La Lupa
Informe: Machado, González Urrutia y la eficacia de la ayuda internacional
Brasil y Colombia hicieron propuestas para abordar el conflicto político derivado de no conocerse en detalle los resultados del 28 de julio. Tanto el gobierno como la oposición no han mostrado interés en los planteamientos, por decir lo menos. Es que hay una realidad de fondo que define los límites a las propuestas internacionales. El conflicto venezolano se ha construido en el tiempo como uno en donde las partes buscan anularse. Si hay “equivalencia o equiparación” es otro asunto. Si la oposición hoy ofrece la constitución como marco para las relaciones políticas, muy bien, pero el problema es que su pasado le pesa. Mi artículo no es para evaluar ese pasado, es para ver cómo la propuesta de la carta magna como eje de las relaciones políticas, es viable. Una idea es que la oposición mantenga en el tiempo un lenguaje y actuación políticas. Insistir en esa forma puede coadyuvar -aunque ya parece tarde- a construir un respeto frente al chavismo, que le permita abordar el tema de la transición/alternancia que hoy no es posible, salvo que la plataforma pueda imponerse al chavismo ¿Cómo construir el cambio desde un sistema autoritario? es la pregunta
Caracas/Foto: AP. Brasil y Colombia plantearon propuestas para abordar el conflicto político venezolano que, en este caso y salvo mejor información por parte del CNE exhortado por el TSJ en sentencia del 22-8-24, es causado por el desconocimiento del gobierno al voto popular emitido el 28 de julio.
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Como las naciones jugaron la carta de la máxima presión entre 2017-2021 sin resultados -el gobierno se mantiene- hoy tienen una aproximación más política e inteligente -que es la que debió ser hace 7 años- y formulan lo lógico: la presentación por parte del CNE de los resultados de julio desagregados y verificables, que es el exhorto de la sentencia del TSJ al CNE aunque habla de resultados con base en el artículo 155 de la “Lopre”, resultados que deberían publicarse a más tardar la semana que viene.
Dos naciones que jugaron la carta de la máxima presión en el pasado fueron Colombia con Duque y Brasil con Bolsonaro. Hoy las dos son gobernadas por Gustavo Petro y Lula, con una mejor aproximación al conflicto venezolano. Ambos han sido vocales para buscar lo imposible en Venezuela desde por lo menos 2001: que dos grupos que se quieren destruir puedan convivir bajo el marco de la constitución de 1999, independientemente si están en el gobierno o en la oposición. Alcanzar esta meta hoy es imposible.
Lo anterior no significa que las propuestas de Brasil y Colombia no tengan méritos. Como expresó Celso Amorin en una reciente entrevista, en una negociación o en una crisis política, se piensa fuera de la caja. Se plantean alternativas, y hay un proceso para decantarlas hasta llegar a propuestas aceptables para los grupos que conversan.
De manera que las ideas de una nueva elección –“una segunda vuelta”, digamos, a la venezolana- o un cogobierno entre el chavismo y la oposición, no se deben desestimar de entrada. En lo personal, ninguna de las dos son de mi preferencia para este momento. La del “power sharing” no la favorezco para cualquier momento porque diluye la responsabilidad política, más allá de las complejidades para llevarla a la práctica. Hay que recordar que Venezuela tiene un sistema presidencialista. Por ejemplo ¿cuál será el criterio para distribuir los ministerios? ¿Las elecciones, encuestas, el poder político de cada grupo? ¿Cómo se mide el poder político? ¿Hay ministerios a no repartir, por ejemplo; exteriores, interiores, finanzas? ¿Defensa se deja como un coto exclusivamente militar? ¿El presidente en ejercicio se mantiene o se busca un “notable” como en Bangladesh para que la ejerza durante “la transición”?
El problema no son las propuestas. Por eso el título de este artículo, “Los límites de las propuestas internacionales”. El límite está en Venezuela, no en Colombia o Brasil.
El problema es el de siempre: dos grupos que se quieren destruir o domesticar. Si esos intentos son “asimétricos” en cuanto al poder que cada uno tiene, es otra discusión.
Domesticar o destruir ha sido la política en Venezuela desde, digamos, las famosas 49 leyes de la habilitante de 2001. Tenemos más de dos décadas con un conflicto existencial que a ratos parece que no es. Con Chávez no lució así porque estaba Cadivi que fue el gran factor de estabilidad política y menos la “conexión emocional” que fue la gran teoría del análisis respetado de Venezuela en ese momento, pero no se olvida que hasta que el comandante no definió su “pacto de los dólares” -la regla de economía política que establece si un gobierno se mantiene o es derrocado, es más importante que el apoyo de las FAN- Venezuela estuvo en conflicto desde 2001 hasta 2005.
Con Maduro, es la paz autoritaria, que todos disfrutan, aunque se indignen, y su “pacto de los dólares” es que la sociedad traiga sus divisas y el Estado permite que el dólar circule y los particulares produzcan.
Al margen del “pacto de los dólares”, en alguna coyuntura política el clima amigo-enemigo que está latente, se hace manifiesto otra vez. Ahora lo que catalizó el conflicto son las presidenciales de 2024.
Mientras este problema de fondo no se aborde ninguna propuesta internacional va a tener éxito. Ninguna.
Aquí viene lo complejo porque el gobierno dio un paso que anula su legitimidad para reclamar la convivencia, que no sea la de una paz autoritaria que puede evolucionar a una paz dictatorial como ya se nota desde la AN con las propuestas de leyes que anuncia discutirá. Algunas ya en agenda como la propuesta de “ley antifascista”.
Afortunadamente superé la etapa de hablar de “dictadura”, “del opresor y del oprimido”, de golpear mesas. No me acompleja el chantaje en tuiter con la famosa “equiparación o equivalencia”. Chantaje, por cierto, que aplicaron a unas declaraciones del rector de la UCAB, Arturo Peraza y que, como se hace en tuiter, se busca cualquier grieta o una palabra para destrozar a una persona ya marcada, como es el caso del jesuita. Quedó marcado para cierta oposición cuando recibió en la UCAB a Nicolás Maduro Guerra. Como se dice en las series, “cualquier cosa que diga, será usada en su contra” como ya lo experimenta en carne propia, de la manera más vil, por cierto, como es el comportamiento del batallón destroza personas y reputaciones que cierta oposición tiene en tuiter, venido a menos.
No me voy a dejar presionar por el juicio de tuiter. Cuando haya que hacer la “equivalencia moral o política” entre el gobierno y la oposición la haré. Cuando haya que señalar al “opresor y al oprimido” al mismo nivel, lo haré, así se moleste medio tuiter o tuiter y medio. Lo lamento por la famosa cita de Desmond Tutu. Pero no estamos en Suráfrica ni quienes la defienden están en un movimiento como el de Mandela, sino desde tuiter, tranquilos.
Cuando no corresponda hacerlo, no lo haré. No hablamos de grupos políticos que son inocentes y la “razón de Estado” en uno y la “lucha por la libertad” en otro, no los excusan, aunque la responsabilidad mayor cae en el chavismo sencillamente porque es el gobierno del Estado y la asimetría frente a la oposición es inmensa. Pero ésta no es inocente: su pasado le pesa para lograr la transición o llegar al poder. Algún día se tendrá que hablar sobre ese tópico, incomode o no.
El punto es que antes de cualquier propuesta nacional o internacional está algo como las condiciones para hacer viable cualquier iniciativa. Como la epi-propuesta o el continente o el contexto para el texto. Es lo que hoy no existe y es lo que hay que construir primero. El límite de las propuestas internacionales es que este contexto no existe en Venezuela.
El principal responsable hoy que ese contexto no exista es el gobierno. Lo es salvo mejor presentación de resultados del CNE. Rompió el límite de su propia legitimidad. Me explico. En distintos artículos para El Cooperante escribí que si no soy el único, soy de los pocos opositores que le doy crédito a Maduro porque la oposición quiso derrocarlo. El ejecutivo tuvo esa legitimidad hasta 2021, cuando ya era evidente que el interinato no produciría el famoso “quiebre de la coalición dominante”, que todavía es el “paradigma” de la oposición. Para ese año, la ciudadanía -principalmente el mundo chavista- reclamó gestión porque la estabilidad política estaba asegurada con la derrota del interinato.
Pero desde 2021 el ejecutivo perdió esa legitimidad. Ya no tenía amenazas visibles. En mi opinión su gestión es mediocre y los electores lo reclamaron con su voto en julio de 2024.
Aquí entra un cambio importante para que el gobierno perdiera esa legitimidad que tuvo. La plataforma unitaria jugó con las reglas del sistema autoritario. Superó los obstáculos -principalmente las inhabilitaciones de partidos y figuras políticas como María Corina Machado- presentó un candidato unitario y, salvo mejor información por parte del CNE, ganó el 28 de julio.
Cuando tuiteros afirman que la “oposición ha hecho todo para negociar” y la responsabilidad que no haya resultados es del ejecutivo, es cierto. Pero es ahora, no antes. Cuidado con las “ofertas engañosas”.
Ahora es cierto porque el gobierno rompió su legitimidad al no reconocer los resultados de las presidenciales, salvo mejor información por parte del CNE.
Pero es ahora, no antes. Aquí aparece otro problema del que nadie en la oposición quiere hablar. Hacerlo es antipático y te pone como “sospechoso”. Corro el riesgo. Pero su pasado le pesa. Por mencionar algunos hechos como La Carlota en abril de 2019, la tesis de la “máxima presión” y si “el chavismo quiere tener futuro político debe salir de Maduro” -en la lógica de los incentivos para la fractura- la “operación Gedeón” y el vergonzoso contrato con Silvercorp, los llamados a “intervenciones humanitarias” y a la abstención, eso le pesa hoy a la oposición para reclamar su derecho a una transición/alternancia frente al gobierno. No es que no deba exigirlo, es que su pasado le pesa así hoy se niegue o se diga que no fue así.
En tuiter hay una insistencia para tratar de disuadir que se recuerde lo anterior con excesivas explicaciones que la “oposición ha hecho todo para negociar con el chavismo” o el trillado “poner en el mismo lugar al opresor y al oprimido”, que ya no solo son ineficaces, sino que evitan el punto de fondo a discutir.
El problema ya no es quién es responsable –hoy lo es el ejecutivo, pero la oposición no es inocente en su pasado- sino que llegamos al “ground 0” que es ¿cómo se reconstruye la posibilidad para que el ejecutivo y la oposición conversen sobre el cambio de gobierno, presente o futuro? Esto es lo esencial, no calichosas explicaciones en tuiter al modo de “control de daños” o hilos plañideros.
Con lo anterior entro al punto final y central del argumento del artículo: reconstruir esa posibilidad para por ganar o tener respeto. En este caso, del gobierno hacia la oposición que es difícil hoy por no decir imposible. En su ruta autoritaria, el chavismo construyó su “casus belli”: algo que llama “fascismo” y quiere meter a la oposición en ese saco. Es difícil este respeto. Un ejemplo. Es complicado respetar al gobierno cuando destroza a figuras de la oposición como EGU.
Por respeto entiendo que un grupo político determinado perciba a su adversario/enemigo como merecedor de ser adversario/enemigo político. Lo reconoce, sea por la famosa respuesta de Maquiavelo ser temido o ser querido.
Sin embargo, antes de las elecciones, en artículos para El Cooperante, planteé que la oposición tenía que construir su respeto ante el gobierno para avanzar en la transición/alternancia.
La manera para construir respeto era hacer política dentro del sistema autoritario, ganar con esas reglas, y dejar la política de ruptura o insurreccional salvo que la oposición quisiera asumir de manera abierta una lucha armada la que, en un contexto autoritario que cierra las posibilidades para una alternancia, es una posibilidad. No la recomiendo, pero desde la politología es una opción para considerar. En todo caso no la asumió a la luz de las declaraciones y memorias de Esper y del general Milley.
Hagamos abstracción de lo anterior. Nos quedamos con que la oposición debe construir su respeto. Se preguntará ¿ganar el respeto de un gobierno autoritario? Sí, porque está en el poder. No es fácil digerirlo frente a un ejecutivo incompetente, gris, corrompido y que abusa del poder. Pero manda. Es el punto. No tiene respeto hacia la oposición (tampoco se respeta a sí mismo, lo que llamo el “autoritarismo peorro”). Si soy “abogado del diablo”, la verdad es que es difícil tenerlo a una oposición que pidió intervención de afuera hacia su propio país aunque hoy es “elogio a lo nuestro”. Ni siquiera planteó que la haría por sí misma –que sería más heroico- sino que quiso tercerizarla a contratistas de defensa tipo Silvercorp o a países, principalmente, los Estados Unidos. Ese es el hecho. No la respeta. Y para una transición, los contendores tienen que respetarse.
¿Cómo se construye hoy ese respeto cuando el gobierno rompió los límites de la poca institucionalidad que había, salvo mejor información del 28 de julio por parte del CNE?
No tengo la solución. La línea de mis artículos luego del 28 de julio es identificar palancas para dinamizar la pugnacidad gobierno-oposición, para recuperar o construir nuevos contenciosos como fue Barbados o las elecciones de julio (aunque la última no lo parezca hoy). En sencillo, ideas para actuar en el día a día dentro de un sistema autoritario para ver si es posible lograr espacios para la pugnacidad entre el gobierno y la oposición. Si se logran, se van a reconocer de un modo u otro, que es lo que hay que lograr si se quiere una “transición ordenada y en paz”.
No tengo respuestas en lo macro. Leí en Reuters que EUA considera sancionar a 60 personas. Reitero mi rechazo a las sanciones -así sean para personas- pero es algo que no puedo controlar o incidir. Será una decisión del Norte y se verá cómo influyen en esta etapa del conflicto político.
Pero puedo incidir en lo que se hace en mi país. Una manera para construir el respeto es hacer política dentro de las reglas del sistema autoritario y tener un lenguaje político que te califique como tal.
Hoy es insistir en unos contenidos o maneras porque el grupo que domina dentro de la oposición -el sector de María Corina- no genera confianza al ejecutivo por su pasado. A mí tampoco me produce confianza.
No es solo decir que cambió o “todos cometemos errores”, sino que pasará un tiempo antes que ese cambio tenga eficacia política porque deberá pasar la prueba de la consistencia. Es decir, Machado ahora se forma como política porque no lo fue y no lo es. Es vocera, líder, imagen de un sector de la oposición, eso sí, pero ahora se hace como líder político.
Tengo derecho a desconfiar de ese sector. Viví como manda (que no liderar). Lo hace al imponer matrices de opinión y el “orden político” lo logra con una “espiral del silencio” a través del batallón de destroza personas y reputaciones en tuiter.
Para lograr su dominio dentro de la oposición, no solo reforzó mentiras -por ejemplo, que “Capriles se dejó robar la elección de 2013”- sino que promovió dos infamias que calaron en tuiter (¡para variar!).
La primera, la tesis de la “candidatura favorita del gobierno”. Esto se usó para descalificar a Rosales y a cualquiera que no fuera María Corina ¡La justicia poética de leer tuits plañideros de promotores de esta idea, ahora dicen que “pensaban que Enrique Márquez era otra cosa pero no es”! Con su cachaza, como es ese grupo. Se erigió como uno de moral superior y por eso sus graves errores -desde 2013- tienen que ser excusados.
La segunda infamia fue que “quien no hable fuerte o como ese grupo es porque quiere portarse bien y salvarse de la represión de la dictadura”. De nuevo, la justicia poética aparece. Leer a promotores del “hablar fuerte” ahora en un “elogio a la prudencia”. De Gene Sharp seguro nos recomendarán a Baltasar Gracián, igualmente con la cachaza que caracteriza a ese sector que manda en la oposición.
La realidad es que el zarpazo del chavismo los agarró fuera de base aunque dijeron que eran las personas para ese trabajo. No planteo cambios ni nada. Ni reclamos. Creo que es más honesto decir que para una acción de ese tipo por parte del ejecutivo, no hay una respuesta posible, en vez de enjundiosos hilos para explicar lo que no funcionó y no funciona desde 2013. Pero el aprendizaje de ese sector de la oposición -algunos descubren lo que es tener responsabilidades políticas- todos lo tendremos que asumir y sudar. Son los privilegios de los que mandan. Experimentar con las personas.
Eso no se borra con una bonita entrevista en El País de España. Machado tiene que construirse como política. En la medida en que insista actuar y hablar como política, su credibilidad y respeto serán mayores. Pero los resultados serán inciertos. El chavismo ya se siente seguro en el poder. De manera que la oposición asume un albur político y sin la Fortuna de su lado. La Virtú es lo que tiene que construir. La Virtú llamará a la Fortuna.
El lenguaje político es clave en lo anterior. El 21 de agosto, Machado, Edmundo González Urrutia (EGU) y la plataforma unitaria, suscribieron un buen comunicado. Con nivel político tanto en la forma como en el fondo ¡Hasta el pensamiento de El Libertador, está apropiado, sobre “las buenas costumbres y no la fuerza”! Ojalá lo hubieran leído y aplicado antes dentro de la propia oposición. Su suerte sería mejor a la que tiene hoy.
En la forma, el documento lo suscribió la plataforma unitaria instancia que el grupo Machado trató como el “pariente pobre” al menos hasta ese comunicado. “Qué lindos los militantes de los partidos” pero “distancia y categoría”. Que la plataforma aparezca en el documento, es una buena señal. Creo que es el segundo en donde los 3 aparecen.
Sobre este tema trabajaré en mi próximo texto para El Cooperante que abordará la instancia política para la oposición y tocará un documento que parece olvidado. Un acuerdo firmado por María Corina, EGU, y la plataforma llamado –o así se llamó en redes- “el espíritu del 28 de julio”. Pese a las loas en redes, me pareció un mal documento, más en el fondo que en la forma. Pero ya será tema del próximo artículo.
El fondo del comunicado del 21 de agosto es otro asunto. En este momento tan importante que la oposición vive, juzgar estrategias cae mal. Es indelicado. No me voy a meter en ese análisis. No obstante, de haber sido EGU, voy al TSJ para encarar al sistema autoritario cuando fue convocado para el 2-8-24. Ese estilo de “Vargas frente a Carujo” o “Gallegos frente al alto mando militar” que encanta en la plataforma será para la historia, pero vivo en un sistema autoritario y no en un futuro libro para la historia. Asisto al tribunal y lo encaro. Y me siento al lado de Maduro. Es la “travesía en el desierto” en un sistema autoritario, sin garantías de éxito, pero hay que hacerlo.
Al margen de este tema de fondo sobre si se debió asistir o no al TSJ, el lenguaje del comunicado me parece adecuado para este momento simplemente porque es uno político, porque busca una pugnacidad dentro de unas instituciones que todas operan a favor del gobierno, pero nominalmente están allí. Esa es la pugnacidad que buscaría en este momento.
Mantenerse activa, con un mensaje, con ese lenguaje e insistir en el mismo hasta que el conflicto se pueda tratar, si es posible a estas alturas. Me mantendría, entonces, en un tono como el del comunicado con fecha 21 de agosto, aunque hay un fondo más delicado para la oposición ¿Se mantiene o no dentro de las reglas del sistema autoritario, más ahora luego de la decisión del TSJ y de la presión del ejecutivo para poner a la oposición en ese dilema?
Por lo dicho por Jorge Rodríguez en la sesión de la AN del 22 de agosto, el costo será muy alto y muy humillante, pero son las preguntas para la política ¿Se sigue en el espacio que ofrece el sistema autoritario o se renuncia por otro? que puede ser esperar al 10 de enero, aguardar al famoso De Klerk del chavismo, o considerar una resistencia de verdad, clandestina o civil, o la lucha armada o algo afín. No hay una respuesta ahora porque ninguna opción tiene garantía de éxito. Mi preferencia personal es mantenerme dentro de las reglas del sistema autoritario aún si es elevado el costo reputacional hasta que la oposición pueda definir una estrategia de conjunto, y se actúe con base en esa estrategia aprobada. Por los momentos, mantenerse activa, aunque sea en lo mínimo.
Hoy la resistencia la veo más como una pedagogía política para llenar el vacío que la oposición deja, guste o no decirlo. Ese vacío no lo llena tuiter. Las redes son medio, vehículo, pero no son mensaje para este caso. Un autoritarismo te lleva a la política real no a la virtual. Te obliga. Eso es lo que ahora sucede en Venezuela. Entonces, se necesita un contenido. No es simplemente ir a una marcha para ver qué dice María Corina o EGU. Encarar a un sistema autoritario demanda contenidos si la resistencia es civil o es una lucha civil. Por eso la pedagogía, por el eso el lenguaje y el contenido. Tiene que vencer al discurso oficial que la oposición quiere acabar con el chavismo. Este discurso será reforzado porque el “nosotros-ellos” es fundamental para mantener una estructura de poder. No es una pedagogía boba sino una con contenido que ahora debe salir del marco de hablar de la democracia liberal como único o proyecto alternativo a la democracia autoritaria en la que el ejecutivo avanza.
En las primeras de cambio es contenidos + pedagogía + insistir en un estilo para construir el respeto frente al gobierno, si es posible. Ya cruzó su Rubicón y no hay marcha atrás, pero no por eso, la oposición puede dejar de plantear el respeto frente al ejecutivo. Al menos en este momento. Después verá si con su paradigma sobre transiciones podrá alcanzar una. No sé si será posible. Creo que ese paradigma está agotado desde hace años. Lo que sí sé es que sin respeto entre los adversarios que antagonizan no habrá cambio, salvo que uno de los dos se imponga.
A lo mejor aquí la UCV puede ayudar a la luz de lo dicho por el rector en el sentido que la universidad puede ser un espacio para el acercamiento de las partes. No para un nuevo diálogo o situaciones de ese tipo, que ya están agotadas y, además, el espacio es México-Barbados salvo que las partes oficialicen su fin.
Más bien, sería reflexionar sobre cómo ser construye ese respeto. También la ONU -a partir de lo avisado por el vocero de Guterres- pudiera apoyar en esta dirección. De nuevo, no en buscar un diálogo gobierno-oposición porque no es el momento, pero sí para examinar cómo se le entra a un conflicto intratable como es el venezolano.
Quizás es una reflexión más para la oposición porque no está en el poder. A lo mejor al mundo oficial le interesa, pero el cliente principal es la oposición porque vive un sistema autoritario que avanza a otra etapa, de más control como se anuncia y hace desde el parlamento. No creo que este momento sea un 1957 sino un 1952 que pinta de mayor duración. Por eso la pedagogía, el cómo se le entra a un conflicto intratable, y cómo se construye ese respeto.
Allí la UCV y la ONU pueden apoyar desde sus capacidades, más la ONU que le ha tocado vivir conflictos intratables, que no siempre se pueden solucionar, pero pensar en el conflicto venezolano para abordarlo. Hoy el gobierno dice, “o entras por el aro o estás fuera” ¿Cómo se asume esto? que no sean las boutades cómodas de tuiter. Por los momentos, mi propuesta es contenidos + pedagogía + insistir a través de medios de comunicación, que perfectamente pueden ser las redes sociales junto a medios de la “vieja escuela” en política.
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