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La Lupa

Trump: ¿la versión americana de Putin?

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Caracas/Foto: AFP. Aunque no ha asumido la presidencia para su segundo mandato, el electo presidente estadounidense Donald Trump ya da de que hablar y tanto sus discursos como planteamientos empiezan a generar inquietud. No basta con sus desplantes hacia Europa, sus devaneos hacia líderes controversiales y totalitarios, sus polémicas con México y Canadá, la nominación para altas responsabilidades de personas con posturas controversiales, sino que ahora ha enfilado sus propuestas hacia Panamá, anunciando que va exigir a ese país la devolución del Canal, alegando que la nación centroamericana cobra excesivas tasas a las embarcaciones estadounidenses y que ello es la evidencia de que no hay agradecimiento hacia la histórica cooperación de Estados Unidos hacia ese país.

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Trump, la figura a la que algunos siguen viendo como un paladín de la libertad y como promotor de la democracia, es el mismo actor que en su primera administración se reunió con el dictador norcoreano Kim Jong-un. Para su segundo mandato, aunque ha propuesto para que lo acompañen en su gestión a figuras como Marco Rubio, ya ha señalado que tiene una solución factible para la crisis entre Ucrania y Rusia, circulando una propuesta que, de llevarse adelante, resultaría totalmente humillante para el país gobernado por Zelensky y dejaría sin sentido la lucha que durante años se ha dado por parte de los ucranianos para preservar su territorio.

Con respecto al Canal, Trump alega que los intereses estadounidenses son tratados de manera desigual por los panameños y que hay presencia de factores chinos en la región, lo cual interpreta el entorno trumpista como una amenaza a su país. De la misma manera, en una bochornosa y hasta ridícula revisión de la historia, el presidente electo criticó al exmandatario Jimmy Carter por haber firmado el tratado que estableció la entrega de los territorios del Canal a Panamá.

Las bravuconadas de Trump han generado malestar en la región. Además de la postura del gobierno panameño, expresada a través del presidente Mulino, que señaló que no hay agentes foráneos trabajando en el Canal y que la propiedad de Panamá de ese territorio es indiscutible, otras figuras en la región reprocharon la postura del estadounidense, aduciendo que la soberanía no se cuestiona; se respeta. 

Trump no solo se ha enfocado en exageraciones y fakenews para reforzar su retórica, sino que nominará como embajador en Panamá a Kevin Marino Cabrera, un descendiente de cubanos originario de Miami, Florida, que se desempeña como comisionado del condado de Miami- Dade. Además de su juventud, el propuesto es un actor que trabajó en la campaña presidencial de Trump, presentándose como un personaje que sigue a rabiar lo que el electo mandatario dice, augurando esto nubarrones, pues nada peor que la inexperiencia y la actitud panfletaria para asumir la representación ante un Estado con el que evidentemente habrá problemas.

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El respeto al tratado Torrijos- Carter es fundamental y debe ser la bandera de quienes abogan por la paz y la libertad. Lo que ocurre con Panamá es la muestra fehaciente del desprecio de Trump por el derecho internacional y por la soberanía.

Pero las apetencias del mandatario electo no se quedan con la “exigencia” para que devuelvan a su país los territorios del Canal de Panamá, sino que ha señalado que insistirá con la propuesta de comprar Groenlandia, a lo que los daneses han respondido que no está en venta y han incrementado el gasto militar.

Entre los absurdos de Trump hay también uno reciente relacionado con Canadá pues el mandatario manifestó que si ese país decide convertirse en un nuevo estado de la unión americana, reduciría los impuestos a los residentes. Donald Trump no se quedó allí, sino que en una abusiva injerencia en los asuntos internos de su vecino, dijo haber llamado al jugador de hockey Wayne Gretzky para que se postulara como primer ministro, pues ganaría fácilmente, indicándole además que su próximo cargo sería el de gobernador de Canadá. Trump busca debilitar al primer ministro Trudeau, sabiendo que el año que viene hay elecciones y que el actual jefe de gobierno no pasa por un buen momento político. 

Las posturas de Trump inexorablemente llevan a recordar los períodos en los que los mandatarios estadounidenses se vanagloriaban de su expansionismo atroz. De la época de las ocupaciones, de la Enmienda Platt en Cuba y de aprovecharse de las torpezas de Colombia para fomentar una revuelta que independizara al departamento de Panamá y llevara al poder a un sector que no escatimaría, tal como ocurrió, en darle a los Estados Unidos la administración del territorio y cierta postura de tutelaje. 

Pero el mundo ha cambiado y la dinámica no es la misma de hace más de cien años o la de mediados de las décadas de los cincuenta y setenta del siglo XX cuando bajo la premisa de luchar contra el comunismo los mandatarios estadounidenses fueron capaces de cometer cualquier tropelía y darle el mandato a actores indignos que vulneraron la dignidad humana.  Hoy las bravuconadas de Trump y su soberbia le hacen daño a la convivencia y lo equiparan a su homólogo, e incluso amigo ruso, Vladimir Putin, quien evidencia un grotesco expansionismo. Citando una frase vieja, a Trump “la historia no lo absolverá”.      

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