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La Lupa

El caso de Villca Fernández confirma que Maduro es un dictador de la peor ralea

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Caracas.- Hay dos tipos de dictaduras. Dictaduras con hambruna y sin ella. De todos modos no hay dictaduras buenas ni malas. Todas las dictaduras son malas porque suprimen las libertades y cometen excesos para sostenerse en el poder. De otro modo no serían dictaduras. La de Nicolás Maduro es una dictadura con hambre. De la peor ralea. Guiada por el régimen comunista cubano, que ya se infiltró hasta los tuétanos en la Fuerza Armada. Tal como escribimos en El Cooperante, Fidel Castro terminó invadiendo Venezuela sin haber disparado un solo tiro. Bastó con la llegada de Hugo Chávez al poder. El resto ya es historia.

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Digan lo que digan los gritones excedidos de ciertos sectores de la Oposición que juran que la comunidad internacional va a sacar a los venezolanos de un problema en el que nosotros nos metimos sin ayuda de nadie, ha llegado la hora de pisar tierra. La dictadura está entronizándose. Maduro ha subsistido, por ahora, al sainete electoral del 20 de mayo. Se siente cómodo, también, con la salida de Venezuela de la OEA. De hecho, eso le conviene en cierto modo al régimen, pues el aislamiento le permitirá terminar de implantar el modelo al estilo cubano. Ya hemos explicado en notas anteriores que Cuba fue aislada de la comunidad internacional y expulsada de la OEA, y que no pasó absolutamente nada.

Lo único que le faltaba a Maduro para terminar de consolidarse como tirano, era la condena de presos políticos al ostracismo. Solamente las peores dictaduras utilizan la disyuntiva de "cárcel o destierro" para chantajear a sus adversarios. Andrés Eloy Blanco, fundador de Acción Democrática, terminó desterrado en México y muerto en un accidente de tránsito en Cuernavaca sin poder regresar a su país.

Y si esa Oposición que hoy se ha escindido en tres o cuatro toletes dándole gusto al régimen no pisa tierra, probablemente sigamos viendo más chantajes de la dictadura y destierros forzosos, con el consabido sometimiento progresivo del país a la peor de las miserias. La peor de las miserias no es el hambre, sino el conformismo y la inacción.



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