La Lupa
Volver a lo básico de la política: ¿Cuál es la “constituency” de la socialdemocracia hoy día?
Trump ganó las elecciones del 5 de noviembre. Triunfó sin mayores contratiempos. Kamala Harris reconoció su derrota. Aunque esperaba que la dupla Harris-Walz ganaría, en el artículo explico cuatro variables por las que creo que Trump salió adelante con los resultados. La primera, es que el expresidente definió mejor el momento coyuntural y lo tradujo en una consigna electoral eficaz. Lo que el llamo el “driver” que orientó la campaña. En segundo lugar, los cambios demográficos influyeron. En tercer lugar, la participación y, finalmente, el candidato. El artículo cierra con una reflexión para el partido demócrata pero válida para los socialdemócratas en general ¿Cuál es la “constituency” de la socialdemocracia hoy día? La victoria de Trump supone, para los demócratas, volver a lo básico de la política que es, sencillamente, ofrecer un futuro a partir de “los problemas de la gente”, no intelectualizar demasiado a la política.
Los pronósticos sobre los resultados de las elecciones en los EUA fallaron, aunque en una nota de BBC varias encuestas acertaron dentro del margen de error (aunque algunas con 5% de diferencia que no es poca cosa). Estuve en ese yerro. Mi impresión, en la semana de cierre, era que el resultado sería cerrado y el momento favorecía a Kamala Harris y a Tim Walz. Para aclarar de entrada, mi sesgo es a favor del partido demócrata y mi opción era Harris-Walz. Pensé que la dupla triunfaría.
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Sin embargo, a pesar de mi sesgo, estoy en política. La política es para presentar ideas, debatir, proyectos, futuro, articular, sumar, confrontar, pero no para destrozar personas o reputaciones. Entre adversarios al menos hay un mínimo de respeto. De manera que no caí en la demonización de Trump. No creo en esa estrategia. Ni con Trump ni con otros políticos que la vivieron como Lula cuando fue juzgado por corrupción o Pedro Sánchez en el presente el que para el “buenismo” de tuiter y que se impuso en la política, Sánchez es como la encarnación del mal.
Tampoco estoy en el grupo que cuando el elector vota como quiero, loas a ese votante. Cuando lo hace diferente a como me gustaría, críticas al elector y el cuento del “vengo del futuro”. Es frecuente ver esto en Venezuela.
Soy del grupo que afirma “con el pueblo me las juego” y el “pueblo nunca se equivoca” en el sentido que su voto es racional e ilustrado porque responde a unas razones en una coyuntura determinada. Si las comparto o no, es otra cosa, pero hay razones. Por eso las campañas electorales y por lo anterior se pierden y se ganan elecciones. De manera que tampoco demonicé al elector de Trump que si “magazolanos” o “es un voto de los que tienen poca formación” o las “explicaciones racionales” de cierta oposición en redes sociales que asume que la política tiene una lógica geométrica. Todo responde a reglas y leyes. Todo responde a incentivos. Así ven la política y, en parte por eso, sus grandes equivocaciones.
Si así fuera, la política se llamaría ciencia y no política (y no me refiero a la ciencia política). Ahora hay una moda en el mundo de querer hacer de la política algo que ella no es porque se trata del “bien y del mal”. El hipócrita “buenismo” de las redes sociales lo quieren imponer en la política. Quieren convertir a la política en una “lucha espiritual” y el mundo se divide entre “los buenos y los malos”. Hacer de la política un campo moral y no el campo del poder. A lo mejor por esto, los políticos sienten vergüenza de serlo y son desplazados por académicos, influencers, periodistas, famosos, tuiteros, analistas, politólogos, sociólogos, economistas, activistas, etc que creen que la política es “racional” o una “lucha espiritual” mientras, sin decirlo, empujan sus particulares agendas de poder pero “no son políticos”.
Como hablamos de los EUA, tomo el “we are no angels” de los “Federalist papers” o lo que dijo CAP que la “política la inventó el diablo”. Verla así nos hace ser más humildes frente al poder -el caso de Errejón en España quien se creyó superior, aunque me parece un vivo que quiere justificarse con el batiburrillo teórico que maneja la izquierda a la que pertenece- y potencialmente afectar menos la vida de las personas que con el discurso de “los buenos somos más” que lleva a guerras. Los “buenos” son un desastre en política, aunque uno espera que en la carrera por el poder gane “the good guy”, pero los “buenos” y la “gente decente” son un desastre para el poder, en los EUA y en Venezuela.
Por ejemplo, a cierta opinión le parece irracional que un latino vote por Trump. A mí no me parece irracional. Los aspectos afectivos pesan a la hora de una decisión. Si no ¿las cuñas electorales son totalmente “racionales”? Quizás por este motivo esta opinión no logra entrarle al gobierno de Maduro. Asumen que el presidente “debe ser racional”. Luego, con los incentivos apropiados, “Maduro se convencerá que debe negociar una transición”.
No todo es lineal como asume este paradigma tan caro a la oposición venezolana, que ha fracasado, aunque ahora se insistirá para enero de 2025. El orgullo no es algo muy racional que digamos. Lo comento porque este paradigma fracasado es promovido por gente muy racional y “seria”, que fascinan en Venezuela.
Puedo ver a Trump, a sus votantes y al GOP “a los ojos” y evitar algo pernicioso en política que es el famoso y celebrado en Venezuela “damage control” que en nuestro contexto se asume como una señal de sabiduría política y de que “tienes kilometraje”. En mi caso, la sabiduría está en evitarlo, en comprender al adversario, a su público, y el “kilometraje” está en qué tanto comprendes los procesos políticos, aunque se tenga un juicio sobre la coyuntura y sobre la estructura.
Tampoco este análisis está en el modo de las “voces de la conciencia” o de los “albaceas de la democracia liberal”, para alertar sobre el peligro autoritario de Trump. Es analizar un resultado electoral. No dar una clase sobre los “autoritarismos Oreo” o, con tono de circunstancia, una sobre Hannah Arendt. No tengo ningún interés estar en ese prestigioso grupo. No, gracias. Soy un “regular guy” y así me quiero quedar.
Por lo demás, los que descubren al autoritarismo no dicen nada nuevo. Se dan cuenta que el autoritarismo tiene sex appeal. Claro. Siempre lo ha tenido porque ofrecen un proyecto y un futuro en tiempos de ansiedad. A la democracia le cuesta ofrecer uno. Propone “sangre, sudor y lágrimas”. Entre el paraíso que proponen los autoritarismos y el sacrificio que ofrece la democracia, tendemos a escoger lo primero. Por eso los autoritarismos son tan populares hoy: la democracia no tiene un discurso para la ansiedad o, para usar el título del trabajo de Freud, “el malestar en la cultura”. Ni políticos que se atrevan a hacer uno. El artículo es un análisis, no una moralina o un réquiem por la democracia liberal hoy debilitada.
Por supuesto, el análisis ex post sobre una elección es sencillo. Lo interesante es hacerlo antes. No vaticiné la victoria de Trump, aunque tampoco la descarté, pero una vez que sucedió y la manera cómo pasó porque el hoy presidente electo ganó cómodo en general, tanto en los colegios electorales como en el voto popular. Igualmente, los republicanos tienen mayoría en el senado de los EUA y la cámara de representantes se disputa. Tengo la impresión que, para esta elección, los votantes dejaron el voto cruzado que comenzó durante Obama -en la cámara de representantes, a partir del 112 congreso en 2011- y optaron por entregar un claro mandato a Trump. Al menos, al nivel de la presidencia porque todavía faltan votos por contar. Solo en California quedan por sumar casi 5.000.000 de sufragios.
Cuatro variables explican la victoria del expresidente que en enero volverá a ser presidente. Las presento de una vez: el “el driver” que es lo que empujó la victoria de Trump; los clivajes demográficos, la participación (el “turnout”), y el candidato/candidata.
No pienso que Kamala perdió por “ser mujer”, asiática o negra. Tampoco porque haya descuidado al votante menos formado o el trato despectivo hacia ciertos públicos. No ganó por no comprender el momento electoral de fondo (lo que llamo el “driver de una campaña o elección”).
Cuando se pierde en el voto popular –como cercano al partido demócrata, me pegó esa cifra, aunque quedan votos por contar- la derrota es algo más de fondo que si “es mujer o negra”. Cuando ves el avance republicano en California si se compara 2024 con 2020, es evidente que hay un problema estructural, de fondo que los demócratas o no captan o están en modo de negación. Pienso hay una combinación de las dos.
Aunque mi fuerte es el análisis político, he participado en varias campañas presidenciales de Venezuela. Mi experiencia es que una campaña exitosa define “el driver” o comprende el ambiente político y lo sintetiza en una estrategia o consigna antes del día de las elecciones. Esta parte fue la que no vi durante la campaña de Harris, más centrado en la demografía y en los clivajes que era el consenso de los expertos. Puse de lado que una campaña exitosa define su “driver” que la lleva y energiza durante toda la competencia. Trump hizo una mejor definición del “driver” para la coyuntura de las elecciones de 2024 y por eso ganó.
Ese “driver” no es la inflación como es el consenso en trabajos que he leído, aunque mejor creer en ellos porque son de los EUA y son “los que saben”. Soy un externo, pero no creo que la inflación sola sea la causa de la derrota demócrata. Cierto, como escribió Bernie Sanders en su crítica, los salarios reales no han crecido de manera longitudinal, pero en el corto plazo sí lo hicieron. Veamos en la imagen 1 acerca de la inflación:
Ciertamente la inflación subió en 2021 pero en 2024 está a la baja. Efectivamente en los llamados “core prices” -la inflación de fondo, estructural- los valores se mantienen altos, pero en mi análisis no son los precios lo que explican la derrota de la llave Harris-Walz. No es “It’s the Economy, Stupid!”, sino “It’s the anxiety from the System, Stupid!”. Trump lo comprendió mejor que Kamala y respondió a esa ansiedad. Esa comprensión se nota en un video que salió en tuiter luego de las elecciones, en donde Trump se ve reunido con su grupo y ven el discurso de Kamala en la convención demócrata. En una parte del video, el expresidente dice algo como, “Kamala habla mucho de temas complicados y menos de los problemas de la gente”.
El “driver” está en su consigna de campaña. Sintetiza por qué el estadounidense votó por el empresario a pesar de ser condenado, su primer gobierno nepótico, su desconocimiento a los resultados de 2020 -en su discurso de victoria, todavía no reconoce que fue derrotado hace cuatro años- y el auto golpe que promovió el 6 de enero de 2021.
El elector le perdonó o no consideró importante estos hechos frente a la elección. Así son la política y las campañas. No son racionales en esos términos. Lo que no significa que alguien deba hacer lo que Trump hizo, sino que en una circunstancia el elector pondera otra cosa distinta a lo honorable o ser decente para elegir. Aquí entra un factor coyuntural, sobre lo que volveré al final: la polarización en los EUA. No polarización como se entiende en Venezuela -dos mitades o “ambos bandos”, que enardece a cierta oposición desde la comodidad de tuiter- sino en el sentido de la intensidad de las actitudes y opiniones que es una fuente para definir clivajes dentro de una sociedad. Un ejemplo de polarización está en la imagen 2:
La opinión sobre el estado de la economía de los EUA es diametralmente opuesta entre los demócratas y los republicanos. Eso es polarización.
Clivaje no aparece en el RAE. Es una diferencia que es estructural dentro de una sociedad y que influye en el comportamiento político de esa comunidad.
Más allá de las diferencias estructurales -creo los pronósticos antes del 5 de noviembre se concentraron en esto, en las ramas y no en el bosque, que es el fondo, el contexto político en donde la campaña se desenvuelve- en la sociedad norteamericana hay un malestar general sobre cómo van las cosas que no es exclusivamente económico porque la economía con Biden tuvo un buen desempeño, sino un malestar general, con todo, principalmente con las expectativas a futuro. Uno con el estado de las cosas dentro y fuera de los EUA. Principalmente el clima de ansiedad que produjo la invasión de Rusia a Ucrania y la guerra en el Oriente Próximo.
En los artículos para El Cooperante en los que analicé los SOTU de Biden un punto que comenté es que el gobierno del demócrata no tuvo la capacidad para comunicar una gestión, una identidad a su gobierno, un perfil, aunque tenga hechos y resultados. Es un gobierno donde Biden es el vocero principal sin figuras descollantes, ni siquiera Kamala o la primera dama.
En esos textos argumenté que Biden era un presidente realmente socialdemócrata, más que Clinton u Obama, pero esa percepción no es general. Biden tampoco es un orador fino como Obama -como en GOT, el éxito es contar historias, y Biden no tiene buenas historias ni sabe contarlas- y eso ayudó a que su gobierno realmente no se perciba como uno a favor de la clase trabajadora cuando realmente lo es.
No creo, como escribió Bernie Sanders en su critica al partido demócrata luego de conocerse la derrota, que el partido “abandonó a los trabajadores por lo que los trabajadores abandonaron al partido”. No lo pienso. Veamos un indicador muy socialdemócrata. Los famosos “jobs creados”. La imagen 3 revela que:
Por mes, el gobierno de Biden agregó más nuevos empleos que los gobiernos desde Reagan ¡Si eso no es ser socialdemócrata, qué será! Una hipótesis para explorar por qué esto no fue percibido así por la opinión es que los indicadores típicos de ser socialdemócrata ya el público no los ve así -también los “populistas” hablan de crear empleos- por lo que la disputa programática ya es en otro nivel y ser socialdemócrata tiene que ser redefinido o “re-comunicado”.
Un ejecutivo ayuno en definir el “driver” de la gestión y, junto a otras variables, explica por qué Biden no está bien evaluado como presidente -está cerca del 40% de aprobación favorable- porque no hay como definir su administración, aunque tiene logros. Faltó un sello. Una palabra. Una representación social para objetivarlo. No tuvo esa capacidad. No haberle dado personalidad a su gobierno, un sello, contribuyó a la derrota de Harris-Walz. Dos ejemplos.
AP reportó una reunión de Harris con transportistas. El encuentro fue tenso. Kamala ofreció resolver el tema de la calidad de vida de los trabajadores, pero sin el cómo o sin explicarlo. No es que Trump lo hizo, pero la personalidad de Trump va más con el que “resuelve”. Tiene esa “licencia” no así Harris, que tiene otra personalidad.
El otro ejemplo es con la inflación. En agosto, Kamala propuso una ley contra la especulación en los precios de los alimentos. Le dijeron comunista. Se quedó tranquila. Trump aprovechó y expresó que, “prometo que bajaré el precio de los productos esenciales”.
Harris se quedó con el mote de “comunista”. No se defendió. Está como la moda ahora en Venezuela de los “venezolanos respetables” que ante los ataques optan por un “honorable silencio” para “darse su puesto” porque quieren una “conversación civil”. Frente a los autoritarismos tienes que defenderte sin pena. Harris tuvo que combatir el mote de “comunista” y hacer su punto. Pero calló. Entre que me quieran y defenderme prefiero defenderme.
Trump captó mejor el malestar general. Veamos en la imagen 4:
Mientras los demócratas adoptaron el tono “respetable” de los “albaceas de la democracia liberal” -esa moda también está en la oposición venezolana- Trump definió un “driver” más cercano a los famosos “problemas de la gente”. Construyó su consigna a lo Luis Herrera de 1979 quien también ganó esa elección: “Trump arregla esto” o “Trump will fix it”. Tan avispao es el nuevo presidente que esa consigna estaba fija en el atril cuando ofreció su discurso de ganador una vez conocidos los resultados de los colegios electorales que lo favorecieron (aunque el discurso de 2024 es mucho más pobre si se compara con el de 2016, un discurso mucho mejor).
A lo mejor lo anterior llevó a lo que dicen varios textos que leí: que los demócratas se alejaron de su base y de su naturaleza como partido.
En una serie de tuits para explicar los resultados del 5 de noviembre, el reciente premio Nobel de economía, Daron Acemoglu, se preguntó que con quien preferiría hablar un integrante del partido demócrata, con una “persona normal” o con alguien formado, agrego yo, de la “conversación civil”, sensato, que encantan en la Venezuela de hoy ¿La respuesta? El demócrata no hablaría con la “persona normal” sino con la persona formada. Notemos la imagen 5:
Trump parece un “regular guy” frente a Harris que parece alguien más formada. Alguien encumbrado. Quizás por eso la dupla con el “coach” Walz. Qué más “regular” que un “coach” en los EUA, pero no fue suficiente. Tan político es el gobernador Walz que en su discurso luego de saberse los resultados, afirmó que durante la campaña comió mucho y “me compro mis donas”. Eso es política. Pero ese estilo no gusta. Hay que hablar de “Lacan, la resistencia, y las transiciones” o “Arendt y los nuevos autoritarismos” de académicos o profesionales que impresionan a los políticos, pero eso no es política, en un tono serio, de cosa importante, grave, tipo “voz de la conciencia”, para colmo.
Los demócratas pasaron de un “tipo normal” como Clinton en 1996 a gente encumbrada hoy como los Obama o los Clinton. La Hillary de 2016 fue y es alguien encumbrada, de conferencias caras. No quiero decir que tengas que ser “normal” para ganar una elección, pero sí tener los pies en la tierra. Puedes ser formado, pero no encumbrado. No vale el “así comenzó” y el “así va” que encanta en tuiter para mostrar “mi progreso y mi derecho a ser feliz”. En política es “el derecho a ser feliz de los otros no el mío” y eso pasa pasa por ponerse como un “regular guy”.
La convención demócrata estuvo alejada de esto. Fue buena, pero en clave de discurso de “activista” que es otra moda a la que se nos quiere someter quienes estamos en el mundo político. Hablar como “activistas”. Faltó más densidad en la convención y menos lugares comunes que si “debemos unirnos pese a nuestras diferencias”.
El GOP es el camino al revés. Por eso pienso que los republicanos tienen una estrategia de poder más clara que los demócratas desde la década de los 90. Han penetrado todas las instancias en todos los niveles, de manera constante y tenaz.
Los republicanos al revés: de un “lord” como Rommey en 2012 a un “regular guy” como Trump en 2024 cuyo discurso de victoria destacó lo “beautiful” de las cosas y lo “amazing” de la gente.
Aunque Trump tiene a alguien demasiado pesado e insoportable cerca, Elon Musk, ahora metido a político -veremos cómo va esa relación cuando llegue el GOT republicano una vez instalados en el poder; Trump dijo que Musk es “a star is born” y un “genio al que hay que cuidar”- y Melania es una “señora encumbrada” como toda la familia Trump, que en la foto familiar de la victoria luce una “royal family”.
A lo mejor el “regular guy” dice “sí, pero es mi royal family” así como en Venezuela a Chávez lo encumbraron -las élites hoy del quiebre vistieron a la pareja Chávez-Rodríguez para el desfile del 5-7-00 a lo “Lady Di”, ese gran gusto de nuestra “gente decente”, realmente viajados y cultos- pero al final, era Chávez, “un pata en el suelo” como decía el comandante.
En CNN vi a una analista que habló que el discurso demócrata perdió el “sentido común”. Quizás sea cierto, si por sentido común se entiende ser alguien normal que habla de los problemas de la gente pero que se note real, no impostado, y que los convierta en un proyecto a futuro.
Esta falta de sentido común pudo llevar al cambio político en función del ingreso. Notemos en la imagen 6:
El votante demócrata en la actualidad es “gente fina”, no así el votante GOP o lo es menos. Curiosamente, Biden estuvo consciente de ser un “regular guy”. Nunca mostró ser encumbrado sino alguien normal que enfatizaba en sus “Look folks!” durante sus discursos. Biden es la excepción en un partido demócrata de gente encumbrada y seguramente “sensata”. Hasta AOC “se metió en los peroles” del “así comenzó” y “así va”.
El “Trump arregla esto” -que es algo bastante llano- fue más eficaz que el “A new way forward” de Kamala que no es una mala consigna, pero le faltó la garra, el “grito de guerra”. Una consigna muy sensata, respetable, pero lo respetable hoy no gana elecciones. Mejor hubiera sido, “A new way forward to break the system” o “A new way to shake the system”, o “Shake the system with Kamala!”, “Turn your country around, vote Harris-Walz!” o algo así. Le faltó garra, picante, el espíritu de lucha como la consigna una vez que perdió, “Our fight continues”....pero agregaría un picantico, “Our fight continues!”, o la que lanzó Walz, “Stand up and fight” o la de Liz Warren, “To fight every fight in Congress”.
La segunda variable es la demografía. En sus famosos “my take” de su programa de los domingos por CNN, Fareed Zakaria argumentó que el clivaje que dominará a los EUA es social entre uno urbano, femenino, con educación e ingresos frente a otro menos urbano, masculino, con menos educación e ingresos. El primero tiende a ser demócrata y el segundo tiende a ser republicano. Tiene razón, pero agrego que el clivaje es dinámico, no es fijo. Es decir, las mujeres pueden votar por Trump o el voto de los latinos por el republicano. Observemos en la imagen 7:
Trump creció en el voto masculino, pero más en el femenino, cosa que sí me llama la atención dado el verbo del expresidente hacia las mujeres.
En el voto de los latinos por Trump no le veo lo particular como pasa en redes sociales, que preguntan por qué un latino votaría por Trump dados las promesas de éste en materia de migrantes. Hay muchas razones. Una es que nuestra cultura latina privilegia y modela a los “carajos arrechos” y Trump se vende como un “tipo arrecho”, que no está “con vainas”. Eso puede pesar más que sus propuestas sobre la migración porque quien vota por él puede tener lo que en psicología social se llama la “falacia de la planificación” que en este caso es que la persona migró de manera legal, no a última hora, y construye una diferencia con el migrante ilegal para mantener la auto estima y justificar los sacrificios que hizo durante el proceso de migración. Es la construcción endo y exogrupo, aunque sea del mismo grupo. La psicología social también sugiere que los grupos “oprimidos” tienden a ser más duros entre sí que con los “opresores” a quienes se busca imitar para identificarse y ser aceptado en el sistema. Si soy un migrante establecido voy a generar un prejuicio con el migrante que se construye -aquí entra la opinión pública- como “un criminal”.
La tercera variable es la participación el día de las elecciones. Una hipótesis es que los votantes por Trump se movilizaron más que los votantes por Harris. Tenemos un “proxy” y un dato estadístico para lanzar esta hipótesis.
El “proxy” es la diferencia de votos para el candidato demócrata entre 2020 y 2024. Aunque algunos “famosos e influencers” -que figuras tan nefastas para la opinión pública- dejaron ver que la diferencia es “prueba” del “fraude” contra Trump en 2020, una explicación lógica puede ser que electores pro-demócratas no se movilizaron por la dupla Harris-Walz por alguna razón. Notemos en el cuadro 1:
Biden es el presidente que más ha sacado votos en el “voto popular” en toda la historia electoral de los EUA. Cuatro años después, esa cifra no se mantuvo. Dejaron de votar por los demócratas casi 11 millones de personas.
Trump, en cambio, aumentó por más de 100 mil votos entre 2020 y 2024 pero está en su número de 74 millones. La constante aquí es que Trump fue candidato en 2020 y 2024. En los demócratas, fueron candidatos diferentes. Una hipótesis indicaría que es el “efecto candidato”. Biden movilizó más que Harris. Otra hipótesis sugería que es el “efecto del contexto”. El año 2020 fue uno crucial para los EUA, no solo por la primera presidencia de Trump sino por la pandemia. Efecto que no se dio en 2024: la pandemia se superó y Trump “está normalizado” por el sistema y por los votantes. Al no percibir una amenaza -aunque ese fue el discurso, producir miedo por Trump, la narrativa de lo que llamo “los albaceas de la democracia liberal”, ineficaces por cierto, aunque son personas de muchísimo prestigio quienes lo difunden- probablemente muchos electores que votaron a los demócratas en 2020 no se movilizaron en 2024.
Veamos la imagen 8 para tener otra perspectiva:
Si agregamos el cuadro 1 y la imagen 5 una explicación tentativa es que los demócratas se movilizaron, no así los independientes pro-demócratas. No se movieron o fueron conquistados por el discurso de Trump y lo votaron.
La imagen 5 sugiere que los militantes de ambos partidos se movilizaron en proporciones similares entre 2020 y 2024, pero el cambio se registró en los independientes, que votaron menos por los demócratas en 2024 si se compara con su movilización en las elecciones de 2020.
Veamos la imagen 9 con el 100% de los votos contados en 4 estados importantes:
En Tejas, por ejemplo, es notable que los votantes de Trump se movilizaron más en 2024 si se compara con 2020. En el caso de los demócratas, fue al revés.
Finalmente, la cuarta variable para explicar por qué el dúo Harriz-Walz no ganó el 5-11-24 es el candidato. No tanto para la opción demócrata sino para Trump. Creo que fue “demonizado”. No lo pienso ahora sino desde antes, incluso con su caso judicial o los intentos de “impeachment” (igual para Biden en lo último).
Honestamente no creo en esos recursos para la lucha política, pero son los que usan ahora con más fuerza, junto a los “batallones destroza personas y reputaciones en tuiter” o los “batallones del odio” como los llama El País. Antes no era que no se empleaban, pero la política tenía cierta dignidad, ciertos códigos, ciertas “rules of engagement”. Hoy, como se ve en los EUA y en Venezuela, los políticos profesionales son desplazados por famosos, influencers, analistas, académicos, celebridades, periodistas, medios, y “amigos de la causa”; excelente, todos muy respetables. Estamos en la era de la “conversación civil”, todo el mundo con un tono Arendt -dando lecciones a la gente- pero no es el lenguaje de la política. Todos muy respetables pero la política perdió su centro y su eje. Más pudo George Clooney que el partido demócrata. Más puede un “batallón destroza personas y reputaciones” en tuiter, que un político en Venezuela. Más puede el discurso “del activista” que uno político. A la política le da vergüenza decir que es política. Cedió su espacio a “los buenos somos más” que envían a otros al peligro, pero quedan como héroes. Si tienes vergüenza por lo que eres, no vas a convencer ni a liderar. Menos ganar una elección.
Ciertamente, ahora el poder se democratizó porque la información está en un celular y éste es poder. Ya no es la anécdota de Stalin, de “cuántas divisiones de tanques tiene el Papa” sino hoy es “cuántos lentes tiene tu cámara y cuántos videos en tuiter subes por día”.
Los políticos fueron desplazados y cambiados por famosos. En EUA, la semana de cierre, se comunicó una suerte de victoria anticipada por los “endorsement” de famosos del mundo del entretenimiento. Se quiso ganar una elección con “famosos” como en Venezuela se quiso lograr un “quiebre” luego del 28 de julio con un “live” con “influencers”. Al final pesó la dura política, las razones del poder. Tanto en los EUA como en Venezuela. De aquí la sorpresa en los dos países porque no sucedió lo esperado (más en Venezuela que en los EUA donde diferentes estudios pronosticaron la victoria de Trump. Por ejemplo, “Understanding Biden’s Exit and the 2024 Election: The State Presidential Approval/State Economy Model” de Enns et alli en https://www.cambridge.org/core/journals/ps-political-science-and-politics/article/understanding-bidens-exit-and-the-2024-election-the-state-presidential-approvalstate-economy-model/90DA5291682CEA6BDA943208C0E7E649 )
Ese es el poder en la actualidad: se democratizó la información. Pero tiene un precio. Sí, como no, se “democratizó el poder”. Ya no son solo los “analistas” sino también el público que hace sus enjundiosos análisis e “hilos”. Excelente. Bienvenidos. Pero el poder implica responsabilidad. La frase trillada de Bolívar, “Llamarse jefe para no serlo es el colmo de la miseria”. Pudiéramos decir que “tener poder para no usarlo con responsabilidad es el colmo de la miseria”.
Lo anterior para decir, aunque no creo fue lo central de la campaña demócrata, pero sí de la opinión, para poner a Trump como un “Hitler del siglo XXI”. Muy bien, son las voces de “la democracia liberal”, preocupados por la salud republicana a los Tocqueville, pero el espacio para la política -la confrontación, “the good fight”- desapareció a favor del “discurso civil” que alerta y “viene del futuro” pero generó el efecto contrario: cohesionó más al votante por Trump. Se produjo lo que en psicología social se llama un proceso de reactancia psicológica. El elector pro-Trump se sintió agredido en lo más íntimo y percibió que le decían “nazi” o “loco” por apoyar al republicano. La reactancia se generó porque la actitud pro-Trump se afirmó más, lejos buscar la “conversación inteligente” para persuadir para abandonar a Trump. Mejor que el miedo hubiera sido promover una disonancia cognitiva en el votante pro-Trump. Pero el miedo es el “by the book”. En Venezuela, se usó con CAP I y con Chávez en 1998. Los dos ganaron sus respectivas elecciones.
Notemos en la imagen 10:
El votante por Trump vota más por él que el votante demócrata por Harris, porque su voto es más “en contra de Trump” (aunque con Biden en 2020 fue más el “en contra de”). A lo mejor -una hipótesis alternativa a la mía con base en esta imagen- el miedo fue para cohesionar al elector de Harris y menos para disuadir al votante por Trump.
En la campaña, por ejemplo, no hubiera destacado que Trump es un “convicted felon” -eso que lo haga la “conversación civil”, si es su gusto- sino su gestión, su programa actual, su incapacidad para ser un “fixer” que no sea de palabra, y explicado mi “cómo”, v. g, cómo voy a terminar la invasión de Rusia a Ucrania o cómo voy a manejar mi relación con Netanyahu en un nuevo gobierno.
Al votante por Trump más que estigmatizarlo como “ignorante”, “magazolano” o “chavista”, persuadirlo con la ruta central, aunque cuando las actitudes son estables es complicado lograr el cambio actitudinal, pero me arriesgo con un lenguaje político, con preguntas retóricas y menos juicios.
Estas 4 razones a mi modo de ver explican por qué Trump ganó. La más relevante, el republicano supo definir mejor el momento político de la coyuntura y lo tradujo a una consigna, “Trump will fix it” que sintetizó los atributos del expresidente: alguien “que resuelve”, característica más cercana al elector que una “conversación civil” acerca del “estado de la democracia” más cerca de la campaña de los demócratas.
En el cierre de su carta crítica al partido demócrata, Bernie Sanders escribió algo que es cierto: dijo que en el partido habrá una discusión sobre la “democracia desde abajo y la justicia económica”. Me parece sano no solo para el partido demócrata sino para los socialdemócratas en general ¿Cuál es la “constituency” socialdemócrata hoy? Es una pregunta que parece sencilla pero realmente no lo es. Aquí puede estar la clave para las victorias en elecciones futuras del partido demócrata y de los partidos socialdemócratas en general.
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