La Lupa
Informe: Presupuesto nacional de 2023 es nueve veces más pequeño que el de 2010
El día 16-12-22 la AN aprobó el presupuesto de la nación para este año. Al momento de ser aprobado, el presupuesto fue casi 11 mil millones de dólares. Hoy es poco más de 8 mil millones. Es evidente la caída en los ingresos del Estado si se compara con otros años. Si se descuenta para explicar esta baja de recursos la incompetencia, sustituir la gestión y cuadros profesionales por ideología y activistas habla golpiao, y la corrupción que caracterizan a los gobiernos chavistas desde 1999, junto a la irresponsable solicitud de sanciones por cierta oposición, lo que dibuja el presupuesto de 2023 es un país muy modesto. Nueve veces más pequeño que el país que retrató el presupuesto de 2010 durante Chávez. De la Venezuela de un PIB de casi 400 mil millones de dólares al año a una de 60 mil millones (sin descontar la inflación). Esta “Venezuela liliputiense” se observa en la disminución de los aportes a las regiones por concepto de situado constitucional. El de 2023 es un presupuesto para mantener una inercia, no para cambiarla. Venezuela atrapada en lo pequeño. Como que le da miedo aspirar a más
Caracas. Aunque mis artículos para El Cooperante son sobre temas políticos, 2023 será otro año en donde la economía estará en el centro del debate. Ya lo está con las protestas de trabajadores y gremios por mejores salarios. Por este motivo no puedo dejar de comentar el presupuesto nacional para 2023 aprobado por la AN el día 16-12-22. Un presupuesto es una decisión política que define recursos para aplicar y desarrollar políticas públicas. Es decir, al ver en un presupuesto cómo y en dónde se asignan los recursos escasos, se infiere la voluntad política de un gobierno determinado.
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Además, otra razón para abordarlo es que una de mis hipótesis para el gobierno -desarrolladas en los artículos de 2022 para El Cooperante- es que, al lograr la estabilidad política y no enfrentar amenazas para ser derrocado -aunque el ejecutivo se comporta como si las amenazas no hubieran cesado- el gobierno buscará tener una gestión. El presupuesto es una manera para evaluar cómo será esa gestión que persigue.
Examiné el presupuesto de 2023 que subió el diario Tal Cual en nota de Víctor Amaya con fecha 11-12-22. Para tener una idea de lo que significa el presupuesto de este año, lo comparé con el presupuesto de 2010 durante el gobierno de Chávez, para tener una noción de las magnitudes y de los cambios en el país y en el presupuesto de 2023.
Lo primero que resalta es de tipo cualitativo: la calidad de la presentación entre 2010 y 2023 es distinta. El de 2010 fue un presupuesto bien presentado, con su índice, cifras expresadas en valores absolutos y relativos para varios años, que hace más fácil el análisis. El de 2023 no. Salvo que lo subido por Tal Cual esté incompleto, el presupuesto para este año es una colección de cifras en valores absolutos, sin comparar años con valores de presupuestos anteriores. Es un “presupuesto en bruto”. El de 2010, es un “presupuesto procesado”, mucho mejor para el análisis.
Si el gobierno del presidente Maduro quiere tener una gestión debe comenzar por presentar bien un presupuesto. Puede utilizar el de 2010 como modelo, que es uno de la época de Chávez, y no será “sospechoso”.
Mi análisis es general del presupuesto, con el sentido de lo que políticamente puede significar. No es un análisis económico o contable, sino de economía política en todo caso.
El monto del presupuesto en dólares -al TC del BCV de 15,76 de fecha 19-12-22, cuando fue aprobado- con el endeudamiento previsto, totalizó casi 11 mil millones de dólares. Un primer detalle es que el presupuesto de 2023 fue aprobado en el marco de la agresiva devaluación de la moneda que vivimos en diciembre, por lo que en dólares es menos entre el momento de ser presentado -el 14-10-22- y el momento de ser aprobado, el día 16-12-22. Dos meses pasaron. En 60 días, el presupuesto en dólares bajó a la mitad: de cerca de 21 mil millones a 11 mil millones. Hoy sería casi 8 mil millones de dólares.
Si se compara con el de 2010, la Venezuela que sale del presupuesto es una muy modesta. Cinco veces más pequeña. En 2010, el monto del presupuesto en dólares -al TC de 2,5 bolívares por dólar- sumó 52 mil millones de dólares (32 mil millones de dólares del presupuesto + 14 mil millones de dólares por endeudamiento).
El de 2023 revela la magnitud de la crisis. Veamos los salarios de los parlamentarios como ejemplo. Para 2010, se calculó que un diputado ganaría 1.800$ al mes. Para 2023, el cálculo es de 33$ al mes.
Por supuesto, vienen las dudas. Es evidente que ningún diputado vive con esa cantidad, por lo que deben tener ingresos extras, o de su bolsillo o del Estado por otras vías que pueden estar presupuestadas con otros conceptos o que exista un “presupuesto secreto”.
Un detalle importante es el número de empleados públicos en el presupuesto de 2023. Para 2010, la administración central y descentralizada sumó poco más de 1.350.000 empleados. Para 2023, la cifra es gigantesca: poco más de 5.510.000 empleados. El grueso viene del ministerio de la defensa que reportó tener casi 4.410.000 personas. Seguramente incluyó a la milicia -la real y la abultada, salvo que esa cifra sea para esconder otros gastos no necesariamente del ministerio de la defensa- pero supongamos que el personal militar real son 235.000 efectivos -es lo que señala las FAN en su web- lo que daría un total de 1,3 millones de empleados públicos para 2023, lo que sugiere que no hay mayores variaciones en la cantidad de empleados entre 2010 y 2023 (esto no incluye a los jubilados).
Posiblemente lo que hay son cambios dentro de las organizaciones públicas pero con un número global de empleados relativamente estable. Por ejemplo, entre 2016 y 2023 los médicos del sector público bajaron en 14 mil de acuerdo al presupuesto de 2023, lo que hace creíble la tesis de la “fuga de médicos” por la crisis del país, sea a otras naciones o que migraron al sector privado de la salud para tener mejores condiciones profesionales y para vivir.
Otro cambio relevante es en el situado constitucional para gobernaciones y alcaldías. En 2010, este concepto representó el 15,5% y en 2023 el 4,8 por ciento del presupuesto de ingresos total lo que sugiere que las regiones están bastantes disminuidas. Observemos el situado constitucional para un estado importante, Aragua.
En 2010, se previeron 434 millones de dólares para el estado Aragua, que son 36 millones de dólares mensuales. Para 2023, se estimó 22 millones de dólares, que representan 2,91 millones de dólares al mes. Es decir, estados que tienen una merma de 20 veces por concepto del situado constitucional. Son dimensiones muy modestas las de 2023. Hoy Aragua recibe en un año lo que en 2010 recibía en menos de un mes por situado constitucional expresado en dólares.
La disminución de recursos a los estados puede explicarse por una decisión fiscal y política. El situado es sobre el total de los ingresos ordinarios como define el artículo 167 de la constitución (mínimo 15%-máximo 20%). A partir de 2022 los ingresos extraordinarios son mayores que los ordinarios (Cuadro 1), por lo que bajó el aporte a las regiones.
Si se ve desde los ingresos ordinarios, el gobierno efectivamente cumple con el 20% máximo que define la constitución en su artículo 167. El problema es que es sobre una base de ingresos que no es real porque excluye los ingresos petroleros. Aquí está lo político.
Es una decisión para que las regiones no reciban suficientes recursos -que les daría más fuerza y autonomía- incluso las gobernaciones chavistas -a pesar de que el chavismo es mayoría en las gobernaciones desde las elecciones de julio de 2000; la oposición, sin incluir al PPT, sacó 6 gobernaciones, si se suma al PPT, serían 8- el gobierno no quiere correr el riesgo con gobernaciones con un nivel de autonomía de gestión y recursos, y por eso el cálculo para un bajo situado.
Junto a lo anterior está lo ideológico: el chavismo no cree en la descentralización al modo de una federación -como lo define la carta magna- sino cree más en la desconcentración y la concentración. Por ejemplo, veía la entrevista a un viceministro del ministerio de turismo en el programa de VTV “Al Aire” del día 19-1-23. Este funcionario comentó como institutos de turismo regionales y municipales pasaron al ministerio para alinearlos a una política para el turismo definida desde el gobierno central.
En la instalación del Consejo Federal de Gobierno el día 26-1-23, el presidente Maduro expresó que desea que las regiones tengan más recursos. Incluso, llamó a la “creatividad” para generarlos. Su palabra está a prueba. Los hechos señalan que el chavismo no quiere la descentralización sencillamente porque pluraliza el poder y no lo concentra, como es la concepción chavista del poder, con Chávez y Maduro.
Pasemos a cómo se distribuye la fuente de los ingresos para hacer el presupuesto de la nación para este año:
Sobresale que, a diferencia de 2010, los ingresos para 2023 son principalmente petroleros que se estimaron en cerca de 13 mil millones de dólares (cuando se presentó en octubre; ahora es menor, casi 5 mil millones de dólares).
Es interesante porque en 2010 se previó por este concepto 15 mil millones de dólares. La diferencia no es mucha entre 2010 y 2023. Sí hay una diferencia importante entre los dos presupuestos.
Para el presupuesto de hace 13 años, la fuente principal de ingresos era interna, con 33 mil millones de dólares. Para 2023, esta fuente apenas suma 2,63 millardos de dólares (5 millardos de dólares cuando se presentó en octubre de 2022). Notemos el caso del ISLR y del IVA. Para 2010, lo estimado a recaudar fue 10 mil y 17 mil millones de dólares respectivamente. Para 2023 se prevén 435 millones y 1,2 millardos de dólares respectivamente.
De nuevo, aparece lo modesto. En 2010, el PIB estimado fue de cerca de 360.000 millones de dólares. El PIB para 2022 puede estar cerca de los 60 mil millones de dólares. Seis veces menos. Si se incluye la devaluación de diciembre posiblemente el PIB sea cerca de 42 mil millones de dólares. Casi 9 veces menos. Una Venezuela pequeña.
Pese al discurso de la “Venezuela postpetrolera”, los ingresos principales para 2023 son petroleros –igual pasó con el presupuesto de 2022- aunque se pongan en un aparte que se llama “Ingresos extraordinarios” para hacer ver que el presupuesto no depende del petróleo.
Una paradoja: aunque Chávez llevó al máximo la renta por el petróleo -la época sabrosa en que un gentío cambió los catanares y chalanas por carros de “gama alta” que ruedan escachaflaos porque hoy no los pueden mantener, pero tampoco pueden salir de ellos, y pocos estaban preocupados por el sueldo de los maestros- junto a los “buscadores de renta” que crecieron en su gobierno, al menos en su presupuesto para 2010, no fue petrolero en la fuente de los ingresos que previó.
Sí llama la atención que en 2010 -como ahora- la sociedad no pueda construir una relación de economía política diferente con el Estado. No lo hizo en 2010 -fue un año de radicalización de Chávez, aunque muchos no lo quieran recordar- cuando el Estado vivía de la sociedad, en 2023 parece menos posible, aunque la sociedad vive con su propio pulmón, que sí es una diferencia de la Venezuela de Chávez de la Venezuela de Maduro. En la primera, el Estado vivía de la sociedad. En la segunda, la sociedad vive de la sociedad. Aún así, todavía el país sigue anclado en una suerte de relación señorial con el Estado. No le disputa al Estado que si quiere vivir de la sociedad, debe ser diferente o -para el caso de Maduro- que si la sociedad vive con su pulmón, eso le da una suerte de derecho para reclamarle al Estado en condición de igualdad y exigirle, por ejemplo, mejores salarios para sus maestros, profesores, y trabajadores del sector público en general. Un reto pendiente es una relación de respeto e igualdad entre el Estado y la sociedad, no de subordinación de la segunda al primero. Nos comportamos para una Venezuela que ya no existe. El Estado extrae recursos de la sociedad –que nos cuestan- por lo que es hora de exigirle calidad en su gestión y políticas públicas. Ya no estamos en la época en que “nos hacen favores”. Gracias a Dios, esa época pasó.
Sigamos con la distribución del gasto por áreas:
Se mantiene la prioridad de los gobiernos chavistas de invertir en lo social. El cuarteto educación, salud, alimentación, y educación superior. En 2010, un 29% del presupuesto se orientó a estas 4 áreas. En 2023, es de 33,3% Es decir, se mantiene la proporción de hace 10 años. De cada 10 bolívares, 3 van a los 4 sectores mencionados.
En 2023, cambió la distribución interna y el 26% va destinado a educación y salud solamente. En 2010 fue 21 por ciento.
Con Maduro hay más burocracia si se ve la categoría “Resto de la administración” en la distribución del gasto. En el presupuesto de 2010 sumó 5% de las asignaciones. En 2023, totalizó casi el 22% del gasto. Si se excluyen las “Rectificaciones al presupuesto”, en 2010 había 35 organismos para asignar recursos y en 2023 hay 53 organismos. Casi 20 más. Es evidente el aumento de la burocracia de Chávez a Maduro.
Llama la atención que pese al discurso del “poder popular” lo destinado al ministerio de las comunas es menor en 2023 que en 2010: 0,57% y 2,2% respectivamente. Igualmente, el tema de la justicia redujo su participación, a pesar del discurso de la “revolución judicial”. De 3% en 2010 pasó a 1,7% en 2023. Finalmente la vivienda, que es otro tema bandera del gobierno. Si bien en 2010 vivienda y obras públicas eran un ministerio cada uno y sumados recibieron 4,4% del presupuesto, si se suman vivienda y obras públicas del presupuesto de 2023 totalizan 1,69% del presupuesto nacional.
Areas a las que el gobierno quiere darles importancia como el turismo subieron pero de manera discreta si se compara con 2010. También aumentaron poco las asignaciones a sectores como mujeres e indígenas entre 2010 y 2023. Asimismo, el sector defensa creció discretamente.
Más o menos se mantiene la misma distribución por sectores entre 2010 y 2023, solo que de manera más modesta, y el gobierno preserva sus “áreas banderas” como educación y salud. Igualmente, el ejecutivo luce que concienció el tema de las fallas de la luz y del agua. Las dos sumaron el 7,35% del presupuesto. Si esta área se incluye en el cuadro 3, es el sector de importancia N° 4 de 21 (si “resto de la administración” se cambia por agua y luz).
La principal conclusión es que el presupuesto para 2023 refleja una Venezuela muy modesta. Por supuesto que se nota la caída en los ingresos del Estado causado, en primer lugar, por la incompetencia, cambiar la gestión por ideología, y corrupción de los gobiernos chavistas desde 1999 –Chávez y Maduro- hasta el presente, baja en los recursos al Estado que potenciaron las sanciones solicitadas por la oposición “de la presión y el quiebre” y la de los “duros”, a los que este presupuesto no les afectará mucho en sus glamorosas y exitosas vidas cotidianas, salvo algún funcionamiento de instituciones públicas como el Saime.
Sí parece que el gobierno concienció que debe mejorar los servicios públicos, pero comunica un presupuesto no para cambiar sino para mantener una realidad. Un orden de cosas básico, de una Venezuela pequeña, elemental, como es el sistema político y de vida que fue escogido por el chavismo para Venezuela. Una vida básica para la mayoría de la población.
Algo que veo últimamente es que no pocos objetan esta Venezuela pequeña. A veces tengo la impresión que nos acostumbramos a lo básico y que ir más allá produce aprehensión, angustia, e incomodidad.
En buena parte del público -aunque no parezca, entre los que hacen más ruido- se instaló la idea que todo es tan malo que nada puede ser diferente. La respuesta es desplazar este sentimiento hacia un cinismo o hacia un conformismo tipo “mi vida privada es mi reino”, fuera de eso, no se sabe. Muchos optaron por aceptar una Venezuela básica antes de volver a creer. Se sienten tan engañados, manipulados, y decepcionados que prefieren la certeza de la inercia a la incertidumbre de volver a soñar.
Es mejor quedarnos donde estamos aunque lo denunciemos; “Mejor malo conocido que bueno por conocer”, dice un popular refrán muy apropiado para estas épocas de inmovilismo y miedo no a la libertad, sino a ir por algo más grande como proyecto de vida.
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