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La Lupa

La “jura” de Maduro el 10 de enero: la burocratización del sistema

Nicolás Maduro se juramentó para un tercer lapso. Ya se acerca a los tres lustros en el poder. En el artículo, abordo un problema de método y las palabras de Maduro desde la AN el 10 de enero. En la primera, el método ¿Cómo referirme a Maduro? En la segunda, los contenidos de su mensaje al país luego de la jura, identifico cuatro: una orientación anti-EUA muy marcada; alejarse de Occidente y de las democracias liberales; promover consultas que hagan contrapeso a las elecciones competitivas previstas en la carta magna y, finalmente, la promoción de una economía “no cadivista”. El gobierno es un sistema autoritario que se burocratiza, con una gestión incompetente que no comunica vaya a cambiar

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Caracas / Foto: Presidencia.- El 10 de enero, Nicolás Maduro se juramentó para un nuevo lapso presidencial de 6 años el que termina en enero de 2031. Antes de entrar en el análisis de lo afirmado por Maduro en sus palabras luego de juramentarse, hay un problema político y de método a resolver. Al menos para mí ¿Cómo referirme a Maduro?.

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No tengo el problema de cierta oposición, muy consistente ella. En 2019 lo llamó “usurpador” pero parece que en 2024 era presidente porque luego del 28 de julio, se planteó desconocer su mandato a partir del 10 de enero de 2025. No parece una postura muy coherente salvo que sea un re-desconocimiento del original de 2019. Pero así es cierta oposición.

En mi caso, desde 2013, Maduro es presidente sin solución de continuidad, pero se atravesó el 28 de julio. El problema de credibilidad para el ejecutivo está en que no presentó las cifras desagregadas de esa elección. Ni siquiera el CNE se dio por aludido con la sentencia del TSJ del 22 de agosto, a pesar que son poderes que comparten una misma ideología y no son independientes en el sentido de los pesos y contrapesos. Importantes figuras del chavismo aseguraron que los resultados se publicaron, pero no informaron dónde. El CNE ofreció resultados globales, sí, pero no desagregados. Que no se hayan publicado de manera desagregada resta credibilidad al gobierno ¿Cómo hacer para referirme a Maduro? ¿Debo llamarlo presidente?.

El problema para mí está en la cotidianidad, en la vida diaria, no en las boutades del mundo paralelo o de las burbujas de tuiter. De mi experiencia de ser de los pocos que habló de “dictadura” durante Chávez -en un tiempo en que los que hoy no pueden ver a Datanálisis, celebraron la tesis de esta firma de la “conexión emocional” del comandante- es que en la cotidianidad hablar de dictadura no tuvo efectos y planteaba un problema de coherencia y compromiso para mí. Si era una dictadura, debía estar en la clandestinidad o asumir una lucha que podía ser violenta. No podía llevar una normalidad como hace cierta opinión ahora que se queja de los “normalizadores” aunque no hay nada más “normalizador” que llevar una vida “normal” desde la comodidad de tuiter.

Frente a la realidad que no iba a ir a la clandestinidad o a una lucha que podía ser violenta reafirmé mi opción por la lucha política desde 1999, disminuí el uso del término y adopté uno más general, “autoritarismo”, el que para Przeworski no es un término muy claro -creo que prefiere el de dictadura como categoría política, democracia y dictadura- pero para el famoso politólogo, autoritarismo es lo contrario a autoridad que se sustenta y significa dar razones, lo que supone una esfera para el debate público.

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En Venezuela se aplica el autoritarismo porque la esfera pública para el debate no existe. Al menos una discusión entre iguales. A lo más, una digital, también condicionada por los “batallones destroza personas y reputaciones” que cada grupo tiene en tuiter, que hoy se sacan de todo en tuiter para evadir la responsabilidad -en el caso de la oposición- porque las expectativas para el 10E no se dieron.

“Razones” no hay. De aquí mi empleo del término autoritario en sustitución del de dictadura. Me ofrece más maniobra y menos disonancia. No tengo la cachaza y la caradura para hablar de “normalizadores de la tiranía” y, luego, salir fresco por Maiquetía para recibir un premio como “luchador” y entrar, sin problemas, por el aeropuerto para irme a la casa con el premio y el metálico que trae, y tuitear la gran vida que se lleva, muy “normal”, gracias a “mi talento y mi esfuerzo”.

Pudiera hablar de Maduro como “dictador”, “tirano”, “usurpador” lo que seguramente me traerá un gran reconocimiento en tuiter y entrar a esa suerte de panteón de luchadores, pero políticamente fracasados y que fracasan. No, gracias.

“Presidente de facto” -la tesis de Borrell- tampoco me funciona para Venezuela por una sencilla razón: es un lujo que se puede dar alguien de afuera y no uno de adentro. No por la represión del Estado sino porque plantea un qué hacer que no sea con métodos convencionales ni pedirle a los EUA que haga el trabajo que no se quiere hacer desde el país. Volvemos a la cotidianidad. Si es un “presidente de facto” -que puede ser a la luz del 28 de julio- ¿qué hacer? ¿limitarme a tuitear acerca de la “tiranía” y ya? No me convence. Me parece muy cómodo y “normalizador” (aunque no lo parezca).

¿Cuál es mi solución, entonces? Haré algo como con las tesis de grado. Por ejemplo, una persona hace un doctorado o máster, terminó la escolaridad, pero no la tesis para recibirse con sendos títulos, por lo que personas ponen algo como, “Máster, TP (tesis pendiente)”. Así haré con Maduro. Lo llamaré presidente, pero “RP” que significa “resultados del 28 de julio pendientes”, mientras hago seguimiento a la evolución del momento político nacional para mantener o cambiar esta expresión de “RP”. Los “moral beacons” de cierta oposición no tendrán mucho que reclamar a esta solución. El ambiente internacional prueba lo que confirma la teoría y estudios en ciencia política. Que los juicios morales en política son situacionales, no absolutos. Trabajos van y vienen con este hallazgo. Uno reciente de Hull, Warren, y Smith (2024), que valida que “Politics makes bastards of us all”. Si lo moralmente cuestionable va para los míos se acepta; si va para los otros, se critica. Un ejemplo es Siria. El líder del HTS pasó de “terrorista” a celebrado promotor de una “transición”, cuyo “ramson” se anunció sería removido. De un “terrorista” a una persona que comunica “ser sensata” con “outfits” muy “de centro”. Un hombre de Estado. Creo que no se me podrá reclamar mi solución para Maduro y su gobierno con el “RP”. Las sanciones o los “ramson” son hipócritas porque se ajustan a los intereses del momento. No son absolutas como se presentan o meras “herramientas de políticas”.

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Otro ejemplo. La presidenta de Perú, Dina Boularte, se reunió de manera virtual con Edmundo González Urrutia y María Corina Machado el 6-1-25. En Perú, voces de la academia acusan al gobierno de Boularte de asesinar a 50 personas para acceder al poder. No se me hable del “enemigo de mi enemigo es mi amigo”, otra de las grandes frases de la “politología seria” de cierta oposición para justificarse. Zanjado este punto de método voy, ahora, al análisis de la toma de posesión de Maduro en la AN.

Comienzo por lo formal. Fue un acto breve y más cercano o íntimo si se quiere. Con respecto al de 2019, duró menos. Este fue de cerca de 3 horas y media. El de 2025, duró una hora menos: 2 y media ¿Por qué este cambio y por qué fue en el salón Elíptico?
Hay varias hipótesis. Desde motivos de seguridad y -en la que me ubico- el simbolismo del salón Elíptico. El chavismo es muy simbólico y, poco a poco, se apropia de los símbolos y figuras de la patria. En el Elíptico está la “memoria patria” y con la juramentación, lo que se quiso mostrar es que “Maduro juró con la memoria patria”.

Lo simbólico se vio igualmente en la banda presidencial que fue hecha por personas del poder popular. No sé si hay normas para el juramento o es por la costumbre, pero en la de 2025 a Maduro se la impusieron ciudadanos. Comunicar la idea de un poder llano, de las personas. Es reforzar la consigna chavista del “presidente pueblo”.

El motivo de seguridad se notó en lo íntimo del acto porque los testigos fueron selectos. Posiblemente se restringió la presencia para evitar “cualquier sorpresa” y hacer un evento más corto en un espacio más cerrado. Se recuerda que en 2013, Maduro fue sorprendido por una persona que se le abalanzó en su primera juramentación hecha en el hemiciclo del parlamento.

Como en 2019, se hizo el acto de lealtad con las FAN. La diferencia en 2025 es que fue un evento menos formal. Fue uno para mostrar lo que el gobierno llama la “fusión civil, militar, y policial” porque el de hace 6 años fue una jura solo de los militares. La de 2025, fue de militares y de cuerpos policiales.

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La presencia internacional fue más disminuida en cuanto a la venida de altos funcionarios, no en las delegaciones en general. Asistieron menos jefes de Estado, pero Rusia y China hicieron lo mismo que en 2019: enviaron sus delegados.

Si usamos la métrica dada por el gobierno en 2019 y 2025 la diferencia es más cualitativa y menos cuantitativa. En 2019, vinieron 94 delegaciones, pero hubo más presencia de jefes de Estado. En 2025, asistieron 125 enviados, pero con menos jefes de Estado. Cuantitativamente más delegaciones, pero cualitativamente de menos peso simbólico en lo político.

Se observó una diferencia importante y que revela la nueva geopolítica que el gobierno promueve: en 2025 no asistió el representante del Vaticano ni tampoco -al menos no lo registré- representantes de organismos internacionales de la ONU.

Esto indica no solo la tensión política en Venezuela que está en otro nivel -más dura- sino que el ejecutivo se aleja de lo que podemos llamar los países en donde la democracia liberal es la forma de gobierno. La intimidad del acto evidencia que los aliados del chavismo son más selectos en cuanto a su doctrina.

Un gobierno que quiere ser la cabeza del “movimiento antimperialista mundial” como se vio durante el acto de cierre del “congreso antifascista” hecho el 11-1-25. Como dijo quien leyó el documento de apoyo a Maduro -un representante del MST de Brasil- “las dos trincheras que quedan, son Cuba y Venezuela”, en un acto que incluyó el grito de La Pasionaria de la España de la Guerra Civil, “no pasarán”. Nuestro país como “faro antifascista”.

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La nueva etapa política en la que entró el conflicto venezolano se notó en la jura de Maduro el 10-1-25: un gobierno más ideológico y atado a sus aliados doctrinarios. Hace 6 años, el clima del país fue de conflicto político intenso, pero dentro de los cánones de la política venezolana tradicional, si se quiere. Hoy es un conflicto político intenso, pero menos visible y más en clave de la geopolítica. Un conflicto en clave internacional. Es una novedad y no tanto: el conflicto venezolano es internacional por decisión del gobierno y de la oposición.

Entro, ahora, a los contenidos del mensaje de Maduro el 10 de enero. Dos precisiones de entrada.

La primera, es que el chavismo está en una fase de burocratización. Por burocratización entiendo la consolidación de rutinas políticas en el tiempo. No es algo necesariamente negativo, aunque para el gobierno lo noto así, al menos en este momento.

En otros textos para El Cooperante he desarrollado la idea de la inercia en la gestión de gobierno. Pienso que en 2025 no cambiará. El ejecutivo está cómodo en su visión de “rumba y trabajo”. Se ha mantenido en el poder con ella ¿Para qué cambiarla? Un efecto es que el chavismo se consolida como sistema de poder, pero desmejora como sistema de gestión. Es evidente si se compara con sus propios baremos.

Por ejemplo, en mi análisis, el discurso de Maduro de 2019 es mucho mejor que el discurso de 2025. El trabajo de la AN en la legislatura de 2022-2023 es mucho mejor que lo realizado en el lapso 2024-2025. El balance de la AN será mi próximo artículo para El Cooperante.

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El chavismo es competente para el poder, pero incompetente para la gestión y eso se estabiliza. Es la burocratización. No sé si se pueda hablar con los tipos de la ciencia política del Siglo XX como un “régimen burocrático autoritario”. Lo es, pero con las características del Siglo XXI. Los paradigmas del Siglo XX ayudan a comprender procesos políticos, pero no son suficientes. Hay que crear o pensar nuevos a la luz de las realidades actuales porque se analiza al chavismo con esquemas del siglo pasado que no resultan. El caso más evidente fue el 10 de enero.

La estrategia de la oposición fue esperar al “quiebre de la coalición dominante” al asumir que los militares no validarían la toma de posesión de Maduro en la idea de “los costos” por las protestas masivas que se esperaban. Al menos el 10 de enero, no sucedió lo esperado. La oposición nuevamente fracasó con un paradigma que no se ajusta a la realidad de los autoritarismos del Siglo XXI.

La soberbia de la oposición es tan grande que, en vez de revisar su paradigma y, a partir de allí, ajustarlo a la realidad de 2025, prefiere fracasar. Insiste en algo que no funciona por orgullo y para cuidar reputaciones que hace tiempo rodaron. Su consigna parece ser algo como, “fracasar, pero con dignidad”.

Lo segundo es que hay dos elementos transversales a los contenidos que el presidente Maduro (RP) expresó el 10 de enero. Uno es coyuntural y el otro es estratégico. El coyuntural es la propuesta de reforma a la constitución. Es coyuntural no porque sea irrelevante sino porque para el chavismo, es el momento para adelantar esa propuesta. Sus contenidos cortan todo lo dicho por Maduro desde la AN. De otra forma, la reforma a la carta magna -si pasa- es el continente y los temas que Maduro expuso en su jura son los contenidos. El estratégico es lo que el gobierno llama “paz y estabilidad”. Es una idea muy cara al chavismo desde Chávez, pero con Maduro es el eje transversal de su concepción política.

Durante el acto en la academia militar el día 10, el presidente (RP) aseguró que, con su jura sin novedades, “ganó el orden”. Esta idea cada vez es más central dentro de las políticas y del discurso chavista.

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La “paz y estabilidad” de la que el ejecutivo se ufana, la llamo “paz autoritaria” término que indigna a muchos, pero cómo la disfrutan. No la desafían. Y no la desafían porque es paz, de menor nivel, más incompleta, o una paz reconfigurada, o si se quiere usar la expresión de Galtung de “paz negativa” -espero que los indignados sepan de qué habla Galtung- en el sentido de ausencia de violencia aunque existe la violencia del Estado. Pero en mi idea, la “paz” es porque se puede llevar una vida. Incluso los indignados la llevan y una muy buena vida.

Un indicador es Latinobarómetro. El tema de la inseguridad es casi inexistente para la opinión pública venezolana. Un indicador asociado es que la ciudad ve el surgir de tiendas abiertas las 24 horas.

Es “paz autoritaria” porque los elementos de “paz positiva” de Galtung no existen. Por ejemplo, la cohesión social -hay polarización, así moleste el término- o la justicia que el sistema político no ofrece porque es una justicia ideologizada. Pero se puede llevar una vida.
Otro ejemplo. Para el 12 de enero, un TT en tuiter fue “intervención militar YA” -la oposición viaja en el tiempo, otra vez- junto a otro TT, “Marie Claire Harp” o “Kate del Castillo”. Para mi análisis, eso revela unas grandes vidas que piden intervención militar, pero están en la farándula. Esas vidas no tienen mayores preocupaciones dentro de la paz autoritaria que les irrita.

Es “paz” pero “autoritaria” porque la vitalidad de la “paz democrática” no existe. Otra manera de llamar a la “paz autoritaria” puede ser paz sin alma, paz gris. Es una paz, pero a discreción del Estado. Sin pesos ni contrapesos, sin instituciones, y sin efectos por lo débil y polarizado de la esfera pública para discutir.

La paz –paz autoritaria- es la viga principal, la columna vertebral de la gestión del gobierno de Maduro. También corta todos los contenidos, que veremos a continuación.

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¿Cuáles contenidos son los relevantes en el discurso dado por el presidente (RP) en la AN el 10 de enero? Identifico 4 contenidos: una tendencia muy anti-EUA, el encuadre geopolítico, el contrapeso a las elecciones competitivas, y la economía no petrolera. Me atrevería a asegurar que la gestión de Maduro tendrá estas 4 líneas que se verán en la propuesta de reforma a la constitución. Veamos cada una. La primera, la tendencia muy anti-EUA. El chavismo siempre ha polarizado y construido al adversario principal en los EUA. Fue así con Chávez y ahora con Maduro. Con éste, el discurso anti-EUA se hace más central porque se inserta ya no en la narrativa chavista de la “Patria grande” sino en la narrativa de Maduro de la “lucha contra el fascismo”.

Los EUA como representante de un “sistema fascista” que trasciende a la “patria Grande” y es global. De aquí que las alianzas para Maduro salgan de la región y busquen alinearse al grupo de países cuyo sistema de gobierno no es la democracia liberal de manera preferente. Las alianzas internacionales es el segundo contenido en las palabras de Maduro el 10 de enero: la construcción de alianzas fuera del mundo que podemos llamar Occidental o de democracias liberales. No es que antes de Chávez Venezuela no las tuviera -fundó la OPEP y estableció relaciones con China y la extinta URSS; se recuerda una gran expoURSS hecha durante CAP I en 1976 en la zona rental de la UCV- pero la política exterior de AD-Copei no era antinorteamericana pero tampoco subordinada a los EUA, sino una que promovió los intereses del Estado y se acercó a todos los países del mundo, pero no en un sentido anti sino en uno pro-intereses del Estado venezolano.

De manera que los gobiernos de AD Copei tuvieron buenas relaciones con Israel y Egipto, por ejemplo, al tiempo que adversaron a los EUA en el conflicto de Las Malvinas, fueron críticos con la invasión del Norte a República Dominicana en 1965 y la de Panamá en 1989, pero fueron factor de contención al poder de Cuba en El Caribe con la compra de los aviones F16 en 1983. La política exterior del chavismo es anti y busca ser una suerte de “redención de los oprimidos”.

En su discurso del 10 de enero, Maduro reclamó a Santander su “pro-imperialismo” como si fuera hoy. Como si Santander viviera en el presente. La política exterior de Maduro rompe con los EUA o se aleja de la “delgada línea roja” que había con Chávez y, desde 2013, Maduro comienza a confeccionar relaciones con países que considera serán el contrapeso a Occidente como China, Rusia, la India, Irán, Turquía, por mencionar a algunos de los “hermanos mayores” como al presidente (RP) le gusta referirse a naciones como Rusia o China.

La meta de alejarse de Occidente -aunque sin una ruptura total- se objetiva en ser admitido en los BRICS que se considera el bloque que hará contrapeso a los EUA y a la UE, y se idealiza en un bloque “de los oprimidos”. Por esto lo que Maduro repite en sus discursos, “estamos en los BRICS desde hace 200 años” porque la Guerra de Independencia fue, también, una para liberar a los oprimidos del planeta pero truncada por el “maleficio de la traición” que es algo que para el chavismo explica por qué el proyecto de la izquierda insurreccional no se dio.

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Siempre fue traicionado (Páez con Bolívar, Gómez con Castro, AD-Copei con el 23 de enero). Por esto su celo con la unidad y la cohesión para evitar lo que la oposición espera ocurrirá desde hace lustros, el famoso “quiebre de la coalición dominante”. El chavismo lo evita bajo el tema del “maleficio de la traición”.

Con Maduro el anti-EUA y alejarse de Occidente es más estratégico y una línea principal de su visión como plasmó durante el mensaje del 10-1-25 desde la AN.

Por lo anterior -también es mi posición desde la OE de Obama de 2015- que insistir con sanciones y recompensas es torpe y son recetas para un mundo que ya no existe.

Principalmente las últimas para Maduro, Cabello, y Padrino. Me comunicaron como un acto desesperado de los EUA porque no se produjo el esperado “quiebre militar” y se “castiga” a Padrino López con una recompensa al vincularlo a actividades del narcotráfico. Se recuerda que en 2019 un jurado en los EUA lo acusó de distribuir cocaína en ese país.

Insistir en sanciones y recompensas complicará más encontrar una solución política al conflicto venezolano -si es posible hallarla, porque cada vez es más difícil- y no evita sino refuerza que el ejecutivo busque alianzas fuera del mundo Occidental.

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La política y una política se evalúa con base en sus resultados. Así habrá que examinar la política y las políticas de sanciones y recompensas para el caso de figuras del chavismo. El indicador del “quiebre” no se ha producido si tomamos como referencia la designación de Maduro por parte de los EUA que fue en 2017. Van 8 años, pero se insiste en que, en algún momento –“paciencia”, se pide ahora- se producirá la esperada “fractura”.

El tercer contenido es, quizás, lo novedoso. Es lo que llamo hacer contrapeso -todavía no diría eliminar pero sí hacerle peso- a las elecciones competitivas que prevé la carta magna y que son las “tradicionales”. Por ejemplo, las previstas en 2025. Este contrapeso viene de la mano de la idea del “poder popular” y de las “consultas populares”.

Aquí entra lo ideológico y lo doctrinario. Lo primero es la idea del chavismo que la democracia representativa es “burguesa” y busca una democracia directa desde las comunidades, pero políticamente controlada. Es una “democracia protagónica” pero sin pluralismo. La discusión se da dentro de las ideas del chavismo, no otras. Sí, es una democracia en la que las comunidades participan y deciden, pero controlada desde arriba. Se vota abajo, pero se planifica arriba. Esta idea de democracia es la que impulsa todo el poder popular. El pueblo se empodera pero dentro de las coordenadas ideológicas del chavismo. De nuevo, no hay pluralismo.

Lo político apunta a que el chavismo pierde elecciones. Salvo mejor información por parte del CNE, no ganó el 28 de julio. El chavismo no lo acepta. Reconoce de la boca para afuera cuando pierde, pero busca por otras vías lo que quiso aprobar con los votos, como fue con la derrotada reforma propuesta por Chávez en 2007.

Las consultas populares no son solo para preguntar en las comunidades sino un contrapeso político a las elecciones competitivas que prevé la carta magna de 1999 que el chavismo no quiere porque las pierde. En una consulta popular no hay pluralismo ni competencia aparte que son muy básicas. Me recuerda a la Venezuela cuando se votaba por tarjetas.

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Participé en la consulta para los jueces de paz del 15-12-24 -y también he votado en las consultas para los proyectos- no hubo competencia y se votaba por unos números. Es decir, despersonalizar, descafeinar una elección para que su aspecto competitivo y de contraste se pierda. Unas elecciones sin alma en la que el pueblo vota pero no hay competencia por lo que sus efectos políticos en términos de alternancia o de cambiar correlaciones de poder es nulo o muy bajo porque son elecciones controladas por el sistema autoritario aunque puedan ser honestas en su desarrollo. Sencillamente están embutidas dentro de un modelo político que no acepta el pluralismo, elemento esencial de las “democracias burguesas” o democracias liberales de las que el chavismo quiere alejarse.

La reforma a la constitución también apunta a lo anterior: sacarse lo liberal que la carta magna de 1999 tiene. Por eso me parece una tontería criticar desde cierta opinión opositora a la constitución de 1999 porque, pese a su presidencialismo, sigue la tradición de las constituciones hechas dentro de la concepción democrática-liberal de la historia de Venezuela.

Habrá elecciones si se da la reforma de 2025, pero su fuerza y eficacia política para producir cambios o alternancia en el nivel ejecutivo, estará más debilitada o si hay un cambio, que se dé dentro del marco de un sistema autoritario pero consolidado y con sus instituciones.

Si la reforma a la constitución que se busca en 2025 se aprueba, posiblemente será la primera carta magna que se aleje de esa tradición que no será eliminada pero sí tendrá contrapesos importantes como el poder popular para hacer menos competitivas las elecciones nacionales de manera que el riesgo de perderlas para el chavismo sea menor sin tener que desconocerlas como pasó el 28 de julio, salvo mejor información por parte del CNE. Este tercer elemento es el más relevante de los 4 contenidos expresados por Maduro en la AN.

Finalmente, el cuarto contenido no es nuevo en Maduro. Desde 2014 el mandatario (RP) cuestiona la economía que vive de los recursos de PDVSA trasegados a la sociedad vía BCV. Lo que hace 11 años Maduro llamó “el cadivismo”. Un efecto no deseado de las sanciones -que sus promotores jamás van a reconocer no solo porque los benefició sino porque pone en cuestionamiento la estrategia de las sanciones- es que impulsó lo que Maduro busca desde 2014: una economía “no cadivista” que viva de sus propios recursos. Salvo que sea propaganda, hay dos indicadores. El primero, la recaudación tributaria para 2024 se acercó a los 9.000 millones de dólares. No es la primera vez que se logra -con Chávez pasó igual, por ejemplo, en el presupuesto de 2010- pero con Maduro se busca que el aporte no petrolero sea constante.

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El segundo indicador, es la participación privada en el PIB. Lo que leo de los gremios indica que mejora. Seguramente en otros momentos de la vida nacional fue así, pero, de nuevo, la diferencia que noto con Maduro es que se busca sea estructural, no coyuntural para regresar al ingreso petrolero que se mantiene y busca, pero el gobierno lo recibe como un ingreso exclusivo para el Estado que distribuye a discreción. Es uno más cerrado y la sociedad debe vivir de su trabajo y de lo que produce, junto a los aportes que el Estado hace en función de sus intereses. La economía “no cadivista” tendrá en Maduro un impulsor lo que, desde el punto de vista político, pone al sector privado en un dilema. Posiblemente el gobierno de Maduro será de los que más apoye al sector privado en su tercer mandato -si se mantiene, que es otro análisis para El Cooperante.

Con esto no quiero cuestionar a los empresarios. Un tuitero pro-María Corina señaló que pedirle a un político que no cree expectativas -para justificar las incumplidas el 10 de enero- es como pedirle a un empresario que quiebre. Con este argumento se apoya que un empresario produzca también en un sistema autoritario. Cómo lo hace o se relaciona con el sistema autoritario, es otra discusión. Pero no se le puede pedir a un gremio que quiebre solo porque así lo quiere tuiter en su comodidad y para desplazar su frustración porque el cambio no sea da, o porque es la “tradición” en Venezuela que todo el mundo se mete en política, y eso incluye a los empresarios. A lo mejor tener un sector privado fuerte pueda ser mejor política y para hacer política para reclamarle al Estado una igualdad, dado que la sociedad produce los recursos que el Seniat cobra. Una sociedad más exigente porque “lo regalado se acabó”, lo que también es todo un reto dentro de un sistema autoritario. En cualquier caso, el gobierno de Maduro -y fue su cuarto contenido- respaldará la economía no petrolera, principalmente las exportaciones. Si será una “economía de los amigos” o una más productiva es lo que el tiempo revelará, a partir de las actuaciones del ejecutivo y de las respuestas de los gremios productivos y de la sociedad. La evaluación de lo afirmado por Maduro desde la AN tiene dos niveles.

En análisis previos para El Cooperante comenté que al gobierno hay que examinarlo en dos niveles: la referencia al 28 de julio y la gestión. Sobre el 28 de julio, el chavismo, salvo mejor información por parte del CNE, desconoció el resultado de ese día. Es la diferencia con otros tiempos. Podemos afirmar, como Tony Judt, que estamos en lo que llamó, “cuando los hechos cambian”. El desconocimiento es un giro de 180° en los hechos de la política venezolana. El gobierno vive su prueba más complicada porque es vivir una mentira -salvo mejor información por parte del CNE- hasta 2031 si es posible. No es casual que, ahora, en los actos oficiales, el locutor se refiere a Maduro como presidente pero agrega el lapso, “para el período constitucional 2025-2031”, como para resaltar el lapso que se disputa porque el CNE no presenta los resultados desagregados.

El ejecutivo no tiene el crédito de otros años porque en 2024 la oposición no jugó a la subversión sino participó en las elecciones. Además, el ejecutivo logró la estabilidad política y el público reclama gestión. Como no hay una competente, el público se alejó del chavismo. El bloque político del chavismo en Delphos para julio de 2024 coincide con los resultados de las elecciones dados por el Comando Venezuela: uno de cada 3 venezolanos apoya o votó por el chavismo. No es una cifra desdeñable pero no es la mayoría. Esta es la primera dimensión de análisis, en la que no voy a entrar porque mientras la oposición no tenga la capacidad para hacer viable su ascenso al poder, puede ser una discusión interesante pero ineficaz desde el punto de vista político. En todo caso, la plataforma debería discutir cómo puede hacer valer los resultados del 28 de julio y lograr la alternancia en el poder. El paradigma que hoy domina a la oposición -lo podemos llamar “Yugoslavia 2000”, masas de ciudadanos protestan en el parlamento, los militares se niegan a reprimir, se produce el “quiebre de la coalición dominante”, y luego la transición- no ha resultado desde que este paradigma domina el mundo opositor a partir de 2013.

El debate debe ser los méritos de este paradigma y por qué no ha funcionado, que no sean tuits plañideros para justificarlo. Este artículo no es para eso. Mi opinión es que la oposición debe buscar su respeto frente al gobierno. Se logra con una “política de contrapunteo” de forma permanente dentro de las reglas del sistema autoritario que se impugnan al mismo tiempo, y participar en los espacios en los que sea posible.

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La debilidad de mi modelo es cuándo es el momento y cómo para lograr la alternancia porque el contrapunteo puede ser permanente y metabolizado por el sistema autoritario. El segundo nivel que sí trato en este texto -y en otros- es la gestión de gobierno. No cansaré al lector con lo de siempre: el ejecutivo no tiene una gestión competente. Un ejemplo es con el transporte público del Estado. No es constante. Si no es capaz de tener una constante en cuanto a calidad de una política no puede tener gestión, más si es un gobierno de un presidente (RP) que viene de ser conductor de Metrobus, el que debería ser el transporte por excelencia de Venezuela, pero no es constante. Va y viene. Hay momentos en que el Metrobus florece y otros en los que decae. Si hubiera una gestión competente florecería siempre. Tal vez la conciencia de saberlo llevó al presidente (RP) Maduro a anunciar en su mensaje a la nación del 15-1-25, la creación de una compañía exclusiva para el Metrobus, pero ya tiene 12 años en el gobierno. Es decir, casi tres lustros para dar con una idea que no me parece mala pero que el tiempo validará si funcionará frente a la burocracia chavista.

Lo anterior no significa que lo dicho por Maduro el 10 de enero no sea importante. Sin que se reconozca, Venezuela se ajusta a los contornos de la visión de Maduro. Lo que quiero decir es que no ser un gobierno competente lo condena a una inercia que puede ser lo que el ejecutivo quiere –“trabajar y rumbear”, el “Maduro’s way of life”- pero que choca con las ideas que plantea, principalmente las vinculadas a la gestión y lo gerencial. Maduro arrancó su tercer mandato con “más de lo mismo”, pero con un sistema autoritario más institucionalizado que mantiene una gestión incompetente que se burocratiza para no cambiar. El “cambiar lo que haya que cambiar” que señala el presidente (RP) se verá si es una realidad o una frase hueca para repetir en actos de calle.





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