La Lupa
Revelaciones políticas que se dicen en un mundo más exigente y que no gustarán a muchos
Fotografías de momentos políticos también sirven para realizar análisis. No todo es el gran análisis acerca de un hecho. Este artículo tomó fotografías de la política adentro y fuera de Venezuela para analizar. Dos muy importantes: sendas declaraciones -cada uno por su lado, no hay coincidencias- del secretario general de AD, Henry Ramos Allup, y del humorista Luis Chataing. En sus revelaciones ambos tocaron aspectos medulares, necesarios, si se quiere entender la realidad venezolana. Por un lado, la necesidad de estar en el terreno para comprender y poder “sanar” como dijo Chataing. Por la otra, no anular al adversario para “eternizar la guerra” como manifestó Ramos Allup. Las dos expresiones no van a gustar a muchos pero son necesarias y oportunas para la realidad política venezolana
Caracas.- Hay varias maneras cómo hacer un análisis político. En este artículo ensayo una forma distinta. Son retratos del momento político a los que trato de hallarles un sentido. Con esto, hacer el análisis político. Los retratos son de Venezuela y afuera de nuestro país. Lo que tienen en común es que hay un cambio en la forma cómo acercarse a procesos políticos, domésticos e internacionales.
El mundo es un lugar más exigente. No es que antes no lo fuera, pero los modos o paradigmas para hacer las cosas gozaban de mayor estabilidad y capacidad explicativa. Hoy no es así. Procesos que se maceraban por lo menos desde 2008 -con la crisis financiera de ese año- hoy son visibles. La pandemia de marzo 2020 y la invasión de Rusia a Ucrania de febrero de 2022, los catalizaron. El optimismo cede no sé si al pesimismo, pero sí a una visión que las cosas son serias o requieren mayor densidad para analizarlas y abordarlas.
En el campo de la ciencia política, huelga decir que para los estudiosos de la democracia, se pasó del optimismo por la “tercera ola” de los ochenta -en América del Sur, luego de las dos primeras “olas” en Europa- al pesimismo por el “backsliding” de la democracia en países en donde se asumía que procesos así no ocurrirían.
Sin embargo, no es la primera vez que hay un “pesimismo sobre la democracia”. Parece recurrente cada cierto tiempo. Quizás cuando la democracia tiene que dar un paso más en su evolución o en abordar problemas complejos. En los 70’s, el famoso informe de la “comisión trilateral” firmado por Crozier, Huntington, y Watanuki (1975), comenzó con esta pregunta “¿La democracia está en crisis?”.
Estudiosos como Fukuyama cuestionan hoy la popular tesis “de la modernización” para explicar la aparición de la democracia: al llegar a un nivel del PIB y del PIB per cápita, la sociedad demanda del sistema político mayor apertura. Hoy el rompecabezas para esta teoría es China, aunque ya en 1976 para un artículo en Nueva Sociedad, Gonzalo Barrios ya hablaba de las limitaciones de las tesis modernizadoras. Por cierto, en su famoso artículo de 1989, Fukuyama dejó ver una democratización de China a través de protestas estudiantiles.
Este tránsito del optimismo al pesimismo está en sendos libros de uno de los estudiosos de la democracia con mayor prestigio en Occidente: Larry Diamond. De su optimista “The Spirit of Democracy: The Struggle to Build Free Societies Throughout the World” (2008) a su menos optimista “Ill Winds: Saving Democracy from Russian Rage, Chinese Ambition, and American Complacency” (2019). Hoy el estudioso habla de la “recesión democrática global”.
En un reciente artículo de Diamond (“Democracy’s Arc: From Resurgent to Imperiled”, Journal of Democracy, January 2022, 33, 1, 163-179), planteó dos fuentes que explican esta “recesión global”. Una interna (en los EUA) y otra externa (en el mundo). Me centro en la interna porque va con el punto que quiero abordar en el artículo. La externa básicamente es el “remake of the global balance of power” que causan China y Rusia (pág. 174).
La tesis interna es que, al menos en los EUA, se deterioró el capital social -la famosa tesis de los 90 del “bowling alone” de Putnam- empujado por un discurso muy proselitista/polarizante que promovió un “nosotros-ellos” el que, a su vez, rompió los consensos básicos norteamericanos para terminar en lo central: cada grupo tiene miedo a que el otro gane, y la respuesta es buscar anularlo o eliminarlo.
Datos de Diamond indican que, en promedio, 1 de cada 3 norteamericano optaría por la violencia política si el “liderazgo político falla” (de su grupo). Esta anulación toma formas sofisticadas como el “scientific gerrymandering” para evitar la alternancia en el poder (pág. 170) o el manual para ser candidato “populista”, figura que busca anular al adversario y reducir el miedo del “nosotros”.
Un “case study” sobre cómo aplicar la receta “populista” es André Ventura en Portugal, promotor del partido “Chega” (¡Basta!). Parece sencillo: atraer la atención con temas que polarizan y asustan a sectores sociales (Marchi, 2022). Forzar el “nosotros-ellos”. De allí a la fama, el camino está hecho. En Venezuela sabemos algo de esto: principalmente, del “nosotros-ellos”.
Desde el punto de vista social -como socialdemócrata- la tensión del mundo actual es la desigualdad. Es, también, regresar a los 70’s con la famosa tesis de Gurr “Why Men Rebel?”. En sencillo, la desigualdad es consciente en las personas. Estas saben que son “perdedores en el sistema” aunque puedan llevar una vida mínima. Pero tienen conciencia que no habrá excedente ni desarrollo, como la generación de sus padres. Son más “turnos de trabajo” que en redes sociales se celebran en la idea que eso forma el carácter. Tal vez sea así. A lo mejor hoy hay más manganzones. Pero mi crítica es que es un discurso que legitima la desigualdad y pone en la audacia la salvación de la persona. La celebrada por tuiter “Marginal en Niuyol” como ejemplo de quien tuvo la audacia -como la misma chica dice en un video posterior- frente a los “conformistas” que merecen su destino, a quienes critica en su video. A lo mejor la lucha para reducir la desigualdad es más académica que real porque si me atengo a las redes sociales, se celebra que haya “ganadores y perdedores”. El paradigma de los “Juegos del hambre” y el “Squid Game”. La vida no tiene sentido si no hay “ganadores” y “perdedores”. La diferencia hoy es que eso se normaliza.
Los “perdedores” llevan su vida pero no están satisfechos desde el punto de vista existencial. “Falta algo”. Una firma de análisis económico de Venezuela -Ecoanálitica- halló que el 56% de quienes tienen un trabajo perciben un ingreso de 100 dólares o menos mensuales. Son las personas que uno ve en la calle, que llevan la vida, pero con una letanía. Con un peso. Con la sabiduría cotidiana de maniobrar para llegar a fin de mes. Pero es una vida gris si se quiere, aunque tenga sus ratos para “echar una canita al aire”. Hay conciencia de esa realidad. Sin embargo, no todos pueden o quieren dar el paso de lo personal a lo sistémico para cuestionar esta existencia. Hacerlo significa ser visto como “extraño”, “resentido” o, peor, “comunista”. Es preferible llevar la vida con las colas para agarrar el “carrito” y trabajar de lunes a domingo en varios turnos, y una “polarcita” cuando la persona “libre” del trabajo, que interpelar al sistema.
Pero no todo el mundo lo ve así o lo asume de esa manera. Son las movilizaciones que se ven en países mayormente más boyantes que los nuestros porque quizás la pobreza o lo mediano les es menos cercano que a nosotros. En nuestro caso, es más cerca y vivimos con situaciones de ese tipo en lo cotidiano. Somos “guerreros y guerreras”, es nuestra ideología. No reparamos en lo que debe ser porque tampoco es posible lograrlo. La vida debe seguir.
Este descripción de un mundo más complejo tiene un efecto que noto recientemente. Lo llamo “la epifanía de famosos e influencers”. De repente, “gente importante” o los “alguien” como que se dieron cuenta que algo no funciona bien, como que la cosa es en serio, o sienten el peso de los problemas y sus paradigmas no les dan para comprender la realidad, pero sienten la tensión.
La primera epifanía la noté en Almagro. Tiene dos artículos en los que propone una “cohabitación con contrapesos” entre el gobierno y la oposición. La idea en sí no es mala, aunque no la veo viable -veo más factible algo como una “coexistencia pugnaz”- en parte por el propio comportamiento de Almagro que anula su propuesta. De hecho, sus dos artículos han pasado “por debajo de la mesa”. Ni sus más entusiastas admiradores -los que llegaron a afirmar que el uruguayo era “más venezolano que muchos venezolanos” por su posición frente al gobierno de Maduro, en los años de la euforia de la “presión y el quiebre” entre 2015-2020- se dieron por enterado.
El secretario general de la OEA escribió algo que es muy cierto….pero desde 2016, no desde 2022. Expresó en su texto del día 31-8-22 que “Si el plan sigue siendo, cómo ha sido por más de 20 años, someter unos a otros, no va a funcionar, como no funcionó en los pasados 20 años. Si el plan es eliminar al chavismo, no va a funcionar, como no funcionó en los últimos más de 20 años”. Lástima que Almagro no tuvo esa visión en 2016. Ya era una realidad para no ir más atrás, durante el gobierno de Chávez, cuando también lo era.
La segunda epifanía la leí en un titular de un medio internacional (El País). Se refería a parte de un nuevo libro de Francis Fukuyama. El titular destacó que Fukuyama favorecía políticas socialdemócratas. No leí el artículo del pensador. Me quedé solamente con el titular de El País.
A lo mejor voy a ser injusto o impreciso con el famoso autor, pero el Fukuyama que uno conoce o el que está en la representación social no es uno socialdemócrata sino el del “fin de la historia” que no es algo muy socialdemócrata que digamos. Aunque para hacer justicia, el título del conocido artículo fue planteado no como una afirmación sino como una pregunta. Sin embargo, en su artículo de 1989 Fukuyama escribió que el liberalismo como idea y práctica no tenía competencia. En ese entonces, no se mostró muy entusiasta con una fórmula socialdemócrata. Al contrario, predijo “siglos aburridos” por el triunfo liberal. A lo mejor no estamos en el “fin de la historia”, tampoco en el “comienzo de la historia”, sino en un momento en que la pregunta es “¿qué es la historia?”.
Me llamó la atención el titular de la noticia y me pareció bien el llamado de Fukuyama porque la socialdemocracia retrocede en el mundo. No ahora. Desde la crisis del Estado de bienestar, la socialdemocracia no supo qué hacer con su tradición histórica. Si se movió muy al centro, terminó en la “financiarización” mundial que desestabilizó el eje del mundo socialdemócrata: los sindicatos. Si optó por ser menos de centro, se movió al marxismo.
Es el debate que noto hoy. O una socialdemocracia imposible -algo como volver al Estado de bienestar de los 70’s- o un moverse al marxismo de los “grassroots”, principalmente en los jóvenes de los EUA (véase, por ejemplo, el “Manifiesto socialista” de Bhaskar Sunkara y la revisión que hace Benjamin Kunkel en Nueva Sociedad, 290, noviembre-diciembre 2020: 81-93).
No sé si soluciones más antiguas como las que trabajó Olof Palme antes de ser asesinado en 1986, hoy tienen sentido: la propiedad accionaria de los trabajadores sobre las empresas. El problema es que el supuesto de Palme ya no existe: la sociedad industrial, aunque el tema del empleo sí, igualmente importante para Palme. Su propuesta aborda una variable de la ecuación -el tema de la propiedad- pero faltaría otro: el sentido del trabajo en una empresa de propiedad de los trabajadores.
Incluso, también, lo que define a la socialdemocracia está en crisis: el Estado de bienestar pero que hoy es triangulado por los “populismos de derecha” lo que termina en la situación actual de la socialdemocracia, captada muy bien en un editorial de The Guardian con fecha 16-9-22 al afirmar que solo imita, pero no innova.
Los “populismos de derecha” quitaron esa bandera a la socialdemocracia, resignifican la idea de Estado de bienestar, y ahora es un “welfare nativism”. Igualmente el plan de Biden tipo “New Deal” que delineó en el SOTU de marzo de 2022 no sé si será exitoso (acerca de este SOTU escribí en El Cooperante). Como resultado de lo anterior, nuestro sello socialdemócrata tampoco hoy es suficiente. Básicamente porque busca replicar un pasado que no es copiable. Creo que aquí está nuestro problema como doctrina.
Soy un “socialdemócrata clásico” y no me hallo en los extremos de lo imposible o de los “grassroots”, pero tampoco tengo la solución doctrinaria. Si me muevo mucho a la izquierda de la izquierda, me da miedo terminar en algo como “Las fresas de la amargura” pero 2.0 sin lograr nada. Si me muevo a lo Tony Blair, me da miedo ser un engranaje de un discurso que ofrece solo un salario mínimo y un celular con tres lentes como proyecto de vida, mientras Blair, Obama, Clinton & Cía. facturarán bien con sus “speeches”. Me da miedo terminar como un “opinador orgánico” de unas elites que se enriquecen con los problemas del mundo porque son vistos como los que tienen “soluciones”, pero están muy bien aunque se preocupan desde redes sociales por los “condenados de la tierra” para usar el título del famoso libro de Fanon. Estoy en un centro socialdemócrata que hoy es una nada, pero bienvenida la epifanía de Fukuyama. Como la de Almagro, un poco tarde. La socialdemocracia no salió bien en Suecia en sus recientes elecciones, frente a lo que preocupa a Diamond, “the rise of populist nationalism”.
En el caso venezolano, hay dos revelaciones muy importantes. No solo porque me identifico con ellas sino porque en ambas hay un sustrato para conectarse con la realidad. Si hay una cosa que caracteriza a la oposición o a quienes no son del gobierno, es como que se quedaron en el tiempo. Unos, en algún año entre 2013 y 2021. Otros, “calladitos”, aguardan a 2024 cuando prometen otra vez que ocurrirá el “quiebre de la coalición dominante” y la “transición”, a propósito de las elecciones de ese año. Pero no es común escuchar o leer opiniones que sean capaces de captar el sustrato, la estructura de lo que realmente sucede en Venezuela. Estas dos revelaciones se salen del “túnel del tiempo” o de la nueva disposición que observo, “los exilios internos”.
Las dos afirmaciones son de personajes de mundos diferentes. Del humor y de la política, aunque en verdad, no son tan lejanas. Un humorista en algún sentido hace política, y un político con una dosis de humor, conquista multitudes. Fue uno de los atributos de Ronald Reagan.
La primera revelación la hizo Luis Chataing -otrora aplaudido por quienes, luego, lo llevaron a la chirona, aunque el humorista dirá que “la fama bien vale un cadalso”- en una entrevista que le hizo el periodista Luis Olavarrieta. En una parte de la entrevista, afirmó que:
“(…)Mi mayor proyecto es volver a Venezuela, a conversar con los venezolanos, a ver qué está pasando para regresar a acá y probablemente poder ayudar mejor por mi posición, con mis contenidos, a la real(…)a la realidad de lo que está pasando allá, y en mis viajes por el mundo poder también hablarle a la gente con una percepción más real de lo que está sucediendo para, coño, pa’sanar, para poder tener algún un tipo de alivio y echar pa’lante”.
Cuando leí el tuit y escuché el clip de esta parte de la entrevista me llamó la atención por lo que dice: “la realidad de lo que está pasando allá”. No sé si Chataing fue o es un opositor extremo o “de los auténticos” -la verdad es que no seguí su humor, como tampoco me identifico con “la rochela”- pero me luce que le sucede lo que hoy observo le pasa a muchos: que sus explicaciones chocan con la realidad, y les produce angustia (a los que tienen el valor de interpelarse, porque otros están en una “negación estructural” a la espera de la absolución de la historia).
Que el “modelo totalitario” que impuso cierta opinión para explicar a Venezuela, no calza para comprender la realidad. Venezuela es un autoritarismo pero no un totalitarismo, pero ese fue el modelo que se impuso. Una de las cosas que definen al ambiente político venezolano es la sensación que muchos “paradigmas” impuestos por cierta opinión simplemente no explican la realidad. Pasa algo como lo que halló la historiadora Sheila Fitzpatrick para explicar a la URSS.
Tampoco sé si Chataing vive en Venezuela. Si no vive, quiere venir. Desea, por sus propios ojos y experiencia, acercarse al terreno y comprender para, como afirma, “poder tener algún tipo de alivio”.
Debe crear mucha angustia que tus modelos para explicar la realidad no dan cuenta de ella, y estás como perdido en un mundo que no comprendes, pero tienes que hablar de ese mundo. Y tal vez algo de disonancia por haber difundido modelos sin un mínimo de crítica o revisión. Solo porque eran “populares” o porque había presión para imponerlos. Puede ser el caso de Chataing.
En la entrevista, el moderador de “Ni tan tarde” se puso en una perspectiva para buscar una observación participante de nuestra realidad porque ella es particular. Lo que me llama más la atención de esa realidad es el contraste entre una normalidad -funcional o disfuncional- y el discurso como si no existiera y como si quienes dicen no existe no estuvieran en ella. Visto así, es un reto para la comprensión. Tal vez fue lo que impulsó a Chataing para decirle lo que le dijo a Luis Olavarrieta.
La segunda revelación la expresó el secretario general de AD, Henry Ramos, durante el acto con motivo de los 81 años de AD el día 13-9-22. Cuando Ramos no está en su modo de comentarios ácidos, dice cosas interesantes. En el acto de AD ese fue el estilo y todo lo que dijo me pareció relevante. Algunas cosas que caen en lo que puede ser “la realidad de la política”. Por ejemplo, que un candidato tiene que “jalar bolas”. Y es así. Algo parecido lo leí de un presidente norteamericano. Creo republicano. No sé si Reagan, Nixon, o Ford ¿O demócrata? ¿Johnson? quien tenía un verbo como para decir algo así.
En los temas políticos que abordó Ramos en al aniversario de AD, uno lo considero interesante. Y clave para la Venezuela del futuro. Sin decirlo de esa manera, Ramos habló de lo que es un hallazgo consistente de la ciencia política, que comenté al hablar de Diamond y de los EUA: no anular al adversario. Durante el aniversario de AD Ramos Allup manifestó lo siguiente:
(…)Lo va a perseguir o le va a cortar la cabeza. Eso no es radicalismo, ni presencialismo (sic) ni integridad, ni ninguna de esas bolserías con las que se las pasan adjetivando(…)algunas cosas para eternizar la guerra. Nosotros, compañeras y compañeros, cuando ganemos las elecciones primarias, no vamos a perseguir a nadie, no vamos a matar a nadie, vamos a instaurar un régimen democrático para que incluso los que dejan el régimen y el poder tengan la capacidad de volver a ganar las elecciones y ser gobierno. Es decir, establecer nuevamente o restablecer la alternabilidad que este gobierno ha negado por todas las vías disponibles a su alcance”.
Lo primero es la conciencia de Ramos acerca de una inercia, de un status quo, cuando el secretario general de AD habla de “eternizar la guerra” (política). Es una buena frase.
Lo segundo, cuando Ramos expresa que la alternancia también es para el chavismo. Tema grueso este porque la alternancia es de doble vía. Pero mi interpretación de lo que Ramos quiere decir es que el chavismo podrá ser poder cuando deje de serlo. Puesto así, parece una concesión de Ramos al gobierno porque en los hechos, la alternancia hay que bregarla en las condiciones políticas que existen (autoritarias), y no será una concesión del ejecutivo. Ramos lo que plantea es un futuro, pero muy real.
Al menos desde 2016, en mis análisis, el tema central para vislumbrar una salida a conflicto político, es la posibilidad del reconocimiento mutuo, no formal -tipo comunicados conjuntos- sino político. De verdad, verdad.
La conciencia que dos grupos van a existir, no cooptados o que hagan una capitulación, que es lo que creo busca el gobierno -cooptar- y la oposición, la capitulación, la rendición incondicional. Ninguna de las dos ha sido posible y, me atrevo a decir, no serán posibles. No sé si en México se plantea de esa forma porque en el memorando del 13 de agosto, las partes se reconocen, pero aun así, les cuesta llamarse como se denominaron en el documento. Hasta en el verbo, el reconocimiento cuesta. Y la palabra es el comienzo para ese reconocimiento.
Pienso que mientras ese reconocimiento no ocurra -que apenas es un primer paso, porque será un reconocimiento rodeado de mecanismos e instituciones políticas, que todavía no aparecen- seguiremos en una especie de dimensión de una realidad que no existe pero que creemos que existe. Esa realidad que no existe es un gobierno que estima que todo está normal, una oposición a la espera de un 1958, o los “exilios internos” que podrán ser muy dignos pero son muy cómodos.
Las afirmaciones de Chataing, tal vez más sociológico, y Ramos, más politológico, apuntan a reconocer esa realidad venezolana de la que no se quiere hablar o se actúa como si no existiera. Esa realidad es la de estar en el terreno para comprender una cotidianidad que no encaja en los modelos que se usan para explicar a nuestro país. Más bien, se niega lo que es un hecho: dos grupos tendrán que regular y manejar su conflicto.
Bienvenidas las revelaciones. Ojalá hubieran sido más temprano.
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