Connect with us

La Lupa

La política más allá de la efervescencia: con gritos no se llega al poder

Mucho se habla de estrategia cuando ni siquiera se percibe sentido común. Desafortunadamente no se puede elaborar una ruta, camino o “salida” si no se cuenta con un mínimo de racionalidad y entendimiento colectivo sobre la necesidad que requieren los consensos y los acuerdos para lograr un cambio político en la Venezuela de hoy. Al final, esto es política. Crear una solución no es apretar un botón, es un proceso de construcción que requiere esfuerzo, paciencia, conducción y objetivos en común

Foto del avatar

Publicado

/

Caracas. La falsa creencia de que el liderazgo y la popularidad se mantienen con el tiempo o con los números de una encuesta, provocan un cierto grado de astigmatismo político en la dirigencia. Las crisis pueden ayudar a identificar a los lideres más capaces para lograr soluciones, pero también contribuyen a detectar a los más inoperantes. Durante un conflicto, todos los actores políticos se ponen a prueba ante los ciudadanos y la opinión pública. Algunos son percibidos como verdaderos líderes con gran sentido de madurez, sensatez y responsabilidad; otros todo lo contrario.

Lea también: "Okdiario: «Pollo» Carvajal fue extraditado a Estados Unidos desde España"

Cuando en una realidad política las alternativas no demuestran ser lo suficientemente
útiles o no están a la altura del momento, es decir, eligen caminos que conducen al desacierto, la ciudadanía se desconecta y pierde el interés en el ecosistema político. Su capacidad de procesamiento sobre lo cotidiano disminuye y aumenta su sentido de supervivencia individual. La ilusión de cambio se desvanece y se refuerzan las opiniones negativas.

En política, las formas son el fondo y la percepción debe cuidarse. En una sociedad donde los
ciudadanos terminan construyendo puentes y los políticos optan por quemarlos, la desconexión es un escenario inminente y peligroso sobre todo si se acerca una contienda electoral. La pérdida de respeto, atención y admiración termina por conducir al
político al fracaso y la vergüenza. No se puede hacer buen uso de la política si los ciudadanos no respetan y escuchan a sus dirigentes.

En tiempos de efervescencia política es necesario aprender a gestionar emociones, pero sobre todo las propias. Se debe encontrar el equilibrio entre el carácter y la prudencia. Con gritos y consignas nadie llega al poder. Hay que evitar caer en el sesgo de confirmación y en la profecía autocumplida que a muchos les infla el ego, pero con esto no se avanza, se retrocede. Los ciudadanos aspiran ser conducidos por políticos más cercanos, honestos, estratégicos y responsables, no por adultos emocionales llenos de odio, venganza y narcisismo.

Mucho se habla de estrategia cuando ni siquiera se percibe sentido común. Desafortunadamente no se puede elaborar una ruta, camino o “salida” si no se cuenta con un mínimo de racionalidad y entendimiento colectivo sobre la necesidad que requieren los consensos y los acuerdos para lograr un cambio político en la Venezuela de hoy. Al final, esto es política. Crear una solución no es apretar un botón, es un proceso de construcción que requiere esfuerzo, paciencia, conducción y objetivos en común.

Advertisement

El actual desafío político consiste en evitar gravitar bajo el populismo y la demagogia prometedora, aquella con algo de marketing juega con las emociones y los sentimientos de la gente. El político de hoy debe salir de las pantallas y demostrar que es capaz de lidiar, no solo con sus seguidores, sino con aquellos que piensan totalmente distinto. La política se cuantifica con hechos y todo aquel que aspire a ser bien recordado necesitará generar situaciones que den menos problemas y mejores resultados.



Tendencias