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La Lupa

El costoso atajo dictatorial de la caída de Allende

Cincuenta años después el país aún recuerda con dolor lo acaecido. Las equivocaciones de Allende fueron sustituidas por una dictadura atroz que aprovechó la puerta que le abrieron para irrumpir contra el orden establecido, quedando décadas después la enseñanza de que los saltos al vacío, aunque tentadores por su rapidez, son ineficaces en garantizar el propósito de aupar transiciones verdaderas que perduren y no creen tanto dolor

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Caracas.- Cinco décadas han transcurrido desde que una tétrica, sangrienta y grotesca asonada militar depuso al polémico, pero democrático, gobierno del médico Salvador Allende, personaje que había despertado enormes expectativas al asomar la posibilidad de construir una administración que pudiese llevar al pleno desarrollo de la república, sustentando su gestión en la equidad, la armonía y los valores propios de la realidad chilena.

Sin embargo el gobierno no resultó en lo absoluto idílico, generándose desde el inicio una conflictividad manifiesta que se tradujo en violencia y en un atraso tremendo. La carestía y las largas filas pasaron a formar parte de la cotidianidad, mientras el debate se trasladó a niveles sumamente fuertes de discrepancia que convirtieron a la prensa en un instrumento panfletario.

Aunque Allende pudo tener las mejores intenciones, su manejo del poder resultó catastrófico, propiciando una crisis que condujo a una debacle que permitió que algunos dibujaran escenarios de cualquier tipo, acelerando una caída que cada vez se tornaba irreversible y más con la actitud de algunos personeros del gobierno que lejos de leer la realidad y tratar de corregir el rumbo para garantizar la subsistencia, se empeñaron en seguir por el camino trazado inicialmente.

Posteriormente, algunos comenzaron a insistir en que la salida a la crisis pasaba por la intervención de los militares, que a juicio de esos sectores estaban llamados, dada su supuesta fama de rectitud profesional, a imponer el orden. De allí que cada vez se hizo más frontal la petición para que los cuarteles actuaran y depusieran al líder socialista. Finalmente, el llamado tuvo eco y el 11 de septiembre de 1973 desplazaron a Allende, instaurando un gobierno castrense que tiró por la borda las ilusiones de una gran transformación. 

Pero el atajo salió altamente costoso. Los militares, que a juicio de la opinión pública eran seres de claridad procedimental y altura, mostraron mayoritariamente un rostro cruel que instauró la tortura como una práctica habitual y la desaparición y asesinatos como elementos corrientes. Además, las esperanzas de una transición hacia una democracia se esfumaron al conseguir perpetuarse en la conducción del país por años, vendiendo como un gran avance la supuesta bonanza económica, que en caso de haber sido cierta, no justificaba en lo absoluto la perversión con la que actuaron para ahogar cualquier atisbo de crítica o disidencia. 

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Salió mal planificada la jugada, pues los militares que irrumpieron contra la democracia en septiembre de 1973 no tenían entre sus objetivos ceder el poder o gobernar con actores civiles, por lo que al poco tiempo llegaron incluso a limitar la acción de aquellos sectores que habían visto con beneplácito la caída de Salvador Allende, pensando que se abriría la vía para un nuevo modelo.

Terminó el país siendo pisoteado por una casta militar que le succionó la vida con saña y dolor. Sin embargo, a finales de la década del ochenta del siglo XX la sociedad organizada aprovechó los resquicios mínimos para optar a una salida y consiguieron remplazar a la tiranía a través de un proceso que parecía diseñado para que la dictadura se mantuviese en el poder. 

Las heridas estaban abiertas. Chile había tenido que transitar por una era de desolación provocada por los que aplaudieron cualquier mecanismo de proceder para desplazar al presidente Allende. La premura asfixió salidas mucho más efectivas, prácticas y menos dolorosas y llevó al país a subsistir en medio de una anacrónica y cruel dictadura militar que incluso cooperaba con sus pares de la región para aniquilar a los que osaban oponerse.

Cincuenta años después el país aún recuerda con dolor lo acaecido. Las equivocaciones de Allende fueron sustituidas por una dictadura atroz que aprovechó la puerta que le abrieron para irrumpir contra el orden establecido, quedando décadas después la enseñanza de que los saltos al vacío, aunque tentadores por su rapidez, son ineficaces en garantizar el propósito de aupar transiciones verdaderas que perduren y no creen tanto dolor. 



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