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La Lupa

¿El retorno de Atatürk o la islamización en Turquía?

Turquía es un país lleno de contradicciones y polémicas que se han exacerbado en los últimos años, pues su frustración de no poder ingresar a Europa la ha pagado con una postura controversial en el mundo y con unos acercamientos temporales hacia Rusia

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Caracas. El pasado domingo 14 de mayo los ojos del mundo estuvieron sobre Turquía, pues en ese país se llevó a cabo la primera vuelta electoral presidencial y los comicios para renovar la totalidad del órgano legislativo. La contienda resultaba peculiarmente compleja y atípica, pues por primera vez en mucho tiempo el presidente Recep Tayyip Erdogan contempló la posibilidad de perder el poder y frenar un proceso que lo ha llevado a ser catalogado como el dueño absoluto de su país.

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El artífice de las preocupaciones del actual mandatario es Kemal Kilicdaroglu, un economista de 74 años que ha tenido que adecuar su discurso a las circunstancias. Si bien es un personaje que reivindica el pensamiento y la obra de Kemal Atatürk, en su campaña se empeñó en ratificar que gobernaría para todos y evidenció que su propuesta aglutinaba a sectores de distinto origen cuya similitud estriba en el anhelo por concretar un cambio político y social en el país.

En realidad lo que está en juego es el modelo turco, pues Erdogan -a quien parte de la prensa occidental ha apodado “El sultán” dada la acumulación de poder y el control que quiere establecer en torno a su figura- ha llevado a que en su país se dé un viraje que deje de lado la idea de un Estado moderno –postulado de Atatürk-, para transitar hacia una islamización cada vez más marcada. Los opositores a Erdogan coinciden en la necesidad de un país mucho más moderado y plural que se ha ido perdiendo bajo la actual era. Adicional a ello, colisionan también otras variables, pues el país pareciera responder a un modelo en el que en las zonas rurales responden al rígido carácter conservador del presidente, mientras que en las ciudades el descontento es palpable.

Aunque algunos señalaban que Erdogan podría perder en primera vuelta, mientras el presidente vaticinaba que derrotaría a sus rivales sin necesidad de una segunda ronda, el país deberá acudir a una nueva contienda el próximo 28 de mayo con Erdogan con una ligera ventaja y con la mirada puesta en Sinan Ogan, el candidato que con un 5% ocupó el tercer lugar y que podría ser determinante en el transitar turco, pues aunque los votos no se endosan, si hay un liderazgo, se transmitirán las preferencias hacia sus sectores más cercanos.

La enorme controversia reposa en que Ogan posee un discurso nacionalista y su polémica actitud se expresa en posturas peligrosas como las que muestra hacia los refugiados y hacia los kurdos. El líder político sabe lo definitivo que puede resultar y se aprovechará de ello para proyectar su modelo e incluso a su figura. No en vano Kilicdaroglu expresó propuestas sumamente duras hacia los refugiados, tal vez tratando de ganarse al electorado de Ogan. Con los kurdos la situación es más difícil, pues el contendor de Erdogan necesita que los partidos kurdos se mantengan en su propuesta para ganar la segunda vuelta.

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Turquía es un país lleno de contradicciones y polémicas que se han exacerbado en los últimos años, pues su frustración de no poder ingresar a Europa la ha pagado con una postura controversial en el mundo y con unos acercamientos temporales hacia Rusia. Asimismo, en el país sigue existiendo una situación precaria en materia de derechos humanos, libertad de prensa y sistema carcelario, la situación del pueblo kurdo es absolutamente repudiable y la política exterior ha mostrado ser sumamente agresiva hacia países como Grecia, mientras sigue tutelando un gobierno que controla una parte de Chipre y que no dispone del reconocimiento de la comunidad internacional.

Si la oposición es hábil podría ganar las elecciones, pues Kilicdaroglu se movería con mano izquierda, mientras que Ogan podría venderse como el artífice de la victoria opositora, cobrando alto su apoyo y dejando al gobierno con la presión de que tienen que cumplir con gran parte de sus demandas. Lo que es además de cuidado es que el próximo legislativo estará controlado por sectores afines al candidato a la reelección, por lo que la propuesta de Kilicdaroglu de retirar parte de la influencia del ejecutivo para darla al legislativo, sería un absurdo y constituiría un riesgo.

La segunda vuelta turca puede significar muchas cosas y marcará un hito. Una salida del poder de Erdogan es difícil pero no imposible, mientras que en caso de concretarse el abandono del poder, el siguiente gran reto de las fuerzas triunfadoras es examinar los mecanismos idóneos para permanecer unidos en medio de tantas diversidades y de que el elemento aglutinador –el repudio a Erdogan- ya sería una pieza desplazada.

Erdogan es el símbolo de una vieja política personalista y autoritaria, mientras que Kilicdaroglu es una esperanza que encierra muchas incógnitas. Los votantes lo dirán, mientras Ogan sacará sus cuentas y verá qué le da más réditos. De triunfar la oposición, el país puede volver a la senda de una modernidad tangible, pero de seguir Erdogan se radicalizará su propuesta y la construcción de un país para un sultán que lo maneje a su antojo, dejará de ser simplemente una metáfora periodística para erigirse en una dramática verdad.



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