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La Lupa

La caverna política: Venezuela como un caso de estudio

La caverna política venezolana esta conformada por una gran cantidad de taras mentales, prejuicios, pensamientos obsoletos, sesgos, fobias, inseguridades, resentimientos y frustraciones que no permiten enfocar la política en el bien común y en las necesidades de los venezolanos

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Caracas/Foto: Miguel Gutiérrez. Las sombras que salen del reflejo de la fogata solo son sombras, pero hay quienes siguen convencidos de que esa es la realidad y lo único que existe. La elite política venezolana ha sido victima de sus propias ataduras y percepciones, las mismas que han conducido al país a una total perdida de racionalidad, humanidad y empatía por los ciudadanos que agobiados por sus necesidades no logran ver buenos frutos de la actividad política. En el libro VII de la República de Platón, se cuestiona el origen del conocimiento, la representación de las cosas y la naturaleza de la propia realidad. Desde la alegoría de la caverna se puede analizar el contexto político actual sobre la base de ciertas similitudes. Los clásicos siempre nos pueden dar algunas respuestas.

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Durante mucho tiempo el país ha estado sumergido en un conflicto político de profundidad psicológica, antropológica, cultural e histórica que parece eterno. Cuando revisamos lo que ocurre en el mundo exterior, es decir, en el resto de los países, nos damos cuenta de que la experiencia política es totalmente distinta y los ciudadanos están menos ansiosos y desesperados. A la vista de todos, parece que un sector de la ciudadanía y de los políticos se han acostumbrado al oscurantismo como practica política, aquella que convive con el insulto como discurso, el tribalismo, la seducción al poder y la ira, al contrario. Otro de los graves síntomas del oscurantismo es el pensamiento binario que se manifiesta como la proyección individual de profundas frustraciones, inseguridades y hasta dilemas éticos y morales. En ese pensamiento binario solo existen amigos y enemigos, blancos y negros, izquierdas y derechas, leales y traidores. La realidad superior que sugiere Socrates en la lectura de Platón parece estar en una dimensión diferente al entorno político de hoy, y para llegar allá, habrá que descontaminarse de la política cotidiana de poca calidad.

La caverna política venezolana esta conformada por una gran cantidad de taras mentales, prejuicios, pensamientos obsoletos, sesgos, fobias, inseguridades, resentimientos y frustraciones que no permiten enfocar la política en el bien común y en las necesidades de los venezolanos. Solo basta con ver el noticiero de otro país para reflexionar sobre el grado de estancamiento político y social que se vive y el nivel de las discusiones; la gran mayoría alejadas de la gente y de las nuevas generaciones. El político suele pensar que la gente recuerda sus discursos y sus promesas, pero a estas alturas el hartazgo solo genera distancia y olvido. La gente se adueño de su tiempo y de su futuro y cada vez le cuesta confiar en un político. La gente siente que todo el mundo engaña.

El político venezolano debe investigar y comprender más la naturaleza humana, sobre todo cuando pretende gestionar un cambio frente a esa resistencia toxica que ve como normal vivir en zozobra y enfrentamientos por el poder. Si las bases que promueven el cambio son superficiales y no se sedimentan en ideas sobre el bien común, la resistencia seguirá su curso. El cambio político es psicológico, cultural, narrativo, colectivo, pedagógico y nunca ha sido solo un asunto de cambiar de gobierno y poner a otra persona en Miraflores. La oposición no ha terminado de entender que para alcanzar el poder no es suficiente una elección, una candidatura o el quiebre de las estructuras políticas y económicas. Apostar por la agitación, las sanciones, las presiones internacionales no van a generar un cambio dentro del sistema. 

La ciudadanía quiere vivir en la luz del mundo moderno y salir de la mediocre oscuridad política. El diálogo directo y la conversación autentica ayudará a poner sobre la mesa las necesidades reales que se presentan todos los días. La exigencia, el cuestionamiento, la crítica, el planteamiento, la academia y el conocimiento ayudará a la sociedad a recobrar la sindéresis y a pensar en soluciones reales que le den desarrollo al entorno, generando bienestar social para todos. En la claridad, las vulgaridades no dan risa, el insulto da miedo y el populismo incomoda. Recobrar la calidad de la política es un asunto no solo de la misma dirigencia sino también de la sociedad en todos sus niveles, de izquierdas y de derechas. 

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