La Lupa
Las tres familias políticas del chavismo y el cambio en el gabinete
El 27 de agosto de 2024, el presidente Maduro anunció un nuevo gabinete, realizando cambios en cerca del 50% de su equipo de gobierno. Delcy Rodríguez se mantiene en su cargo como vicepresidenta. Las designaciones más comentadas fueron las de Diosdado Cabello como ministro del Interior, la ratificación de Delcy Rodríguez en el Ministerio de Petróleo, y la ratificación del general Padrino López en el Ministerio de Defensa. Este gabinete busca cohesionar al chavismo y define lo que caracterizará la gestión de Maduro: lo territorial en clave comunal. Como objetivos, el nuevo equipo persigue tres cosas: 1) control político, 2) mejorar y administrar los recursos que el Estado recibe, principalmente los petroleros, y 3) tender puentes con sectores de la sociedad. Este es un gabinete diseñado para un momento político que el Ejecutivo define como una amenaza a su permanencia en el poder, y no uno orientado a mejorar la gestión gubernamental. El “Maduro’s way of life”, que se basa en el rumbear y trabajar sin mayores aspiraciones en la vida, se mantiene: todo es pequeño y lo gris se convierte en política de Estado
Caracas / Foto: Archivo.- Salgo de los artículos dedicados a las elecciones y a la oposición en general. Entro en los temas vinculados al gobierno ¿Al gobierno? Preguntarán algunos porque la situación evidentemente no es similar a la que había antes del 28 de julio.
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Salvo mejor información del CNE que parece no vendrá -ni siquiera el exhorto de la sentencia del TSJ con fecha 22-8-24 para que el CNE publique los resultados en la gaceta electoral, fue atendido por el poder electoral- puede afirmarse que el ejecutivo se robó las elecciones del 28 de julio. El “Salvo mejor información del CNE” poco a poco pierde su relevancia. Así que cada vez aparecerá menos en mis artículos.
Escribir acerca del gobierno no será fácil entonces ¿Llamarlo gobierno? ¿Decirle a Maduro presidente Maduro? (todavía lo es porque su mandato culmina el 10-1-25).
Quizás tenga una ventaja sobre otras personas. Una fortaleza. Pasé mi etapa de “hablá golpiao”. Eso sí, con una diferencia con los habla fuertes de ahora. Siempre me moví en lo electoral, en la lucha política, no en estrategias insurreccionales o de sanciones. Desde 1999. Algo como el “ethos de la política” no el “ethos de tirar paradas”.
Es decir, a “la dictadura” se le enfrenta con organización política para ganarle en una elección. El chavismo arrasó en la constituyente de 1999 pero metimos a Virgilio Avila Vivas como constituyente por Nueva Esparta. Estuve en ese equipo que lo hizo posible conformado por compañeros de AD, partido junto a Copei, al que dejaron solos. Atendí al llamado de AD y no puse excusas. Dejé un “trabajo promisorio” para meterme en el partido. Esa es mi visión desde 1999. Trato de vivir como predico. No le dije a otros que dejaran sus trabajos.
Durante la famosa época de la “conexión emocional” o “mágico-religiosa” -tesis muy ovacionadas por la “Venezuela decente” de entonces- “el presidente Chávez está mal informado”, el “¿activaron el cupo?”, y del “60% de popularidad” (de Chávez), yo hablaba del “dictador” y de “la dictadura”. En reuniones políticas -en ese momento estaba activo en la política- y de trabajo, me veían con cara de compasión cuando hablaba de “dictadura”. La misma cara de piedad que me ponen hoy, pero por no hablar de “dictadura” o “del régimen” (con énfasis en la r para mostrar que soy “opositor puro”). Curioso ¿no? Por cierto, jamás exigí a nadie que hablara como lo hice en ese momento para mostrar “su cualidad opositora”, como se demanda hoy. Hay que hablar como cierta oposición para que “me vean bien”. No, gracias.
En esa época iba a medios de comunicación, y en varios me refería al comandante como “el mariscal soviético” por el uniforme de comandante en jefe que portaba, y algunos entrevistadores y “anclas” se ponían rojos porque lo decía al aire. En “vivo y directo”. Incluso, en un programa “raitinoso” del fin de semana en una TV, discutí con la “ancla” porque a Chávez “no lo voy a llamar presidente, bueno, el jefe del Estado chica, pero no presidente, está bien pues, como digas chica”. Ese quilombo en TV, “al aire”.
Afortunadamente esa época pasó. Ni me arrepiento ni la extraño. “No regrets”. Digo afortunadamente porque lo que me quedó de “hablar fuerte” es que es ineficaz y confunde. Por ejemplo, si es hablar de “dictadura”, queda precisar de qué tipo porque las dictaduras del Siglo XXI son distintas a las del Siglo XX, pero las personas evocan la representación social que hay que son las del Siglo XX y el término paraliza. Lejos de ayudar, inhibe.
La otra razón para superar esa época es que las palabras crean sus realidades y comprometen. Me dio terror -todavía lo es, más que morir- convertirme en un hablador de pistoladas que encantan en Venezuela y hablar pendejadas augura una exitosa carrera política y da prestigio en la “Venezuela civil”. Me aterra no actuar como verbalizo. Si hablo de “dictadura”, debo estar en la clandestinidad o en conspiraciones. Es lo que me decía el público en la calle, principalmente personas que no conocía, “¿pero cuál dictadura, si vas al programa XXX y hablas de todo?”. Eso me puso a pensar.
Llegó la enfermedad de Chávez en junio de 2011 y en ese momento comencé a hablar menos de dictadura. A partir de 2012 lo fui dejando hasta el día de hoy.
Creo que haberlo hecho me ayuda más para los análisis y es más congruente para la vida. No le tengo miedo a las armas, pero soy de estrategias políticas. Y si bien las formas de gobierno o “regímenes autoritarios” son parte del estudio de la ciencia política, mi aproximación hoy es hablar de categorías más amplias tanto para el análisis como para la acción. Por eso hablo del “sistema autoritario”.
Cuando hoy escucho a personas hablar de “dictadura” pienso para mí mismo, “uff, gracias a Dios pasé esa etapa”.
Lo irónico es que volvemos a un momento en el que en los programas de radio -por lo menos los que escucho- vuelven las entrevistas a la “Venezuela republicana” con ese tono de la “Venezuela que podemos ser”, de las mentes “amuebladas para la reconstrucción”, que uno dice, ojalá ese tono hubiera sido años antes. Ahora no tenemos “anclas” sino “coach políticos” dentro de la “psicología positiva” quienes nos piden templanza cuando antes clamaban por “quiebres”, porque “algo pasará” de aquí a enero de 2025.
Hasta politólogos criollos y foráneos comienzan a cuestionar los paradigmas de la transición que tanto defendieron, aunque fracasaban una y otra vez. Descubren que son modelos para otros momentos. Son del Siglo XX. Empero, la política comparada tiene tieempooo con nuevos enfoques (vid. Cassani y Tomini, 2019) que aquí se dejaron de lado para imponer una “visión única” de la transición, la del “análisis serio” de la “gente seria” por supuesto que hoy son las grandes figuras del análisis opositor.
No sé si la situación sería distinta a la de hoy si las cosas se hubieran planteado de otro modo. Lo que sí sé es que la oposición tuviera capacidad de maniobra y no estar como en este momento: la apuesta a la miríada de negociaciones que se asegura sucede antes de enero de 2025, para ver si “los cuadros medios” se “quiebran” y se produce el cambio. De aquí los llamados a la “templanza”. Regresamos a la tesis de “si el chavismo quiere salvarse debe entregar a la cúpula”, usada durante el interinato sin éxito. Corsi e ricorsi.
Así que no recibiré aplausos en tuiter o en la pomposa “Venezuela civilista” por no hablar de dictadura -ni quiero esos parabienes- pero en mi descargo puedo decir, como CAP, “cuando muchos van, ya yo vuelvo”.
Consciente de un gobierno que impuso un resultado el 28 de julio y un presidente y ejecutivo que veré cómo los llamo a partir de enero de 2025, debo hacer mi análisis del ejecutivo de la mejor manera posible. No me voy a quedar pegado en las poses de “dignidad” o analizar al chavismo con el único modelo que parece posible en la oposición: “los negocios” o “la mafia” que tampoco han funcionado. Me ha ido mejor con los análisis vamos a llamarlos formales, lejos de ese estilo “maquiavélico” o de “DEA agent” que fascina en la oposición porque te hace ver como “corrido en 200 plazas” que es una obsesión nacional. No, gracias. Me quedo con mis “enfoques zanahorias”.
Así las cosas ¿Cómo examinar el anuncio del presidente Maduro sobre el cambio de gabinete hecho el 27 de agosto?
Lo primero, es que no es algo nuevo. Forma parte del “by the book” del presidente cuando quiere comunicar un cierre de ciclo. Por ejemplo, en las presidenciales de 2018, uno de sus primeros anuncios fue un cambio de gabinete que se hizo efectivo el 14 de junio de ese año. Por cierto, en ese ajuste de ministros, Delcy Rodríguez fue designada VP, cargo que mantiene hasta el presente. También se presentaron novedades administrativas. Se anunció el nuevo ministerio de aguas, por ejemplo. Ese cierre de ciclo marcó el momento del ascenso del hoy caído Tareck El Aissami.
En ese entonces, el presidente tuiteó que “La épica victoria del pueblo el 20 de mayo nos obliga a un nuevo comienzo. Por este mandato que me han dado todas y todos, he decidido una renovación parcial y profunda del gabinete ejecutivo”. Algo que perfectamente puede repetir en 2024. El chavismo también es inercial como es la sociedad venezolana en general. Ni Gatopardianos somos.
Entonces la sorpresa no es tanto un cambio de gabinete sino la extensión. En los trabajos de mi oficina de análisis político antes de las elecciones, calculamos que habría cambio de gabinete, pero no los esperábamos en esa cantidad. Al ser tan amplios, los voy a analizar en los nombres más relevantes de los designados.
Lo que Maduro busca con el nuevo gabinete lo puedo resumir en tres palabras: control, recursos, y puentes. Pero el cambio tiene dos objetivos estratégicos.
El primero, es que las tres familias políticas más importantes del chavismo se cohesionan en la estructura del Estado. Faltaba la familia Cabello Contreras. “Diosdado” -la última esperanza de cierta oposición para el “quiebre por arriba”- está en el ministerio del interior con lo que las 3 familias políticas destacadas del chavismo, “los apellidos” pues -Maduro Flores, Cabello Contreras, y Rodríguez Gómez- tienen las palancas del Estado en sus manos: la jefatura (Maduro Flores), la seguridad (Cabello Contreras), y los recursos y las leyes (Rodríguez Gómez).
El motivo es que el Estado se prepara para lo que considera serán acciones insurreccionales o internacionales para derrocarlo, sea porque tiene base para creerlo, sea por su paranoia en el poder. El estilo de Maduro es el de un gobierno no colegiado, pero sí en consulta entre estas tres familias a través del “alto mando político militar de la revolución”.
Junto a las tres familias están las FAN, institución que tiene su propia dinámica y que no es parte de la tríada, pero sí es fundamental para la estabilidad del Estado. Posiblemente las FAN hayan pedido que sea así. Cabello asumió la vicepresidencia de seguridad y soberanía que antes estaba en manos de Padrino López, que ahora tiene otra VP que es de soberanía y defensa. Puede ser por la razón de control político, pero también para separar a las FAN de las tareas de policía del Estado que desarrollará el ministerio del interior. Puede tener una lectura positiva -se separa la seguridad ciudadana de la defensa militar- o negativa, la represión se concentrará en el ministerio del interior.
Lo segundo es que el cambio apunta a algo que Maduro siempre comenta y que ahora parece concretar. Una suerte de “gobierno territorial”. Así comenzó en 2013 pero de manera informal. La diferencia ahora es que se busca un “de abajo hacia arriba” pero más organizado, en el mapa de los 4.508 circuitos comunales. Maduro habló “del gobierno del pueblo a pie”. Un vínculo directo a través de la estructura del Estado. Los cambios persiguen algo como “ministros de a pie”. No es casual que la propaganda oficial resalta a un Maduro que maneja su carro y habla con personas o a “Diosdado” que se toma “un cafecito” con agentes de seguridad en un recorrido por alcabalas en Caracas.
Paso a las tres palabras que sintetizan, a mi modo de ver, lo que Maduro persigue con el reajuste en su equipo para gobernar.
Control político. Para eso Cabello va al ministerio del interior. Una vez que el gobierno derrotó los intentos para sacarlo que fueron hasta 2021, Ceballos Ichaso fue designado como ministro en sustitución de Reverol Torres a quien le tocó la represión y el conflicto de 2017. El general de la GN estuvo entre 2016 y 2020. Le dio paso a Meléndez Rivas hasta 2021, cuando entró Ceballos Ichaso cuya gestión fue menos de seguridad del Estado y más de seguridad ciudadana con los “cuadrantes de paz”. De hecho, una de sus últimas declaraciones fue para avisar que la inseguridad bajó nuevamente.
Cabello puede venir con otra visión: la seguridad del Estado y menos la seguridad ciudadana que el gobierno siente que logró porque el tema de la delincuencia no es uno que aparezca en las encuestas o sea un tema sensible en la opinión pública. Como paradoja, la inseguridad venezolana es más tema en los EUA que en Venezuela. Las cosas de la vida.
La tarea de Cabello será “eliminar al fascismo” por lo que el ministerio del Interior se centrará en la policía del Estado. El dirigente del PSUV es vocal en las leyes de control como las de la ONG, la “antifascista” y una que será importante porque luce que definirá los criterios para la participación política en este nuevo momento -principalmente desde la oposición- que será la reforma a la ley de los partidos políticos.
Se estrenó en el ministerio al culpar a la oposición del apagón parcial sucedido el 27 de agosto y luego del general del 30 de agosto. Habló de lograr “la paz con justicia”. El gobierno está decidido a responsabilizar a quienes considere subversivos. “Se acabó la mamadera de gallo” dijo Cabello en uno de sus programas de los miércoles, y ahora personifica la “operación tun tun” que saca videos humillantes de detenidos que no reciben el rechazo del fiscal o del defensor del pueblo.
El tema de la justicia Cabello lo abordaba desde la AN -desde 2021 con el tema de la “revolución judicial”- y ahora lo hará desde el ejecutivo. Hoy se sumará el asunto político.
Su nombramiento igualmente es para que esté en el gobierno, ya que su último cargo en el ejecutivo fue en 2010 con Chávez. Desde entonces, ha estado en el PSUV y en la AN. De alguna manera, con el nombramiento, regresa al gabinete y se quiere comunicar su importancia como figura política. Ya no será solo un relevante dirigente del partido sino un ministro con una cartera que en Venezuela siempre ha sido importante.
Durante los gobiernos de AD-Copei, a los ministros del interior se les llamaba “premier”. Eran los segundos a bordo. Cuando el presidente viajaba, el ministro del interior hacía de presidente encargado. Hoy está la vicepresidencia, pero el ministerio del interior es importante. Cabello ejerció este ministerio entre junio de 2002 y agosto de 2003, tiempos complicados para Chávez. Seguramente Maduro quiere emular esos años y trajo a Cabello de vuelta, porque Chávez logró superar la crisis política con la oposición y se mantuvo en el poder hasta su muerte el 5-3-12.
Igualmente, Cabello en el gobierno es un deseo de la base chavista. El capitán tiene buen rapport con los chavistas los que ven en su figura una suerte de “defensor de los chavistas”, ahora que la paranoia en el mundo oficial tomó fuerza. El chavista de base seguramente no ve mal su designación como se lee en cuentas chavistas en tuiter, emocionados con el nombramiento del capitán.
Residualmente, Cabello puede ser un factor de comunicación política con sectores no chavistas. Como es una figura importante que puede comprometer al chavismo y es buen político en eso –“Diosdado” cuando se enseria es buen político, pero cuando se pone tonto como en su programa de los miércoles, es casquillero- quizás pueda ser un factor para que sectores no chavistas se comuniquen con el gobierno y aseguren garantías que Cabello podrá ofrecer. Es de la tríada del poder. Pero, en principio, pienso que su tarea principal será avanzar en la “arquitectura autoritaria” para evitar que el gobierno sea derrocado que es lo que percibe. El “ministro policía”.
Lo segundo son recursos. Aquí entra Delcy Rodríguez en el ministerio del petróleo. Cuando el ejecutivo sospechó de corrupción dentro de PDVSA, fue la VP la que hizo como contadora y contralora para conocer el estado y destino de los recursos. Es decir, Delcy va para asegurar que los recursos petroleros entren al Estado, no se los roben o malgasten como sucedió en gestiones pasadas del mismo gobierno de Maduro.
En los nombramientos en el área de la economía, Maduro destacó mucho la palabra “honestidad”. No sé si la logrará por la propia naturaleza autoritaria del chavismo -está el famoso trabajo de Sen por qué en las democracias no hay hambrunas- pero el Estado está consciente que debe hacerlo, más cuando la economía petrolera se recupera como mostraron los datos del PIB recientemente publicados por el BCV, aunque cuestionados por economistas.
Mi hipótesis es que el Estado necesita recursos para esta nueva etapa -ya anunciados para los proyectos comunales, por ejemplo- y se quiere una persona honesta y que tenga capacidad contable para conocer los ingresos de la industria petrolera. Nuevamente se separó a PDVSA del ministerio del petróleo, y la VP ya no será ministra de economía. Posiblemente con estos deslindes ministeriales se busque más eficiencia y cerrar la puerta a la corrupción por tener ministros con múltiples cargos.
Al igual que Cabello, Delcy buscará dar confianza y seguridad a los inversionistas porque puede comprometer al ejecutivo. Es parte de las “3 familias” de la cúpula y en esa condición, puede dar garantías a los inversionistas de afuera o a los criollos, junto a que la VP desarrolló capacidades para relacionarse con el sector privado desde el consejo de economía productiva. Es decir, es una persona que habla y ha hablado con el sector privado. Tiene capacidad de comunicación y de negociación con los particulares que se busca llevarla al petróleo para dinamizar esta área una vez que Tellechea la niveló en valores estables o menos malos de los que estaban. Por ejemplo, la producción petrolera, que no llega al millón de BD, pero es estable cerca de esa cantidad. Ahora viene la etapa de darle impulso y eso requiere de un nivel político que la VP representa junto a la separación entre el ministerio y PDVSA.
Finalmente, está lo que llamo “puentes” que son las designaciones que buscan acercarse a la sociedad. Es mi hipótesis para los casos de Tellechea, Piñate, Héctor Rodríguez, y Ricardo Sánchez, por citar los conocidos.
Son personas que no comunican ser “radicales”. Al menos en la imagen. Parecen más orientados al diálogo, más livianos como personas que no significa que no estén comprometidos con la política del gobierno. Lo están. La diferencia es que tienen capacidad para acercarse a sectores no chavistas. No “caen mal” de entrada, salvo Sánchez al que se cuestiona su pase al chavismo.
Pienso que Maduro quiere ese acercamiento en áreas importantes para el gobierno como lo laboral -donde el chavismo critica la política del Estado- la educación, el sector empresarial principalmente la manufactura, y con las universidades públicas, complementado con la ciencia y planificación que son importantes para el ejecutivo. En definitiva, poner caras que sectores no chavistas no rechacen de entrada.
El presidente hizo sus clásicos cambios en la idea de buscar los mejores cuadros para un momento particular. Aquí combinó personas con fama de livianos y otros con fama de agrios para construir una relación con la sociedad entre dura y amable. Básicamente ministros con capacidad política y menos gerencial que no es el fuerte del ejecutivo. No tiene cuadros competentes, pero sí comprometidos con la ideología del chavismo.
Lo más cercano a un cuadro gerencial -al menos lo que se nota- es la VP Delcy. A lo mejor hay una estrella adentro del chavismo en cuanto a gerencia, pero es un secreto bien guardado.
El cambio es para tener ministros que el gobierno considera claves en un momento especial de su vida. Son ministros para capear el temporal que el ejecutivo asume vendrá con el desconocimiento que hizo del 28 de julio. No va a mostrar resultados desglosados y si los revela ya no será importante, por lo que asume que le tocará resistir intentos principalmente de afuera -un tuit de Santos de Colombia que llamó a “sacar a Maduro”, por ejemplo- por lo que designa un gabinete cohesionado en torno a las tres familias y con capacidad política, sea para reprimir, sea para negociar con sectores de la sociedad.
No es un gabinete para la gestión sino uno político, para un conflicto o para una conspiración a los ojos del gobierno. Aquí conecto con el comienzo del artículo porque para cierta oposición, hablar de gestión es censurable porque “normaliza al régimen”. “Normalizarlos” está fuera de mi capacidad. Como ciudadano quiero una gestión y la demando así sea de un sistema autoritario por lo que analizar al gabinete con el criterio de gestión es válido y no “normaliza” nada.
Que haya apagones no creo “normalice” en el sentido político puesto que la gente votó como votó el 28 de julio justamente para un cambio, independientemente de la “normalización”. Si estuvieran unidos gestión-ideología, posiblemente el elector hubiera premiado al ejecutivo porque la inflación bajó. Que el gobierno la promovió con sus políticas de controles, sí, pero también la bajó con políticas de menos controles.
No pienso que, porque el gobierno tenga una gestión, no se quiera cambiar de gobierno. Es más, estoy seguro de que, si el ejecutivo tuviera una buena gestión, aun así, no gana el 28 de julio.
No me voy a detener, entonces, que si la “normalización”, que cierta oposición critica, la que quiere promover un clima de la Alemania de Hitler o la Italia de Mussolini en Venezuela, pero sus vidas son muy “normales”. Cuando sus vidas no sean “normales”, le creo.
Mi balance del cambio de gabinete es que es uno político. Pasa la prueba del poder, que es lo que importa ahora al gobierno. Más nada. Que la gente se cale una gestión mediocre. Eso no cambiará. El chavismo se cohesiona más frente a lo que considera amenazas externas, pero el gabinete significa poco para el ciudadano.
No espero un mejor desempeño. No hay una cara que brille sin subestimar a los cuadros del chavismo, que nunca lo he hecho. Me refiero a una cara gerencial, de ejecución, de visión, de planes y proyectos que no sea la hegemonía política.
No veo mal la propuesta que las comunidades seleccionen sus proyectos -tampoco es nuevo en Venezuela, La Causa R lo hizo en sus gestiones municipales- pero eso vale para una escala que no es la de un país. Una nación requiere una visión en grande que no es lo que caracteriza al chavismo en la gestión. No hay en éste un equivalente a la “Patria grande” que tiene para la política.
Escuchaba a José de Viana decir que una inversión de arranque para mejorar el suministro de agua es $ 2.000 millones. Por supuesto, las sanciones coadyuvan a que ese dinero no esté. Punto a favor del gobierno. Pero imaginemos que las sanciones no existen y el dinero esté disponible. Entramos al problema de fondo del gobierno. Su ideología.
Proyectos como los que habla de Viana el ejecutivo los ve como “burgueses y neoliberales” -esos 2.000 millones de $ hay que pagarlos- y prefiere los proyectos pequeños. Un pozo de agua, unos tanquecitos azules, todo “en comunidad” y que “el pueblo” comparta el agua. Eso es “socialismo”. Un proyecto grande que suponga inversiones y multilaterales, es “neoliberal”. Luego, seguro que el gobierno gastaría los 2.000 millones en sueños como los 42 súper tanqueros ordenados a partir de 2006. ¿Qué será de la vida de esos barcos? Nuestro sueño de grandeza. Ese proyectar nuestro complejo de inferioridad y resentimiento al mundo. “Nos robaron” -el Esequibo, un partido de fútbol, un reinado de una miss- es al agravio nacional como la apera.
El presidente Maduro en una actividad de turismo con Colombia el 5-9-24 disertó sobre lo que el mundo perdió porque la Gran Colombia dejó de existir. Esas son sus preocupaciones. La grandeza, “nos respetarán”, desde un gobierno que no es capaz de dar agua y menos de sostener una flota de autobuses -Metrobus, por ejemplo- en el tiempo. Pero ese es el sueño de los autoritarismos. Ser “respetados” porque “se pueden portar mal” -y lo hacen- y no porque sirven a sus pueblos, porque ya no serían autoritarismos.
Para el chavismo la vida es “rumbear y trabajar” pero en chiquito. Ver pasar la vida sin retos existenciales. Una vida básica. Se nos quiere “homo ideologicus” y “homo chiquitus”. La vida que se estereotipa como popular: buena, sana, ingenua, pero “pobres y felices”. Por supuesto, las elites chavistas tienen una gran vida, no precisamente popular, aunque ahora manejen sus costosos autos mientras se toman un cafecito con “nuestro pueblo”. Nuestra “monarquía bolivariana”.
En una actividad con “las 5 generaciones” el 2-9-24 Maduro habló de los trajes HRH que compraba dentro de las historietas que encantan en Venezuela de “vengo de abajo y ahora soy alguien”. El “Así comenzó/Así va” que fascina en tuiter. Las historietas de superación personal que atraen vistas en redes sociales, como si fueran grandes cosas.
El presidente nos mostró el “Así comenzó” pero no el “Así va”. Veamos.
El 2-9-24 EUA decomisó un avión que usaba el gobierno, estacionado en República Dominicana, acción que la cancillería de Venezuela calificó de “pirata”.
Aunque no soy pro-sanciones -desde 2015, ni individuales, ni sectoriales; en un artículo para El Cooperante hablé sobre el secuestro del 747 de Emtrasur, sí, usé la palabra secuestro, así que no soy anti-sanciones por conveniencia y me interesa una higa la opinión de cierta oposición- con este decomiso, el norte envió un mensaje al ejecutivo que “vivirá peligrosamente”. Muestra la vida de lujos que tiene al usar un avión particular que posiblemente nadie lo sabía en Venezuela fuera del gobierno -es lo valioso para mí del decomiso, la AN debería debatir sobre esto, pero no lo hará- dado que parece un avión privado para uso de Maduro, no una nave oficial lo que muestra una vida de “ricos y famosos” con sus Grumman y Falcon. Falta el Bombardier y el Citation. ¡Qué lejos llegó el muchacho que compraba trajes HRH cuando era diputado del MVR en la AN! Pero para eso es el Estado en Venezuela: surgir o para los famosos “negocios”, y agarrar unos “kilitos” porque en Venezuela la masa corporal da status.
Políticamente es un gabinete acertado para las necesidades de poder del ejecutivo. No es uno para tener una gestión. Para el chavismo gestión son cosas pequeñas. Si 2023 fue el año del 1 x 10, 2024 será el año del “gobierno de los circuitos comunales”. La gente que resuelve su día a día o lo pequeño en su comunidad que está muy bien pero no es suficiente para una calidad de vida completa o “la mayor suma de felicidad posible” como le encanta afirmar al chavismo.
Tenemos, en consecuencia, un gobierno en su paranoia del poder. Todos somos sospechosos. Incapaz de hablar con la sociedad. Borracho de prepotencia. Cualquier crítica la asume dentro del estúpido e inútil honor venezolano de “libertadores” de pacotilla. Que se distancia de Brasil, un aliado, antes elogiado, solo por una crítica. Con una oposición incapaz de hacer algo y su única apuesta es un golpe de suerte para un “quiebre” de fantasía. Que nunca construyó un discurso para la crisis política. Un ejecutivo que está solo, en su ensayo y error, que cuestan a las personas. Véase el tema de los servicios públicos, por ejemplo. Cuando uno pensaba que aparecerían políticos sagaces y aplomados para este momento, resulta que son “coach”, “hashtageros”, “influencers”, y “motivadores”. La crisis nos agarró con el peor equipamiento posible.
Luce algo como la “marcha de la locura” de Tuchman pero versión venezolana. Cada grupo atrincherado, los “habla fuerte” controlan el patio, y los “sensatos” sin capacidad de maniobra por miedo o por pusilánimes. Luego, es la “espiral del silencio” del país tranquilo en su paz autoritaria.
Pienso que mis artículos antes de las elecciones no se pelaron en lo anterior. El gobierno del presidente Maduro tiene una entropía ya estructural pero que tiene su equilibrio -por diversas razones- que le impide tener una buena gestión. Me da un frío en el espinazo concienciar que seguiremos hablando de “rumbear y trabajar” y de la Gran Colombia sin un proyecto existencial para la vida, sin agua y sin luz, hasta enero de 2031. Lo gris como política de Estado.
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