La Lupa
Para una alternancia exitosa si la oposición quiere ser gobierno
En abril, el alcalde del municipio Cardenal Quintero en Mérida, Yovani González, renunció a su cargo porque la alcaldía no cuenta con los recursos para hacer una gestión como ofreció cuando fue candidato. González se postuló en 2021 como independiente y derrotó al chavismo en ese municipio, el que es gobierno desde 2004. Pero el cambio no duró ni dos años. Salvo que González revele otros motivos para irse del puesto, su separación es un estudio de caso de las dificultades que tiene y tendrá la oposición no solo para gobernar en cargos regionales en gobiernos chavistas, sino para producir la alternancia en el gobierno nacional. Las implicaciones de esta renuncia pueden ser objeto de estudio para la oposición, si quiere ser gobierno en algún momento
Caracas. Salvo que suceda una noticia importante que amerite un artículo, comienzo una serie de tres con algo como “los problemas de la alternancia para la oposición”. La idea de la serie es ir más allá de los lugares comunes -válidos- que si la oposición “tiene que cobrar” si gana una elección. Es importante, pero primero hay que ganar, y tener certeza que se ganó. Esta serie de artículos abordará los elementos de la estructura detrás de una alternancia en el poder a favor de la oposición.
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El de hoy, analizará el caso de un alcalde de Mérida que renunció a su cargo. Muestra las dificultades que tiene y tendrá la oposición para gobernar. El segundo artículo –el lunes que viene- será sobre la afirmación de Capriles que al gobierno hay que ganarle “por knockout” en las presidenciales. El artículo argumentará que el “knockout” se construye antes que suceda. La alternancia es tanto electoral como política. El tercer trabajo –para el primer lunes de junio- será a partir de la primera vuelta en las presidenciales de Turquía y parlamentarias en Tailandia, las dos celebradas el 14-5-23. Abordará qué ha hecho la oposición de Venezuela al tener a la oposición de Turquía y de Tailandia como “estudios de caso”.
Pasar de un sistema autoritario a uno en donde el diseño de las instituciones de la constitución de 1999 sea una realidad y no una fachada, no será fácil. Ni siquiera si se invoca la carta magna que el año que viene cumplirá un cuarto de siglo, como fuente de legitimidad. No será suficiente para que el chavismo acepte la alternancia.
Esta habrá que construirla, ganarla, “parirla” dentro del modelo autoritario, con sus reglas, lo que es todo un desafío porque no significará romper sino partir de un estado político a otro, lo que es una manera diferente para hablar del manido término de la “transición”, que comprendo como politólogo, pero con el que como ciudadano político marco distancia. Simplemente porque está muy trillado en el discurso de la oposición, y el término perdió sentido. Se convirtió en parte del lenguaje de la oposición de “la presión y el quiebre”, por lo que tengo distancia con esa oposición que fracasó.
Para este artículo, la transición es una que se da desde el sistema autoritario a través de una victoria electoral para la oposición, que producirá la alternancia, aunque en el contexto venezolano será una muy particular. Moverse de un sistema que abandonó la constitución de 1999 para iniciar uno en donde ésta tenga vigencia en cuanto al funcionamiento de las instituciones que la carta magna prevé, será todo un desafío. Como escribió Diego Bautista Urbaneja en su reciente libro “Venezuela y sus repúblicas” (UCAB/KAS/ABediciones/Instituto Fermín Toro, 2022. PP. 206), en “una transición veremos de todo”. Durante la transición del chavismo a otro gobierno “vamos a ver de todo”. Que nadie tenga dudas.
Todo modelo autoritario no quiere alternancia o transición, sino sucesión sean en la misma figura que ejerce el poder ejecutivo o sea en otra figura del sistema. Por ejemplo, la sucesión que se dio en Cuba, entre Raúl Castro y Miguel Díaz Canel, separados por la edad, pero hermanados en la ideología y en la concepción política. Uno más joven, pero igual de ideológico que Castro (y quizás más conservador que Raúl).
La alternancia hay que construirla en el tiempo. No es un accidente sino planificación. No es azar sino persistencia. La suerte puede catalizar un proceso de transición, pero es la constancia la que hace la diferencia. La oposición venezolana apuesta más al albur que a la constancia. El chavismo, al revés: persevera y cuando la Fortuna aparece, ya tiene un camino recorrido.
Una noticia que “pasó por debajo de la mesa” tiene que ver con lo planteado acerca de la transición y la alternancia.
Salvo la nota en El Cooperante -donde la leí primero cuando fue publicada el 11-4-23- y un posterior artículo en La Gran Aldea firmado por Pedro Pablo Peñaloza de fecha 20-4-23, la renuncia del alcalde del municipio Cardenal Quintero en Mérida, Yovani González, no generó mayor debate en el mundo político o en las redes sociales de la oposición.
Apenas leí la noticia en El Cooperante, me pareció de interés por una intuición: este caso muestra lo difícil que es hacer política dentro de un sistema autoritario como el chavista, que es implacable cuando del poder se trata.
La reflexión que siguió a esta intuición es lógica: si ni siquiera un alcalde puede tener una gestión ¿cómo cambiar todo un sistema, eficiente a la hora de reprimir como lo reveló en el caso Paraqueima, pero incompetente para una gestión que mejore la calidad de vida de los ciudadanos, como se ve en la pésima gestión de los servicios y de la calidad de vida?
En sencillo, si no se puede hacer lo básico ¿Se podrá lograr lo complejo? La respuesta es no. Esta reflexión me llevó a escribir esta serie de artículos sobre las dificultades para la oposición al momento de hacer política o gobernar en las instancias subnacionales, que son los antecedentes o primeros pasos para construir la alternancia en el plano nacional.
El funcionario merideño tenía casi un mes de ausencia. Se marchó desde el 17-3-23. Cuando apareció, fue para renunciar a su cargo de alcalde. El exalcalde ganó una primaria de la oposición como independiente y, luego, triunfó en las regionales de 2021 con una diferencia de 6 puntos sobre el contrincante del PSUV en un municipio chavista desde hace 20 años (municipio cardenal Quintero, en el noreste del estado, y su capital es el conocido pueblo de Santo Domingo).
De acuerdo a la nota en La Gran Aldea, su victoria también fue posible por la división del chavismo en el municipio luego de las primarias que el PSUV hizo en agosto de 2021, junto a diferencias entre las “familias políticas” del chavismo que influyen en ese municipio.
Ya como alcalde, González se incorporó a Voluntad Popular en 2022 pero, de acuerdo a la nota de Peñaloza en La Gran Aldea, no duró mucho tiempo en ese partido porque no le fue dada la jefatura de VP en el municipio, y se fue a PJ, partido que sí se la otorgó.
Como motivos para renunciar, el funcionario destacó que no recibió recursos y eso hizo difícil cumplir con los compromisos de gestión. No obstante, en la nota de La Gran Aldea, se explicó que la alcaldía no estaba tan desprovista de ingresos. Incluso, logró un proyecto por 100 mil dólares del Fondo de Compensación Interterritorial (FCI).
Ganar un cargo, para desaparecer y luego renunciar me parece sumamente grave e irresponsable, principalmente si se es de la oposición. Un cargo es una responsabilidad frente a los votantes y al público en general. Salvo motivos de salud o muy personales -que habrá que evaluar para este caso, si existen- el mensaje que dejó el exalcalde es muy negativo: no aguantó la mecha de la gestión. Es la primera lección para quienes buscan un cambio político: en un sistema autoritario, la mecha es grande. No apta para personas con poca capacidad de aguante o de “mecha corta” -delicados, muy orgullosos, o con conflictos de interés como se vio durante el interinato- para quienes un revés puede ser una situación que los abata de manera definitiva o los saque del juego fácilmente.
La política es caerse y levantarse para venirse otra vez, y pararse nuevamente para tratar de pasar el mayor tiempo de pie para mantener el poder y servir. Asumir un cargo de representación popular es un compromiso que no puede cortarse por problemas asociados al puesto. En sencillo, el alcalde no estuvo a la altura de la situación que le tocó enfrentar.
Dentro de un sistema autoritario en un país que vive una crisis económica -muy visible en Mérida- y un conflicto civil, un puesto político o de elección no será un lecho de rosas sino un ejercicio muy demandante en lo personal y familiar. Como escribí, la renuncia se justifica en casos de salud o motivos personales muy puntuales que el alcalde no reveló, si los hay.
Salvo que haya nueva información para explicar la renuncia de González, el caso revela las complejidades para hacer política que la oposición tiene dentro de un sistema autoritario. Identifico tres:
La primera, que tener gestión en un sistema autoritario es complicado, más si se es en una alcaldía con menos de 8.000 electores (la población es cerca de 11.000 habitantes). El tema de los recursos pasa factura, y quizás comienza con las zonas más pequeñas, que pueden obviarse y no ser un problema político para el gobierno nacional, si no quiere entregar los recursos. No es lo mismo el Zulia que una alcaldía pequeña en Mérida como la del municipio Quintero, por ejemplo.
El gobierno es el que controla los recursos, aunque la constitución establece procedimientos para el empleo de los dineros de la descentralización, pero al final el ejecutivo dispone. Esto es una vulnerabilidad para los gobiernos regionales y municipales de la oposición.
Sin embargo, esta primera arista hay que matizarla o profundizar más en ella, porque la alcaldía recibió 100 mil dólares del FCI. No es una cifra soñada pero el municipio tuvo entradas. A lo mejor es al revés a como escribí: es en los municipios y estados grandes donde se observa la discreción del Estado para dar recursos, y no en las entidades pequeñas como el municipio Cardenal Quintero. A lo mejor en los pequeños, los recursos fluyen sin problema.
La segunda arista, es que ser outsider tiene sus encantos, pero hasta un límite. Lo que la renuncia del alcalde muestra es que ser outsider sirve para ganar, pero sirve menos para gobernar.
Ser independiente dentro de un sistema autoritario, en una alcaldía pequeña, también agota. El alcalde ponderó que no tendría capacidad de respuesta al público, que es lo que González expresó en su video para anunciar su renuncia: no pudo cumplir con lo que ofreció durante la campaña.
Un outsider justamente llega por eso, porque el público espera las respuestas que no ve “en la política tradicional” o “en los políticos de siempre”. Es probable que haya renunciado para no arriesgar su imagen si tenía una buena evaluación en el público, antes que “quemarse” en un puesto sin tener una gestión.
Vaya esta lección para el ámbito nacional. Ser outsider puede ser una condición necesaria para triunfar hoy, pero no suficiente para gobernar.
El ejecutivo de Boric en Chile es un buen ejemplo: venir de afuera del sistema fue necesario para ganar en diciembre de 2021, pero no suficiente para evitar perder en las elecciones del 7-5-23 sobre la redacción de la constitución chilena.
Ser outsider es un recurso de doble filo: no tiene los pasivos de los “políticos tradicionales” pero es un “contrato de servicios”: se le exige mucho más porque se espera que no será “más de lo mismo”. Por eso los outsiders se achicharran rápido con la política y solo les queda radicalizarse y “dar el palo a la lámpara” (Perú con Fujimori) o moderarse (Chile). Camila Vallejo de activista del PC de Chile a una funcionaria más formal. Lo que quiero decir es que no basta con decir “no tengo nada que ver con la política tradicional”, “con el pasado”, o “con las cúpulas” para aspirar a a tener una buena gestión.
Finalmente -asociado a lo anterior- la necesidad de una estructura política para gobernar. Un outsider ¿con qué y quién llega para gobernar? No es suficiente convocar a los “talentos más probos” y a las “mejores capacidades en talento y mérito” para tener una gestión. A lo mejor “los mejores” se detestan entre sí. Lo vemos en Venezuela. Economistas y politólogos, por ejemplo, compiten en redes sociales para mostrar que son talentosos y preparados para la pomposa “reconstrucción” que cierta oposición anuncia que ya viene. Mi impresión, al ver la competencia en redes sociales, es que el futuro gobierno de los mejores será un desastre.
El alcalde ganó como independiente pero luego se integró a VP, partido que no tiene una sólida estructura y vive una crisis que se aspira sea superada con la candidatura de Superlano. Hace semanas, renunciaron a VP Stefanelli y Graterón y, antes, renuncias en este partido por el tema de los recursos del interinato (en Táchira).
Lo que quiero significar es que el abandono de la oposición a sus partidos y a sus bases para promover la estrategia de la “presión y el quiebre” pasa factura, al menos a VP.
Un alcalde de Mérida no tuvo una estructura política sólida para darle piso a una gestión en tiempos de dificultades dentro de un sistema autoritario, y VP tampoco es un partido para esta disciplina, acostumbrado más a “tirar paradas”. Veremos si las primarias le dan algo de disciplina al partido naranja.
Se recuerda que el partido impulsado por Leopoldo López se vende como uno “irreverente”, no como uno “normal”. Quiere ser como un “partido de la resistencia” pero actúa como uno “normal”. Es evidente que así no se sostiene una gestión. La renuncia de este alcalde también es un fracaso de las instituciones partidistas de la oposición. Podrán decirle a Maduro “dictador” cuantas veces quieran –y no “guabinear” en el intento- pero eso no implica eficacia política. Entre lo primero y lo último, escojo lo último. La eficacia dentro de un sistema autoritario va más allá de hacer alardes verbales que encantan en redes sociales.
Para gobernar se necesita un piso, una estructura; un “check and balance” dentro del propio partido o equipo de gobierno, que puede venir de los partidos o ser independiente, pero un partido con doctrina -al funcionario electo se le puede “liberar de la disciplina partidista” si se quiere- dará el debate interno sobre el rumbo de la gestión y será columna para resistir en tiempos difíciles y como “gabinete de sombra” para mejorar la gestión. El exalcalde en Mérida no tuvo dolientes. Su renuncia fue una noticia pasajera en medios nacionales. Un partido ofrece dolientes en el buen sentido: confrontan una gestión para que ésta sea mejor.
Luego de la primera vuelta en Turquía del 14-5-23 no pocos que contribuyeron a debilitar a los partidos en Venezuela con el arcano de “construir la presión interna” –todavía la prometen como Guaidó lo hizo en un video del 14-5-23, aunque el sector en donde actúa, lo promete desde hace más de 10 años- ahora están muy preocupados por la maquinaria para 2024. Se asustaron con Erdogan –superar un autoritarismo no es cosa de una elección con o sin segunda vuelta- y descubrieron que los autoritarismos “tienen gente” y un sex-appeal de entrada más atractivo que el que ofrece la democracia y la libertad: una vida tranquila, aunque pequeña. El autoritarismo no es tanto un asunto de cálculo racional o de incentivos, sino una dimensión psicosocial muy personal, de la vida misma. Por eso son difíciles de derrotar y siempre estarán con nosotros.
Los preocupados de hoy reclaman a los partidos la estructura de testigos y personal para las elecciones de 2024, con el temor que Maduro o el candidato del PSUV eche un “erdoganazo” en 2024.
De haber sido un jefe político, los años de locura de la oposición que comenzaron en 2013 –exceso que ahora cede a gente que aparenta ser “sensata”, y resalto lo de “aparenta” porque en cualquier momento “volverán a las andadas”- los hubiese aprovechado en reforzar a mi partido, su estructura, doctrina, y cuadros. Hubiese aprovechado el dinero del interinato –así me digan corrupto, no me importa; “la honradez en política es la eficacia política”, la famosa expresión de Benedetto Croce- no para pagar “embajadas”, “GI”, y narcisos políticos, sino en financiar algo como una “universidad de los partidos”, alianzas, o cursos pagos fuera de Venezuela para la militancia y la estructura, para formarse.
Entre la inutilidad de un “interinato” apoyado por “60 países” + los EUA y tener un partido así sea pequeño, de notables o de cuadros, prefiero lo último. Cambio a los EUA y sus sanciones por un partido que sea partido. Al menos podré verle la cara a Erdogan y no estar como la “Venezuela decente y civil” preocupada por la estructura que ayudaron a desmantelar en una de sus tantas locuras, y ahora está apurada para 2024, que está encima.
Pero también es un fracaso del exalcalde y de una práctica que se ve mucho en Venezuela: pasar de un partido a otro. González de independiente pasó a VP y luego a PJ. Son figuras que van y vienen porque aportan recursos o imagen a los partidos. Por eso son aceptados y se sientan en el sanedrín de las direcciones políticas. Son grandes figuras pero que no tienen nada detrás frente al país. Era difícil que González tuviera una militancia que se la jugara por él cuando saltó de VP a PJ. Incluso si se hubiese quedado en el partido naranja.
El respeto y la autoridad política se ganan, pero no se adquieren cuando los dirigentes son saltimbanquis ¿Por qué las bases deberían aceptar su mando si el dirigente mañana se puede ir a otro partido?
Como se dijo, salvo nueva información que comunique otros motivos para la renuncia del exalcalde merideño, este hecho puede ser un “case study” para la oposición en el sentido que no la tiene fácil frente al gobierno, si le quiere ganar con sus reglas, política en la que creo desde 1999.
El accionar opositor es complejo y limitado. También puede mostrar, a la inversa, que el gobierno se consolida y que solo las estructuras mejores o menos abandonadas podrán soportar lo que parece será un “largo invierno autoritario”. Lo que ocurre, entonces, es una especie de “selección natural”. Se mantendrán los más capaces para responder a un clima autoritario y menos los que tengan condiciones disminuidas para llevarle el trote a un autoritarismo.
De este análisis puede surgir una “receta para la oposición dentro de un sistema autoritario”, que no será muy original, pero puede tener base en la realidad:
1.-Si aspiras a un puesto de elección como opositor, tendrás todo en contra. Activa la imaginación. Aguanta. No renuncies.
2.-Un outsider encanta, pero un equipo político o de gestión encanta más.
3.-Un partido te dará una seguridad que ni las redes sociales o la I.A ofrecen. Podrás verle la cara al autoritarismo y victimizarse menos. Luego, tener más eficacia política.
Nota bene: siempre me ha llamado la atención la saña de ciertos personajes contra Dinorah Figuera. Un personaje que fue una celebridad en la oposición durante algún tiempo, Daniel Lara Farías, le dijo frases denigrantes. En noviembre de 2018 la llamó “engendro intestinal” y “plasta de mierda comunista disfrazada de amarillo”.
En otro nivel, ahora es Jorge Rodríguez quien la emprende contra la dirigente de PJ. Hace unas semanas expreso que Figuera “cuida a ancianos en España”. Lo volvió a afirmar en la sesión de la AN del 16-5-23. La frase me sonó a descalificación.
Tengo mis hipótesis para explicar el prejuicio contra Figuera. La primera, es que fue de izquierda y se cambió a PJ. Los “ñángaras” -de derecha, centro, o de izquierda- no se lo perdonan. Por eso siempre –Rodríguez y Cabello- la construyen como una suerte de mandadera de dirigentes de la cúpula de PJ. Para descalificarla y producirle disonancia al tocar su pasado de izquierda. Lo que quieren decir es algo como, “eso les pasa a los conversos”.
Otro motivo es que Figuera transmite ser vulnerable. Su físico y gestualidad me comunican eso. Si se suma lo que hace en España –que para nada la descalifica, al contrario, la enaltece- refuerza esa percepción, pero para Rodríguez es una debilidad. La percibe vulnerable y por eso la ataca con rencor. Eso me parece muy cobarde y muy bajo por parte del presidente de la AN.
Si el problema es la estrategia de la oposición, hay formas políticas para trabar una pelea con un adversario. Unas “rules of engagement”. La política también es una forma de “guerra” sujeta a reglas.
Atrás quedaron los esfuerzos para mostrar a Rodríguez como “el Andrés Eloy del chavismo”. El Rodríguez de los comienzos de la AN en 2021 –de chistes e ironías sanas, de buen humor- cedió a uno regañón, soberbio, que se creyó el cuento de su grandeza e infinita cultura en donde lo puso el gobierno y cierta oposición que ve en el hijo de Jorge Rodríguez, una suerte de “mente brillante pero perversa”, agridulce que encanta en la política de salón de las elites venezolanas, cuya aspiración es ser algo como “eminencias grises” o “poder detrás del trono”. Así ven a los hermanos Rodríguez Gómez.
Andrés Eloy Blanco es un listón muy alto para Jorge Rodríguez. El “poeta del pueblo” transpiraba pureza y alma. El cumanés dijo, “(…)Pero llegó a suceder, tal como lo recuerdo, que Clodomiro Sánchez, general empírico del gomecismo, insultado por una dama, se negara violentamente a que se castigara al marido prisionero, recordando a sus colegas aquella frase citada alguna vez por el más puro de nuestros guerreros, Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho: ‘Castigar a ese hombre, es como pegarle a esa mujer; y a una mujer no se le pega ni con una flor”.
Hasta un general empírico del gomecismo, supo lo que es política.
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