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La Lupa

El Déjà vu de la abstención

La abstención dentro de un modelo político como el venezolano es inútil, poco estratégica, es un tipo de protesta unilateral o queja mediática que deja a la oposición rezagada del tablero nacional y la posiciona frente a la opinión pública como un actor político lastimero, víctima y sufrido

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Caracas/Foto: Archivo.- Donald Trump le ha dado la espalda a la oposición venezolana y desde que asumió el poder el 20 de enero, el mundo entendió a través de su discurso cuáles eran las nuevas prioridades de su política exterior con la mirada puesta sobre Rusia, Ucrania, Israel, Europa y China. Con aquella frase “no los necesitamos” -en relación con América Latina-, quedó bastante claro que no repetiría los mismos errores de su primer período y tampoco centraría su atención en solucionarle los problemas a la oposición. 

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Desde Venezuela, muchos siguen esperando que la nueva administración de Trump asuma una posición “dura” cuyas acciones de política exterior se centren en lo militar, en la suspensión de relaciones diplomáticas y se genere un ambiente de aislamiento comercial. Por ahora eso no ha sucedido. Hay que señalar por lo menos tres momentos mediáticos que se diseñaron para construir una narrativa de justificación para una intervención militar: “Venezuela es una amenaza para todo el hemisferio occidental”, consigna impulsada para articular acciones en el plano militar sobre el argumento de que Venezuela alberga grupos terroristas tales como Hezbollah. “El TDA (Tren de Aragua) es el responsable de la delincuencia en Estados Unidos” esta es quizás la narrativa más complicada dentro de la guerra mediática ya que los señalamientos se han convertido en una trampa de generalización que involucra etiquetas y actos de xenofobia hacia los venezolanos. Este producto mediático ha sido impulsado dentro del contexto de la revocación del TPS afectando a más de 600.000 venezolanos en Estados Unidos y generando una serie de sentimientos encontrados sobre los ciudadanos venezolanos impulsores de la agenda del presidente Trump.

“Ya casi Venezuela”. Movimiento impulsado por redes sociales con la participación de “influencers” aliados del comando de María Corina Machado, activistas, periodistas radicados en Miami y un sector de la oposición venezolana cuyo propósito era la incursión de mercenarios en territorio venezolano a cargo del ex boina verde Erik Prince. Esta es quizás, la operación mediática y psicología de más bajo nivel que ha impulsado este sector opositor ya que se organizó una “vaca” -como se le dice en Venezuela a una recaudación monetaria- que terminó estafando a miles de venezolanos. A todos estos hechos hay que sumar uno muy importante y es la intención de Donald Trump de eliminar la USAID y congelar todas las ayudas a los opositores. También investigar el destino de los fondos y si realmente estas ayudan están alineadas a su política MAGA. 

Desde Venezuela el diagnóstico es temeroso ya que la dirigencia pretende repetir, o anda repitiendo, los mismos errores del pasado: abstención, sanciones y dependencia política.

Ha quedado demostrado en el pasado que la abstención electoral no ha generado resultados positivos para la oposición y muchísimo menos a esa oposición incomunicada, tóxica y reactiva en las redes sociales, no es una acción política efectiva para sacar a Nicolás Maduro del poder o producir un quiebre dentro del sistema político, tampoco funciona para presionar al gobierno y mantener motivada a la población electoral. La abstención por sí sola no es más que una retrechería política que puede servir como justificativo moral frente a un electorado que necesita respuestas y resultados.

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La abstención dentro de un modelo político como el venezolano es inútil, poco estratégica, es un tipo de protesta unilateral o queja mediática que deja a la oposición rezagada del tablero nacional y la posiciona frente a la opinión pública como un actor político lastimero, víctima y sufrido. La abstención también ha sido utilizada como una forma de mantener a los líderes políticos tradicionales en “hold” dentro del sistema para que no pierdan protagonismo mientras ocurren cosas, pasa algo, amanece y sale el sol. Se puede decir que es como una forma de “ganar tiempo” para seguir dentro del juego sin asumir riesgos y dejar que otros muevan el dominó. Lo más delirante del juego de la abstención y la participación electoral a conveniencia es la retórica y la forma despiadada en la que un actor político clama por el voto y unas semanas después ruega por la abstención, es un trato deleznable que afecta psicológicamente a la población ya que la mantiene en un ritmo emocional bipolar dentro de las contradicciones políticas.

La abstención también ha cobrado lógica financiera para algunos, ya que durante la época de retrechería han obtenido recursos por diferentes vías de financiamiento internacional utilizando la crisis política como una bandera de lucha de resistencia épica. Se puede decir que la abstención también se ha convertido en un episodio que genera frustración ya que cuando los líderes políticos comienzan a convocarla el ciudadano percibe un estancamiento, esta fase, en la que todos se refugian en el diagnóstico, la queja, el tuiteo constante, los comunicados y los pronunciamientos de redes sociales, eleva el rechazo de la población sobre todos los líderes políticos. A estas alturas, la abstención es manejada dentro del sistema como una forma de expresión política que no pone en riesgo al gobierno, todo lo contrario, es bien utilizada para quebrar la confianza opositora, generar más divisiones y desalentar al electorado.

Mas de 70% de los venezolanos rechazan las sanciones económicas. 

La dependencia política y las sanciones económicas siguen siendo una constante dentro de las acciones propositivas de un sector de la oposición. Es importante aclarar que no todos los opositores están buscando esto, ya que comprenden la magnitud y los daños colaterales que representa debilitar el aparato productivo nacional, el flujo de divisas y la industria petrolera en una economía con problemas subyacentes. Las sanciones económicas o la revocación de licencias tiene una gran incidencia en la economía nacional y a mediano plazo en la calidad de vida de los ciudadanos, sobre todo en los sectores más vulnerables en el interior del país. Expertos en el tema como el economista de Harvard Jeffrey Sachs y Mark Weisbrot (director del Center for Economic and Policy Research) han calificado estas medidas como un “castigo colectivo” al revelar en sus reconocidas investigaciones la afectación social sobre la población. 

En coincidencia, la ONU y la relatoría encargada del tema ha sido bastante enfática luego de recopilar pruebas, testimonios, evidencia y datos, que las “Medidas Coercitivas Unilaterales” no contribuyen a generar cambios de régimen político sino a empobrecer a la gente al limitar las capacidades estatales para darle solución a problemas en el área de la alimentación, educación, salud y transporte. Como ha ocurrido en Venezuela durante los últimos años, las sanciones no solo han reforzado la posición política del gobierno sino también han logrado revertir cualquier posibilidad de recuperación económica al afectar directamente la industria petrolera, principal fuente de ingresos del país, al limitar el transporte, comercio y transacciones en los mercados internacionales. Divulgar que las sanciones no afectan a la gente es manipular la información y asumir una posición contraria al bienestar de los venezolanos. 

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Esta triada de acciones son el reflejo de una etapa decadente de la política, en la que urge una renovación amplia dentro de la oposición con miras a construir nuevas alternativas de cambio, sin necesidad de llevarse a todo el mundo por el medio. 



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