La Lupa
La fiesta electoral no está poniendo la música que los ciudadanos quieren escuchar
En la calle se conversa sobre calidad de vida. El entusiasmo sobre el futuro ya no proviene de una promesa política, una consigna, sino de la capacidad individual que tiene la gente de poder solucionar sus propios problemas a través del trabajo y de las oportunidades
Caracas/Foto: Archivo. El asunto más importante para los venezolanos siempre ha sido su calidad de vida y no una inhabilitación o una candidatura por más escandalosa que sea. La forma en la que los ciudadanos reflexionan sobre la política ha cambiado en los últimos años y no debemos sorprendernos de que la gran mayoría se encuentre cansado de estar en la misma sala de cine, de ver la misma película, con los mismos actores y guiones. La fiesta electoral no está poniendo la música que los ciudadanos quieren escuchar.
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Las dudas y los miedos de la gente se enfocan en la utilidad que tiene la política de hoy en mejorar su calidad de vida, en cómo la política puede palpar mejor los padecimientos sociales no solo en coyunturas electorales. La desilusión de los ciudadanos por sus dirigentes proviene de dos componentes: el primero son los fracasos, las promesas incumplidas de los últimos años y la incomprensión, la falta de acercamiento. Las personas sienten que la política es algo que no está de su lado, sino del lado de los candidatos.
El procesamiento cognitivo se ha detenido, la confusión y la indiferencia predomina el pensamiento del venezolano cuando de política y de candidatos se trata. No es que la gente no quiera saber de política, es que no la entiende ni se la han explicado correctamente. En un país agresivo, acelerado, hipervolátil y mayoritariamente desinformado, los ciudadanos buscan refugio y descanso en ambientes de mayor lógica, reposo y normalidad, en el trabajo, el deporte, las amistades, el entretenimiento, incluso las redes sociales. La ciudadanía no está psicológicamente preparada para llevarle el ritmo diario a un país como Venezuela.
En la calle se conversa sobre calidad de vida. El entusiasmo sobre el futuro ya no proviene de una promesa política, una consigna, sino de la capacidad individual que tiene la gente de poder solucionar sus propios problemas a través del trabajo y de las oportunidades. Los incentivos que dirigen la motivación y el compromiso político han sido golpeados en los últimos años por una dirigencia desconectada y arrogante, incapaz de cesar en sus contradicciones. A la gente le cuesta entender cómo alguien que dijo hace unos meses que “dictadura no sale con votos” hoy es candidato y quiere ser presidente.
La comunicación entre políticos suele ignorar los principios básicos de la naturaleza humana. Muchos tienden a pensar y actuar bajo su propio sesgo de confirmación, ignorando la necesidad que tienen los seres humanos de evitar perder su locus de control, de darle constantemente una interpretación lógica a su realidad, a vivir con los pies sobre la tierra. La gente aspira vivir su propio mundo y no el de los candidatos, pero la competencia electoral impide observar con detenimiento los verdaderos anhelos sociales. Nadie gana una elección sin haber interpretado correctamente los estados mentales de su propia ciudadanía.
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