La Lupa
El discurso de la Unión de Biden: no moja pero empapa
El día 1-3-22 Joe Biden ofreció su “informe sobre el estado de la unión” (el SOTU). El mensaje duró cerca de una hora. Los primeros 20 minutos fue sobre Ucrania y los 40 minutos restantes a asuntos domésticos de los EUA. Sobre Ucrania, Biden habló de un asunto que hoy todo el mundo reconoce: que la invasión de Rusia será un conflicto de larga duración y con consecuencias no solo para Rusia. Si bien el tema Ucrania es importante y, en general, considero que el manejo de Biden es correcto, aunque Occidente y los EUA son también responsables de esa guerra por no haber valorado correctamente y con seriedad los intereses de Rusia, lo relativo a los EUA me pareció más interesante en el sentido que el presidente de los EUA delineó una suerte de “New Deal” y un deslinde con el “consenso neoliberal” que domina al mundo desde los 80’s. El gran reto de Biden será cómo hacer un “New Deal” en un mundo muy diferente al de la posguerra del 45. Pero que haya hablado de un modelo para ofrecer certidumbres a los ciudadanos luego que la desigualdad causada por el modelo neoliberal las acabara, es un importante primer paso
Caracas.- El día 1-3-22 Biden ofreció su primer discurso de la unión. El famoso SOTU (State of the Union). Tuvo una duración de cerca de 1 hora, muy bien aprovechadas por el presidente de los EUA. Noté a un Biden muy animado. Del norteamericano puede decirse que “no moja, pero empapa”. Es zamarro, como esperaría de alguien que es de Scranton, ciudad al noreste de Pensilvania. Biden no impresiona, pero tiene buenos criterios para el análisis. Posee una estructura de las cosas. Es llamativo que su gobierno no la muestre, sino comunica lo contrario: indefinición, un gris, donde todo el peso parece caer en Biden. No tiene ninguna voz interesante, ningún secretario que realmente emocione o comunique un gobierno con ganas. Funcionarios seguramente muy buenos, pero sin brillo. Fuera de la secretaria de prensa, Jen Psaki, no hay una voz con fuerza. Es curioso en un gobierno que tiene claro los “fundamentals” pero que en su día a día comunica tedio. Es una extraña dualidad.
De los 60 minutos de las palabras de Biden, 20 minutos aproximadamente los dedicó a Ucrania y los 40 minutos restantes a temas internos de los EUA.
Sobre Ucrania Biden vio lo que hoy muchos observan. Pero el primero de marzo no era tan visible. Hay que recordar que la invasión de Rusia a Ucrania comenzó el día 24-2-22. Aunque irreal, en redes sociales se creó una expectativa de una guerra corta por parte de Rusia o de un rápido efecto de las sanciones contra la Federación. Pero no fue así. Afirmó el presidente norteamericano que, “(…)and we’re clear-eyed. The Ukrainians are fighting back with pure courage. But the next few days, weeks, and months will be hard on them(…)Putin has unleashed violence and chaos. But while he may make gains on the battlefield, he will pay a continuing high price over the long run”. En esta cita está la lógica de Biden: un conflicto que puede durar, pero con consecuencias en el largo plazo.
Lo que expresó Biden hoy puede ser “obvio”, pero cuando habló el 1-3-22 no era tan visible. Muchos presidentes lo ven ahora, como Maduro cuando habló el día 7-3-22 sobre el encuentro con la delegación de los EUA. El presidente dejó ver una guerra que tendrá consecuencias. Maduro afirmó algo que no está fuera de lógica: que es una “guerra económica”. Tiene base si nos atenemos al importante paquete de sanciones contra el gobierno de Putin y cómo grandes empresas abandonaron la lógica del mercado por una política, con lo que refuerzan el rol de actores políticos que siempre han tenido.
No estoy de acuerdo con sacar del aire a medios de Rusia. Tampoco con etiquetar a periodistas o tuiteros como vinculados al gobierno ruso. Cuando a Trump lo sacaron de tuiter, expresé mi desacuerdo. Igual ahora. Aunque los medios son actores políticos -principalmente los venezolanos- y por eso mi distancia con medios y periodistas -conozco en carne propia lo inclemente y desinformados que pueden ser para imponer una línea que les de poder- está la libertad de expresión. Tuiter no tiene que decirme que Helena Villar es periodista de RT. Sé cuál es su visión, aunque no la sigo en tuiter. Ese rol de “big brother” no me agrada. Curioso que firmas que promueven el metaverso, en su visión del público sean tan anticuadas que siguen ancladas en el modelo hipodérmico de la persuasión. Imagino que tienen que hacerlo para que su propia creación -las masas digitales- no se las coman vivas. Pero un poco de carácter y personalidad no les vendría mal, aunque arriesguen algo de los “profits” y los aplausos de las “masas digitales”. En la vida y en la política, no todo es un balance para la asamblea de accionistas o tener que agradarle a todo el mundo.
Considero que Biden, en general, se mueve bien en el tema de Ucrania. Sin embargo, aquí no hay inocentes. Putin es responsable de la agresión a Ucrania. Solo pensar en 2 millones de ucranianos desplazados por la acción militar que ordenó, es suficiente para responsabilizarlo. Pero como escribí en mi artículo para el portal de la casa, El Cooperante, titulado “El conflicto en Ucrania y la irresponsabilidad de Maduro” con fecha 25-2-22, Rusia tiene un punto en términos de su seguridad e intereses como nación por lo menos desde 2006. Que lo manifestó mucho antes de 2014 como una “amenaza existencial”. Era suficiente para “encender las luces del tablero”. Ni Occidente o los EUA lo atendieron con seriedad. Terminó en una invasión responsabilidad de Putin pero que no sé si se hubiera podido evitar –no me convence el esquema de Múnich 1938 o el “ojalá todas la exrepúblicas estuvieran en la OTAN” de los nuevos expertos en guerras que hay en tuiter- pero el trabajo político de escuchar a Rusia se pudo hacer con mayor compromiso y atención. No era, por supuesto, decirle a Putin algo como, “Oh, Gran Putin, tus miedos son órdenes para nosotros, por lo que no haremos nada en Europa”. No. No se trata de eso, pero haberle dicho, “usted tiene intereses de seguridad que reconocemos, pero cómo los abordamos en una realidad de exrepúblicas, hoy Estados soberanos, que deciden su destino” o algo así.
Esos estados se expresaron en la votación realizada en la ONU el día 2-3-22 para condenar la invasión rusa a Ucrania. De las 15 exrepúblicas soviéticas, 6 votaron a favor de la condena, 4 se abstuvieron, 3 no asistieron, y 2 votaron en contra de la condena (Rusia y Bielorrusia).
Pero me luce que a Rusia se le dejó en el aire con sus preocupaciones. Nunca se atendieron seriamente. No absuelve a Putin, pero tampoco deja a Occidente y a los EUA libres de responsabilidad en una guerra que, como pasa en toda guerra, ahora son los ucranianos que la pagan, a pesar de los elogios desde la comodidad de tuiter por el “coraje de los ucranianos que inspira” o los análisis sobre los “BTG” de los generales digitales.
Apoyo a Ucrania porque fue agredido por un Estado más fuerte y eso es condenable, pero mantengo mi independencia en el análisis para afirmar que la Federación tiene intereses nacionales a considerar, idea que no será bien recibida por los nuevos defensores “del mundo libre” o el chantaje de “tomar partido” que plantean personas desde la comodidad de tuiter, para variar. Ojalá hubieran “tomado partido” cuando aparecieron las primeras señales, por allá en 2006. Ya es demasiado jugar para jugar a los “comisarios políticos” o los “guardianes de a libertad”.
Una cosa que resalta en el manejo de Biden de la crisis con Rusia es que no ha cedido, como escribió alguien en tuiter, a la “histeria” de esta red.
Si fuera por el “buenismo” de tuiter, ya estaríamos como en la quinta guerra mundial con renovadas armas nucleares para detener la amenaza nuclear de Putin. Biden, por el contrario, ha sido taimado. Se adelantó a la guerra al reconstruir las alianzas de los EUA con Europa como lo explicó en el SOTU. Alianzas que cuando comenzó la invasión, ya estaban adelantadas, se ganó tiempo, y se respondió a Putin de manera unitaria. No declara sobre Ucrania todos los días y definió su estrategia. Una “guerra económica” para debilitar al gobierno ruso, pero ninguna acción militar contra la Federación. Expresó que, “but let me be clear: Our forces are not engaged and will not engage in the conflict with Russian forces in Ukraine. Our forces are not going to Europe to fight [in] Ukraine but to defend our NATO Allies in the event that Putin decides to keep moving west”.
Armar a los ucranianos no me convence mucho, pero qué decir. Fueron agredidos y tienen derecho a defenderse. En una guerra es difícil, primero, juzgar y, segundo, pensar “racionalmente” en el sentido que, “bueno, señores de Ucrania, no tiene sentido pelear porque la diferencia militar con Rusia no los ayuda, aunque resistan; es mejor que busquen un arreglo” (que seguramente ocurrirá). Desde afuera –escribo este artículo desde la comodidad de mi casa, en un domingo soleado, y no voy a ir a Ucrania, aunque llamen a no ucranianos para la “resistencia”- ¿cómo decirle eso a alguien que resiste una agresión? No es muy ético que digamos. Eso podrá decirlo a los ucranianos un líder político, pero no un “opinador”. Lo que uno puede decir es, “defiéndanse porque fueron agredidos. Luchen, eso sí, para construir una situación política con Rusia para una salida negociada favorable a Ucrania. No olviden a Clausewitz”.
Tampoco las sanciones me convencen mucho. Las de 2014 no fueron eficaces para evitar la invasión de 2022. Ahora los castigos son de mayor calibre. Veremos si funcionan ¿Qué hubieras hecho, entonces, porque nada te gusta?
Antes de la invasión, hubiera escuchado con atención a Rusia luego del discurso de Putin en la conferencia de seguridad de Múnich el 10-2-07. Fue la alarma. Soy de la escuela que, en política, hay que estar dos o tres pasos adelante. No esperar a que las cosas pasen, sino adelantarse para evitarlas (una guerra en este caso). Pero la invasión ya es un hecho. Hubiera adoptado una visión más convencional de movilizar tropas norteamericanas a Europa antes de sanciones o armar a los ucranianos. Pero tampoco garantizaba evitar la invasión y, más bien, Rusia podría tomarla como una amenaza y los temores de una guerra en Europa pudieran concretarse. La alternativa a las sanciones es la guerra. EUA dejó claro que no quiere una. No va a luchar por Ucrania. Al menos ahora. Por eso los arma. Son los ucranianos los que pelean. Habrá, entonces, que ver los efectos de las sanciones en el comportamiento militar de Rusia.
Biden habló de la OTAN y lo que dijo confirma un hallazgo de la psicología social de las relaciones internacionales. Las “imágenes espejos”. Para Biden, la OTAN es garantía de seguridad; para Putin, es garantía de inseguridad. Lo que cada uno ve es lo contrario de lo que el otro observa. Lo malo está en la imagen del otro, no en la propia. Eso hará de este conflicto, uno de complicada solución, si la tiene. Porque puede ser otra “Forever war” o “Protracted conflict”, que son los que caracterizan al Siglo XXI con sus “Stalemates”, porque para Rusia la OTAN es el problema y para los EUA, es la solución.
Los restantes 40 minutos del SOTU se enfocaron en los temas domésticos de los EUA. El discurso de Biden en esta parte me sorprendió gratamente. No esperaba un deslinde y asumir valores de la socialdemocracia de manera tan clara como lo hizo en sus palabras desde el Congreso de los EUA.
A Biden lo llaman Middle-Class Joe y su discurso de la unión fue cómo revitalizar a la clase media de los EUA. Comenzó por algo más emotivo con el que cualquier persona que trabaja duro se identifica, “(…)and as my dad used to say, it gave the people ‘just a little bit of breathing room”. Que la gente tenga un respiro. Todos los que trabajamos duro sea en Venezuela o en los EUA, queremos un momento para respirar ante las tensiones de la vida causadas, entre otros motivos, por una economía que trae desigualdad, en Venezuela y en los EUA. Ese “respiro” no es en el aire. Tiene que tener bases concretas.
Aquí el deslinde con lo que podemos llamar el “consenso neoliberal” que dominó desde comienzos de los 80’s hasta -busco una fecha convencional- 2020 cuando el COVID 19 mostró las desigualdades que estaban ocultas en sociedades desarrolladas y menos. No es que no se conocieran. La crisis financiera de 2008 catalizó las desigualdades, pero la vida seguía “normal”. La corriente neoliberal tiene gente muy famosa y reputada cuya prioridad no era mostrar estas desigualdades sino destacar que la gente se aprovecha de las ayudas del Estado como con los cheques del COVID en los EUA. Luego, esto demuestra que los apoyos del Estado no son la solución, sino que la gente se esfuerce.
Las diferencias sociales producto de la crisis de 2008 eran cosa de reportajes de prensa o películas como “99 Homes” (2014); informaciones ridiculizadas o estigmatizadas con la etiqueta de la “prensa progre” o que quienes hablaban de desigualdades no “se esforzaban lo suficiente para surgir en la vida”. Vivimos en la era del “taggeting”. A quien se le ocurra hablar de la desigualdad ya se le etiqueta como “progre”. No obstante, la pandemia puso la vida en riesgo y esas explicaciones perdieron fuerza. Una cosa es ridiculizar una película y otra la muerte de personas, entre otros motivos, porque Estados de políticas neoliberales redujeron los aportes a la salud y educación públicas. La cotidianidad ya no podía llevarse y las cifras de fallecidos y contagiados -van 6,04 y 457 millones respectivamente- no podía etiquetarse como “periodismo progre”. Cuando la muerte es saliente, la gente se vuelve razonable. Así pasó con el COVID y ahora con Ucrania.
No es que por el COVID Biden se hizo socialdemócrata, pero el virus seguramente le dio motivos para la ruptura con el “consenso neoliberal” de los 80’s. Dijo el mandatario de los EUA, al referirse a uno de los atributos del modelo neoliberal, el famoso “trickle-down” -que en Venezuela tiene muchos adeptos- “(…)for the past 40 years, we were told that tax breaks for those at the top and benefits would trickle-down and everyone would- would benefit. But that trickle-down theory led to a weaker economic growth, lower wages, bigger deficits, and a widening gap between the top and everyone else in the- in nearly a century(…)Because we know(…)when the middle class grows- when the middle class grows, the poor go way up and the wealthy do very well”. Por si fuera poco, en el deslinde, Biden agregó que, “I’m a capitalist, but capitalism without competition is not capitalism. Capitalism without competition is exploitation”.
Otro punto que me llamó la atención del SOTU fue el nacionalismo de Biden. El presidente de los EUA se sumó a la “moda nacionalista” que recorre al mundo. Expresó que, “(…)folks, when we use taxpayers’ dollars to rebuild America, we’re going to do it by buying American. Buy American products. Support American Jobs(…)We’ll buy America to make sure every- everything from the deck of an aircraft carrier to the steel on highway guardrails is made in America from beginning to end. All of it. All of it(…)It’s time to see(…)what used to be called the Rust Belt become(…)the home of a significant resurgence of manufacturing”.
Como socialdemócrata me gusto el SOTU de Biden. Principalmente porque, a su modo, planteó un “New Deal” centrado básicamente en empujar a la clase media con el apoyo fiscal del Estado norteamericano. La desigualdad en los EUA es tremenda y ya no es suficiente el discurso del mérito o del “talento y el esfuerzo”. Hay más conciencia que no es suficiente para lograr el “American Dream”. Por supuesto, no se trata de negar los valores de la “ética protestante” tan citados del texto de Weber -quien tampoco en ese trabajo planteó que el asunto es trabajar y trabajar, a pesar que esto se repite como la nuez del libro- pero sí cómo, si seguimos con Weber, donde lo racional e impersonal que caracteriza al mundo capitalista, permita entender la modernidad como totalidad, como escribió Haselby en un ensayo escrito en 2018, a propósito qué entender cuando hablamos de la “ética protestante y el capitalismo”. Biden se acerca a esta idea más global.
Como mis artículos son para todo público y hay una responsabilidad como autor, no solo debo contentarme con decir, “qué bueno, hay valores socialdemócratas en el SOTU de Biden” y listo. Quedarme con el SOTU es algo así como hacer una cuña para “los míos” que no vale para un análisis que será leído por personas con ideas diversas. Debo asumir el papel del “abogado del diablo”. En este rol, la reflexión -también me surgió cuando escuchaba a Biden en su SOTU- es si es posible revivir un modelo socialdemócrata muy de los 70’s en un mundo muy diferente al de hace 50 años. En sencillo, Biden propuso algo como “back to the old and good America”. Muy atractivo, pero ¿posible en el mundo de hoy? ¿Es posible un “Welfare State” hoy, a pesar que hay neokeynesianos?
Hace 5 años la respuesta sería no. Pero la pandemia y ahora la invasión de Rusia a Ucrania puede hacer que el tiempo gire hacia atrás y no es que regresamos a los 70’s sino a algo cercano: un mundo en bloques o una globalización por secciones o regiones. Rusia es sancionada y su sistema financiero considera unirse al UnionPay de China. WSJ informó que Arabia Saudita y los EAU no atendieron una llamada de Biden. Reuters avisó que la delegación de los EUA que se reunió con Maduro el día 5-3-22, propuso a Maduro permitir “temporalmente” el uso del sistema Swift, aunque días antes el presidente venezolano había expresado que nuestro país no estaba en ese sistema. Tal vez el reacomodo geopolítico favorece los bloques regionales e ideológicos, y repetir un escenario tipo “Proudly Made in the USA” a los ojos de Biden, puede ser tentador.
Habría que evaluar la posibilidad de un “New Deal” simplemente porque el reloj no se puede echar para atrás. Aunque se regrese a los bloques, la información es global, y eso hace y hará una diferencia. La guerra en Ucrania todo el mundo la siente como suya porque es instantánea en redes sociales. El documental de Netflix “American Factory” (2019) muestra lo complicado que es pretender volver a una época que ya pasó -la de las “unions” y “wages”- con uno de los íconos de los EUA: General Motors. Pero que Biden plantee algo olvidado -la necesidad de una estabilidad para el ciudadano de la calle, que caracterizó al mundo de los 70’s- es importante.
Muchas de las cosas que el mundo vive tienen su raíz en la incertidumbre existencial que vivimos producto que todavía no hay un reemplazo exitoso a las instituciones de Bretton Woods y de la Guerra Fría. Ni el trabajo es estable, y tampoco podemos decir que la paz mundial lo sea. En este sentido, el SOTU de Biden, con las reservas como analista que tengo que sea posible un “Welfare State” en el Siglo XXI tal como fue en los 70’s, me pareció un buen discurso para su primer año de gobierno. Creo que nadie esperaba un mensaje así, con contenido y, además, un Biden con mucha emoción. Me atrevería a afirmar que fue muy bien acogido por la opinión pública de los EUA. Hay que madurar más la idea del “New Deal” para un “mundo líquido” como el de hoy.
Evitar refugiarse en el pasado para no encarar un presente que no comprendemos. Es la reacción instintiva. El “fight or flight” frente a una amenaza global que no sabemos cómo encarar: no hay certezas de nada. Por eso pueblos se refugian en los “populismos”, “nacionalismos”, o “autoritarismos” porque ofrecen certezas para evitar el “flight” del miedo a un mundo que cambia en el cual nos sentimos suspendidos, en el espacio, como Sandra Bullock en “Gravity”.
La tarea para ofrecer una vida con menos incertidumbre es complicada. Biden asumió el reto. El “conundrum” que quiere resolver: salvar la democracia y reducir la incertidumbre (desigualdad). Hoy son antitéticas. En el pasado no lo fueron ¿podrán serlo hoy? No lo sabemos, pero que el presidente de los EUA haya planteado una visión de la sociedad como un todo que trasciende el individualismo de la corriente neoliberal del “talento y el esfuerzo”, para que la vida de quienes no son famosos y exitosos, aunque le ponen “talento y esfuerzo” a lo que hacen tenga sentido, es un paso muy importante. It’s time for “a little bit of breathing room”.
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