La Lupa
El cardenal venezolano Castillo Lara cambió las duras condiciones del Cónclave
Fue el venezolano Rosalio Castillo Lara quien, como presidente de la Comisión Pontificia del Estado de la Ciudad del Vaticano, hizo mejorar las duras condiciones que enfrentaban los cardenales durante el cónclave, una elección que puede tardar hasta 20 días y durante los cuales dormían en catres o en el piso. De allí su decisión de ordenar la construcción del hotel Domus Sanctae Marthae, donde se alojan ahora los 139 cardenales que escogerán al nuevo papa
Caracas/Foto: Reporte Católico Laico. Las placas de los automóviles del Estado Vaticano tienen las iniciales SCV (Santa Curia Vaticana), pero el poder que llegó a ostentar el cardenal venezolano Rosalio Castillo Lara como presidente de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano durante el papado de Juan Pablo II generó un chiste entre los italianos según el cual lo que significaban las letras SCV era "Si Castillo Vuole" (Si Castillo quiere).
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La mano derecha del papa Juan Pablo II, como también le decían, fue fundamental para la construcción del hotel residencia Domus Sanctae Marthae, según nos hizo saber una fuente muy cercana a El Vaticano durante una visita al cardenal Castillo Lara, a inicios de los 90.
Ese hotel residencia, culminado en 1996, aloja desde entonces a los cardenales que deben estar quince días, como mínimo, encerrados en la Capilla Sixtina eligiendo a un nuevo papa. Encerrados con llave, que en italiano se traduce "con chiave", lo que dio pie luego a la palabra cónclave, como se conoce hoy al encierro de los cardenales durante los días que tarda la votación. Un encierro que, hasta 1996, les hizo enfrentar condiciones durísimas, ya que, antes de la construcción del hotel, los cardenales que participaban en el cónclave vivían en el Palacio Apostólico, donde debían dormir en catres y espacios improvisados, incluso en pasillos y oficinas y separados entre sí por sabanas. También se eliminó el decreto de ofrecer comida a los cardenales una sola vez al día, con miras a aligerar la votación. Hoy, los cardenales disfrutan de las comidas tres veces al día, preparadas por las monjas de la Capilla Sixtina durante el cónclave. Afortunadamente para los cardenales actuales, su decreto fue abolido poco después.
Solo los cardenales menores de 80 años son los que pueden elegir al nuevo papa, cifra que actualmente asciende a 139. La sala de votación cuenta con estrictas medidas de seguridad y, durante el cónclave, quienes participan del proceso no pueden tener acceso a periódicos, radio, televisión ni ningún mensaje exterior a la asamblea. Durante el cónclave, los cardenales se ubican a ambos lados de la sala y eligen al azar los nombres de nueve cardenales que van a oficiar la votación. Tres se convierten en fiscales, cuyo trabajo es supervisar todo el proceso; otros tres son los encargados de recoger los sufragios y los otros tres los revisan.
La sesión comienza con una serie de discursos, oraciones y reflexiones. Suelen realizarse dos sesiones de votación al día, con dos rondas por sesión, es decir, cuatro votaciones por jornada. El papa elegido es el candidato que logra obtener la mayoría de dos tercios. Y de allí en adelante, humo blanco.
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