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La Lupa

Latinobarómetro 2024: de la recesión a la resiliencia

En diciembre del año pasado, Latinobarómetro presentó su estudio de opinión pública en 17 países de la región. El hallazgo más importante es que el apego a la democracia se recuperó. De la recesión de 2023 a la resiliencia de 2024. La democracia lucha para ser la forma de gobierno preferida por los latinoamericanos. La alerta del estudio es la opinión que favorece algo paradójico: en nombre de la democracia, gobiernos que se alejan de la democracia, que es la tendencia mundial. Democracias formales pero no necesariamente funcionales. Para nuestro país, 3 cosas destacan del estudio 2024 de Latinobarómetro. La primera, se mantiene el apego de la opinión pública venezolana a los valores de la democracia liberal. La segunda, hay una clara conciencia que se vive en un sistema autoritario. La última, son las alertas. La tendencia autoritaria subió y hay un cambio doctrinario: la sociedad venezolana es más de derecha. Lo último es menos una alerta que un cambio estructural que se manifiesta de manera más abierta y menos oculta como fue en el pasado

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Caracas / Foto: En diciembre del año pasado Latinobarómetro presentó su estudio sobre el estado de la opinión pública en América del Sur en 2024. Soy lector de estos trabajos y el de 2024 me pareció particularmente interesante, principalmente en lo que concierne a Venezuela.

Lea también: Primero Justicia: "Solo habrá elecciones legítimas cuando se respete la voluntad del pueblo"

De 2023 a 2024 hay un cambio en la opinión pública de la región, en los 17 países que Latinobarómetro midió. En 2023 el hallazgo principal fue que la “democracia estaba en recesión” en nuestros países. El apoyo a la democracia llegó a su valor más bajo desde 1995. Cerca de 5 de cada 10 (48%) manifestaron que la “democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno” (en 1995 fue el 58 por ciento, y los valores más altos se lograron en 1996 y 1997 con 65% respectivamente). En 2024 esto cambió. De aquí que el título del Informe es “la democracia resiliente”. La preferencia por la democracia subió 4 puntos en un año. De la recesión en 2023 a la resiliencia en 2024. Veamos la figura 1:

El promedio de apoyo a la democracia entre 1995 y 2024 es 57 por ciento. El valor del año pasado está 5 puntos por debajo del promedio global pero es el mejor número desde 2017 cuando el apego a la democracia alcanzó el 56 por ciento.

Mi hipótesis para explicar esta subida en el apego a la democracia es lo que llamo “el sabor de la alternancia”. Los pueblos de la región viven realmente la alternancia en el poder (Venezuela no es el caso). Los votantes cambian gobiernos si no les gustan o por el examen de la gestión durante una elección. Y cambian en 180 grados. El elector lo vive como una experiencia política única. En Argentina votaron a Milei. Chile y Colombia tienen a Boric y a Petro. México -aunque no está en el estudio de Latinobarómetro- tiene a Sheinbaum y Ecuador a Noboa.

Cada uno con su estilo y salvo el caso de Noboa, gobiernan con los parámetros de la democracia liberal. Ninguno rompe con ella a pesar del ruido verbal como es el caso de Milei. Las sociedades latinoamericanas ven que pueden cambiar gobiernos para buscar un mejor “delivery” en la gestión y que realmente el cambio político sucede. No son cosméticos o solo de discursos como es en Venezuela. El caso de mayor cambio es Argentina. Y ocurre y la gente lo vive, le guste o no Milei pero éste actúa dentro de un marco democrático (aunque sus decretos de diciembre de 2024 sobre las FF.AA y la seguridad nacional lo ponen a prueba).

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El “sabor de la alternancia” de verdad, puede explicar la subida de 4 puntos en el apoyo a la democracia en Latinoamérica entre 2023 y 2024.¿Y qué de Venezuela? Para nuestro país, 3 cosas destacan del estudio 2024 de Latinobarómetro.

La primera, se mantiene el apego de la opinión pública venezolana a los valores de la democracia liberal. La segunda, hay una clara conciencia que se vive en un sistema autoritario. La última, son las alertas. La tendencia autoritaria subió y hay un cambio doctrinario: la sociedad venezolana es más de derecha. Lo segundo es menos una alerta que un cambio estructural que se manifiesta de manera más abierta y menos oculta como fue en el pasado.

Venezuela ya no es de los primeros países con el mayor apego a la democracia. Lo fue en el pasado, pero ya no. Mantiene alta su adhesión pero no está en el “top” como fue hasta hace poco.

La satisfacción con la democracia es más baja que el promedio de la región (19% y 33% respectivamente) y la insatisfacción con la democracia es más alta que el promedio de la región (41% y 19% respectivamente; aunque más baja que en 2023 cuando alcanzó el 84 por ciento).Veamos la figura 2:

El apoyo a la democracia subió en Venezuela pero no al nivel, por ejemplo, de México o Argentina. Este país es el que vive, a la luz de Latinobarómetro, un momento excepcional de democracia aunque tiene sus máculas (por ejemplo, en el tema de la distribución de la riqueza).

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No obstante que ya no somos los primeros en la región en cuanto al apego a la democracia, la opinión pública de Venezuela prefiere la democracia como forma de gobierno con un 60% mientras que el promedio de la región es 52 por ciento.

Con respecto a 2023, el aprecio por la democracia en nuestra nación subió 3 puntos al pasar de 57 a 60 por ciento.En 2024 la democracia interesó más que en 2023.

Para cerca de 1 de cada 5 venezolanos no es lo mismo la democracia que otra forma de gobierno. Al preguntar si ésta es posiblemente la mejor forma de gobierno, un 75% afirmó que sí, un 19% más del valor de 2023 que fue 56 por ciento. La democracia se valora por lo que ella es y es menos intercambiable como forma de gobierno como fue en 2023. Componentes de la democracia liberal se mantienen fuertes en la opinión pública de Venezuela. Notemos las figuras 3, 4, y 5:

Siete de cada 10 venezolanos está en desacuerdo con que el presidente pase por encima de las leyes y de las instituciones como justificación para resolver los problemas. Uno de cada 4 sí está a favor. El acuerdo para romper con las instituciones en Venezuela es similar al de Argentina (26% y 23% respectivamente) que es interesante porque Argentina hoy es la nación que revela un apego muy fuerte a la democracia.

La opinión pública venezolana favorece al parlamento como elemento de la democracia como indica la figura 4. Empero, hay una señal de alerta. Poco más del 30% manifestó que la democracia puede funcionar sin un congreso.

Mi hipótesis para este desapego en variables estructurales de la democracia liberal en la opinión venezolana es que el tiempo en que la sociedad venezolana ha vivido en un sistema autoritario muestra sus efectos. Seguimos siendo democráticos pero menos que en otros años.

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Por ejemplo, con el parlamento. Tal vez que 3 de cada 10 opinen que una democracia puede funcionar sin un congreso es menos una opinión conceptual que pragmática en el sentido que la AN elegida en 2020 realmente no funciona como un parlamento (parlamentar, hablar, debatir) sino como un espacio para que el chavismo lleve sus temas y los apruebe en leyes o en acuerdos, pero no es un espacio para la pugnacidad democrática como fue el congreso durante la era AD-Copei o la AN del chavismo incluso la elegida en 2005. Al ser el parlamento de 2020 uno gris, anodino, personas pueden concluir que la democracia no necesita de ese espacio porque no le ve utilidad.

Incluso, pudiera afirmarse que Venezuela no es una sociedad política al no tener un parlamento para el debate. Para Norbeto Bobbio, la forma por excelencia para organizar una sociedad es la política –“intensa y vinculadora”- y ésta existe porque hay diferencias sobre cómo debe organizarse esa sociedad. En los tiempos modernos, los congresos son el espacio para debatir esas diferencias, pero si en Venezuela no existe un AN funcional ¿Es una sociedad política?.

Una hipótesis alterna es que es un efecto de las disposiciones autoritarias de la sociedad venezolana que existen en el tiempo, latentes, hoy son manifiestas. El congreso es visto como un espacio prescindible porque allí solo “se discute”, “se habla paja”, y hay “bochinches”. El pragmatismo autoritario: lo que no sirve, se bota. Los congresos son “sospechosos habituales” en esta hipótesis porque en ese espacio “solo se habla”.

Aún con la devaluación del congreso como variable de una democracia, la sociedad venezolana concienció que se necesita una voz alternativa. Una que haga oposición como indica la figura 5. Cerca de 2/3 expresaron que sin “oposición no puede haber democracia”. Se quiere una voz distinta a la del gobierno. La opinión venezolana prefiere una oposición a un congreso, aunque la diferencia no es mucha. Todavía Venezuela no es una nación de una sola voz. En el tema de los partidos y de la libertad de expresión mencionados en el Cuadro 1, igualmente la opinión pública mantiene su apego a sendas instituciones.

Posiblemente Venezuela sea el país que más aprecia la libertad de expresión aún con sus excesos y a los partidos políticos. Los segundos, posiblemente porque son organizaciones que postulan pero que también debaten y plantean ideas a la sociedad. Son organizaciones que representan y la historia de Venezuela está marcada por partidos y “partidos”.

Estar informada y al día es una necesidad valiosa para la opinión pública venezolana. Los partidos y la libertad de expresión llenan esas necesidades para estar en el estado del arte social y político. Seguimos siendo una sociedad cosmopolita y sofisticada en lo político aunque algo más autoritaria. Ha habido una regresión en el apoyo a valores de la democracia liberal, pero todavía no es mayoritario.

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Una hipótesis para explicar la subida en el apego a la democracia que registró nuestra nación es que 2024 fue el año de la elección presidencial. Si bien salvo mejor información por parte del CNE, el gobierno desconoció su derrota el 28 de julio, las personas experimentaron la posible alternancia a través del voto y probablemente imaginaron un cambio de gobierno que es una característica de la democracia. Lo que antes llamamos el “sabor de la alternancia” que en Venezuela todavía no se concreta pero está allí. El público lo imagina, lo sueña, y asume que una forma de gobierno democrática es la que lo hace posible.

Lo segundo interesante para Venezuela en Latinobarómetro 2024 es la conciencia de la opinión pública que vive dentro de un sistema autoritario. Es una conciencia muy nítida.

La conciencia comienza con una opinión impensable para el venezolano promedio hace unos años: la política es complicada para entenderla porque el venezolano “es un pueblo político”. Vamos a la figura 6:

Poco más de 5 de cada 10 venezolanos afirmaron que la “política es complicada y no se entiende” ¿El efecto de la distinción entre verdad y mentira de Arendt que tanto se cita en tuiter Venezuela como indicador de un sistema autoritario o, sencillamente, es el efecto del miedo para hablar de lo político? Exploro esta hipótesis a continuación.

La figura 7 revela que, en Venezuela, el 70% afirmó que no dice lo que piensa sobre política:

Sí bien no es la nación con mayor porcentaje -es Ecuador, con el 80%- la pregunta es, si nuestra sociedad es democrática como argumenta el gobierno ¿Por qué 7 de cada 10 no dicen lo que realmente piensan acerca de la política?.

Una explicación puede ser que las personas no manifiestan lo que piensan acerca de la política simplemente porque no les interesa. No obstante, la figura 8 cuestiona este argumento. Hay algo más que puede ser el miedo:

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En no decir lo que se piensa acerca de la política, Venezuela estuvo 4 puntos por encima del promedio de la región (66% y 70% respectivamente) pero en la pregunta sobre si afirmar lo que piensa acerca de la política traerá consecuencias negativas, el promedio de Venezuela fue 13 puntos por encima del de 17 naciones: 69% y 56% respectivamente. Es decir, hay miedo.

Después de Bolivia y Honduras, Venezuela es el tercer país en donde las personas piensan que hablar de política en público trae consecuencias negativas. Por eso no expresan su opinión o lo hacen en familia. Pocos dijeron que lo efectúan en redes sociales, lo que sugiere que las opiniones en tuiter son de una minoría activa, pero la mayoría prefiere no hablar de política en público. Opta por callar. Veamos la figura 9:

En Venezuela, cerca de 4 de cada 10 no expresan en público lo que piensan acerca de la política y un valor similar lo hace solo en la familia. La política se reduce a la esfera privada lo que puede dar cuenta del clima gris y que no es político que se nota en la esfera pública de Venezuela. Es una clara señal de un sistema autoritario porque no hay una esfera pública para la pugnacidad. Se expresan opiniones que no tienen una malla de instituciones y de cultura cívica que es lo que hace que un sistema sea democrático, u opiniones del gobierno que se escucha a sí mismo. Es un monólogo que se quiere pasar como discusión democrática. Tal vez por eso lo emocional de las opiniones en tuiter. Son desahogos más que debates públicos porque no hay política sino miedo porque se conoce y se vive la violencia del Estado como revela la figura 10:

Venezuela es, después de República Dominicana y Bolivia, el país en donde la opinión pública siente la violencia del Estado “donde usted vive”, sea la violencia policial o la violencia política, del Estado o para estatal. Si bien el promedio en la región indica que es una donde la violencia del Estado se mantiene, Venezuela está por encima de la media de 17 países (18% y 14% respectivamente).

La opinión pública asume que no vive en una democracia. Notemos la figura 11:

Ningún país de la región tiene 10 puntos –“totalmente democrático”- y Uruguay es el que se acerca más con 7,6 puntos mientras Venezuela tiene la evaluación más baja de los 17 países consultados con 4,1/10 puntos.

Venezuela es menos que “medio democrática” para la opinión pública venezolana. El promedio de la región es 6,1/10 que pudiera ser como “democrático un poco más”. Que no sea percibido como un modelo democrático significa que no es “un gobierno por y para el pueblo”. Leamos la figura 12:

Uno de cada 5 afirmó que Venezuela está “gobernada para el bien de todo el pueblo”. El promedio en América Latina es 24 por ciento y los salvadoreños son los que más piensan que su gobierno lo hace para el bien de los ciudadanos con un 62 por ciento.

No obstante, la evaluación de Venezuela está por encima de la de Colombia, Ecuador, Argentina, y Chile países -salvo Ecuador en donde hay uno en ciernes o manifestaciones- que no viven procesos autoritarios.

Si no se “gobierna para el pueblo” ¿para quién, entonces? La repuesta está en la figura 13:

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Si bien 7 de cada 10 en promedio de los 17 países evaluados opinó que sus gobiernos lo hacen para “unos cuántos grupos poderosos en su propio beneficio”, en Venezuela esa opinión es casi 8 de cada 10 venezolanos. No es muy distante del promedio regional y es menor a la opinión en Chile, por ejemplo, que alcanzó el 81 por ciento o la de Argentina con un 79 por ciento.

Gobernar para unos pocos tiene una consecuencia: la injusta distribución de la riqueza como muestra la figura 14:

Apenas 1 de cada 10 en Venezuela opinó que la distribución de la riqueza es justa. El promedio de la región que piensa así es 2 de cada 10 latinoamericano. Cerca de la mitad de los salvadoreños expresaron que la distribución de la riqueza en su nación es justa.

La figura 15 es la otra cara de la moneda: la percepción que la distribución de la riqueza es injusta.

Después de Chile y Argentina, Venezuela es el tercer país en donde la opinión pública considera que es injusta la distribución de la riqueza. Nueve puntos por encima del promedio de la región que es 76 por ciento. En general, los latinoamericanos perciben que la distribución de la riqueza en sus naciones es injusta pero los venezolanos la perciben más injusta, lo que llama la atención porque una de las banderas del chavismo y del socialismo que promueve es la justa distribución de la riqueza que se atribuyó como una característica estructural de los gobiernos de AD-Copei entre 1958 y 1998, al que se les acusa de ser regresivos.

Las figuras 16 y 17 son interesantes porque muestran una claridad en la opinión pública sobre quiénes detentan el poder en Venezuela: el gobierno y los militares. Veamos:

Es demoledora la opinión de los venezolanos: 8 de cada 10 y 6 de cada 10 afirmaron que el gobierno y los militares son los que “tienen más poder en el país”.

Venezuela está muy por encima del promedio de la región en el poder del gobierno y de las FAN, principalmente la segunda. El promedio regional es 23% frente al 64% venezolano. Para el caso del gobierno, los números son 60% y 82% respectivamente. En otras palabras, en América del Sur no se atribuye mucho poder a los militares pero en Venezuela se les confiere mucho poder a los ojos de la opinión pública, a pesar que no confía en las FAN ni en el gobierno como señalan las figuras 18 y 19:

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El venezolano confía más en las FAN que en el gobierno, situación que va con el promedio de la región. El latinoamericano tiende a tener más confianza en los militares que en el ejecutivo.

En Venezuela, la confianza a las FAN es 1 de cada 4 y hacia el gobierno, confían 1 de cada 5 venezolanos. Una consecuencia de percibir que no se vive en un sistema democrático es que afecta la evaluación del voto como sugiere la figura 20:

En nuestro país 1 de cada 5 reportó tener algo o mucha confianza en el CNE. Solo Bolivia, Colombia y Honduras superan a Venezuela en la desconfianza hacia las instituciones electorales. Empero, tampoco el promedio latinoamericano es alto: 1 de cada 3 tiene confianza en la institución electoral de su país.

La desconfianza en el CNE trae que se opine que las elecciones no son honestas o, al revés, que no sean limpias produce la desconfianza al CNE. Veamos la figura 21:

Si bien la percepción regional sobre elecciones limpias no es alta -apenas 1 de cada 3 creen que son honestas- en Venezuela es casi 1 de cada 5 el que opinó de esa forma (17%) mientras que 7 de cada 10 señaló que las elecciones venezolanas son fraudulentas.

A pesar de la poca confianza en el CNE, el venezolano mantiene el apego al voto como mecanismo para cambiar las cosas y que estas sean mejor en el futuro como lo manifiesta la figura 22:

Dos de cada 3 venezolanos señalaron que el voto puede cambiar las cosas para mejor y 1 de cada 3 que el sufragio no tiene esa fuerza. El promedio en América del Sur es 62% y 34% respectivamente. En Argentina es donde hay más optimismo con el voto (75%) y en Colombia donde el pesimismo es mayor (44%). Finalmente, el tercer hallazgo de interés en Latinobarómetro 2024 para Venezuela es que la opinión a favor de un gobierno autoritario creció y que la sociedad venezolana se percibe más de derecha.

Veamos el aumento del autoritarismo en las figuras 23 y 24 para el caso venezolano:

Los paraguayos son los “más autoritarios” y los argentinos y uruguayos los menos. Venezuela está en el promedio de la región (17%) pero aumentó 4 puntos en un año al pasar de 13 a 17 por ciento.

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Si se trata de un gobierno no democrático pero que resuelva los problemas del país, 53% de los venezolanos no lo vería mal que es similar al promedio de América del Sur. Es una sutil distinción entre un “gobierno autoritario” y uno “no democrático” (que resuelva los problemas) que puede explicar la diferencia en los porcentajes ¿Un gobierno no democrático pudiera ser uno a lo Saint Simon, de expertos, pero no autoritario? Como deja ver la figura 25:

Uno de cada 3 latinoamericanos ve bien prescindir de elecciones y congresos y que las decisiones las tomen los expertos. Es la proporción para Venezuela. Uno de cada 3 venezolanos confía en los expertos para tomar las decisiones por las personas.

El hecho es que entre 2023 y 2024, la tendencia hacia el autoritarismo aumentó en nuestro país como lo atestigua la figura 26:

Venezuela es el país con el mayor crecimiento en la opinión que favorece un gobierno autoritario (+4 puntos) y México la nación en donde esta opinión bajó más (-9 puntos). En lo doctrinario América del Sur y Venezuela se mueven más hacia la derecha como lo apuntan las figuras 27 y 28:

En la región, la tendencia a la derecha vive un buen momento como no lo vivía desde 1998 cuando llegó a su nivel más alto (5,9/10) aunque en propiedad se puede afirmar que la región es de centro, ligeramente de centro derecha desde 1995. La doctrina de la derecha sí viene en aumento desde 2018. En este sentido, hoy América del Sur es más de centro derecha que de centro izquierda. Venezuela sí es más de derecha que de izquierda. Si se ordena por la derecha, es la nación más “derechista” de la región y está entre las menos “izquierdistas” del hemisferio.

Este cambio no solo se explica por los efectos del chavismo en la sociedad -sus políticas públicas que desmejoraron al país en general aunque incluyeron a grupos que antes no lo estaban- pero también por el crecimiento de la derecha que siempre ha existido en Venezuela, pero hoy se expresa en un contexto global en donde esta doctrina muestra un rostro moderno, distinta a la que tenía en décadas pasadas como una doctrina arcaica y vinculada a las dictaduras del Cono Sur.

En sencillo, el chavismo facilitó el crecimiento de una doctrina que ya tenía respaldo en Venezuela aunque más modesto porque la sociedad venezolana, al menos en su discurso, giró en torno al centro izquierda, en su versión de AD o en su versión de Copei (gobierno de Luis Herrera Campins, por ejemplo, y Caldera II aunque éste fue más un precursor de los “populismos” recientes con su prédica contra “la casta” de ese entonces, los “banqueros”).

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Los hallazgos de Latinobarómetro para Venezuela merecen una discusión más detallada que se expone ahora, principalmente el segundo descubrimiento: la percepción que se vive dentro de un sistema autoritario.

Lo anterior porque las cifras no son un corte claro hacia Venezuela. Países que hoy se ven como democráticos -Argentina o Chile por ejemplo- en algunas cifras no son distintos a Venezuela. Estamos, entonces, en un problema de método y análisis. Si nos quedamos en lo macro, todos los países serían autoritarios de un modo u otro, no solo Venezuela. Luego, hay que hacer la tarea de separar opiniones para llegar a la raíz del argumento para señalar que nuestro país es autoritario. Ir a lo micro.

Dos opiniones para construir este argumento. La primera, es que la opinión pública no percibe que vive en un sistema democrático ¿Podría hablarse de una democracia cuando los ciudadanos no creen que vivan en una? No hay “falsa conciencia” en la opinión pública criolla sino mucha porque distingue muy bien que una democracia supone contrapesos, que es la segunda opinión para construir el argumento acerca de por qué el venezolano asume que vive en un sistema autoritario.

Varias respuestas en la encuesta indican esa ausencia de contrapesos: el excesivo poder que se observa en el gobierno y en las FAN, la poca representatividad que tiene la Asamblea Nacional, y el escaso peso político que la gente atribuye a la sociedad civil, menos por ésta y más justamente por el ambiente autoritario que la rodea.

Venezuela es más autoritaria en su realidad y opinión pero mantiene el famoso “ADN democrático”, todavía. Queda esperar Latinobarómetro 2025 para ver si la opinión pública nacional percibe un sistema más democrático o autoritario, y si esa opinión es más democrática o autoritaria.

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La democracia en la región se mantiene, pero hay retrocesos en valores que la definen que ya son estructurales. De la recesión a la resiliencia, pero ésta “bajo observación”.



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