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Investigación

El galpón de "boinas rojas" que funciona como prisión de 60 colombianos (+Fotos)

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Caracas, 22 de agosto.- Uniformados con su boina roja, botas negras y con mirada fija están posicionados en las afueras como si fuera una colmena, un portón marrón que va hacia un galpón, que funciona como prisión y punto de operaciones de funcionarios es la entrada principal, situado frente a un local de venta de frenos, en una esquina de la calle 6, alejado del ajetreo de la avenida principal de La Yaguara, colindante con el Hotel Dubai, se encuentra la comandancia de tránsito de la Policía Nacional Bolivariana (PNB).

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En este lugar apartado y provisto en exacerbación de uniformados se encuentran detenidos 60 colombianos, entre ellos una mujer, que fueron señalados por el presidente Nicolás Maduro en una alocución desarrollada el 1° de septiembre de 2016 como “paramilitares y mercenarios”, quienes según el jefe de Estado tenían un campamento a 500 metros del Palacio de Miraflores. El señalamiento del  mandatario nacional llevó a estos colombianos a padecer los embates de  un Gobierno iracundo.

El entorno

Las cámaras no eran permitidas durante la visita y mucho menos decir que eras periodista. No estaba autorizado develar la realidad de un lugar que manifestaba un encierro,  una oscuridad. Pasar por familiar de uno de los detenidos era la opción perfecta,  ante aquella multitud de uniformados.

Dormitorio de los colombianos

Aunque nadie te revisaba en la puerta, para ver si portabas algún teléfono y  ni siquiera te pedían la cédula dentro del galpón los  funcionarios te miraban atentos, a algunos les extrañaba tu presencia. Pero seguían en sus actividades y algunos salían apresurados en sus motos al conocer alguna novedad.

Si quieres  conversar con algún preso, tienes que esperar que lo llamen y vaya a una mesa de madera cuadrada, donde están dos  funcionarios con boinas rojas. Cuentan con un libro que se desconoce su uso, por lo menos para anotar las visitas al recinto en la semana no lo utilizan. Frente a ese mesón se encuentra el dormitorio, signado con el número 2. En ese lugar están los 59 colombianos señalados por Maduro como supuestos “paramilitares”.

Las insalubres duchas, donde se bañan los colombianos

El  sitio está  dividido en espacios pequeños, con puertas negras cada uno, donde solo tienen una cama o colchoneta. La puerta solo tiene dos pasadores, arriba y abajo, donde le colocan candados en las noches. A pesar de las carencias en otras cárceles, esta contaba con un baño, pero en malas condiciones, dividido en cuatro secciones. Un espacio, donde conviven y padecen los  59 colombianos que llevan un año tras las rejas.

Existen dos dormitorios más en el galpón policial. Uno es usado como prisión para los  funcionarios incursos en delitos y el otro es para el personal policial, donde duerme la mujer colombiana detenida con los demás.

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Azotados por chiripas, zancudos e inundaciones

En este tipo de prisión se manifiesta una decadencia, un padecer constante de estos colombianos, que quedaron envueltos en un entramado, en una acusación que no presentó previamente una denuncia y que solo quedó en boca de un presidente oficialista.

Las chiripas y zancudos son las visitas  diarias del encierro de estos ciudadanos del hermano país. En su piel se observan las marcas recientes de las picadas de los zancudos. Las inundaciones del dormitorio también son parte de su día a día, además del encierro diario sin ver por  momentos la luz del sol, solo cuando pasan lista.

Lo que se ve a simple vista

Un preso con audífonos puestos y teléfono en mano camina apacible y sin apuro a una de las oficinas del comando, otro se te acerca y te vende café y palmeritas. Otro grupo se escucha golpeando algo, como si estuvieran martillando.

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Algunos presos “consentidos” deambulan por los alrededores del galpón como si estuvieran en su casa. Conversan con  los funcionarios, estos le sonríen y otros los obligan a que vuelvan a su encierro. En un espacio de su prisión un grupo de presos sacan con fuerza el borde dorado de una moneda, que utilizan para forjar anillos y venderlos como medida para sobrevivir a la crisis.

Estos colombianos se mantienen en ese lugar y afirman  que están “secuestrados”, debido a que debieron ser deportados como lo exige la ley, pero no ha pasado y continúan aislados, sufriendo porque sus familiares en Colombia no pueden visitarlos.





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