La Lupa
La cumbre colombiana: balance y oportunidades
La solicitud de la comunidad internacional es muy clara en torno a que la solución a la coyuntura venezolana pasa por una negociación entre las partes
Caracas. La reciente cumbre realizada en Bogotá, Colombia, para abordar la realidad venezolana, ha tenido lecturas diversas y ha generado todo tipo de comentarios, desde los que se limitan a buscar ganadores o derrotados entre las partes, hasta los que ven el cónclave como un encuentro vacío cuyo único propósito consistía en promocionar las figuras del presidente Gustavo Petro Urrego y de su canciller Álvaro Leyva Durán.
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Sin embargo, la reunión tiene, a nuestro juicio, un conjunto de elementos que la dotan de una importancia considerable, pues si bien "no se resolvió" la situación venezolana -lo cual no estaba previsto en el acercamiento inicial- si puso nuevamente sobre el tapete la necesidad de llegar a un acuerdo que permita la gobernabilidad en Venezuela.
El encuentro no es una idea reciente, pues en su momento Perú propuso una ambiciosa iniciativa que terminó sin concretarse, en la que un grupo de países aupara un desenlace favorable ante la situación nacional. Quienes se afanan en buscar vericuetos para reafirmar que iniciativas de este tipo buscan lavar el rostro de Maduro y su entorno, deberían analizar que el simple hecho de reunirse a debatir en torno a la temática venezolana es la aceptación de que la situación es anormal y es de plano una muestra de inquietud.
La solicitud de la comunidad internacional es muy clara en torno a que la solución a la coyuntura venezolana pasa por una negociación entre las partes, de allí que la propuesta sea que se retome el proceso de conversaciones en México, cuya agenda involucra aspectos políticos, elementos de Estado y asuntos humanitarios.
En México es preciso avanzar, y allí quedó la agenda, en un proceso de reinstitucionalización que permita adecuar el Tribunal Supremo de Justicia y el Consejo Nacional Electoral a las necesidades de transparencia, ética y nivel que exige la coyuntura. Además, debe analizarse la realidad de otros órganos y avanzar definitivamente a la realización de elecciones presidenciales -e incluso parlamentarias- supervisadas por la comunidad internacional. Entre esas condiciones tiene que insistirse inexorablemente en la devolución de las tarjetas de los partidos políticos -confiscadas a través de artilugios oscuros y componendas- y entregadas a actores cuya lealtad hacia las filas opositoras es cuestionable.
La delegación de la Plataforma Unitaria hizo acto de presencia días antes para reunirse, tal como estaba estipulado, con Petro y con Leyva. Lamentablemente algunos integrantes de la alianza opositora no participaron, impidiendo que se mostrara un músculo plenamente sólido, desaprovechando la oportunidad de hacerse escuchar y perdiendo la posibilidad de establecer contactos. ¿Juego propio o torpeza? Cualquiera de las opciones es equivocada y puede resultar altamente costosa a quienes incurrieron en ellas.
En algunos círculos ha creado inquietud la reacción de la delegación de Maduro sobre la cumbre, poniendo condiciones, varias de las cuales escapan al ámbito del proceso de México y de la misma cumbre en Bogotá. Naturalmente, el objetivo es ubicar el listón arriba para presionar, pero pareciera que no les queda otro camino que sentarse.
Los propios países que puede pensarse tienen afinidad -al menos en la forma- con el régimen venezolano están ávidos de una solución a la crisis. El agobio por la migración y las lamentables muestras de xenofobia obligan a que en Venezuela cese el conflicto. Por ende Maduro y los suyos terminarán sentándose, no porque quieran o les nazca, sino porque no tienen otra opción frente a las presiones de Colombia y otros países. No aceptar un camino expedito como el que se ofrece puede ser perder una oportunidad valiosa para no aislarse mucho más de lo que están.
Algunos se quedaron con la foto de la declaración de Álvaro Leyva ante un auditorio vacío al terminar el encuentro, cuando la imagen adecuada es la de los concurrentes. Que se hiciera una cumbre de esta naturaleza ya es una condena para el régimen venezolano, por tanto, fustigar la actividad y descalificar a sus promotores es absurdo, destemplado y profundamente inoportuno.
Negociar es la consigna, no hay otra opción y las partes lo tienen claro, aunque algunos se esmeren en ocultarlo. Si a ello se une la presión de una comunidad internacional ávida de soluciones, entonces el resultado puede ser satisfactorio y a corto plazo, logrando Venezuela alcanzar la democracia a través de elecciones libres y aceptables, en un marco de estabilidad, órganos judiciales y electorales confiables y vigilancia internacional.
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