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La Lupa

La caída de Al Assad: una buena noticia, pero…

Con toda certeza, Bashar al Assad es uno de los grandes culpables de la crisis que pueda emerger a partir de ahora. El anteponer las ganas de permanecer en el poder a los intereses de su país -incluso así fuese gobernar una parte del mismo que se encontraba en ruinas- impidió un proceso de transición y fue sembrando el camino para la anarquía

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Caracas / Foto: AP.- La salida de Bashar al Assad del gobierno sirio sin lugar a dudas es una buena noticia para los que sueñan con sociedades más justas e inclusivas. Sin embargo, los que toman el poder no son necesariamente unas figuras a las que habría que apostar en lo que al entendimiento y al desarrollo se refiere. Por lo tanto, aunque la caída del tirano tiene que ser vista con buenos ojos, pareciera que la tragedia en la que se ha convertido ese país desde hace décadas lo que ha hecho es cambiar de actor y no de naturaleza.

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Hay varios mitos que es preciso aclarar: el primero es que algunos mencionan que la ofensiva que desplazó del poder al oftalmólogo -heredero de la gestión de su padre Háfez al Assad- fue muy rápida, cuando la realidad es que se trata de un conflicto olvidado por gran parte de la comunidad internacional que solo lo medía a la luz de millones de refugiados que seguían vagando por Europa escapando de una situación en la que los caudillos, entre ellos el gobernante, ocupaban apenas parcelas de lo que alguna vez había sido un país. De allí que decir que en cuestión de semanas todo se resolvió es repetir una superficialidad y no asumir que se trata de una contienda sin ningún tipo de sentido que tenía años estancada.

Con toda certeza, Bashar al Assad es uno de los grandes culpables de la crisis que pueda emerger a partir de ahora. El anteponer las ganas de permanecer en el poder a los intereses de su país -incluso así fuese gobernar una parte del mismo que se encontraba en ruinas- impidió un proceso de transición y fue sembrando el camino para la anarquía. Lamentablemente, los esfuerzos de una negociación con vigilancia internacional se fueron diluyendo sin que se hiciera un esfuerzo para tratar de llevar a feliz término una conducción que garantizase un camino menos traumático al que podría evidenciarse.

Irresponsablemente la comunidad internacional se olvidó de Siria y pasó a prestar atención a otros conflictos, dejando a merced de la voluntad de quienes se mantenían en la contienda cualquier asomo o desenlace que pudiese darse. Y finalmente, la conclusión llegó con la toma del poder por parte de un sector variopinto conducido por personajes que tienen orígenes en conductas tildadas de terrorismo y bajo el acompañamiento de banderas que tratan de imponer modelos radicales sustentados en valores que llevan a temer por la independencia de los poderes y la necesaria subsistencia, e inclusive existencia, de otros grupos sociales.

La figura preponderante de esta nueva realidad es Abu Mohammed al Jawlani, nombre de combate de Ahmed al Sharaa, líder del grupo Hayat Tahrir al Sham (HTS) –Organización para la Liberación del Levante- quien no es un improvisado en el entramado. Aunque su biografía resulta opaca y no se tiene claridad en ciertos aspectos, se piensa que tiene más de cuarenta años y se presume su militancia en la organización Al Qaeda en Irak, motivo por el cual fue detenido por fuerzas estadounidenses. Se comenta que de esta detención surgieron nexos que lo llevaron posteriormente a acercarse al Estado Islámico, para trasladarse a Siria y formar el Frente al Nusra como actor afín al Estado Islámico. Sin embargo, señaló haber roto con este grupo, retornado a Al Qaeda y luego declararse independiente, uniéndose a otros actores para formar HTS, estructura con la que llegó a controlar una parcela de territorio, indicando que su meta no era una expansión del islam, sino el cambio de gobierno en Siria, motivación compartida con algunos países de occidente. Tal fue su actitud que incluso en zonas de su administración se combatió a Al Qaeda.

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Sobre el conductor de HTS Estados Unidos de América promete una recompensa de 10 millones de dólares para quien ofrezca información que ayude a su captura. De todas maneras, aunque hay denuncias de atropellos contra las minorías y abusos en las regiones administradas por la organización, ciertos grupos extremistas los critican por su “suavidad” al imponer la ley religiosa. De todas maneras, el personaje ha cambiado su discurso y actitud, hablando de entenderse con las minorías y modernizando su lenguaje corporal y su presentación.

Lo que viene ocurriendo no se diferencia mucho de aquella propuesta de haber financiado a actores islámicos radicales para que desplazaran del poder la funesta impronta soviética que se había posado sobre Afganistán. El resultado se consiguió, pero el costo fue abrir la puerta para que a los años llegaran al poder grupos de extremistas que impusieron un régimen oscuro y alejado de dignidad humana. Esa experiencia también fue desplazada durante dos décadas, pero lo endeble de un verdadero plan de desarrollo, permitió al talibán retornar. Luego de estar distanciada del poder la dirigencia del movimiento actuó diferente y dijo “haber aprendido de sus errores”, dando entrevistas en inglés y diciendo que respetarían a la mujer. Sin embargo, una vez tomaron el mando han aplicado las mismas prácticas denigrantes de otrora llegando al colmo de prohibir el murmullo de la mujer al considerarlo pecaminoso. Eso lleva a notar que por más que una figura de esta naturaleza quiera edulcorarse, su esencia termina emanando inquietud y sorprendiendo a quienes pensaron que su conducta había cambiado.

Un caso similar puede ser el del iraquí Saddam Hussein, personaje aupado para frenar el expansionismo iraní y que terminó saliéndose de las manos de sus promotoresores a quienes incluso combatió y que debieron posteriormente recurrir a una poco transparente denuncia de posesión de armas de destrucción masiva para sacarlo del poder, dejándole durante años la administración del país desde donde violentó de cualquier manera los derechos humanos.

Mucho se ha conversado sobre el desempeño de Rusia e Irán en esta contienda. ¿En realidad abandonaron a su suerte al tirano sirio o hay algo por debajo? Es evidente que ambos países atraviesan crisis severas. El modelo teocrático iraní colapsa moralmente y cada día hay mayor descontento, mientras que el frente ucraniano ha sido un dolor de cabeza para la administración de Putin. Pero, tal vez a los rusos pueda interesarles el colapso sirio para perturbar aún más el escenario, por lo cual sacrifica al peón de Al Assad para que los nuevos personajes empiecen a diseñar una agenda arbitraria y creen desorden.

En Líbano, ante la falta de presencia siria y los golpes de Israel a Hezbolá, pueden surgir otros factores que traten de islamizar a la nación. Israel evidentemente ha tratado de sortear cualquier controversia y atacó objetivos sirios afines al depuesto régimen para que nadie pueda tomar esos pertrechos y posiciones. Sería pertinente ver la actitud del nuevo gobierno sirio respecto a los Altos del Golán. Mientras tanto los hutíes de Yemen atacan Israel, conjuntamente con otras organizaciones, denunciando al tiempo la acción de este país contra los objetivos sirios.

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A lo anterior hay que sumar la variable de los kurdos y el temor de esta organización por su futuro. En la guerra civil estos adversarios de Al Assad controlaron zonas del país, pero ahora dudan de la naturaleza de la nueva administración, pues por detrás hay respaldo turco, significando esto que hay un espíritu contrario a los kurdos que pueda llevar a persecuciones y a marcadas limitaciones en sus zonas de influencia.

El juego está movido. Festejar la caída de la dinastía siria es menester, pues su impronta resultó dolorosa y dañina. Pero hay que estar expectantes ante los procederes de quienes han asumido la conducción de la coalición triunfante. En el recuerdo queda Libia y la oportunidad perdida una vez salió del poder Gaddafi, pues lo que pudo anhelar la puesta en práctica de un nuevo enfoque, quedó sumido en un entramado de anarquía que sucumbió al surgimiento de un Estado fallido.

Por el bien de Siria y del Medio Oriente, esperemos que las cosas salgan de la mejor manera, pero con la naturaleza de quienes aparentemente encabezarán la nueva conducción, pareciera que no se avizora un esquema esperanzador y estable para la región.



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