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La Lupa

Las lección que dejó el pánico cambiario de agosto

El pánico cambiario que vivimos a finales de agosto por la subida del dólar, dejó una lección no visible pero real. No fue noticia pero allí está: todos estamos aferrados a la estabilidad que hoy se vive en Venezuela. Guste o no guste esa estabilidad, al ver el barranco, “tirios y troyanos” se asustaron y se detuvieron. Es un cambio importante si se compara con un pasado no muy lejano en donde grupos de nuestras cómodas elites auparon el conflicto. Hoy la mayoría no quiere conflictos. Quiere certezas, aunque sean chucutas. Tengo dos hipótesis para explicar este cambio. La primera, nuestra vivencia de la crisis, que fue traumática. No queremos evocarla ni en sueños, menos en la vida real. La segunda, es que la estabilidad permite llevar una vida. Años de conflictos se traducen en que apreciamos más lo estable para poder vivir. Queremos respirar. Lo anterior tiene una moraleja política: si todos apreciamos la estabilidad que realmente tenemos ¿por qué no la asumimos como contexto para debatir los problemas de Venezuela? Desde hace tiempo, se reclama un mínimo de seriedad ¿Nos la arrogamos o seguimos jugando a los “duros” pero cuando vemos “al diablo llegar”, pegamos la carrera?

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Caracas.- Así como la protesta de los docentes por el pago del bono vacacional y para exigir derogar el instructivo de la Onapre dejó lecciones algunas visibles y otras no tanto –el gobierno tiene capacidad de respuesta luego que un evento lo sorprende- el ajuste del dólar que vivimos la última semana de agosto también dejó las suyas.

Una no visible es que la sociedad valora mucho la estabilidad que hay en Venezuela. Verdadera, falsa, chucuta, “de los oprimidos”, amplia, limitada, democrática o no, lo que sea, pero todos –insisto, todos- los grupos se aferraron a ella durante el aquelarre cambiario. En otros años, había más disposición para el conflicto o para la incertidumbre. Ahora no. Se quieren certidumbres. Fuera de los tradicionales y ahora menguados “tira la piedra y esconde la mano” o los que todavía esperan por la “chispa que encienda la pradera” mientras hablan de la “agitación” desde tuiter, nadie quiere problemas. Reitero, nadie.

Dos razones lo explican a mi modo de ver. La primera, nuestra vivencia de la crisis. Nadie quiere evocar el pasado de escasez, hiperinflación, e intenso conflicto. Tampoco el apagón de marzo de 2019. Cuando hay apagones más o menos amplios, leo en tuiter mucha ansiedad. Zozobra que el recuerdo del corte de 2019 despierta. Nos aterra que una situación así vuelva a suceder.

El ajuste cambiario nos sorprendió, aunque venía de manera pausada. Por ejemplo, el 4-1-21 el dólar estaba en 1,35 bolívares. El año 2021 cerró a 5,16 bolívares por dólar. El año 2022 comenzó con un dólar a 5,20 y la tasa BCV para el día 2-9-22 es de 7,90 bolívares por dólar. El dólar pasó de 1 a 3, de 3 a 5, de 5 a 7, y se ajusta a un nuevo valor que puede estar por los 8 bolívares por dólar. Saltos que son nuestra manera de corregir el valor de la moneda por las ineficiencias y externalidades negativas de nuestra economía.

Si bien el ajuste ocurría, el salto del miércoles 26 de agosto nos asombró y, automáticamente, trajo los recuerdos de la escasez, hiperinflación, y conflicto político. Hubo pánico cuando nos pasó por la cabeza viajar en el tiempo para nuevamente escuchar expresiones como el “dólar guarimbero” o “no sé cuándo se irán a dar cuenta que el régimen nos quiere así”, de los sobrados tanto del gobierno como de cierta oposición, quienes durante esos años amenazaron con que “no quedaría una piedra en el este” o que la situación de Venezuela “es peor que la de Siria y Libia” (me disculpan si hay alguna “equiparación moral” en la frase).

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Hoy, esos “sobraos” ni de broma renuncian a la estabilidad, así sea limitada. Me recuerdan una anécdota durante El Porteñazo. Los periodistas buscaban llegar al sitio de las operaciones, y un alemán que había emigrado a Venezuela y vivía en la zona se ofreció para llevarlos. En el camino, “sobrao”, contó sus grandes anécdotas de combate durante la Segunda Guerra Mundial y los comunicadores quedaron estremecidos. Al llegar cerca de La Alcantarilla, el hombre se puso pálido y “paticas pa’que te tengo”. Se fue. Le dijo a los periodistas que ni en la guerra en Europa, había visto tanto plomo como en La Alcantarilla. Como el alemán de la anécdota, así son nuestros “sobraos”, de ayer, hoy, y mañana.

La segunda razón para apreciar la estabilidad que Venezuela ganó es que se puede llevar una vida con cierta certidumbre. Una vida desigual, sí, pero con mayores certezas. En los años duros del conflicto venezolano, no era posible llevar una vida o era una miserable. Sigue siendo una vida dura, pero se puede correr con la existencia. Por eso la ansiedad cuando se disparó el dólar. El terror de pensar volver a un pasado de controles, escasez, pelear por lo básico, cierre de comercios, colas, brazos marcados con números, “llegó la paleta”, comer mango y pedir mandarinas en la calle, expropiaciones, remarcar precios, bachaqueros, y acaparamiento. Momentos que nadie quiere volver a vivir.

La lección política de este hecho es que una estabilidad –como se la quiera llamar, si la palabra hiere alguna sensibilidad que todavía las hay- nos une a todos. Tanto al gobierno como a la oposición.

En el primero, a pesar de ciertos esfuerzos en redes para mostrar a un “Maduro en clave de 2016” en una actividad que tuvo el día 25-8-22, si se ve el video completo no fue así. Por eso desde hace un tiempo no veo “clips” sino, si es una noticia política importante, busco todo el video. Ya uno está “grandecito” para replicar las famosas “matrices” y complacer a “famosos e influencers” que son “operadores de contenidos” y “baja líneas” en redes sociales. Que hagan su trabajo. 

Si se ve el “clip” que subieron el día 25, se piensa que es un regreso al pasado. Muchos lo comunicaron con esa intención. Para sugerir que “volvemos a los controles”. Si se ve el video completo no es lo que Maduro dijo. Sí vapulea “a los especuladores” pero no quiere regresar al pasado. Al contrario, hace la pregunta “¿quieren volver a que todo no se arregle?”. El ejecutivo no quiere revivir la etapa dura de la escasez. Maduro no habló que el Estado intervendrá, o de la Sundee, sino pidió a las personas que exijan se use el tipo de cambio del BCV. El día 26-8-22 el presidente escribió un tuit bastante zanahoria sobre el tema cambiario.

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A pesar del discurso de la Sundee en redes, la presidenta de Consecomercio informó que efectivamente el organismo inspeccionó comercios afiliados, pero la relación es diametralmente opuesta al pasado. Una relación como debió haber sido y debe ser: no reprimir ni hacer de los comerciantes chivos expiatorios –como el ejecutivo hizo a conciencia- sino inspeccionar de acuerdo a lo que establece la ley, como reportó la cámara de comerciantes ocurrió en esta ocasión.

En sencillo, “nadie quiere problemas” y, más bien, hay un fuerte apego a la estabilidad que tenemos. La real, no la que está en sueños. 

Más bien, le presto atención a lo que Maduro afirma sobre los servicios públicos. Ahí sí veo sus promesas y lo que efectivamente sucede. El servicio de agua –por lo menos en mi zona- es cada vez peor y no sé qué espera el gobierno, será otra crisis, pero el presidente extendió la promesa de corregir las fallas de agua a diciembre de este año. O las acusaciones infundadas que hizo contra integrantes de PJ durante un acto en el Metro de Caracas el día 1-9-22. Aclaro, no soy usuario del Metro, pero sí doliente porque mi familia puso su grano de arena para construir el subterráneo caraqueño. 

Claro que las sanciones pesan para explicar la deplorable situación del Metro; en la economía del país, en todo y a todos. Es evidente que el gobierno no podrá hacer un ajuste económico completo mientras haya sanciones, como reclaman no pocos que obvian ese hecho. Pero en el caso del Metro, el chavismo lo descuidó mucho antes de las sanciones y tiene el tupé de afirmar –en el acto comentado- que el Metro durante AD-Copei era “excluyente”. Qué riñones, de verdad.

El ingeniero del Metro presente en el acto, avisó que hay trenes fuera de servicio desde hace 10 años. Es decir, desde 2012, cuando nadábamos en dólares y nadie estaba pendiente de “Occidente” sino en gastar. Eso es lo que muestra la cuña de PJ: las promesas de Maduro hacia el Metro que vienen desde 2013, mucho antes de las sanciones. Eso lo molestó porque asume que, como fue trabajador del Metro, el transporte “es su coto particular”. El Metro es para Maduro lo que la Academia Militar fue para Chávez. La diferencia es que, hasta donde he visto, la academia está como una “tacita de plata” (qué bueno, de paso). 

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El mismo Maduro reconoció las fallas de su gobierno. Al principio del acto, se molestó porque acomodan las cosas cuando “pasa la reina”. En las recientes cuñas de “Superbigote”, ya no lucha contra “el imperio” sino contra la indolencia de su propio gobierno, “criatura indolente” dice el muñeco. “Superbigote” lucha contra “Superbigote”. Desde cuentas chavistas en tuiter, desde hace aaañosss denuncian los problemas del Metro, pero el gobierno no los abordó. Dejó que el Metro llegara al foso. Es difícil explicar por qué lo permitió. Ahora actúa porque el tema realmente cansó al público. La gota que rebasó el vaso fue el asesinato a cuchillo limpio de un chico en una estación del Metro. Si esto no pasa, la indolencia del ejecutivo frente a “nuestro pueblo” seguiría imperturbable. En tuiter, camaradas escribieron que ojala el “Metro se mueve contigo” no sea oootroo “operativo” más sino algo permanente. Es lo que todos deseamos.  

Seguir con el gastado “by the book” para construir un “enemigo del pueblo” en dirigentes de PJ cuando la realidad es que los gobiernos chavistas abandonaron un Metro en funcionamiento y con sus planes para crecer que recibieron de Puntofijo, ya no cae bien. Ya nadie cree en esos cuentos. Ya molesta porque los servicios no mejoran y son casi 25 años de gobiernos chavistas. Deje a los partidos de la oposición tranquilos y trabaje, presidente. En el acto, Maduro comentó que el Metro lleva a 2,8 millones de personas diariamente. El ingeniero del Metro presente en la actividad, expresó que recuperan dos trenes cada 45 días (me parece bien que se haya sumado a la industria nacional para recuperarlos y el propio Metro, en el “know-how”). En un año serían 8 trenes. No sé de metros, pero no me parecen suficiente para una demanda de casi 3 millones de personas por día. En vez de estar pendiente de PJ para ver si “se abre un frente” para distraer la atención, el gobierno debe estar atento a esta realidad: la demanda es mucho más grande que la velocidad de la oferta. Ese es el verdadero “frente” y así será evaluado por “nuestro pueblo”, que está “bien informado” como pide el presidente. No es pendejo.     

Por el lado del público opositor, me sorprendió gratamente el apego a la tasa del BCV. Digo “me sorprendió” porque en el pasado no fue así. Recuerdo que para mi empresa era todo un problema. No solo social –pasar por “pendejos” que en Venezuela es lo peor o escuchar “no saben nada de economía”; seguramente es así- sino de ingresos para la firma, ya que las facturas eran a tasa del BCV pero pagábamos a proveedores a tasa del paralelo, con la pérdida para la empresa, porque durante esos duros años la diferencia entre uno y otro era apreciable. Más de una vez, tuvimos que bajar nuestras tarifas, incluso. Ahí me di cuenta que mi empresa podrá sostenerse pero no crecer. Me hace falta el “espíritu de comerciante” que es el oficio más extendido en Venezuela. Ni los fenicios, pues. 

Me sorprendió leer en redes sociales a gente que reclamaba la tasa del BCV. Tampoco el público de la oposición ‘’quiere problemas”.

Este comportamiento es una evidencia de los cambios de la sociedad. Los economistas ofrecen explicaciones para dar cuenta de la subida del dólar. En mi visión, pasamos de un nivel en el tipo de cambio a otro, de manera repentina y brusca, pero es el tránsito natural mientras la economía no tenga el músculo y la confianza para sostener la oferta y la demanda sin la intervención cambiaria del BCV. Estos ajustes son la manera para corregir nuestras ineficiencias. A lo mejor el gobierno estudiará qué pasó en esta experiencia para evitar pánico en el próximo ajuste, que vendrá en un tiempo.

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Este aprecio por la estabilidad puede ser una cierta resiliencia que como sociedad poseemos. Resiliencia sí en el sentido del término (al menos para el uso de la psicología social la que, sencillamente, es ponerse por encima de la línea de una crisis luego de haber pasado por una).

El 24 todo era un caos. El viernes 26, tranquilidad. Tanta, que el tema en tuiter fue la ocurrencia de un humorista. Llegó a TT. Ya no fue el dólar. Incluso, la diferencia entre la tasa del BCV y el promedio del paralelo para ese día, era cerca de un bolívar entre una y otra. De vuelta a la normalidad. El arrebato social fue de apenas 48 horas. Ahora a llevar la vida, pero con un tipo de cambio en otro nivel. Hasta el próximo ajuste, suave como venía o salvaje como el de agosto.

La moraleja política de lo anterior es, si todos los grupos valoran la estabilidad –aunque sea limitada o amplia, les guste o no, lo admitan o no- para llevar sus vidas, por qué no nos sinceramos en eso, y comenzamos a debatir los temas importantes de Venezuela en ese clima de estabilidad que debemos asumir de manera consciente, y no cuando “vemos al diablo llegar después de llamarlo tantas veces” como es nuestra manera de ser. Llamar al desastre y cuando viene, “nadie fue” y aparecen los “venezolanos respetables” que llaman a la “sensatez” y a “confirmar las informaciones”.

El momento actual de Venezuela –en honor a la verdad, desde hace tiempo- reclama una cierta formalidad ¿Qué tal si nos empatamos en una de esa?



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