La Lupa
Lo político y lo simbólico que deja el asesinato de Carlos Lanz
El día 6-7-22 el fiscal Tarek Saab explicó los detalles sobre la desaparición de Carlos Lanz en agosto de 2020. Fue un plan de su segunda esposa para asesinarlo porque la conocida figura de la izquierda insurreccional era un “estorbo” a los ilícitos con el Estado que la señora hacía junto a sus socios con expediente criminal. Estos ejecutaron el crimen. Este caso es difícil de procesar no solo por la maldad para matar a Lanz, sino por lo que encierra desde el punto de vista simbólico y político. El Estado y el gobierno permitieron que la esposa de Lanz hiciera negocios ilegales. Nadie vio, nadie oyó, nadie sabía. Si no se le ocurre mandar a asesinar a su esposo, probablemente seguiría en sus andanzas con el silencio cómplice del ejecutivo. Esto es lo simbólico y político. Es un precedente contra la legitimidad del gobierno para pedir sacrificios a “nuestro pueblo” como encanta decir al discurso oficial. En su programa del día 20-7-22, Diosdado Cabello llamó a cuidarse de la corrupción. Dijo que “muchas revoluciones se han ido por la cañería de la corrupción”. Cabello nombró la soga en casa del ahorcado
Caracas. Para nadie es fácil procesar ni asimilar el asesinato de Carlos Lanz, cuyos detalles del crimen ofreció el fiscal Tarek Saab el día 6-7-22. No solamente por la naturaleza del mal –el “evil” en sus asesinos quienes, de acuerdo a lo informado por el fiscal, lo descuartizaron y lo dieron como alimento a cochinos- sino por lo que lo rodea. La hoy viuda planificó el asesinato con sus socios que vienen del mundo de la delincuencia y de bandas como el Tren de Aragua, según Saab. También, parte de la familia actual está involucrada en el crimen. Lo que este hecho representa desde el punto de vista político y simbólico para el país, es grande.
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Una tuitera y columnista de El Universal, Mibelis Acevedo, comentó que el caso Lanz reveló la descomposición del poder, en este caso –agrego- del chavismo. Por eso es difícil procesarlo. No solamente por lo siniestro del crimen, sino por la descomposición que muestra en el ejercicio del poder y de la influencia política.
Sobre esto escribiré para este corto artículo. No sobre las aristas jurídicas o penales del caso que se señalan en la opinión pública. Aparte de no dominar el tópico legal y judicial, de lo político y lo simbólico -que sí domino- no se habla mucho, pero es importante por lo que representan.
¿Nadie en el gobierno se percató de los manejos dolosos en el INCES de Aragua? Si Carlos Lanz no es asesinado ¿nos habríamos enterado de la corrupción en la sede de esa institución en el estado de la región central?
En una entrevista que el periodista de Ultimas Noticias, Eligio Rojas, le hizo al fiscal Saab y publicada el día 16-7-22, el comunicador le comentó al titular del MP que la viuda “estaba presuntamente incursa en esos hechos desde 2005 -de corrupción, N. R- cuando a Carlos Lanz lo designan presidente de Alcasa” ¡Casi 20 años, de acuerdo al periodsta! La respuesta de Saab es que no se sabía nada ¿Nadie sabía, realmente, o fue el silencio cómplice por la influencia de la señora en las estructuras del poder al usar la imagen de Carlos Lanz?
En la rueda de prensa del día 6 de julio para anunciar los resultados de este caso, el fiscal se sorprendió con el prontuario de varios de los involucrados ¿nadie en el INCES se dio cuenta? ¿No hay instancias internas de contraloría o auditoría en la sede de Aragua y en el organismo central del INCES? ¿Y qué de la Contraloría General de la República? ¿Qué hizo? Queda la idea que las instituciones de control se hicieron la vista gorda porque era la esposa de un ícono de la izquierda insurreccional ¿Nadie alertó, nadie dijo algo, o fue el silencio porque son las cuotas dentro del “spoil system” en que los gobiernos chavistas han convertido al Estado venezolano?
La señora Cumare hizo sus ilícitos con la complicidad de muchos que hoy aprovechan el caso para que se hable de un cobarde asesinato, pero no de una repugnante corrupción permitida por el gobierno. El famoso libro de Arendt “La banalidad del mal” nos muestra que el “evil” nunca es en solitario ni es atributo exclusivo de personas “malas”. La banalidad está en que es hecha por gente ordinaria como uno -que puede ser “gente buena y buena gente”- pero, justamente por eso, a quienes correspondía hacer la contraloría en el INCES, “gente como uno” ¿También fueron banales –y venales- para no ver el robo de recursos públicos?
Por eso este caso es difícil de procesar para todos, para chavistas y no chavistas.
Para una persona de la izquierda insurreccional o chavista, asimilar que uno de sus íconos fue asesinado por otros que pertenecieron a esa izquierda que ahora es gobierno -aunque los detenidos no hayan tenido posiciones en el ejecutivo- pero aprovecharon la imagen de Lanz y de haber sido de la izquierda insurreccional –y otros seguramente todavía aprovechan- para robarle al Estado (a la sociedad); a ese Estado que promueve “el hombre nuevo” y el que desde la AN estudia que regrese a la escuela la materia “formación moral y cívica” ¿No sería mejor que los funcionarios del gobierno la cursaran de primero antes que los muchachos en las escuelas?
Un asesinato horrible que no es solo por la maldad de quienes mataron a Lanz, sino el diseño de un sistema que permite que delincuentes –“sociópatas” como los llamó el fiscal Saab en su exposición del día 6- tengan relación con una directora de un organismo del Estado, y nadie haya preguntado o, al menos, musitado algo. El silencio, no de los inocentes, sino de los cómplices y pusilánimes.
Debe ser duro para un chavista asimilar que a uno de sus íconos lo mató la corrupción que el chavismo permite desde el Estado, se hace la vista gorda, y que fue su reclamo para alzarse el 4F contra un gobierno constitucional -y, de paso, violar el juramento militar- y la promesa que no la iba a tolerar para ganar en 1998. Los corruptos de AD-Copei son “niños de pecho” al lado de los corruptos del chavismo.
Paro para un no chavista como mi caso –y opositor- es también difícil de procesar. No solo por lo espeluznante del crimen en sí, del grupo que lo llevó a cabo, y de la trama para deshumanizar a una persona –un “estorbo”- que al final mataron y desaparecieron. No solo por esto, sino por la legitimidad que el Estado pretende exhibir para demandarme que pague aumentos tanto en servicios como en impuestos, cuando a conciencia permite la corrupción, sea para pagar cuotas de poder a grupos internos o para mantener una estabilidad política a cargo del país y de los ciudadanos que no poseemos “la violencia del Estado”.
Con qué cara y moral cuando, si Lanz no muere, es probable que la señora Cumare y sus amistades peligrosas hubieran seguido en sus negocios irregulares con el INCES de Aragua o en otras instituciones, el Estado pretende exigirme deberes ¿Porque puede acabarme si le da la gana? ¿Porque tiene unas cosas que llaman “Sebin”, “DGCIM”, y “GOES”? ¿Porque baja una orden, un tribunal obedece, y me jodería? En dos platos, porque me puede hundir si le da su gana ¿Ese Estado que permite la corrupción tiene legitimidad para exigirme pagos y enterrar si le da su gana? No la tiene.
No se trata del “no reconocimiento” al gobierno que un grupete de la oposición restriega, pero con vidas exitosas y realizadas dentro “del régimen”. No estoy en ese grupo ni quiero estar, ni antes cuando eran famosos, ni tampoco ahora que ya no lo son. Reconocí a Chávez y reconocí a Maduro en 2013 y en 2018. No tengo ese problema. Como lo reconozco, le exijo. Porque es un gobierno concreto, no una abstracción a la que no reconozco, pero a la que le pido pasaportes y le pedí vacunas y gasolina de Irán. No vivo feliz o con mi “cara bien lavada” con esa contradicción. Soy de una pieza.
Como lo reconozco no le otorgo autoridad moral para hablar de sacrificios. Tengo que pagar $215 al mes de un agua que no existe o no llega con fuerza para llenar un tanque y por eso nunca hay por lo que hay que pagar cisternas, que igualmente cuestan $215 mensuales. Una externalidad negativa del Estado que me cuesta más de $400 al mes. Igualmente tengo que cancelar $135 para llenar una bombona de gas “cuando se pueda” porque “tenemos que buscar gasoil”, según la empresa del Estado que ofrece el servicio. De la misma forma, pagar sus aumentos constantes de teléfono y sus impuestos, que pesan mucho en mi presupuesto. No declaro 0. Tengo que pagar todas esas cosas, por lo que reclamo mis derechos, y más ahora que ya “no somos rentistas”, como blande el discurso oficial.
Una ventaja hoy es que no hay excusa para no reclamar porque “me regalan todo” (antes también, desde que existe el IVA). Nunca Venezuela me pareció “regalada” –ni antes ni ahora, y no vengo de abajo, no sufrí ni tengo esas historias de surgir que encantan- pero ese fue el discurso que caló en la sociedad. Cuando me llegan los recibos pienso en la corrupción que el gobierno permitió y permite -junto a su incompetencia y funcionarios adulantes- y me entra una inmensa arrechera que canalizo al reclamar la corrupción que el gobierno permite y que me complica y amarga la vida, por no decir que no ayuda a los planes económicos que el gobierno adelanta.
Esto es lo que el caso Lanz hace saliente desde el punto de vista político. Por supuesto que su muerte la condeno, y mostró valor al no aceptar ser asesinado como sus captores le exigieron. No sé si tenga ese valor si me toca una situación parecida. No creo. Pero justamente con ese valiente gesto, Lanz rechazó la corrupción de un Estado socialista por el que luchó cuando participó en la izquierda insurreccional; Estado que no fue capaz de detectar los negocios de la hoy viuda y sus socios. Una verdadera tragedia: luchó por unos ideales -equivocados a mi modo de ver, tanto en las ideas como en la estrategia (la lucha armada)- y por eso, fue asesinado por su segunda esposa. La ironía del Estado socialista la escribió Luis Britto García en un artículo para Ultimas Noticias publicado el día 16-7-22. El abogado y escritor tecleó que, “Su resultado es la cotización de la vida de un prócer en 8.000 dólares, a ser distribuidos entre ‘un pran de Tocorón’, dos sicarios, y un facilitador del negociado. Si ese es el precio de la vida de un hombre como Carlos Lanz, imaginemos lo que para los simuladores del bolivarianismo importan las vidas de los trabajadores, los ancianos, la de quienes por ellos votaron. Detengámolos antes de que nos aniquilen”.Diría que la corrupción desde el Estado bolivariano ya nos liquidó, pero con instituciones y titulares como los que tiene en el poder moral y por los que los chavistas como Britto García votan y apoyan, la corrupción seguirá a pesar del asesinato de Carlos Lanz por 8.000 dólares, que muestra la descomposición y ruindad de quienes se proclaman “revolucionarios”.
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