de discurso, no serán. La confianza no es un discurso, son hechos. Primero que las garantías, el contexto que las haga viables. Hoy no existe.

Ahora es más complicado lograrlo. Salvo mejor información del CNE con los resultados desagregados y verificables, el gobierno rompió unos límites que ya estaban debilitados. Para decirlo en sencillo, el ejecutivo le dice a la oposición algo como, “podemos hablar, pero primero reconoce que me impuse”. Como el que se colea, hay que calárselo, y negociar a partir del puesto que tomó. Por supuesto, para la plataforma unitaria es inaceptable esta propuesta.

Advertisement

Jugó con las reglas del sistema autoritario y, salvo que el CNE presente información verificable, los números de la plataforma indican que ganó con esas reglas. El gobierno le dice que eso no importa y, para colmo, que acepte la arbitrariedad de no reconocer el resultado si quiere hablar. Es inaceptable para la oposición.

El conflicto político ahora es realmente intratable. El gobierno usa la fuerza para imponer un resultado y eso no tiene marcha atrás. Es el problema para los países. Se sentó un precedente de la fuerza para quedarse en el poder. Hoy no tiene solución, aunque en política es famosa la definición del “arte de lo posible” o, como la define Ramón Guillermo Aveledo, “La política no es el arte de lo posible sino el arte de hacer posible lo necesario”.

Vislumbrar una solución al conflicto venezolano es lo que abordaré en próximos artículos para El Cooperante. Hoy el tema es ¿cómo vivo en una mentira? No quiero hacer una proclama porque es banalizar lo serio de la situación, y es lo más cómodo. La comodidad no es lo que me atrae. Por eso la viviré de dos maneras, que ya lo hago, pero las reforzaré. Es mi respuesta personal. No pretende ser una guía ni respuesta para nadie. Solo para mi ante la angustia existencial sobre cómo se vive cuando un gobierno impone un resultado e ignora la voluntad de los electores.

La primera, mantener mi sobriedad y vida austera. En la vida real soy así, pero el momento político obliga a hacerlo. Como escribí, es lo que yo haría. No son cosas que recomiendo para otros. Cada quien deberá hacer su evaluación porque cada quien tiene una realidad diferente. No puedo recomendar a un tercero cómo me comportaría dentro de un sistema autoritario. Si me toca hacerlo, debo aconsejar bien. Lo primero, es no exponer de manera innecesaria o simplemente no exponer a las personas solo porque moralmente se justifica. La persona como medio para fines pero los individuos son fines en sí mismos.

Por ejemplo, si un cliente me pide un consejo y me dice algo como, “estoy invitado a una actividad con Maduro en el consejo de economía productiva ¿voy o no voy?”. Mi consejo será que vaya como actor económico, pero que no se ponga meloso ni chistoso, que encanta en Venezuela, los simpaticones. Que vaya, pero se dé su puesto con y de respeto. A lo mejor es una conseja “old fashion” o inaplicable pero es lo que haría. Para aconsejar, tengo la máxima de Weber, “¿qué haría usted si estuviera en el gabinete?”. No aconsejo a otros lo que yo no haría. No tengo la vocación de Kissinger de medio pelo que abundan en tuiter y que envían a otros al peligro, pero quedan como héroes, y son ovacionados, con esa fascinación irremediable hacia los charlatanes que hay en las redes sociales. Los premian, los elevan. Es como un gusto para que los engañen, y pagan para eso. Como una fijación con ser seducidos permanentemente. La seducción política como placer. No, gracias.

Advertisement

El ejemplo anterior para decir que cada quien tiene su realidad. Con base en ella, debe decidir. Mi realidad es que soy un analista y consultor político. Estoy en lo público. Aunque desde el COVID evito ir a medios salvo mi columna para El Cooperante -no me ha hecho falta ir a programas, foros, etc, siento que es una época superada porque entré en los medios en 1997 con Martha Colomina- pero el público se acuerda de los programas a los que fui ¡Y cómo! Me impresiona. Es halagador que en la calle te lo recuerden. A veces te piden un “selfie” y me da pena porque eso es para artistas o famosos. No sé cuál arte puede haber en un análisis político, que es una actividad que no da caché para nada. Y menos si tus análisis no repiten las obviedades que tuiter quiere que digas para “verte como de la causa” (no me interesa que me vean así).

El hecho es que desconocidos te conocen. Aunque sea de manera indirecta, uno es una figura pública y eso trae responsabilidades. Ya uno dejó de ser de uno. No está solo. Es propiedad del público. De aquí mi austeridad. No quiero que digan algo como, “este habla de dictadura, y mira la gran vida que se da”. Aunque también dejé de hablar de “dictadura” hace más de 10 años, no quiero que me perciban como alguien diferente al común que te saluda en una calle. Tampoco quiero ser un “hablador de pendejadas” de esos que fascinan en Venezuela. No tengo estómago para hablar de “crisis humanitaria compleja” y llegar en un carro último modelo, por más “talento y esfuerzo” que es el nuevo cuento para justificar la buena vida en “la tiranía” para quienes hablan “golpiao”, que fascina en la cultura criolla. Los “arrechos” de palabra.

Entonces llegaré, si no a pie, en mis carros que tienen 25 años y 15 años respectivamente hasta que aguanten. No creo que me compraré otro carro. Al menos ahora. Igualmente, mantendré mi peso. Durante la escasez, no comí mango ni mandarina, pero bajé 10 kilos en la “Maduro diet”. No por falta de dinero para comprar comida sino porque, uno, lo que había iba para mi familia y, dos, no quería ser diferente al resto que lo vivió, pero no son privilegiados ni de una familia privilegiada como mi caso, toda la vida. Ser privilegiado da responsabilidades no prerrogativas. Así lo veo. Finalmente, no voy a montar shows en redes sociales. El miedo es libre, pero trataré de guardarlo. Por ejemplo, no sé si fue casualidad, pero el lunes 29 se paró un carro de la DIM en mi casa. No hice de eso un show en tuiter con proclamas que si “temo por mi seguridad” o “responsabilizo a la coalición dominante”, al “régimen” -tuiter estalla en ovaciones cuando uno habla “del régimen”- o algo así para tener ruido en redes sociales y ranquearme. No, gracias. No me imagino a Ruiz Pineda o Alberto Carnevalli con shows para atraer público durante Pérez Jiménez.

Entonces, la primera línea para “vivir en la verdad” es austeridad para tener la autoridad o, al menos, poder ver a chavistas y a no chavistas “a los ojos”. En segundo lugar, para tener legitimidad frente a mi conciencia.

La segunda línea para vivir en lo personal “dentro de la verdad” va en lo que plantea Havel, “(…)intenta encontrar formas de asegurar algún espacio dentro del sistema para que el individuo siga siendo independiente”. Entre esperar “al quiebre” con “los incentivos” de la politología seria mientras tuiteo y lo que plantea Havel, opto por lo segundo. Es lo que he hecho y más ahora. Lo que llamo, “participar dentro de las reglas del sistema autoritario”.

Advertisement

Por ejemplo, si puedo influir para que el conflicto existencial tenga alguna regularización, lo haré o hago. No me importa si medio tuiter o tuiter y medio se molesta o le parece “tibio”. Los “hot” de redes sociales son pura bulla.

Por ejemplo, los últimos Sextantes en mi TikTok que hablan de las detenciones de figuras políticas y profesionales. Igualmente estos artículos para El Cooperante o -no soy muy dado a eso, creo es la segunda vez que lo hago- firmar comunicados que cuestionan la represión del Estado. Firmé uno para impugnar la represión del Estado luego de las elecciones.

Igualmente, como psicólogo social, el consejo a familias que en estos días se han acercado, especialmente mensajes para los jóvenes que son los más golpeados por la realidad autoritaria. Simplemente, los jóvenes no chavistas no ven futuro y que EGU no sea presidente, resultó un verdadero shock que no esperaban. Me ha tocado hablar con jóvenes que lloran por esa realidad o con familias que tienen jóvenes detenidos por la represión del Estado. Los jóvenes reciben el conflicto de manera directa. Mi generación tuvo una vivencia y en mi caso, al venir de una familia política y de servidores públicos, me da una cierta protección frente a una durísima realidad que un joven no tiene.

La verdad es que no sé si la famosa “justicia transicional” será una realidad en Venezuela. No la veo hoy. No observo al chavismo capitulando o buscando una “transición” como es el discurso en redes sociales. La oposición sigue empeñada en aplicar una estrategia que fracasó. Siguen con el tema de “incentivos”, “garantías mutuas”, “salvoconductos”, como si estuvieran a punto de entrar en la Berlín de 1945. Creo no es así.

El ejecutivo dio el “palo a la lámpara” salvo mejor información del CNE y seguirá adelante. Así que no me ilusiono con las recetas de la politología seria que aplica desde por los menos 2013 y ha fracasado. No puedo influir en ese desenlace ni tampoco quiero entrar en el elenco de los “politólogos serios” con sus recetas sobre transiciones y “cambio de regímenes”. No aspiro a ser el “Guillermo O’Donnell venezolano” para un gran reportaje o nota en El País o en el WP.

Advertisement

Donde sí puedo influir es en evitar que la represión pasada como la de 2017 o 2014 suceda nuevamente. No puedo borrar ese pasado, ese trauma social, pero sí ayudar a que no se repita. Vivir en la verdad es internalizar un espacio dentro del sistema autoritario para hacer ver a ese sistema su propio esquema garantista que es la constitución de 1999. En eso sí puedo influir con mi accionar cotidiano. También, por eso, la sobriedad en el lenguaje. No es ganar aplausos en tuiter para alguna entrevista en un medio internacional, sino ser eficaz dentro de un sistema que no posee contrapesos. Eso pasa por no exponer o comprometer al medio en donde escribo, El Cooperante. Es sabroso ser héroe mientras otros son los que se exponen. Aquí me pongo mi cachucha militar: eso no es vivir acorde al “Army ethics”.

Segunda línea, entonces, es un espacio para “vivir en la verdad” que se define en los derechos, así como fue con la carta 77 para Havel. En nuestro caso, la carta 77 es la constitución. Junto a esto, saberla expresar. No sé si sea hacer pedagogía, pero des-concienciar la mentira pasa por concienciar los derechos, de manera honesta. No en fachada para conspirar o buscar un atajo insurreccional con el cuento “de los derechos para todos”, que fue la vía de la oposición en el pasado aunque se diga que no fue así y solo protestaba por la falta de agua.

Aunque este artículo es sobre “cómo viviría la mentira que Maduro fue reelegido”, no puedo dejar de ofrecer dos sugerencias para la política. Mejor dicho, para la oposición de la plataforma unitaria. Se me ocurren dos de entradas.

Quien diga que tiene la solución al conflicto venezolano, o es un mago o miente. No la hay. Al menos hoy. Es uno verdaderamente intratable. No es uno para discursos de “garantías”. Ese momento pasó. Hay que hacer que vuelva, pero hoy no es posible. Lo posible hoy es un cooling off hasta un momento que no sé cuándo será, que se pueda plantear el contencioso porque el problema es -como se dijo antes- que el gobierno arrebató y define los límites políticos. Por ejemplo, si la oposición gana en 2025 14 gobernaciones, a lo mejor otra vez el cuento del hackeo, la “guerra cognitiva”, la certificación del CNE, y la oposición queda con 5 gobernaciones. El tema es cómo la oposición puede hacer una política eficaz para avanzar hacia la alternancia en el poder ahora con menos capacidades. Antes del 28 era complicado, luego del 28 es más porque el ejecutivo ahora no tiene límites. Cruzó el Rubicón. En su doctrina de la seguridad nacional, asume que puede todo sin contrapesos. Todo se justifica con la “razón de Estado”.


Por eso pienso que lo inmediato, lo de ahora es bajar la presión en cuanto a la represión del Estado, evaluar si es posible llevar lo existencial sin violencia -parece un oxímoron- y ver si emerge un momento en que se pueda plantear reconstruir lo roto. En sencillo, hoy, lograr unos mínimos principalmente para el caso de los detenidos. Sacar el conflicto de las personas y ponerlo en la política.

Advertisement

Pero dos sugerencias al mundo político de la oposición.

La primera, mantener el capital político logrado el 28. Salvo publicación hasta el nivel de la mesa de los datos de las elecciones por parte del CNE, los números de la oposición le dan 7,3 millones de votos. Mantener ese capital de manera simbólica porque el 28 ya pasó. Evitar lo que sucede en la oposición cuando pierde (ahora, cuando no es reconocida): se dispersa y se pierde el capital político hasta la próxima elección. Es decir, que la expresión del 28 que se mantenga. De aquí el tema de la publicación de los resultados por parte del CNE. Me parece bien que EGU se quitara eso de “presidente electo”. No viene al caso y no mantiene ese capital. Lo debilita más bien porque la oposición no tiene la capacidad para hacerlo valer. Mejor su carta al TSJ con fecha 7 de agosto que el comunicado a las FAN firmado con MCM el día anterior, que la verdad tiene unos términos que si “maligno” y todo eso que aleja la esperada “transición”. Parecen dos cartas redactadas por dos personas diferentes. Mejor que mantengan a la persona que redactó la carta al TSJ.

Si fue bien por parte de EGU no ir al TSJ, ya escapa a este análisis. Creo que la respuesta la dará la estrategia que tenga. Por mi lado, hubiera ido, pero es exponerse al guion del gobierno que ya se muestra en las preguntas hechas a Rosales y a Calzadilla en su ida al TSJ el 7 de agosto. Ya se ve la jugada del ejecutivo, junto al anuncio del fiscal general sobre una investigación a la web que publicó los resultados por parte de la oposición.

Entiendo el punto de EGU que hay que mantener el sentido del 28 de julio como uno electoral y no judicial. Si va al TSJ se pierde. La gran pregunta aquí es ¿hasta dónde podrá mantenerse la separación? La respuesta, si la pregunta está bien formulada, ya es para un análisis político de la oposición. De otro modo, si pasan, por ejemplo, dos meses, llegamos a octubre, se mantiene la situación actual ¿cómo actuará la oposición?

Lo segundo es mantener el conflicto con el gobierno en manos venezolanas. Me alegra mucho la participación de países. Les debemos eso y mucho en este momento. Lo que quiero decir es que la oposición debe definir una estrategia propia, sin ser reflejo de alianzas de países o de una nación como fue en el pasado aunque hoy se asegure que no fue así con los triste “batallones” que tiene en tuiter.

Advertisement

Es decir, no puede ser la oposición del Departamento de Estado o sentirse “guapa y apoyada” por un comunicado que los EUA emitan. Bienvenido el comunicado, pero la estrategia y decisiones son locales que el Norte debe respetar. Hasta donde pueda, la oposición debe evitar repetir su historia de 2018-2023 que hoy le pesa. Por algo será que ahora no se habla mucho de ese pasado. Havel era muy celoso con una “oposición nacionalista” no en el sentido chovinista sino una con sus propias decisiones y estrategia, sí capaz de hablar con países que apoyaron la libertad de Checoslovaquia, pero con autoridad y personalidad.

Esta son las 4 sugerencias sobre “cómo viviría con esto”. Dos personales y dos políticas. La situación no ofrece para más nada porque es un momento trancado. El gobierno definió la raya. La estiró. Queda “vivir en la verdad” para que esa nueva frontera autoritaria retroceda. Pero es un azar. La oposición no tiene ningún recurso de poder que no sea el apoyo de los electores o construir su respeto, lo que comenzó el 28 de julio. Le queda lo simbólico. Le queda la conciencia del pueblo. De aquí moverse en algo como una pedagogía, una información constante, una que marque la información del gobierno y le responda, que sea bien hecha, bien presentada, bien argumentada. No tiene otra cosa en este momento sino los argumentos, la explicación, la esfera pública para explicar e ilustrar. Jorge Rodríguez ofrece una rueda de prensa, por ejemplo, responder de inmediato y no con comunicados tan fofos pero que encantan en la oposición porque tienen un estilo de “dignidad”, pero no son eficaces. Si el gobierno vive su fantasía de Bolívar, la oposición vive su fantasía de Vargas y Carujo. Estas fantasías complican una solución política porque los políticos asumen una lucha heroica, y tienen plata para jugar un buen rato más mientras la “gente en el medio” con los problemas. La eficacia política se ve con desdeño, pero es la que permitirá abordar el conflicto político.

¿Cómo agarrar eficacia política? es lo que no sé todavía, porque el gobierno tiene todo y no tiene contrapesos. Es lo que hay que buscar. Una ventana para la eficacia política. El “vivir en la verdad” de Havel puede ayudar a encontrar una respuesta.



Tendencias