La Lupa
Informe: Machado busca la bendición de Trump y Maduro quiere platicar con EE. UU.
El lunes pasado examiné los motivos por los que Trump revocó la licencia 41. Abordé 3 hipótesis. La que seleccioné fue que Trump explora apoyar a la oposición que lidera María Corina Machado con la tesis del “hub del crimen” que le dará al presidente de los EUA un motivo para volver a la política de 2019. En este artículo, analizo la posición del gobierno de Venezuela ante la suspensión de la licencia 41. El ejecutivo chavista se mueve con habilidad. Seguirá con su “liberalización petrolera chucuta”. No confronta directamente el gobierno de los EUA porque quiere una comunicación con el Norte. Este no aceptó la “agenda 0” de la que habló Maduro cuando Grenell vino a Venezuela. El punto de los EUA son los migrantes en los EUA y los “pandilleros” del “tren de Aragua”. Trump pondera sobre qué hacer frente al gobierno de Maduro. Aquí está el tira y encoje entre los dos ejecutivos. El de Maduro dilata los vuelos para atraer el interés de los EUA y este país lo asume como una acción hostil, que lo llevó, entre otros motivos, al acuerdo con Bukele. Las dos naciones se buscan para conversar y se van a encontrar ¿Se construye un marco de relaciones políticas a propósito del tema de los migrantes?
Caracas/Foto: Cortesía.- En el artículo de la semana pasada para El Cooperante analicé la suspensión de la licencia 41 a partir de la perspectiva del gobierno de los EUA con tres hipótesis. La que escogí fue la tercera: el gobierno de Trump construye su oposición en Venezuela.
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Sin embargo, la invocación de la “ley de enemigos extranjeros” de 1798 y el comunicado del 17 de marzo firmado por María Corina y EGU, sugiere que no es tanto que Trump construye su oposición en Venezuela -que es la hipótesis 3 del artículo del lunes pasado- sino que la oposición se mimetiza con el discurso de Trump para que éste le dé la bendición y asuma la tesis del “hub del crimen” y ordene una acción tipo “law enforcement” contra el gobierno que produzca, por fin para cierta oposición, la fractura de la “coalición dominante”, que es lo más deseado y la esperanza de ese sector de la oposición.
Un análisis político normalmente es estático porque se describen las variables, procesos, e hipótesis. Una debilidad de lo estático es que choca con la realidad, que es fluida. La relación Venezuela-EUA es súper fluida. Diría que mi artículo de hace una semana se quedó corto por esa fluidez. A lo mejor hay una cuarta hipótesis, no solo tres: que la suspensión de la licencia 41 es para construir un nuevo marco de relaciones entre los dos gobiernos que se hace ahora, de manera pugnaz. Muy al “estilo Trump”, golpear la mesa para que las fichas salten y buscar un nuevo orden. Por eso el gobierno de Maduro tampoco lo confronta. Quiere encajar en ese nuevo tablero.
Hoy pienso que el presidente de los EUA no tiene una postura clara sobre Venezuela, pero la que tiene no parece la mejor. Luce hostil hacia el gobierno venezolano pero Trump carga el peso del fracaso de su primer gobierno para derrocar a Maduro. Eso lo tiene presente y quizás explica sus aparentes contradicciones hacia Venezuela. La receta en la que posiblemente todavía cree no funcionó en su primer gobierno pero no tiene otra. Pondera si la aplica otra vez o define una nueva estrategia.
Un ejemplo de estas contradicciones, lo ofreció la nota de Reuters reseñada por el WSJ el 21 de marzo, en la que se dice que Trump pondera extender la expiración de las actividades de Chevron en Venezuela a, al menos, 60 días. Es interesante ver cómo se manejó la información en redes sociales para presentar esta noticia. Porque la nota no habló de revertir la licencia 41a sino aumentar los días para el “windfall”. Una diferencia importante.
La noticia se interpretó como que Trump evalúa extender la licencia 41, pero no es así. La opinión pro quiebre lo notó y puesta así, favorece a Maduro. Salieron los “influencers” de esta oposición y comenzaron su trabajo al decir que Chevron cabildeó para que regresara la licencia 41 pero que Rubio le dijo “el 3 de abril tienen que estar fuera”.
El sector Machado en tuiter promueve a Rubio porque, en teoría, es “de los duros” y “está con la causa”. Aparecen notas en medios que comentaron que la Casa Blanca pidió a Rubio “encargarse de las conversaciones con Venezuela para los vuelos de regreso de los venezolanos en los EUA”. En unas declaraciones el 21 de marzo, Trump aseguró que la idea de los vuelos a El Salvador es de Rubio, y que va bien.
Es el mismo esquema: lo que pueda favorecer al gobierno, es contrarrestado en redes sociales. Se minimiza una noticia que no es -porque la nota no habló de regresar a la licencia 41, mal interpretada en redes por los anti-sanciones en la guerra que hay entre las dos estrategias de la oposición- y se aumenta el peso de los “duros” al resaltar a Rubio. Esa es la lucha en las tranquilas redes sociales de Venezuela.
Pero la noticia muestra que puede ser la situación de Trump: no sabe cómo abordar el caso venezolano. A lo mejor extiende el plazo para el “windfall” pero la nota de Reuters señaló que, en paralelo, se contemplan aranceles y sanciones luego de los 60 días de prórroga.
Lo que me quedó de la nota es que los EUA no tienen claridad sobre cómo proceder frente al gobierno de Maduro para tener éxito, y no fracasar como cuando Trump I. El ejecutivo norteamericano sabe que afecta de manera negativa a una empresa de los EUA pero no quiere hacer concesiones al gobierno de Maduro. Desenredar esto será complicado. De aquí lo fluido de las relaciones y a lo mejor es lo que se construye en este momento, y mi artículo del lunes pasado no lo captó en toda su magnitud porque fue un análisis formal.
Empero, como se argumentó en el artículo del lunes pasado, parece que Trump quiere probar otra vez la receta de su primera presidencia, pero no sabe cómo. Posiblemente lo anterior abrió la puerta a los grupos internos en su gobierno. Uno que quiere “mano dura” contra el ejecutivo de Maduro -aquí ubican a Rubio- y otro sector que plantea buscar una relación con el mandatario venezolano, que no significa reconocimiento, en donde estaría Grenell. Trump no sabe dónde ubicarse. Tal vez en espíritu esté con Rubio, pero en los hechos del poder sabe que Grenell tiene un punto.
Aquí entra la oposición Machado que quiere que Trump tome medidas contra Maduro y por eso camufla su mensaje con el del gobierno de los EUA, como se leyó en el comunicado del 17 de marzo que María Corina firmó junto a Edmundo González Urrutia, cuyos primeros párrafos son una versión de la justificación del gobierno norteamericano para invocar la “ley de los enemigos extranjeros” de 1798. El comunicado de Machado y EGU parece un “statement” del departamento de Estado de los EUA. Fue hecho con esa intención: hacer visible a esta oposición a los ojos de Trump para decirle “tenemos los mismos intereses, danos la bendición”.
Al ser una columna de análisis mis artículos de los lunes para El Cooperante, me mantengo en lo formal, a pesar que estoy consciente de la fluidez de las relaciones entre Venezuela y los EUA. Lo formal ayuda a explicar escenarios. Hoy examino el impacto de la suspensión de la licencia 41 desde la perspectiva venezolana ¿Qué puede pasar dentro del gobierno?
Un cambio importante en redes sociales es que esta revocatoria generó rechazo en buena parte de la opinión digital. Incluso figuras políticas como Capriles y Rosales rechazaron la suspensión de la licencia 41.
Cuando las primeras sanciones se impusieron en 2017, una reacción así era impensable. Los críticos fueron estigmatizados y no tenían mayor eco. Hoy la crítica a las sanciones tiene más potencia y los promotores de los castigos están a la defensiva, no a la ofensiva como en el pasado. Buscan motivos para justificar la revocatoria ya no desde una posición de fuerza.
Lo anterior es un cambio importante aunque no novedoso porque estudios de opinión ya mostraban el rechazo de la opinión pública a los castigos de los EUA. La diferencia hoy es que voces de la élite expresan su desacuerdo de manera más vocal. Con menos miedo a que los destrocen en redes sociales.
Es un cambio significativo que tendrá influencia en cómo el asunto de las sanciones se debatirá dentro y fuera de Venezuela ¿Cuál será la posición del gobierno de Maduro ante la revocatoria de la licencia 41?
Lo primero que pienso es que el gobierno de Maduro no esperaba esta decisión. Confianza del ejecutivo en sus capacidades, creer en que aceptar migrantes sería suficiente para los EUA, creerse que Trump se acercaba a Maduro, muchas razones pueden dar cuenta de por qué el ejecutivo de Maduro fue sorprendido por el anuncio de Trump el 26 de febrero.
Creo no lo esperaba por las reacciones iniciales. La primera de la VP Delcy, dejó ver sorpresa y molestia al afirmar que la decisión del presidente de los EUA es “lesiva e inexplicable”.
El día 27 de febrero Maduro habló. Manifestó lo que puede ser la lógica que llevó al gobierno a confiarse en que Trump no tomaría una acción así. El presidente (RP, del 28 de julio) aseguró que si los EUA quieren una relación de respeto con Venezuela, el gobierno conversará con el Norte. Si no, “seguiremos nuestro camino”.
Así como la oposición Machado busca la bendición de Trump, el ejecutivo de Maduro busca una plática con los EUA, que le es esquiva. Calculó que con el fin del gobierno de Biden y la llegada de Trump, esa relación sería posible, porque quedó el antecedente de 2018 -cuando Maduro y Trump se verían en la asamblea general de la ONU, que al final no pasó- y de 2020, con el encuentro Jorge Rodríguez-Richard Grenell en México. Guardó silencio con la espera puesta en que una comunicación con los EUA se daría. Ocurrió y Grenell vino a Venezuela pero no hubo acuerdos más allá de los norteamericanos liberados, evidentes más ahora que cuando vino el enviado de Trump.
El gobierno esperaba un compromiso. Maduro propuso una “agenda cero” e indicó que, “Estuvimos conversando, defendiendo y exponiendo(…)creo que fue positiva (la reunión), hay temas donde hemos llegado a unos primeros acuerdos y, cómo se cumplan, abrirán nuevos temas, ojalá para nuevos acuerdos, para el bien de los dos países y de toda nuestra región”.
Hoy no parece que tal “agenda cero” exista y menos “primeros acuerdos” como dice el mandatario venezolano (RP, del 28 de julio).
Es posible que el ejecutivo de Venezuela aplicó un sesgo de confirmación y se engañó. Lo que asumió como señales de acercamiento de los EUA no eran tales, sino señales de tipo instrumental: lograr la libertad de ciudadanos de los EUA, pero nada de “agenda cero” o acercarse al gobierno.
El ejecutivo de Maduro creyó en que los dos países hablarían pero hoy asume que no es así, aunque busca la comunicación con el Norte.
Asumir ese hecho llevó a la segunda línea de argumentos que ensaya el ejecutivo de Maduro.
Esta línea es mostrar que la decisión acerca de la licencia 41 no lo afecta. No le da importancia. El gobierno señala que revocar la licencia 41 tendrá efectos en los EUA y no en Venezuela. Es “un tiro en el pie” señaló el ejecutivo quien quiere mostrar que la remoción no lo afecta en su vida cotidiana. Maduro anunció que “la revolución bolivariana, en el marco de nuestra constitución y la ley, logró buenos acuerdos con la empresa Chevron. Sin embargo, la sancionaron. ‘Tratan de hacer daño a la economía venezolana, pero se están haciendo daño a sí mismos al sancionar a esta empresa norteamericana. Por eso, activé el Plan Independencia Productiva Absoluta, porque nada ni nadie nos va a detener”.
Es decir, Trump sancionó a los EUA y no a Venezuela porque Chevron es una firma norteamericana no criolla.
Agregó el gobierno que si no es Chevron, será PDVSA la que produzca por la firma de los EUA. Por supuesto, el ejecutivo no explica lo difícil de lo anterior con una industria sancionada, que se recupera del manejo corrompido e ineficaz del chavismo, y que no será fácil reemplazar a la empresa del Norte.
Pero lo importante no es esto. La política muchas veces -o casi siempre, según los conocedores- no es lo que es, lo fáctico, sino lo que parece ser. En este caso, que PDVSA tiene la capacidad para sustituir a Chevron ¿Realmente la tendrá? Es el próximo punto del análisis.
Una de las lógicas de los estrategas de las sanciones es que, al imponerlas, el gobierno de Maduro se “radicalizaría hacia el comunismo”. Fue la apuesta de los brillantes estrategas del “quiebre”. Es decir, el ejecutivo profundizaría la irresponsable política de controles que Chávez inició con terribles consecuencias para la población que son responsabilidad exclusiva del chavismo -que es una potente causa para explicar la migración de venezolanos, que el gobierno hoy olvida, su responsabilidad en expulsar a sus ciudadanos- pero sucedió lo contrario: el gobierno optó por una “ortodoxia a lo Maduro”. El pronóstico de la “radicalización” -que fue muy celebrado en tuiter, como los vitoreados análisis acerca de la “pelea de Nicolás con Diosdado”, el “escenario Malvinas”, o “te cambio a Venezuela por Ucrania”, brillantes análisis incluso reseñados por la prensa internacional “seria”- no se dio. Pienso que ahora será igual. Con más razón.
En una intervención el 10 de marzo, la VP Delcy expresó que “bienvenida la inversión extranjera”. La condición que el gobierno pone es más ideológica: que las inversiones no busquen tutelar al chavismo o a los valores nacionales, “que no sean injerencistas”, puede decir el ejecutivo. En una actividad en el ministerio del petróleo el 12 de marzo, el presidente Maduro (RP, por el 28 de julio), manifestó que “Venezuela está abierta a todas las inversiones internacionales en petróleo, gas, petroquímica y refinación, tenemos las puertas abiertas de par en par para que venga el mundo entero a producir”. Esta será la política del gobierno: apertura en sus términos.
De las primeras sanciones y la crisis económica que arrancó en 2014, el gobierno aprendió que la intervención en la economía que tuvo entre 2014-2019 casi lo tumba del poder. Aceptó reglas del mercado y pasó al otro extremo: la ortodoxia económica que se observa en la negativa a ajustar salarios porque producirán inflación. Un gobierno socialista que está preocupado por lo mismo que un gobierno del “consenso de Washington”: el nivel de los precios.
El ejecutivo liberalizará, sí, la pregunta es cómo, en cuáles áreas, y en qué extensión. Hoy siente que la economía está bien por lo que mi pronóstico es que no liberalizará como en 2019, sino simplemente no pondrá obstáculos a quienes quieran invertir en Venezuela. Será algo como una “liberalización pasiva” más que una activa, en el sentido de tomar medidas para ampliar la tímida apertura de 2019. El ejecutivo está cómodo y satisfecho con el statu quo actual. Y aunque se indigne y lo niegue, cierta oposición también. Ambos llevan sus grandes y relajadas vidas.
Con base en el análisis del lunes pasado -la hipótesis dos, una acción para que el gobierno de Venezuela acepte conversar cambios políticos con los EUA- ¿La suspensión de la licencia 41 llevará a Maduro a negociar en los términos que los EUA quiere?
En las actuales condiciones no lo hará. El chavismo no negocia si percibe que es “carajeado”. Aguantará lo que pueda. Hoy no lo hará porque considera que es presionado. Lo anterior no significa que no quiera negociar, porque no confronta con los EUA. Hasta con Bukele, Maduro ha sido amable (aunque el tono cambió en la despedida del Buque Escuela el 22 de marzo). Como todos en Venezuela -gobierno y oposición- son valientes, pero saben con quién meterse.
El gobierno quiere hablar pero en condiciones de igualdad, no presionado o apurado, pero busca la negociación como reconoció Maduro en una actividad del 7 de marzo. En esa actividad, resintió que la comunicación se haya cortado. Pero no por eso, accederá a las exigencias del Norte de buenas a primeras. Puede hacerlo si siente que hay igualdad y reciprocidad en la negociación, que fue el caso con la visita de Grenell en la que el gobierno aceptó liberar a norteamericanos detenidos a cambio de la “agenda 0”.
Nuestro pronóstico es que el gobierno resistirá el cambio de la licencia 41 y eventuales medidas hacia los contratos para operar otorgados a firmas como ENI o Repsol. Al mismo tiempo, buscará que la comunicación con los EUA vuelva. Es lo fluido que se ve ahora. De un Maduro que el 7 de marzo señaló que los vuelos se paralizaron a un Maduro que el 19 de marzo, dijo lo contrario. Expresó que, “Ordené incrementar todas las acciones diplomáticas para traernos a todos los venezolanos y venezolanas de los Estados Unidos. (…) Vamos a regresar todos los migrantes” (sin entrar en la distinción entre deportación y retorno de migrantes, que son cosas distintas).
Igual tono posee Diosdado Cabello. En el recibimiento de los venezolanos que regresaron a su país vía México el 20 de marzo, el ministro del interior afirmó que si “los EUA quieren, nosotros queremos”, al referirse a una conversación entre los dos gobiernos. De manera que ambos se buscan, más Venezuela a los EUA, pero el Norte tampoco descarta conversar con Maduro.
Esta conversación se construye. Veamos el “case study” de los migrantes criollos. El 13 de marzo, Grenell anunció que se retomarían los vuelos de venezolanos. El 18 de marzo, Jorge Rodríguez comunicó que “se ha llegado a un acuerdo con el enviado especial Richard Grenell para repatriar hermanos que se encuentran en los Estados Unidos”.
Hay un acuerdo pero simplemente para regresar a venezolanos que el gobierno de los EUA considera ilegales en su país. No hay más nada. El ejecutivo de Maduro trató de buscar la “agenda cero” con el gobierno de Trump pero no se dio. Tal vez las “excusas y retrasos” en los vuelos de los que los EUA hablan, fue para buscar esa comunicación, pero no le salió bien al ejecutivo venezolano.
Grenell avisó que los viajes comenzarían el 14 de marzo. Pero no fue sino hasta el 20 de marzo que vino un avión de México, pero EUA señaló en un tuit del 20 de marzo que no sucedió. El 22 de marzo, Jorge Rodríguez comunicó que a partir del 23 de marzo, se “reanudan los vuelos de repatriación”. En este dime y diretes se construye la relación. Es lo que parece. No será indefinido en el tiempo pero cada país -para usar los términos de Trump- “juega sus cartas” que cada uno tiene cartas.
El gobierno de los EUA interpretó los retrasos en los vuelos como una acción hostil que lo llevó, entre otros motivos, a la invocación de la ley contra “los enemigos extranjeros” en la que acusó a Maduro y a su gobierno de usar al “tren de Aragua” para invadir a los EUA. Agregó la invocación que Maduro forma parte del “cartel de los soles”. Es, pues, el relato del “hub del crimen” que es el relato que empuja la oposición de María Corina para cortejar a Trump.
Como los EUA no pudieron enviar a los “pandilleros” a Venezuela porque el gobierno se “hizo el sueco”, habló con El Salvador, le ofreció pagar por tener a los venezolanos allí, y el 15 de marzo llegaron a El Salvador.
Estas deportaciones trajeron una fuerte reacción en los EUA. No tanto porque los deportados son venezolanos sino porque buena parte de la opinión jurídica del Norte interpretó esa invocación como fuera de la ley y extemporánea. El caso ahora es un contencioso entre el poder judicial -un juez ordenó que los aviones a El Salvador regresaran- y el poder ejecutivo mantiene su posición de llevar a El Salvador a los venezolanos que considera son del “tren de Aragua”. El choque llegó al jefe de la Corte Suprema de Justicia el que rechazo el “impeachment” que Trump propuso contra el juez que ordenó el regreso de los aviones que fueron al país de Centroamérica. El 21 de marzo Trump insistió en su medida que procede, “es lo que la ley dice”, aseveró.
Al debilitarse El Salvador para nuevos viajes -Rubio, muy cuestionable esta declaración, dejó abierta la posibilidad que venezolanos que no “tengan que ver con el tren de Aragua, sean deportados de El Salvador a Venezuela”- hay que obligar al gobierno de Venezuela a recibir a sus nacionales. De aquí el mensaje del secretario de Estado con el anuncio de posibles nuevas sanciones si el ejecutivo de Maduro “se hace el loco” con los vuelos de los venezolanos que están en los EUA.
La situación está en un punto muerto pero de definiciones. EUA no quiere nada con Maduro. Solo que reciba a los migrantes venezolanos, con vuelos constantes. Por lo afirmado por Marco Rubio, la “agenda cero” que planteó el gobierno no es aceptada o no es un tema que interese al Norte.
El gobierno venezolano está en la disyuntiva de reanudar los vuelos pero a la velocidad que los EUA quiere, no la de Venezuela, o arriesgarse a nuevas medidas por parte del ejecutivo de Trump, que son impredecibles. Por su declaración del 22 de marzo parece que el gobierno aceptó la posición de los EUA. Pero el ejecutivo es hábil en la labia, en marear y ganar tiempo. Es lo que los EUA nota y advierten. Ahora, si ocurre, hay que ver si el Norte toma una acción definitiva que es lo que creo Trump no sabe, aunque pondera una.
La reacción del ejecutivo a la suspensión de la licencia 41 es no confrontar a los EUA pero tampoco lo va a complacer en las primeras de cambio. Toma su tiempo. Juega con la carta que tiene -está sólido en el poder dentro de Venezuela, aunque no se quiera reconocer dentro del país- y busca la comunicación con el gobierno de Trump que pondera qué hacer por una sencilla razón: fracasó en su primer gobierno y no quiere fracasar nuevamente. Algo como, “el picao de culebra salta cuando ve bejuco”. El Norte quiere viajes de migrantes. El ejecutivo de Maduro quiere una “agenda cero”. Trump pondera cuál opción tomar. De aquí la lucha en redes sociales en el público de la oposición. Cuando la posibilidad de una comunicación Venezuela-EUA aparece, los “influencers” de cierta oposición emergen para cuestionar esa posibilidad por temor a que “normalice al régimen”.
Mi pronóstico es que los dos países van a construir una agenda. No sé si será la “agenda cero” venezolana -no creo- pero será otra con puntos más allá de los migrantes criollos en los EUA. Los dos gobiernos van a establecer una relación. Pugnaz, pero relación al fin y al cabo. Creo que el fracaso de Trump I para tumbar a Maduro va a pesar para que el presidente de los EUA acepte una comunicación con el ejecutivo venezolano. Este no quiere más sanciones. En esas dos necesidades se construirá el marco de relaciones entre los dos países.
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